viernes, 30 de marzo de 2012

CUANDO MUERA QUIERO IR AL INFIERNO

Portarse bien en vida-es decir, no decir palabrotas, no follar sin fines procreativos y antes del matrimonio, no afirmar que venimos de monos y que la Tierra gira alrededor del Sol, no ser homosexual, dejarte pasta en las misas, levantarte un domingo antes de las nueve para ir a misa TODA TU VIDA, contarle tus guarrerías y tus guerras sucias con los vecinos al párroco (esto era un antecedente de los reality shows y los sálvame deluxe, pero el clero fue el primero en disfrutarlo), creerte, como hizo San José, que la Virgen María se quedó preñada del espíritu santo, que Dios es a la vez una llama y una paloma (¿era Dios un transformer? ¿Una especie de camaleón con superpoderes? ¿El que inventó sobre la santísima trinidad no paraba de fumar porros, uno seguido tras de otro?), no leer los libros de la lista negra del Vaticano y un largo “etc”-para ganarse un vuelo sin transbordo al cielo, es algo que desde mucho, demasiado tiempo persigue un buen número de la población mundial, y se puso hiper de moda en la Edad Media, era de lo más cool. Hubo gente, como San Antonio, que no sólo consiguió un billete de avión para el Edén en Ryanair, sino uno en “Paradise airlines” en primera clase, con asiento reclinable y pantuflas de andar por casa que, discretamente, podías robar guardándotelo en tu bandolera al finalizar el vuelo.
Sin embargo, ése no es mi caso. Desde pequeña, siempre quise acabar el resto de mis días post-mortem en el infierno. Por una razón muy sencilla: ¿quiénes coño van a estar en el cielo? Santurrones y solteronas. Ni siquiera va a estar ahí Bono, el de U2, porque puede tomarnos el pelo aquí, en la Tierra, pero el tío da grimaza y ahí arriba todo se sabe. Además, a riesgo de ofender, ¿os imagináis a algún irlandés en el cielo? Ni siquiera van a estar los papas, ninguno. Sin ninguna duda, en definitiva, “The-private-and-exclusive-Carolina-Herrera-New-York-party” va a celebrarse en el infierno. El estudio 54 y Pachá deben de ser un bodrio absoluto comparados con lo que se debe de estar cociendo un día sí y otro también en el averno. Siempre me he imaginado a Lucifer, por supuesto colorado de arriba abajo y con cola y tridente, como un tío megajuerguista, como un Roberto Cavalli o un Paris Hilton, un tío que sí que sabe pasárselo pipa y elegir bien a la gente guay y guapa, la gente que mola tener en tu fiesta para petarlo. De hecho, si hiciésemos una analogía con una serie de adolescentes norteamericanos, Dios sería el pardillo que hace una fiesta muermazo a la que nadie asiste, son las 11 de la noche en su casa y las botellas de refrescos gaseosos siguen sin estar abiertos y Satán sería el capitán de equipo de rugby del instituto que se está beneficiando a una rubia tetona cheerleader y monta una fiestaca hiperbólica donde asiste todo quisqui, excepto los nerds como el Supremo y el alcohol corre a raudales por doquier.
Y ahora, en contraposición, ¿Quién va a estar en el infierno? Pues todos los escritores, actores, cineastas, músicos, seguramente casi toda mi familia y amigos y mi maligno periquito verdi-amarillo, mis emperadores romanos favoritos y Dios seguramente intentando colarse en una de esas megaparties de polizón. En el infierno, preguntaré a Van Gogh por qué se cortó la oreja; en el infierno, crearé un club de lectura con Flaubert, Maupassant y Balzac. En el infierno, iré de juerga con Edgar Allan Poe. En el infierno, entrevistaré a Orson Welles y le pediré a Lawrence Olivier que recite de memoria fragmentos shakespearianos. En el infierno, haré de paparazzi y tomaré una foto de Hitler y Walt Disney morreándose y luego venderé la exclusiva. En el infierno, escribiré un libro titulado “Conversaciones con Federico Fellini”, a lo “Conversaciones con Hitchcock”. En el infierno, le preguntaré a Calígula qué le pareció la versión teatral que le dedicó Camus y le pediré un autógrafo. En el infierno, tendré tantas cosas que hacer…pero no importa, porque tendré toda la eternidad.
En fin, ésta, en realidad, es la enésima versión de “¿Imagínate cómo sería el paraíso ideal para ti?”Pues bien, para mí, mi paraíso ideal sería el infierno, un Marina d’or con gente molona y juergas eternas… Cuando muera, quiero ir al infierno.

YU KYOUNG RYU

domingo, 25 de marzo de 2012

TAPPER SEX 6ª PARTE


Me desperté tarde a la mañana siguiente, ya que entre pitos y flautas me había acostado a las tantas. Me rasqué el paquete ante un picorcillo insistente. Prepare el desayuno, un zumo de naranja natural,  café con leche y un trozo de pan tostado con mantequilla. Puse la televisión, el canal de noticias 24 horas. No se para que pongo noticias todos los días, si básicamente día tras día, son siempre las mismas. La crisis, corruptelas varias y las matanzas que se producen en algún lugar desdichado del mundo. Desde que comenzó la crisis, todas las mañanas acompañando las noticias económicas, salen imágenes de la máquina que fabrica los billetes de euro. Primero los imprime y luego los corta en hojas que deposita en gruesos tacos, billetes de 20, 50, 100…. €. ¿Qué no haría yo con un par de tacos de hojitas de esas?

 No tenía ese día ninguna reunión de tapper, por lo que hasta el día siguiente no pensaba ir por Fresa y Menta a reponer material. Los pedidos ya se los había pasado a Melchor Cerrudo en su cumpleaños, la noche anterior.

 Me quedaba muy poca familia, una hermana que vivía en  la playa, a la que apenas veía, algunos tíos y primos con los que hablaba de pascuas a ramos y una abuela octogenaria aquejada de demencia senil. Hacía casi un año de la última vez que había visto a la pobre vieja y la experiencia fue devastadora. Se había roto una cadera y estaba en una cama con una pierna estirada mediante un sistema que consistía en una polea y un contrapeso, según nos dijo la enfermera para evitar que el músculo se contrajese ¡Me dio tanta pena! Tras implantarle una prótesis, la anciana no había podido volver a andar y se había visto reducida a permanecer en una silla de ruedas. Me sentía en parte culpable del abandono en el que esta mujer se encontraba y en vista de que no tenía nada mejor que hacer ese día, me decidí a visitarla.

 Se encontraba en una residencia de ancianos perteneciente a la comunidad de Madrid, en Morata de Tajuña, un municipio pequeño en el sureste de la provincia. La encontré en una sala, aparcada junto a otros ancianos frente a un televisor. Cuando me vio, una sonrisa cruzó su rostro, aunque no dijo palabra en todo el tiempo. No me quería quedar ni un minuto en aquel lugar tan deprimente, así que con el permiso de la cuidadora, en vista de que hacía un día magnifico, saque a mi abuela en su silla a dar un paseo por el vecino campo.

 El río Tajuña, es un afluente de un afluente del Tajo, pese a todo, tiene una longitud considerable, más de 170 Km. Riega un valle fértil, la vega, encajonado entre áridas paredes yesiferas que en algunos puntos adoptan formas caprichosas. Observando este paisaje, avanzamos mi abuela y yo en silencio, por el arcén de una carretera, que desde la residencia cruza transversalmente la vega. Llegamos  a un puentecillo sobre el río y tomamos un camino de tierra paralelo al mismo. Anduvimos un rato y más adelante, yo me senté en el grueso tocón de un chopo talado. Deje a mi abuela al lado en su silla y así nos quedamos, sin hacer nada, simplemente dejando correr el tiempo, igual que corría el agua del Tajuña. De reojo miraba a mi abuela con su rostro moreno, curtido por el sol y el aire en su juventud campesina, ahora surcado por profundas arrugas como cinceladas en bronce. Llegó la hora de comer y la dejé de nuevo en la residencia. De vuelta a Madrid tenía la sensación de que aquella visita había sido una despedida.

 Pasé el resto del día haciendo cosas en casa, por la noche tras un rato de tele, me fui a la cama pronto, en cuanto empecé a dar cabezadas en el sillón. Esa noche no descansé bien, extrañas pesadillas vinieron a turbar mi descanso. Soñé con la maquina de hacer billetes. Soñé con Miriam, yo la llamaba y ella no me oía, su rostro reflejaba una profunda pena. También soñé que mi abuela era como de cera y lentamente se derretía sentadita en su silla de ruedas. Por último yo abría la cama y allí estaba la muñeca de silicona, de su boca y de su vagina salían miles de cucarachas que se me subían por todo el cuerpo y me comían poco a poco.

 Me levanté angustiadísimo, con el corazón latiéndome a mil por hora. Sentía un insistente picor en mis partes, causado seguramente por haber cambiado mi gel de baño de siempre, por uno de marca blanca. Eso pensé en aquel momento.

 Me fui hasta el baño, orine y bebí a morro un poco de agua del lavabo y me rasque el paquete. Me baje los calzoncillos y en el espejo pude ver que junto a la base del vello púbico había unos puntos oscuros como pequeñas costritas. Rasque uno con la uña y al ponerlo debajo de la bombilla vi que la supuesta costra tenía unas cortas patitas. Era como un minúsculo cangrejo. Sabia lo que eso significaba y como esos bichos habían llegado hasta allí ¡Eran ladillas! Y me las había pegado la rubia de la noche anterior, la mujer de Cándido Carrillo. 

 Nunca antes había tenido ladillas así que no sabia como combatirlas. Opte por ducharme enjabonándome un par de veces y luego me di colonia nenuco, la que siempre uso. Me mudé y cambié toda la ropa de cama. Metí todo absolutamente en una bolsa de basura que até y deje fuera de casa para al día siguiente lavarla con un programa de agua caliente un par de veces. De buena gana hubiera tirado la ropa afectada a la basura, pero no estaba yo para semejante dispendio. Me acosté, pero ya no pude pegar ojo.

 Al día siguiente me acerque temprano al consultorio de la seguridad social. Hacía años que no iba al médico. Mi doctora era una mujer de raza negra, bajita y con enormes tetas. Le expliqué mi, problema. Ella escuchó mi explicación sin mover un solo músculo de su rostro, sin reflejar ninguna emoción, su cara era como una mascara africana de ébano. Me recetó un producto en spray, con el que debía rociarme durante 4 días seguidos. También me lo recomendó como un eficaz método preventivo aplicado un par de veces al mes.

 Compre el spray en la farmacia y me fui a casa para la primera aplicación, Había que acabar con la infestación cuanto antes. Rocié generosamente mis partes con el producto y al poco rato sentí una quemazón, que hizo que tuviera que abanicarme los testículos con lo primero que encontré a mano, en este caso las ofertas de la semana del Carrefour.

 Con el escroto muy irritado, me marche a Fresa y Menta. Ese día Melchor vestía casi normal, un traje color rojo tomate cruzado, con doble abotonadura dorada, camisa blanca y corbata con estampado mil flores. A penas cruzamos unas palabras ya que tenía varias reuniones con proveedores y también con otra comercial a la cual me presentó. Estaba buena, pero me pareció un poco agresiva y avasalladora. Repuse material y la secretaria me facilitó la dirección de una nueva reunión.

 Era un centro cívico, en un barrio de la zona sur de Madrid que tenía merecida mala fama. En frente del centro estaba la comisaría de la policía nacional, en un edificio protegido por altas vallas. En general los maderos que entraban y salían de la comisaría, eran jóvenes, con gafas negras y pinta de chulos. Parecían tipos de gatillo fácil.

 Junto al centro cívico guardaban cola una veintena de yonkis, frente a una furgoneta con un rótulo del ayuntamiento que rezaba: “Servicios sociales del ayuntamiento de Madrid-Reparto de metadona”

 Ya dentro del centro cívico, me recibió la responsable, una funcionaria cuya hastiada expresión decía a gritos “Me gustaría estar en cualquier otro sitio” Pasamos a un aula con el mobiliario destartalado. Las paredes que antaño fueron blancas, ahora eran de color gris con churretes negros. En una de ellas había una corchera con fotografías de personajes que habían pasado por el centro: El alcalde, el cardenal arzobispo de la diócesis, los Chunguitos y algunos otros actores y cantantes menos famosos. También había una foto de Belén Esteban en el centro comiéndose un bocadillo de chorizo. Parecía que su visita había sido la más celebrada, a tenor de la admiración reflejada en los rostros de la nutrida parroquia que presenciaba aquel hecho insólito protagonizado por “La princesa del pueblo”

 Fueron llegando las asistentes a la reunión, mujeres bastante jóvenes en general, varias de etnia gitana y algunas acompañadas por chiquillos de corta edad. Todas vestían chándales de mercadillo y lucían alhajas de oro llamativamente grandes. Viendo el pelaje del personal pensé: “Tú hoy no vendes aquí ni una escoba” pero nunca se sabe.

 Comencé mi exposición por el orden habitual: Potingues, aparatos, lencería… Ante un público que se debatía entre la indiferencia y la hostilidad. Más tarde me enteré de que esas mujeres estaban allí obligadas, cumpliendo en el centro con un programa de reinserción por delitos cometidos.

 Solamente hubo un momento durante la reunión en el que el ambiente pareció relajarse. Uno de los chiquillos, que andaba pululando por el aula se acercó hasta la mesa donde  yo iba depositando las muestras tras enseñarlas y cogió un vibrador con intención de llevárselo a la boca. La madre se levanto de un salto y  propino a la criatura un tremendo collejón, al tiempo que le decía

 -¡Jami! Deja eso, que a saber por donde se lo ha metido el payo”-

 La carcajada fue general, ante el disgusto del infante, que además de cobrar, se había quedado sin juguete.

 Tras la reunión, salí a la calle, sin rencor por no haber vendido nada. Yo era un trabajador de la empresa y tenía que estar a las duras y a las maduras. Llegando a mi furgoneta, que estaba aparcada al lado de la comisaría, pude observar a un grupo de gitanos que enseñaban a los reporteros del programa de Telemadrid “A todas partes con mi cámara” unos gruesos fajos de billetes. Seguramente esos señores poseían una máquina de hacer dinero como la que salía en las noticias todas las mañanas.

 Mi barrio estaba muy cerca, apenas unos cientos de metros cruzando las vías del tren por un túnel muy estrecho. El paso en ambos sentidos estaba regulado por semáforos. Desde que yo tenía uso de razón, en aquel túnel, siempre había estado el mismo indigente, un español de edad indefinida, al que le faltaba una pierna. Este hombre no mendigaba de una manera activa, se situaba  a una cierta distancia de los coches y se limitaba a dar los buenos días o las buenas tardes, ya si le llamabas y le dabas algo, se acercaba, concisamente te daba las gracias y comentaba contigo sobre el tiempo, el trafico o cualquier otro tema intrascendente. Rebusque en el bolsillo y le di algo de calderilla a aquel pobre tan digno.

 Al no haber hecho ningún pedido, resolví el trámite con Fresa y Menta con una simple llamada a Melchor Cerrudo. Comí cualquier cosa en casa y me eché una siestecita. Me despertó el teléfono. Era mi hermana. Mi abuela había muerto. Cogía al día siguiente un tren a primera hora de la mañana. Me dijo la hora de llegada, para ir a recogerla a la estación.

 Mis abuelos fueron gente muy importante durante mi niñez, ahora con la desaparición de mi abuela se cerraba definitivamente una parte de mi pasado. Pasé la tarde en casa y me acosté pronto. Dormí toda la noche del tirón, profundamente, sin soñar con nada.

 Por la mañana, me levanté sintiendo un leve picor en la entrepierna. El enemigo se estaba rehaciendo. Desayuné, me duché y procedí a la aplicación del ladillicida. Sentí quemazón, pero menos que el día anterior. Mis partes nobles poco a poco se estaban curtiendo en aquella mini guerra química.

 Recogí a mi hermana en la estación de Atocha. Estaba guapa, se había cambiado el corte de pelo y el nuevo le quedaba bien. Fuimos hasta el tanatorio. Allí estaba mi abuela, flaquita, frágil como una pavesa, pero con expresión serena. Entre mis familiares no había grandes manifestaciones de pena. No es que no quisiésemos a mi abuela, es que, era un ser humano, completamente amortizado. Además, realmente se había marchado hacia ya bastante tiempo.

 Estando en el velatorio, Miriam me llamó para recordarme la reunión que teníamos esa tarde. Cuando le conté lo de mi abuela, quiso suspender la reunión. La disuadí, estaba bien, incluso el funeral había renovado en mí, un sentimiento casi olvidado, el sentimiento de pertenecer a algo, a un clan, un grupo que compartía unos recuerdos comunes. Incineramos a la difunta y lleve a mí hermana a la estación para que pudiera coger el tren de vuelta a casa. Yo me fui a mi triste domicilio. Recogí la maleta de muestras y me dirigí a una nueva reunión de tapper sex.

Continuará….


Dr. Miriquituli.
















sábado, 24 de marzo de 2012

¿VIVIR PARA TRABAJAR O TRABAJAR PARA VIVIR?


Una de las preguntas del millón. Te ofrecen un millón porque los que hacen la pregunta saben que no podrás responder, porque no tienen ese millón, desde luego. Juegan sobre seguro. El otro día asistí a un concierto de música clásica. Tuvimos el placer de oír tocar a una violinista increíble. Transmitía la sensación de que podría hacer lo que quisiera con su violín, sacarle cualquier melodía y además sin parecer apenas esforzarse. Me entró envidia y de la mala, la única que realmente existe, pero nos da vergüenza reconocer. Me dije a mí misma: “ha logrado eso porque de verdad le apasiona, no le importa dedicarle horas de ensayo, de práctica, de esfuerzo y quizá seguramente, será la principal prioridad en su vida”.

Últimamente he estado leyendo sobre la figura de James Joyce: no sé dónde lo leí exactamente, pero se me quedó grabada la frase de que a Joyce le gustaba escribir sobre su vida y vivir como en su obra. Joyce tuvo que estar media vida peleándose con los editores para ver publicar sus libros, siempre metido en unos litigios u en otros. Si no le recriminaban por utilizar palabras vulgares y escenas obscenas, le acusaban de antipatriotismo; pensaban que el haber hecho “Ulises” con capítulos de distintos estilos y subgéneros era una locura. A Joyce le daban igual esas opiniones: creía en el valor de su trabajo. Luego está el caso de Van Gogh, que trabajó infatigablemente durante casi diez años dejando centenares de cuadros, bocetos y escritos. Nadie dio un duro por él en vida, pero si leemos sus célebres “Cartas a Theo”, nos encontramos con un autodidacta genial, un soberbio lector, un enamorado de la pintura con afán de perfeccionismo y superación, hasta lo obsesivo. A pesar de sus problemas mentales y de sus decepciones sentimentales, Van Gogh siguió desarrollando su obra de una manera disciplinada y coherente. El ejemplo de ambos artistas nos sugiere que no vivían para trabajar, sería quedarse corto definirlo así, sino que sentían la necesidad, el impulso de trabajar; uno sentía que tenía que escribir, el otro, pintar y dibujar. Sentían una necesidad de hacer manifiesta su creatividad, de materializar lo que les bullía en la cabeza. Su obra era su vida y su vida, su obra. Sentían verdadera vocación por su labor y lo seguían realizando al margen de las presiones personales, económicas y sociales. El resultado de su trabajo era algo más grande que ellos mismos. Esto último es un caso ideal. Ser regalado por un talento o habilidad particular, darte cuenta de ello y desarrollarlo es el caso ideal de “vivir para trabajar”. Es el trabajar por placer, es el trabajar por motivación, es el trabajar por convicción, es el trabajar por trabajar. Es, con mayúsculas, cuando “vivir para trabajar” gana el “trabajar para vivir”. El resto de los casos, estamos jodidos. “Trabajar para (sobre)vivir” es un asco: trabajar en lo que no te gusta, no saber qué trabajo te gustaría hacer, trabajar por dinero, trabajar porque todo te da igual. Intentar meterse el chip de “vivir para trabajar”, como una cucharilla de jarabe contra los fracasos personales, como un remedio contra el “horror vacui”, como una forma de evasión de los problemas reales es igual de triste y fútil. Más que fútil, es completamente estéril.

No todos somos Joyce ni Van Gogh. Ni falta que hace. No lo digo en el sentido de que no vayamos a dejar obras inmortales para la posteridad, sino en el sentido de que quizá no encontremos tan rápido ni tan claro en qué nos gustaría trabajar realmente. Sin embargo, por muy difícil que resulte encontrarlo, deberíamos ser honestos con nosotros mismos y buscar un trabajo por el que sintiéramos un interés genuino, un trabajo por el que sintiéramos ganas de trabajar. Al menos, tener esa búsqueda en la mente. El trabajo ideal no como bastión contra todas las amenazas diarias, externas e internas, que nos rodean, sino desempeñado por ver un resultado final, un producto, por curiosidad, por inquietud intelectual. Para terminar y reforzar todo lo dicho, me quedo con la imagen del dueño de una librería de segunda mano que una amiga y yo frecuentábamos: nos llamó la atención porque vendía unos dibujos fantásticos, muy originales, hechos por él. Hace como un mes, un día, hablando con él, nos comentó, para nuestra sorpresa, que había empezado a dibujar sólo hace unos cuatro años y seguramente tendrá, ¡Más de ochenta años! Así que supongo que el mensaje que os estoy vendiendo e intentando auto-creerme es que nunca es tarde para encontrar lo que te gustaría hacer de verdad. ¡A la mierda el conformismo y la resignación!

YU KYOUNG RYU


viernes, 23 de marzo de 2012

UNA NOCHE EN LA VENTA DE FRASCUELO

Este relato, lo escribí hace algunos meses y lo envié a un concurso literario, en el que ponían como condición que fuese un relato "No publicado" Por eso lo quité del blog. Después de que no haya sido seleccionado en el concurso, vuelvo a ponerlo para que los seguidores de este blog puedan volver a releerlo o leerlo por primera vez si me leen desde hace poco. Espero que les guste.

Dr Miriquituli.

UNA NOCHE EN LA VENTA DE FRASCUELO.

Mi nombre es Armando Volpini y nací en un pequeño pueblo cerca de Nápoles. Ya soy un hombre viejo y después de muchos años he regresado a España, a los lugares donde en mi juventud combatí por mis ideas, ideas que entonces consideraba, más importantes que cualquier otra cosa.

 Siendo estudiante me afilié al partido comunista de Italia, donde permanecí hasta que después de la Segunda Guerra Mundial abandoné cualquier tipo de militancia política. Con la llegada de Mussolini al poder, tuve que huir, primero a Francia y más tarde a España. Durante la Guerra Civil Española, combatí bajo la bandera de la brigada Garibaldi, en los principales escenarios del conflicto.

 Recorriendo hoy aquellos lugares, vienen a mi memoria infinidad de recuerdos, recuerdos que desde mi vejez, siento como amables, pese al tiempo feroz en el que me toco vivirlos.

 En lo alto de una cuesta donde se bifurcan las carreteras de Morata y Chinchón, se contempla el valle del Tajuña. Antes de descender hasta la vega por una carretera estrecha y sinuosa, se encuentran un conjunto de edificios de aspecto rústico, semiocultos por un bosquete de olmos y acacias. Es lo que aún hoy, se conoce como la Venta de Frascuelo. La construyó un celebre torero del siglo XIX en la finca de su propiedad. Durante la denominada Batalla del Jarama, la venta fue el cuartel general de las Brigadas Internacionales.

 No puedo dejar de sonreír mirando la vieja venta, al recordar la noche en la que en este mismo lugar, conocí al escritor Ernest Hemingway. Era una noche fría y lluviosa del mes de febrero del año 1937. Mi compañero, Luis Miguel, un miliciano de Valdaracete, un pueblo a pocos kilómetros de aquí y yo, regresábamos tras el relevo, de nuestro puesto de guardia. Estábamos ateridos y empapados. Nos sentamos frente al fuego y Luis Miguel saco de su mochila un conejo gordo que había atrapado con un lazo durante la guardia. Diligente, lo pelo y lo troceo. En una vieja olla, junto con lo que había podido “apañar” aquí y allá comenzó a guisar el conejo, mientras liábamos unos cigarros. En estás estábamos, cuando entraron en la sala dos hombres vestidos de civil. Uno era muy corpulento, con bigote y el otro más bajo, portaba una cámara de fotos. Se identificaron como periodistas norteamericanos. Nos hicieron muchas preguntas, sobre la guerra y también sobre nosotros, mientras el americano grande, que no era otro que el futuro premio Nobel Ernest Hemingway, tomaba notas en una libreta. Al saber que yo era italiano, Hemingway me contó algunas vivencias suyas en mi tierra durante la Primera Guerra Mundial, en la que sirvió como conductor de ambulancias. En un momento de la noche, el escritor, nos preguntó por lo que teníamos cociendo en la olla y si teníamos con que acompañarlo. Saco dos magnificas botellas de vino de Rioja de una cartera de cuero y nosotros aceptamos encantados compartir nuestra cena con los dos americanos.

 Durante la velada las botellas fueron pasando de mano en mano, mientras, fuera la artillería de los nacionales batía nuestras líneas de defensa. Pero el vino infundía calor a nuestros corazones. Esa noche no, no teníamos miedo. Cuando cesó el bombardeo, Luis Miguel cogió una vieja guitarra y empezó a cantar  unas coplillas, luego Hemingway nos contó varias aventuras subidas de tono, vividas durante sus andanzas juveniles, que nos hicieron reír francamente. Finalmente, vencidos por el cansancio y un poco achispados, nos despedimos de Ernest y su fotógrafo y buscamos un sitio donde tender el petate para dormir unas pocas horas, antes de regresar al frente.

 A la mañana siguiente un coche enviado por el Komitern devolvió a los dos periodistas a Madrid. Luis Miguel y yo recibimos la orden de presentarnos en el puesto de mando. En el despacho, el capitán no estaba solo, un hombre de complexión robusta, escuchaba de espaldas a nosotros, mientras miraba por una ventana. Inmediatamente le reconocí. Era Enrique Líster, el hombre del camarada Stalin en Madrid. El capitán nos interrogo durante largo rato sobre el encuentro con los americanos de la noche anterior y cuando se convenció de que no éramos ni espías ni confidentes, nos ordenó reincorporarnos a nuestra unidad.

 Unos días después, Luis Miguel cayó defendiendo el Puente de Arganda, ante la ofensiva de los nacionales. Aquel fue uno de los momentos más tristes de mi vida, aún lo recuerdo como si fuera ayer, pero ante un vaso de buen vino, los viejos fantasmas se disipan. Prefiero recordar a mi camarada, alegre y animoso, siempre con una sonrisa en su cara. También recuerdo al escritor, aunque solamente le vi aquella vez, creo que era un hombre grande en todos los sentidos, en su manera de vivir, de amar y de escribir, y que ante la perspectiva de una vida empequeñecida por el alzheimer, prefirió no vivirla.

 Se que me queda poco. Pronto me reuniré con mis viejos camaradas, espero impaciente el momento, para poder brindar con ellos con un buen vino de Rioja.

 Alzo mi vaso en memoria de todos los idealistas, de ambos bandos, que perdimos aquella guerra.


Dr Miriquituli.


miércoles, 21 de marzo de 2012

¡VIVA LA PEPA!


Este pasado lunes, San Jose día del padre, un grupo de altos funcionarios del estado, señores todos  muy importantes y con paga vitalicia, encabezados por el rey, se han dado cita para conmemorar los 200 años de “La Pepa” La constitución española de Cádiz de 1812, esa que se promulgó durante el sitio de la ciudad, cuando tiraban bombas los “Gabachones” con las que se hacían las gaditanas tirabuzones.

Que lejos la conmemoración 200 años después, del espíritu de aquella efeméride, pese a que hoy también estamos sitiados, sitiados por la crisis, la mediocridad y la indolencia. La Pepa entonces, ofrecía una salida para España. Unidad en un momento crítico y una puerta a la modernidad que el tatara tatarabuelo de Juan Carlos Borbón, el infame Fernando VII, se encargó de cerrar en las narices de los españoles, que habían entregado su sangre, para que aquel rey felón volviera a su trono.

Hoy estos “Próceres” del siglo XXI, reunidos en la “Tacita de Plata” no nos ofrecen ninguna salida, si no continuidad y más trágalas. La conmemoración del lunes, se transformó en un acto, principalmente, de apoyo a Juan Carlos Borbón, ante las horas bajas que está pasando, por el hecho de que a su yerno le han pillado in fraganti metiéndonos la mano en el bolsillo. La pretensión de los que nos gobiernan, es que este exbalonmanista reconvertido en asesor “Sin afán de lucro”  sea el cortafuegos que detenga el incendio que asedia el palacio de la Zarzuela ¡Vivan las cadenas!

 La constitución de Cádiz 1812, no sólo planteaba una salida para España, en aquel momento proceloso, si no para todo el imperio español. Hace unas pocas semanas hablé del navío Nuestra Señora de las Mercedes y un poco de pasada del marino y político que dirigía la flota. Jose de Bustamante y Guerra, pues bien, tanto Bustamante como el celebre marino italiano Alessandro Malaspina codirigieron en 1789 una expedición científica alrededor del mundo, por los extensos dominios que entonces aún tenía el reino de España, Tras su vuelta, se les ocurrió hablar del descontento y el mal gobierno que padecían las colonias de ultramar, en las que una pujante elite criolla formada en España, anhelaba un grado mayor de autogobierno. La reacción de las autoridades ante estas verdades, no fue otra que meter a los dos insignes hombres de ciencia en la cárcel.

 La Pepa abolía el régimen de vasallaje en España y las colonias y se hacia eco de estas legitimas aspiraciones de los criollos. Si dos años después de su nacimiento, no hubiese sido abolida por Fernando VII, tal vez se hubiera podido parar la independencia americana o al menos haber creado un solo estado fuerte, desde el Sur de los Estados Unidos hasta el cabo de Hornos, capaz de oponerse a la rapacidad que franceses e ingleses y más tarde norteamericanos, ejercieron sobre el mosaico de pequeñas repúblicas surgidas tras la independencia de la América española y sobre la propia España.

 Me parece una ofensa a la memoria histórica, la de verdad, no la de arrimar el ascua a la sardina de turno, que la conmemoración de tan importante hecho histórico, haya transcurrido por estos cauces tan chuscos, de reivindicar cosas que nada tienen que ver con lo que se conmemoraba, como justificar los recortes del actual gobierno o hacer campaña electoral para las autonómicas andaluzas, amen de lo de Juan Carlos Borbón antes mencionado.

 Con el comienzo de la primavera, los gatos comienzan su época de celo y andan por las noches, reñidores y lúbricos, llenando con sus maullidos las calles desiertas. A mi me pasa igual que a los gatos en celo frente a sus rivales. Ante tamaña afrenta, se me ponen las orejas tiesas, y bufo de rabia, viendo como estos golfos, encabezados por Juan Carlos Borbón, el descendiente de aquel maldito Fernando VII, prostituyen este episodio luminoso de nuestra, casi siempre, tenebrosa historia.

 ¡VIVA LA PEPA!


Dr Miriquituli.

sábado, 17 de marzo de 2012

TAPPER SEX 5ª PARTE


El lunes, me presenté temprano en Fresa y Menta, la simpatía de los subalternos seguía brillando por su ausencia y en cuanto a mi jefe, Melchor Cerrudo, yo ya no pensaba que su manera de vestir fuese hortera, creo que simplemente le gustaba disfrazarse. Ese día llevaba una levita color rojo burdeos con solapas y puños de seda púrpura, pantalón a juego, chaleco de la misma seda que las solapas, camisa rosa con chorreras y rematando el conjunto corbata de lazo como la de Gary Cooper en “Solo ante el peligro” y botines en piel de serpiente. Fuimos a tomar un café, Melchor saludaba a todo el mundo, llamando a cada persona por su nombre. Saludaba a los currantes y a los patronos, saludaba a las fulanas de la esquina, al camarero, al barrendero, al repartidor, al vendedor de la once…. La verdad es que era un hombre simpatiquísimo. Ya de vuelta en la empresa, subimos a la oficina le entregue los pedidos y comentamos lo acontecido en la última reunión de tapper, en la que salí tan mal parado.

-Sigo creyendo que aquí hay mercado, pero debemos darle otro enfoque….- Dijo Melchor, pensando en voz alta.

-Pues cuando des con el “Enfoque” me avisas, por que yo de momento no me hago otra despedida de soltero si no es con guardaespaldas-

-Claro…. Un guardaespaldas ¡Muy bien pensado! Dices que tienes el teléfono de Lola la Murciana… Lola tenía un chulo, no medía más de 1,50 m pero le echaba más huevos que nadie. Los dos eran una pareja de armas tomar, eso si en plan sano, su puterío como Dios manda, sin meterse en movidas de droga ni de nada ¿Cómo se llamaba ese tío? Manolín, Manolín el lejía. Recuerdo una paliza que les dio a un grupo de marines americanos…. Ja ja ja ¡Como corrían! Aunque Lola también ayudó ¡Vaya bolsazos daba!-

-Lleva una piedra en el bolso- dije yo, que me la había enseñado, camino de su casa.

-Con esa gente podíamos, ofrecer el lote completo: Stripper-puta y reunión tapper con protección incluida. Dame el teléfono-

Me estaba empezando a preocupar, después del susto del viernes, ahora me veía envuelto en asuntos de proxenetismo y así se lo hice saber a mi jefe.

-No te preocupes, se lo digo al asesor y les hace un contrato por obra y servicio-

Melchor marco el número de Lola en su moderno smart phone y conectó el altavoz.

 -Dígame-

 -Hola guapísima ¿Sabes quien soy?-

 -Pues como no lo voy a saber maricón, Melchor “la de los globos”, ya me ha dicho ese chaval tan majo que trabaja para ti, que estás hecho todo un empresario-

 -¿Cómo anda tu chico?-

 -Pues ahí, echo una cataplasma, la misma mala ostia, pero los años no perdonan-

 -Me gustaría haceros una propuesta….-

 A partir de aquella parte de la conversación Melchor desconectó el altavoz y me invitó educadamente a que saliera de su despacho, para poder tratar en privado, los asuntos referentes a la propuesta que tenia que hacer a la aguerrida pareja. Fuera, la secretaria seguía con su cara de vinagre, yo traté de entablar una conversación intrascendente, pero no hubo manera. Al poco rato salio Melchor para darme las últimas indicaciones sobre una reunión mixta que tenía pendiente. Tras informarme, se dirigió a la secretaria.

-Por favor Mercedes, déle a este señor la dirección a la que tiene que ir esta noche.Por cierto, que no la he preguntado ¿Que tal va de la almorrana? Si no mejora hágamelo saber que conozco un africano, experto en aliviar esas dolencias-

La secretaria me extendió el papel impreso con la dirección sin decir palabra, se veía que un volcán de furia reprimida ardía en su interior. Melchor me acompaño hasta la puerta de la calle y por las escaleras me comentó:

 -La pobre es muy infeliz, estuvo casada pero el marido se fue con una mulata y solamente le dejó deudas. Yo llevo años intentando que Mercedes y Dimitri se líen, pero cada uno, vive aislado del mundo, en su burbuja de mala leche. ¡Ah! Esta noche, ya que tienes una reunión en el centro, a ver si te pasas por el Pink Pomelo, en la calle Libertad 6. Es mi cumpleaños y doy una fiesta. Vente con tu novio ¡Verás que bien lo pasamos!-

 La verdad, es que ya no podía darle mas largas a mi jefe o iba a empezar a dudar de mi homosexualidad. Decidí no preocuparme de momento, ya improvisaría esa noche.

 Ya en mi barrio, como no tenía ganas de hacerme nada de comer, me fui al bar el Aperitivo, a comerme un menú por 8 €. No se podía decir que el Aperitivo fuese un sitio distinguido, ni tan siquiera se podía decir que estuviese limpio. Lo regentaba un hombre alto y enjuto, al que nunca vi sobrio, no sabía su nombre, pero todo el barrio le conocía como “El Chupi” no se si por lo “Chupao” que estaba, o tal vez por lo que le gustaba “Chupar”. El se ocupaba de la barra y su señora de la cocina. Ella una mujer rechoncha, que siempre vestía la misma bata con lamparones. Llevaba el pelo teñido de color “rata” recogido con orquillas y un moño, aunque lo más llamativo de su fisonomía, era un poblado mostacho que lucia debajo de la pequeña nariz llena de puntos negros. Tras ese aspecto poco agraciado, había una persona que poseía un don. Cuando se encerraba en la cocina entre los fogones y las cacerolas se producía una suerte de alquimia, una magia que hacia que cualquier alimento, por humilde que este fuese, en sus manos se trocara en un auténtico manjar.

 Herminia, que así es como se llamaba la cocinera, me extendió una hoja de cuaderno donde, escrito a boli figuraba el menú. De primero pedí callos a la madrileña, el plato estrella de la casa y de segundo una caballa a la plancha. Me puse un vaso de vino con casera y pellizque el pan, pan de tahona, nada de ese pan congelado que venden los chinos y los supermercados. Al poco llego Herminia con un plato hondo humeante, lleno de ricos callos, Comencé a comerlos acompañándolos de trozos de pan mojados en la espesa salsa. Iba a llevarme una porción a la boca, cuando observé que en uno de los callos habia un pelo corto, muy negro y curvo, sin duda pertenecía al bigote de la cocinera. Lo deje en el borde del plato con respeto reverencial y seguí comiendo un bocado tras otro. Rematé el segundo y el postre. Me enjuague la boca con un trago de vino con casera y tras pagar y despedirme, palillo en boca salí a la calle.

 Hacia muy bueno, demasiado para marzo, pero ya se sabe: Cuando marzo mayea, mayo marcea. Sin saber ni como ni por que me, Miriam se me vino a la cabeza. No la había llamado para la reunión del jueves. Marqué su número, estaba apagado o fuera de cobertura. Supuse que estaría llegando a casa, así que como su casa estaba a 5 minutos de mi barrio, decidí pasarme por allí e invitarla a un café. Así podríamos hablar del tema y por que ocultarlo, también podría estar un rato con ella.

Cruce la carretera de Andalucía a la altura del Cerro de los Ángeles. Pronto estuve en la urbanización de Miriam. Desde una rotonda, a unos cien metros de su casa, pude ver como se paraba en su puerta un flamante BMW 4x4. De él se bajo un hombre alto y bien parecido, que rondaría la cincuentena. Llamó y Miriam le abrió la cancela, rodeo su cuello con los brazos y le beso apasionadamente. Luego de la mano, muy sonrientes, ambos entraron en el chalet.

 ¡Como había podido ser tan iluso! Miriam estaba con alguien, alguien contra quien yo no tenía la más mínima posibilidad de competir.

 Despaché el asunto con un mensaje al móvil de Miriam y regresé al barrio. Unas horas después, acudí a la reunión de esa noche. Era en un elegante inmueble del centro, muy cerca del Museo del Prado y del parque del Retiro. Crucé un amplio portal de piedra que daba acceso al edificio. Tenía un paso para carruajes, de cuando la gente aún andaba en carruaje por la ciudad. Subí hasta el piso en un ascensor antiguo de madera y cristal. Toque el timbre y me abrió la puerta una chica joven con uniforme de asistenta, Era un piso enorme decorado con bellos muebles, valiosas antigüedades y exquisitas obras de arte. Caminando sobre alfombras persas, la chica, me condujo hasta un salón decorado en un estilo más moderno, donde 5 parejas de mediana edad estaban tomando copas, alrededor de una mesita baja.

 La mucama me anunció a los presentes y la dueña de la casa, una rubia con cara de viciosa, me presentó al resto de las parejas, dejando para el final a su marido. Cual no sería mi sorpresa, cuando comprobé que el marido de la rubia era Cándido Carrillo, el hombrecillo del tanga de leopardo, de mi última y accidentada reunión de tapper sex de la semana anterior.

 No se si el volver a ver a Cándido, la imagen de Miriam besándose con otro hombre o la constatación ante tanta riqueza y lujo, del alcance de mi fracaso personal, me provocaron una cierta flojera de piernas, pero como soy de los que no tiran la toalla, con oficio y profesionalidad, seguí adelante con la reunión. Todo transcurrió dentro de unos cauces educados y amables. En el aspecto de las ventas, la noche fue viento en popa.

 Ya había terminado con el trabajo. Dejé a los asistentes a la reunión en el salón acabando sus copas y salí buscando un cuarto de baño para hacer pis, antes de marcharme. Andando por un largo pasillo vi una puerta semientornada, al pasar pude ver a la dueña de la casa con el vestido subido y probando en su rubio chochete uno de los juguetitos que había comprado esa noche. Sin pensármelo, entré en la habitación y ante su estupor, le puse un dedo sobre los labios, que luego sellé con los míos. La rubia, lejos de arredrarse, introdujo su lengua en mi boca, llegando con la misma hasta el intestino grueso. Luego, me bajo los pantalones y comenzó a hacerme una mamada. Yo estaba excitadísimo, la levante por los muslos y la penetré de pie. Tras unos pocos pasos trastabillantes, con los pantalones bajados hasta los tobillos y la rubia clavada, acabamos sobre un magnifico escritorio Chippendale, donde la folle rabiosamente.

 Una vez que terminé, me subí los pantalones y me dirigí al salón donde nadie parecía haberse percatado de lo ocurrido. Recogí mi muestrario, me despedí de los asistentes y por último estreché la mano al dueño de la casa, rogándole que me despidiera de su mujer. La criada me acompaño hasta la puerta y al darle las buenas noches me devolvió una pícara sonrisa cómplice.

Pese a que había echado un polvo apoteósico, después de tantísimo tiempo, lo que sentía no era satisfacción ni tranquilidad. Era vacío, un vacío que acentuaba aún más la sensación de desarraigo que últimamente me invadía.

 Aún tenía un compromiso más esa noche, antes de volver a la cueva, tenía que ir a un bar de ambiente en la calle Libertad, al cumpleaños de Melchor Cerrudo, mi estrafalario jefe.

 El Pink Pomelo era un sitio agradable, decorado con gran imaginación y buen gusto. Había muchos gays, pero también chicas e incluso parejas hetero. Yo esperaba, un antro oscuro, lleno de tipos cachas con bigote, vestidos de cuero y en el que en menos que canta un gallo te podían poner a cuatro patas mirando a Cuenca.

 Vi a Melchor en la zona de mesas, acompañado por un grupo numeroso de personas. En seguida que me vio, vino a saludarme. Me presento a los invitados, un grupo humano, variopinto. Me ofreció un trozo de tarta y una copa de champán, le conté brevemente como había ido la reunión y después ya no hablamos más de trabajo. Contrariamente a lo que yo pensaba, en el cumpleaños no se hablaba en “Clave gay” se hablaba de temas “normales” asuntos cotidianos: trabajo, política, televisión, embutidos, el tiempo…. La gente, que había asistido al cumpleaños de Melchor en general me pareció encantadora. Mi jefe presidía la reunión con una sonrisa benevolente y un tanto cínica, como si fuese un Pontífice del renacimiento, canalla y carismático a la vez.

 Varios invitados se retiraron y la reunión empezó a tomar un cariz más crápula, momento este, que yo aproveché para retirarme, alegando que estaba cansado.

 Había sido de nuevo un día de emociones fuertes, pero hoy, aparentemente, no acababa mal la cosa.

 Continuará….



Dr Miriquituli.










viernes, 9 de marzo de 2012

TAPPER SEX 4ª PARTE


Al poco rato vinieron varios coches patrulla más. Entre 2 guardias me levantaron del suelo y me llevaron al cuartelillo, allí me ficharon y me encerraron en un calabozo toda la noche. No pegué ojo. Por la mañana me sacaron del calabozo, me entregaron mis pertenencias y en un coche patrulla me acercaron hasta el parking municipal, donde habían dejado la furgoneta. Comprobé que no faltaba nada y me marché a casa. No recibí por parte de los guardias ni una disculpa, ni una explicación….

 En el centro del salón-cocina-dormitorio, o sea, la única habitación que componía mi casa sin contar el diminuto baño,  había una cucaracha ¡La cucaracha más grande que había visto en mi vida! No tenía fuerzas para enfrentarme a más problemas. Rodee a la cuca, que seguía mis pasos girando sobre si misma como si fuese un artilugio mecánico moviendo sus largas y sensibles antenas sin perderme la cara.  Cogí un ibuprofeno del armario, llene en el fregadero un vaso de agua y me lo tome. Siguiendo el mismo camino pero a la inversa  llegue hasta la cama, me desvestí y me metí dentro tapándome hasta la cabeza, tratando de no pensar en la indeseable presencia del insecto a unos pocos metros de mi.

 Dormí muchas horas, cuando me desperté ya era de noche. Encendí la luz del salón y la cucaracha seguía allí, justo en el mismo sitio donde la había dejado cuando me acosté. Fui hasta el pequeño baño y cogí una escoba. Armado de esta guisa, avance hacia el bicho que me esperaba moviendo sus antenas. Lance mi golpe, pero se movió lo suficiente para que solamente la alcanzaran los pelos del cepillo, entonces comenzó una carrera velocísima hacia la pared y se situó pegada al rodapié, lo que casi neutralizaba el poder ofensivo de la escoba, solamente podía golpearla con los pelos, lo cual no hacia mella en su brillante coraza. Cambié de estrategia y decidí golpear con el palo, pero como ya he dicho, la cucaracha era tremendamente rápida e intuía por donde iban a caer los golpes. En esta situación de empate técnico, consideré lo más inteligente ofrecer una salida al bicho, por lo que abrí la puerta que daba al patio de luces y trate de conducirla hacia el mismo. El animal se lanzó hacia la puerta zigzagueando para evitar los palos y una vez en el patio se coló por la rejilla del desagüe. Yo coloqué un barreño encima para que la reina de las cucarachas no pudiera volver con refuerzos.

 Tras expulsarla, me quedo como una sensación de amargura ¿Es que a mí no me iba a pasar ya nada bueno? Me dolía la cabeza y sentía palpitar la brecha abierta en mi ceja. Encendí el teléfono tenía 6 llamadas perdidas de mi jefe y un par de mensajes, suyos también. Le llamé y le conté lo que me había ocurrido. Quedamos en vernos el lunes en Fresa y Menta. Preparé algo de cenar, puse a remojo la ropa manchada de sangre y me di una duchita. La herida de la ceja parecía haber cerrado bien. La limpié con agua oxigenada y le puse betadine. No tenía muy buen cuerpo, pero opté por dar una vuelta, mejor que quedarme entre aquellas deprimentes cuatro paredes.

 Tampoco se podía decir que el barrio en el que vivía fuese como para animar a nadie. La crisis azotaba duro y muchos de los comercios habían tenido que cerrar. Entré en un bar donde vegetaban 4 borrachines y pedí una caña. La dueña del bar me puso un platito con unos boquerones rebozados, que hacia mucho, pero que mucho tiempo, que habían dejado atrás el mar. Bebí mi caña y mordisqueé el pescadito con desgana. Uno de los borrachos, trató de darme palique, pero le ignoré hasta que finalmente el pobre diablo desistió. Pagué mi consumición y me fui caminando hasta un cercano centro comercial. Me apetecía ver luz, ver gente, en definitiva sentir la vida a mi alrededor. En un parque, los emigrantes bulliciosos, con su música y su bebida, me miraban al pasar, sin verme ¡Un español y pobre! Que les importaba yo, la noche del sábado era suya. El lunes ya trabajarían en mis carreteras, me servirían un café o le limpiarían el culo a mi abuela.

 En el centro comercial había mucha gente paseando aunque los comercios estaban casi vacíos, con la excepción del hipermercado. Veía pasar a las familias, parejas más o menos de mi edad con uno o dos niños, Quizás su historia intima no fuera tan sólida como las apariencias indicaban, pero ofrecian una imagen de estabilidad que yo sinceramente, envidiaba.

 ¿Qué había pasado con mi vida? ¿Por qué se había ido todo a la mierda? Apenas 5 años atrás yo tenía novia, manejaba pasta y me estaba comprando un chalet adosado. Llevaba desde los 17 años trabajando y aunque no había estudiado tenía una cultura general superior a la media. Los últimos diez años como comercial, podían hacer que me considerase un profesional, capaz de vender cualquier cosa que fuese vendible. Los hechos de la noche anterior, vistos por otra persona, podían resultar cómicos, pero a mi no me habían hecho ninguna gracia, me sentía vejado, me habían tratado como a un trapo y analizándolo fríamente ¿Qué podía yo hacer? ¿Ir al cuartelillo a quejarme? Para que esos funcionarios del estado, con 14 pagas y días moscosos se descojonaran en mi cara. Pero la mala suerte es como la sequía, parece que va durar siempre, hasta que un día se termina. Con estos pensamientos, me fui a la cama.

 Me despertó el teléfono pasadas las once de la mañana, no me dio tiempo a cogerlo, vi que la llamada era de Miriam, inmediatamente marqué su número y escuché su voz al otro lado de la línea.

 -Hola ¿No te habré despertado?-

 -¡Que va! Estaba ordenando un poco la casa.- Mentí.

 -Pues… ¿Te acuerdas que, quería hacer en mi casa una reunión de tapper sex? Era para ver si este jueves puedes.-

 -En principio creo que si, pero lo tengo que consultar en la empresa, te llamó el lunes y te doy todos los detalles-

 Yo no quería dar por terminada aquella conversación, por lo que me armé de valor y pregunté:

 -¿Qué haces ahora? ¿Te apetece dar una vuelta y tomar algo?-

 -Iba a montar un rato en bici ¿Te apuntas?-

 -Tengo la bici estropeada- Volví a mentir

 -No importa, yo tengo aquí la de un amigo, es también bastante alto, creo que te valdrá-

 -Estoy en tu casa en cuarenta minutos. Hasta ahora-

 “La bici de un amigo” claro ¡Que tonto había sido! Como no iba a tener novio, y yo sólo era una amiga para ella, una amiga con polla. En cualquier caso  quería, verla, estar con ella. Me vestí, cogí la furgoneta y  fui hasta su casa.

 Cuando llegué ya estaba preparada. Su atuendo chocaba con el mío, maillot, casco, gafas, guantes, en fin, muy bien equipada. Yo llevaba puesto un chándal del Real Madrid que había conseguido juntando los cupones del Marca, unas playeras blancas imitación a piel compradas en los chinos y unas gafas Ray Ban que aún conservaba de los buenos tiempos.

-¡Pero bueno! Tenías que haberme advertido de que íbamos a correr la etapa reina del Tour de Francia- Dije disimulando la vergüenza que me producía la situación.

 -No te preocupes, pensaba ir por la vía verde hasta San Martín de la Vega subiendo por la Marañosa, pero lo vamos a dejar para otro día, vamos a ir por una pista muy llana hasta el Cerro de los Ángeles ¿Te parece bien?-

 -Oye que si quieres ir hasta San Martín, yo me voy y ya nos vemos otro día-

 -Por favor ¡No seas tonto!-

 Me dejó una bicicleta magnífica, la suya era también muy buena. Pedaleando, enseguida salimos de la urbanización a una pista de tierra con dirección al Cerro de los Ángeles. El Cerro de los Ángeles, para el que no lo conozca, es un sitio muy curioso. Es lo que en geología se conoce como un cerro testigo, o sea un cerro aislado de otros accidentes geográficos relacionados geológicamente con el y que en este caso son las mesas o páramos que encajonan los cauces del Jarama, del Tajuña y finalmente del Tajo, a partir del cual se abre inmensa la llanura de la Mancha. Tradicionalmente se ha considerado este sitio, el centro de la Península Ibérica, el lugar donde se cruzarían todas las diagonales trazadas de forma imaginaria, desde los puntos opuestos de “La piel de toro”

 Llegamos al pie del cerro y a partir de ese punto la pista subía zigzagueante hasta el monumento del Sagrado Corazón y el convento que se encuentran en la cúspide de la pequeña elevación.

 -Quien llegue último paga las cañas- Dijo Miriam desafiante

 Pedaleando de pie, rápidamente puso tierra de por medio. Aunque yo camino mucho y practico la natación siempre que puedo, no tenia ni de lejos la forma física de Miriam, tampoco sabia manejar el cambio de la bicicleta, así que no pude hacer otra cosa que mirar el movimiento ascendente y descendente de sus redondas nalgas mientras se alejaba. Cuando llegué a la cima me estaba esperando sentada en una piedra.

 -¿Qué? Creí que no llegabas, anda descansa un poco, que te va a dar algo-

 Me senté a su lado y poco a poco fui recuperando el resuello. Frente a nosotros se extendía enorme y sucia la ciudad, con la sierra de Guadarrama al fondo y a nuestra espalda el campo. Descendimos por la carretera asfaltada, yo tenía la sensación de que volábamos. Rodeamos el bosque de pinos que hay alrededor del cerro y tomamos el camino hacia la urbanización.

 Tras las cañas de rigor, me propuso comer en su casa, lo cual yo acepte encantado. Preparamos pasta y después de comer nos quedamos dormidos en el sofá, yo con los pies encima de una mesita y Miriam con la cabeza apoyada en mi muslo. Inevitablemente me desperté empalmado. Le pasé el brazo por debajo del pecho y ella se desperezó, rozando mi miembro con su mejilla. Luego se incorporó y permaneció un rato sentada, cuando se espabiló me dijo:

 -Es muy tarde, te tienes que marchar, estoy esperando a alguien-

 -Bueno…te llamo mañana para lo de la reunión, adiós….-

 -Vale, adiós-

 Sin tan siquiera mirarme, se quedo en el sofá como ausente, yo desde la puerta la observé por última vez antes de salir del chalet.

 De vuelta a mi casa pensé en lo diferente que había sido el día que había pasado con Miriam a los que últimamente pasaba. Me parecía algo muy difícil de conseguir ¿Qué podía ofrecer yo para que una mujer como aquella se interesase por mi? ¡Si hasta creía que era gay! Me daba igual, lo tenía claro, quería pasar muchos días como aquel, a su lado.


Continuará….


Dr Miriquituli




lunes, 5 de marzo de 2012

TAPPER SEX 3ª PARTE

Había quedado con Melchor Cerrudo, a las 12,00 en las oficinas de Fresa y Menta. Tenía tiempo para comprar algunas cosas con el dinero que había ganado en la reunión anterior. Mi nevera era un receptáculo vacío, con la excepción de un trozo de queso mohoso, que llevaba allí tantísimo tiempo y que yo no tiraba por que tengo gran curiosidad científica.

En el bar del mercado desayuné un café con leche y 3 ricas porras recién hechas. Compré alimentos frescos para unos pocos días y de vuelta a casa, en Confecciones Pepito el de Cáceres, una tienda que llevaba vistiendo al barrio más de 40 años y que ahora liquidaba sus existencias por la crisis, me compre por poco dinero, un jersey con cremallera y unos pantalones tipo “chinos”

Con mi nuevo atuendo me presenté en Fresa y Menta. Me abrió el rumano Dimitri, al que salude por su nombre de pila. Su respuesta fue un frío silencio y una expresión de desprecio en su cara. La acogida de la administrativa del piso superior no fue mucho mejor. Al poco salio mi jefe, Melchor, con su rubia peluca de rizos. Vestía chaqueta de lino color salmón con hombreras al estilo “Corrupción en Miami”, la camisa y los pantalones eran de un color verde pistacho, los pantalones ligeramente abombachados. Rematando el conjunto una corbata con teclado de piano y unos zapatos color crema, con borlas. Tras los besos de rigor pasamos a su despacho y ante la mirada fija de las muñecas hinchables, le presenté los pedidos que había obtenido en la reunión del día anterior. Los estudió con semblante satisfecho y comentó:

-La anfitriona de la reunión ha quedado muy contenta contigo, aunque dice que eres un poco serio-

-Era la primera reunión…Estaba un poco cortado, yo solo…. con tantas mujeres-

-Ya irás aprendiendo. Estas no son unas reuniones solamente para vender, la gente que va quiere pasar un buen rato por lo que hay que hacer un poco de “show” Artículos como los que vende Fresa y Menta se venden desde hace casi 40 años en las sex shops y ahora mismo, en miles de páginas por Internet. El tapper sex es una oferta más de ocio, que cada día llega a nuevos sectores de la población. Por cierto, tengo una reunión para esta tarde de 8 chicos hetero, ya sabes, hablar de mujeres con procacidad, cerveza, fútbol….ninguna asesora quiere ir ¿Te consideras capacitado?-

-Lo puedo intentar- Dije yo poniendo cara de asustado.

-Por cierto Melchor,  falta una pieza en mi maleta, es ese pene negro de látex, el modelo Big Mandingo. Anoche vino mi novio, le enseñe el muestrario y bueno….-

-¡Vaya, vaya con la mosquita muerta! No te preocupes, yo también he sido joven. Te lo cobramos a fin de mes a precio de empleado. Te tengo que enseñar un día mi colección particular ¡Es una locura!-

-Estaré encantado, Melchor, por cierto ¿Dónde es la reunión?-

-Es una despedida de soltero en un local por el centro, Mercedes te dará la dirección. Ah ¡Muy importante! Te tienes que llevar  una  de las nuevas muñecas de silicona que nos han llegado de china, valen 2500 € mucho más baratas que las japonesas. En la última reunión masculina vendimos una. Ven que te la enseñe.

Bajamos al almacén y Melchor ordenó a Dimiti que nos trajese una de las muñecas. El rumano se marchó refunfuñando en su idioma.

-¿Qué le pasa a este tío?- Le pregunté a mi jefe.

-Es muy religioso y nos considera unos pecadores asquerosos-

-No se por qué le aguantas, Melchor-

-Pse, es buen trabajador y cobra poco, no le hagas ni puto caso-

-Por favor, Dimitri, trae  también una Big Mandingo, una de esas pollas negras de látex, tan grandes – Dijo Melchor elevando el tono de voz, para que Dimitri le oyese en el fondo del almacén.

El rumano dejó de mala manera ante nosotros las cosas que Melchor le había pedido y se marchó jurando en arameo. Melchor me pidió ayuda para subir la muñeca a una caja, pesaba unos 40 Kg. Ya encima de la caja, mi jefe abrió la funda en la que venía metida, un saco de plástico fuerte como esos que se ven en las películas, para llevar a los cadáveres al depósito. Allí estaba ella, un rostro y un cuerpo perfecto. Me recordaba vagamente a Miriam. Su tacto era muy agradable. Tenía unos grandes pechos, con pezones largos apuntando al cielo, no le faltaba detalle. Venía con un Kit. Limpiador y un lubricante para aplicar en los orificios que se fueran a usar.

A la hora convenida,  me presenté en la dirección que la antipática secretaria de Fresa y Menta me había dado. Dejé la muñeca en la furgoneta, aparte de por el peso, por que antes de aparecer con la chica de silicona en una despedida de soltero, prefería ver el ambiente que se respiraba.

No me había equivocado, al dejar la muñeca. Ocho tíos, borrachos como monos, tenían al pobre novio, un tipo bajito, calvo y con gafas de culo de vaso, vestido solamente con un escueto tanga de leopardo, bailando con una fulana vieja y gorda que se aplicaba nata con un spray en diferentes partes de su cuerpo y obligaba al futuro contrayente a lamerla.

 Me quede un poco alejado del grupo, observando la actuación de la stripper, cuando los de la despedida repararon en mí.

-¿Tu que coño haces aquí?-  Me preguntó un sujeto muy borracho con un vaso en la mano.

-Soy de la empresa Fresa y Menta y venía a hacer una demostración de tapper sex-

-¿Tapper sex, que cojones es eso?-

-Venta de productos eróticos a domicilio, en reuniones concertadas. Tengo una reunión aquí, en la despedida de soltero de Cándido Carrillo-

-Cándido ¿Tú has llamado a alguien para nos hiciera una demostración de productos eróticos?-

Pero Cándido, el hombrecillo que unos momentos antes, bailaba con la stripper, ahora se encontraba debajo de una mesa vomitando.

-¡Venga chaval! Enséñanos lo que llevas en esa maleta.- Dijo otro borracho.

A mi no me gustaba nada la situación. Coloqué la maleta encima de una mesa, ante los ojos turbios de aquellos hombres. Cándido Carrillo, seguía bajo la mesa, durmiendo, con la cara sobre su propio vómito. La prostituta fumaba un cigarro mientras se vestía un poco más allá, indiferente al grupo. Abrí la maleta, por el muestrario de consoladores y los de la despedida de soltero se inclinaron sobre la misma con los ojos muy abiertos, como si presenciaran un milagro.

-Lola, mira que cacho polla “pa” que te la metas por donde más te guste- Dijo el borracho que llevaba la voz cantante.

-Métesela  por el culo a tu puta madre ¡Maricón!- Contestó la hetaira, con muy malas pulgas.

-Anda guapa, que te va a gustar- Insistió el sujeto tratando de sacar la Big Mandingo de la maleta.

-Por favor no me toquen el genero- Rogué apartando las manos de varios de los asistentes que trataban de sacar los vibradores de la maleta.

-¡Coño “trae paca” aguafiestas! Dijo el jefe de los borrachos, poniéndose violento.

Yo cerré la maleta de plástico duro, con refuerzos de metal sobre los dedos de aquel impresentable, que emitió un grito de dolor. Inmediatamente otro borracho se vino hacia mi y me lanzó un puñetazo con poca puntería, lo esquivé y le propine una patada en los huevos que le dejó momentáneamente fuera de combate. Pero al tercer embate, no pude esquivar un vaso que impactó sobre mi cara, abriéndome una brecha en la ceja, entonces intervino Lola rociando con un spray de pimienta la cara de 2 adversarios y pegando bolsazos a diestro y siniestro, Mas tarde me enseñó una piedra bastante gorda que siempre llevaba en el bolso por si era necesario repartir. Salimos del local y corrimos hasta la furgoneta. La arranqué y nos perdimos en la noche.

En agradecimiento a la veterana prostituta que me había defendido, la acerqué hasta su casa en Móstoles, donde con gran habilidad  me puso unos puntos de papel, que me cerraron la ceja abierta. Delante de una taza de café, le conté en que consistía mi trabajo y le enseñe el muestrario. Me compró varios consoladores y unas bragas con pene incorporado. Durante la conversación le hable de mi jefe, al que afirmó conocer.

-Melchor, claro que si, un mariquita calvo que viste muy raro. Vendía condones de contrabando, en la calle de la Ballesta, cuando aún estaban prohibidos por Franco. Dale recuerdos de parte de Lola la Murciana-

-Así lo haré Lola-

Agradecí de nuevo a Lola su ayuda y me marché bastante contento, con las ventas realizadas, aunque no había vendido tanto como en la anterior reunión, al menos después de todo lo ocurrido, volvía con el muestrario intacto y algo de dinero en el bolsillo. En estos pensamientos estaba cuando vi unos cientos de metros más adelante las luces azules de un control de la Guardia Civil.

Un número de la benemérita me hizo señales con la linterna para que estacionase el coche.

-Buenas noches, por favor me permite su carnet de conducir y la documentación del vehículo- 

Mientras tanto otro guardia, miraba el interior del habitáculo del conductor con la linterna. Al ver mis ropas manchadas de sangre me ordenó que saliera del vehiculo.

-¿Qué es lo que le ha pasado? -Me preguntó uno de los picoletos.

-Pues… me he dado un golpe en la ceja con una puerta-

-¿Que transporta en la furgoneta, caballero?

-Muestras, soy agente comercial-

-Por favor, abra la puerta del maletero-

Un guardia civil se situó detrás de mí y el otro exploró el contenido de la parte de atrás de la furgoneta. La luz de la linterna se detuvo en la funda que contenía la muñeca de silicona. El agente bajó un poco la cremallera del saco y rápidamente desenfundó su arma reglamentaria y me la puso delante de la cara.

-¡Pon las manos encima de la cabeza y no hagas ni un solo movimiento! Manolo, espósale. Túmbate en el suelo boca abajo ¡Ahora!-

-Por favor agentes ¡No es lo que parece!-

-Cállate hijo de puta o te pego un tiro aquí mismo. Comandancia cambio…. Soy el agente Fernández. Hemos interceptado en el Km. 7,300 de la M-306 un sospechoso que conducía una Citroen Berlingo blanca con un cadáver en el maletero. Esperamos órdenes.-
   

Continuará……


Dr Miriquituli

viernes, 2 de marzo de 2012

NUESTRA SEÑORA DE LAS MERCEDES

Se ha producido recientemente, un hecho que tal vez no tenga mucha importancia, dados los graves asuntos que nos acucian, pero que viene a demostrar que el pasado es algo que vuelve a nosotros cíclicamente. Creo que era Cicerón el que dijo que la historia es maestra de la vida y el que la olvida está condenado a repetirla.

Este fin de semana pasado, más de 200 años después, ha llegado un cargamento de oro y plata de las indias, el tesoro de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes, hundida por la marina inglesa, en aguas del Golfo de Cádiz y expoliada por la compañía “Caza tesoros” norteamericana Odissey.

La España de la edad moderna, entendiendo por edad moderna desde los Reyes Católicos hasta la pérdida de las colonias americanas continentales, a principios del siglo XIX (Lo acontecido después, en historiografía se considera edad contemporánea) fue dependiente económicamente del comercio de materias primas y metales preciosos con otros países. Estos países son los que a la postre obtenían la parte del león de este comercio intercontinental, vendiendo sus manufacturas a la metrópoli y a las colonias españolas.   

Los Reyes Católicos, en muchos aspectos unos grandes gobernantes, fueron los que comenzaron con este sistema económico. Primero, favorecieron a la Mesta, la poderosa asociación de ganaderos de Castilla. La exportación de lana de oveja merina a los países bajos rendía unos enormes beneficios a la corona. La oveja merina, es la que produce la lana de mejor calidad, por encima de la de otras razas y Castilla tuvo el monopolio de esta valiosa materia prima durante algunos siglos. Prácticamente toda la lana castellana se embarcaba en los puertos de la Cornisa Cantábrica con destino al emporio pañero de Flandes. Esto supuso el práctico hundimiento de la incipiente industria textil castellana. Con todo, la jugada de los Reyes Católicos era muy hábil, trataron mediante alianzas matrimoniales de controlar política y militarmente Flandes. Estos esfuerzos, se vieron premiados dos generaciones después, con la unificación de España y el Sacro Imperio Germánico en la persona de Carlos V. Este monopolio comenzó su declive con la reforma protestante y la rebelión de los Países Bajos.

El descubrimiento de América propició la llegada de nuevas materias primas y de metales preciosos, como nunca antes se había producido. Estas inmensas riquezas lejos de beneficiar a la península, sirvieron para engordar una maquinaria militar destinada a mantener el dominio español en Europa, el cual se mantuvo con estas premisas por más de cien años. Un hecho no demasiado conocido por el gran público, viene a corroborar mis palabras, al respecto de la dependencia del imperio de aquellos buques cargados de riquezas. En 1628 una expedición naval fletada por la Compañía de las Indias Occidentales holandesa, capturó en la bahía de Matanzas, al norte de Cuba, la flota de indias. Estos galeones, traían el cargamento de metales preciosos, necesarios para sostener las guerras de la España del Conde Duque de Olivares con casi toda Europa. Esta perdida fue un hito, que marcó el declive definitivo del imperio español.

La historia del buque, cuyo valioso cargamento ha llegado recientemente, es un episodio más de esta política, equivocada. El cargamento del Nuestra Señora de las Mercedes, lo pensaba destinar Godoy, uno de los chorizos más grandes que a dado esta tierra, para ayudar a Napoleón Bonaparte en sus guerras y en el bloqueo continental al que tenía sometida a Inglaterra. No crean que Godoy lo hacia solamente por que Inglaterra era la gran rival de España en el dominio de las rutas marítimas, lo hacía por que Napoleón, que pensaba quedarse con toda la península, le había prometido un reino propio en el Algarbe portugués.

No diré más sobre el barco y su historia, en Internet hay muchísima información al respecto, les recomiendo que la lean y también la historia del marino y político Jose de Bustamante y Guerra que capitaneaba la flota cuando la atacaron los ingleses.

El regreso del cargamento es un gran éxito judicial y diplomático de España, aunque los piratas se hayan quedado con una parte del botín, en esa nueva isla de la Tortuga que es Gibraltar. Lo que no veo mucho es que ese tesoro no se pueda poner en valor, al fin y al cabo es dinero contante y sonante. Que se exponga lo más importante, que se utilice como garantía para algo, pero ¡Conservar no se que barbaridad de monedas, todas con la cara de Carlos IV! Por cierto, igualito que su tátara tataranieto Juan Carlos, pero con peluca, yo, es que no lo acabo de ver.

La llegada de este barco en este momento tan difícil para nuestra economía, aunque no suponga nada, es como un rayito de sol entre las nubes, pero debe hacernos pensar en quien somos y de donde venimos. No podemos depender de que lleguen estos barcos cargados de oro, de turistas o de subvenciones, si vienen ¡Bien venidos sean! Pero hay que explorar otras opciones que nos permitan competir en este mundo cada día mas globalizado.

Tal vez esperaban leer una historia con olor a pólvora y a salitre, una historia de sangre, sudor, mugre y velas flameando al viento, pues se han equivocado, lean a Perez Reverte. Yo desde mis pobres conocimientos históricos, ato cabos y analizo situaciones pasadas y presentes pero no doy soluciones, no las tengo, para eso están ustedes ¡Listillos!

Dr Miriquituli