domingo, 19 de enero de 2020

POLITICA DE PINES





Últimamente, lo mas comentado en la arena política española es que si Fulano o Mengano, lleva en su solapa o en sus redes, tal o cual lazo, simbolito, bandera o insignia. Son los llamados pines, algo para nada nuevo por cierto, pero que algunos pretenden descubrir ahora.



Por orden cronológico voy a empezar hablando del pin “lazo amarillo,” por ser el más antiguo de los que en la actualidad se lucen. En teoría, es un lazo que reivindica la libertad de unos supuestos “presos políticos” por los sucesos acaecidos en Cataluña en octubre del 2017



De todos es conocida la secuencia de acontecimientos del llamado Procés, que ha supuesto la condena de algunos relevantes políticos y representantes de la sociedad civil catalana.



 Si entramos a valorar si el referéndum ilegal fue legítimo, para un servidor no, ya que los convocantes lo hicieron a sabiendas de que no se ajustaba al marco legal vigente y que era algo que ahondaba más en la brecha entre los españoles de Cataluña y del resto del territorio español.



Dicho esto, creo que la solución para el futuro pasa por un referéndum o referéndums, sobre este tema y otros, que afectan a la organización territorial del estado español, en Cataluña y en el resto, previo a un amplio consenso y en un pie de igualdad que ahora mismo no existe.



La controversia ha saltado de nuevo con la inhabilitación de del president Quim Torra, por no querer retirar un gran lazo de la fachada del palacio de la Generalitat y que la junta electoral consideró un símbolo político de exhibición prohibida en un espacio público durante una campaña electoral.



Yo no se si la Junta Electoral es competente o no tiene jurisdicción para inhabilitar a un representante electo. Doctores tiene la Iglesia… pero lo que si se, es que en Cataluña se vulnera la ley con desvergonzada impunidad un día si y otro también, sin que nadie haga nada.



Lo más parecido que se hizo a intentar poner remedio a este estado de cosas, fue el 155 pactado por M. Rajoy y el Dr. Sánchez Castejón, el uno sitiado por la corrupción y el otro, con un ojo puesto en la ventana de oportunidad que se le abría con una más que cantada moción de censura y la probable necesidad de sumar los escaños de los sediciosos tras las elecciones, para ser él el que reinara sobre el caos.



Después de muchos bandazos, finalmente tenemos un gobierno que se autoproclama “progresista”. Cuenta con el apoyo de los del pin lazo amarillo, Podemos, la formación multi pin y algunos otros partidos, habituales del carroñeo político como el PNV y nuevos necrófagos ibéricos, como el señor de Teruel Existe.



En los fuegos artificiales que han seguido a la investidura y el reparto de carteras con más o menos enjundia en su interior, hemos podido ver inesperados outfits (que dicen ahora los modernos) como los del ciudadano Garzón, impecablemente trajeado o la flamante ministra de igualdad, con un conjunto de chaqueta apropiado para tomar el té en cualquier salón del rancio abolengo y salir a todo color en las páginas del Hola. Hasta hemos visto a Pablo con una correcta americana, pero aún sin corbata, prueba evidente de que no olvida sus orígenes vallecanos. Los antaño vestidos como de Carrefour, pero en carísimas tiendas de la Milla de Oro madrileña, se mimetizan con el entorno.



En estos fastos también hemos visto algunos pines.



Mucha repercusión han tenido las palabras de la directora del Instituto de la Mujer, doña Beatriz Gimeno, habitual lucidora de pines como el del orgullo gay o el lazo morado en defensa de las mujeres maltratadas, y que ha llegado a afirmar que para que para que la mujer realmente se empodere en sus relaciones heterosexuales, debe penetrar analmente al hombre.



Yo, a estas alturas del baile, por esas cosas no me escandalizo, pero espero del nuevo ejecutivo que no nos imponga también una manera de follar “inclusiva” ¡Hasta ahí podíamos llegar! Cada cual haga de su capa un sayo…



Trending topic también ha sido el pin del triangulo rojo que lucían en sus solapas Iglesias y Garzón y que se ha hecho viral en las redes al grito de “¡Si no eres antifascista, es que eres fascista!”



Por supuesto que un servidor es antifascista ¡Faltaría más!

Aunque tardíamente, llegué a correr delante de los grises y sufrí a los fachas que en los setenta e incluso en los ochenta, ejercían la violencia contra los que pensábamos distinto, o directamente con los que teníamos unas pintas que no les gustaban.



El problema de este nuevo “antifascismo” es que se parece como un huevo a otro huevo, al viejo fascismo.



El pin del triángulo rojo invertido era originariamente una insignia que en los campos de concentración asignaban los nazis a sus opositores políticos, los verdaderos antifascistas, muchos de los cuales entregaron su vida para defender sus ideas.



Como los nazis perdieron la guerra, conocemos muchos de los horrores cometidos en sus campos de concentración, no así en los campos de concentración de los comunistas, que fueron los vencedores. Esto no significa que no se cometieran y que seguramente también tuvieran insignias para clasificar a los prisioneros.



Hay un pecado original, que ya de partida clasifica como facha a cualquiera en estos tiempos, y es comparar a las dos ideologías totalitarias del siglo XX. En efecto, comunismo y fascismo no son lo mismo, pero las medidas que aplican ambas contra los disidentes son idénticas.



Ya, por último, no querría dejarme en el tintero lo que se ha dado en llamar “pin parental”. No es un pin al uso, que se pueda prender en la solapa como los otros. Es un conjunto de materias de discutible valor para lo que debería ser el objetivo de la educación de cualquier país, que no es otro que mejorar la vida de sus ciudadanos mediante la cultura, la ciencia y la adaptación futura de los estudiantes al mundo laboral.



Pues no queridos lectores, el nuevo ejecutivo quiere seguir usando la educación como un vehículo para el adoctrinamiento, lo mismo que la oposición del pin con la bicolor (símbolo que es de todos, no sólo de ellos) en las comunidades autónomas donde manda.



Vamos que como se ha hecho toda la vida…



Así que de nueva política nada de nada… los mismos perros con distintos pines.