Portarse bien en
vida-es decir, no decir palabrotas, no follar sin fines procreativos y antes del
matrimonio, no afirmar que venimos de monos y que la Tierra gira alrededor del
Sol, no ser homosexual, dejarte pasta en las misas, levantarte un domingo antes
de las nueve para ir a misa TODA TU VIDA, contarle tus guarrerías y tus guerras
sucias con los vecinos al párroco (esto era un antecedente de los reality shows
y los sálvame deluxe, pero el clero fue el primero en disfrutarlo), creerte,
como hizo San José, que la Virgen María se quedó preñada del espíritu santo, que
Dios es a la vez una llama y una paloma (¿era Dios un transformer? ¿Una especie
de camaleón con superpoderes? ¿El que inventó sobre la santísima trinidad no
paraba de fumar porros, uno seguido tras de otro?), no leer los libros de la
lista negra del Vaticano y un largo “etc”-para ganarse un vuelo sin transbordo
al cielo, es algo que desde mucho, demasiado tiempo persigue un buen número de
la población mundial, y se puso hiper de moda en la Edad Media, era de lo más
cool. Hubo gente, como San Antonio, que no sólo consiguió un billete de avión
para el Edén en Ryanair, sino uno en “Paradise airlines” en primera clase, con
asiento reclinable y pantuflas de andar por casa que, discretamente, podías
robar guardándotelo en tu bandolera al finalizar el vuelo.
Sin embargo, ése no
es mi caso. Desde pequeña, siempre quise acabar el resto de mis días post-mortem
en el infierno. Por una razón muy sencilla: ¿quiénes coño van a estar en el
cielo? Santurrones y solteronas. Ni siquiera va a estar ahí Bono, el de U2,
porque puede tomarnos el pelo aquí, en la Tierra, pero el tío da grimaza y ahí
arriba todo se sabe. Además, a riesgo de ofender, ¿os imagináis a algún irlandés
en el cielo? Ni siquiera van a estar los papas, ninguno. Sin ninguna duda, en
definitiva,
“The-private-and-exclusive- Carolina-Herrera-New-York- party” va a
celebrarse en el infierno. El estudio 54 y Pachá deben de ser un bodrio absoluto
comparados con lo que se debe de estar cociendo un día sí y otro también en el
averno. Siempre me he imaginado a Lucifer, por supuesto colorado de arriba abajo
y con cola y tridente, como un tío megajuerguista, como un Roberto Cavalli o un
Paris Hilton, un tío que sí que sabe pasárselo pipa y elegir bien a la gente
guay y guapa, la gente que mola tener en tu fiesta para petarlo. De hecho, si
hiciésemos una analogía con una serie de adolescentes norteamericanos, Dios
sería el pardillo que hace una fiesta muermazo a la que nadie asiste, son las 11
de la noche en su casa y las botellas de refrescos gaseosos siguen sin estar
abiertos y Satán sería el capitán de equipo de rugby del instituto que se está
beneficiando a una rubia tetona cheerleader y monta una fiestaca hiperbólica
donde asiste todo quisqui, excepto los nerds como el Supremo y el alcohol corre
a raudales por doquier.
Y ahora, en
contraposición, ¿Quién va a estar en el infierno? Pues todos los escritores,
actores, cineastas, músicos, seguramente casi toda mi familia y amigos y mi
maligno periquito verdi-amarillo, mis emperadores romanos favoritos y Dios
seguramente intentando colarse en una de esas megaparties de polizón. En el
infierno, preguntaré a Van Gogh por qué se cortó la oreja; en el infierno,
crearé un club de lectura con Flaubert, Maupassant y Balzac. En el infierno, iré
de juerga con Edgar Allan Poe. En el infierno, entrevistaré a Orson Welles y le
pediré a Lawrence Olivier que recite de memoria fragmentos shakespearianos. En
el infierno, haré de paparazzi y tomaré una foto de Hitler y Walt Disney
morreándose y luego venderé la exclusiva. En el infierno, escribiré un libro
titulado “Conversaciones con Federico Fellini”, a lo “Conversaciones con
Hitchcock”. En el infierno, le preguntaré a Calígula qué le pareció la versión
teatral que le dedicó Camus y le pediré un autógrafo. En el infierno, tendré
tantas cosas que hacer…pero no importa, porque tendré toda la
eternidad.
En fin, ésta, en
realidad, es la enésima versión de “¿Imagínate cómo sería el paraíso ideal para
ti?”Pues bien, para mí, mi paraíso ideal sería el infierno, un Marina d’or con
gente molona y juergas eternas… Cuando muera, quiero ir al
infierno.
YU KYOUNG RYU
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