miércoles, 19 de febrero de 2014

REFLEXIONES PREVIAS A LA PRIMAVERA


El almendro aún muestra los negros y retorcidos dedos del invierno. Gotas de la lluvia reciente se deslizan morosas por las ramas, cayendo desde la punta de las yemas que aún cerradas encierran la promesa de una primavera cercana. Sólo unos pocos rayos más de sol y ese “almendro de nata” al que cantaba el poeta será de nuevo.

 

Este es un momento del año que a mí particularmente me encanta, la transición entre la negra desolación del invierno y la explosión de vida un tanto subyugante que supone la primavera. Demasiado poco o demasiado… verde, rojo, azul amarillo. Demasiado pesimismo o demasiado optimismo que tarda siempre menos de lo que quisiéramos en agostarse. Este es un buen momento para mirar la vida con cierta ecuanimidad.

 

Las cosas cotidianas parece que poco a poco vuelven a su cauce. Vuelven a un cauce que no es el mismo que fue ayer pero que si es el mismo que alguna vez fue. Y es que las cosas que siguen un cauce, en su transcurrir perpetuo, ensanchan tanto el mismo que éste se acaba convirtiendo en un valle fértil, del que en el surco de la sabiduría deberíamos ser capaces de obtener abundantes frutos.

 

Estos años negros de crisis-saqueo en los que algunos nos robaron el agua para llevarla a su molino, puede que estén tocando a su fin. Sinceramente eso espero. A todos se nos ha quedado un poco cara de gilipollas después de ver como unos cuamos han desmantelado en un abrir y cerrar de ojos lo que entre todos habíamos construido durante tanto tiempo y con tanto esfuerzo.

 

La próxima primavera se presenta como un autentico tour de force para cualquiera que este harto de cómo se han desarrollado los acontecimientos en los 7 u 8 últimos años y quiera que de verdad cambien las cosas. Numerosas movilizaciones ciudadanas convocadas, como las columnas (Esta izquierda nuestra… siempre evocando un pasado más idealizado que real) por la dignidad, que se dirigirán hacia Madrid para unirse en una manifestación multitudinaria el 22-M y unas elecciones al parlamento europeo, en las que es preciso no caer en la trampa de la abstención, ya que con las actuales reglas del juego no haría otra cosa que favorecer el mantenimiento de este bipartidismo que ha permitido y que si no se lo impedimos seguirá permitiendo, que unos cuantos plutócratas nos roben hasta la camisa.

 

No está en mi ánimo que nos apliquemos ese viejo refrán de “mal de muchos, consuelo de tontos” pero si que es verdad, que por desgracia hay una multitud de gente al otro lado de esos telones de acero que separan el mundo opulento del misérrimo resto del mundo que carece de lo más imprescindible. Resultan totalmente estremecedoras las imágenes y la cifra de fallecidos durante el último asalto a la frontera de Ceuta. Sin duda la actuación de la guardia civil no hizo más que agravar el desesperado intento de entrada de los subsaharianos, unos hombres agotados que en muchos casos no sabían nadar y mucho menos en las aguas gélidas del mes de febrero. Pero la culpa no es de la guardia civil. El instituto armado no es otra cosa que una herramienta en manos de las autoridades competentes en materia de inmigración. Al parecer hay más de 30 mil personas al otro lado de las vallas de Ceuta y Melilla esperando dar el salto. Esta vez han sido tan solo unos cientos de personas, pero ¿Qué pasaría si la próxima vez lo intentan varios miles? No me quiero ni imaginar la tragedia que se podría producir… En este asunto, mucha gente olvida a uno de los actores principales de este drama y que no es otro que el reino de Marruecos. No son ningún secreto las aspiraciones del país alahuita a ocupar estas dos plazas norteafricanas y los subsaharianos que hay en Marruecos constituyen un constante foco de tensión para un país en vías de desarrollo, por lo que no resultaría para nada extraño, que las propias autoridades marroquíes estuvieran detrás de estas avalanchas humanas. La solución final del problema no está en que los marroquíes impidan a los subsaharianos acercarse a su lado de la valla. La solución pasa por ayudar a estas personas a que se queden en sus países de origen. No estoy hablando de ayuda humanitaria, ni misioneros, ni ONGs; eso tan sólo son remiendos. La ayuda de la que hablo pasa por unas relaciones comerciales justas entre países, entre estos países y las empresas transnacionales que expolian sus materias primas o en terminar con el tráfico de armas, siempre relacionado con las guerras por controlar las materias primas antes mencionadas. Puede que España, a través de la Unión Europea, consiga que Marruecos mediante la violencia y la represión, mantenga a esos emigrantes dentro de sus fronteras. Muchos pensarán: ojos que no ven, corazón que no siente, es un problema interno marroquí. No, nos engañemos, ningún muro ha resistido nunca el hambre ni la injusticia. Más pronto que tarde, esa legión de miserables desbordará los muros que nos separan y vendrán a reclamar lo que en justicia les pertenece, sólo hace falta una chispa, una causa aglutinante, un líder…

 

Por cierto, desde que empecé a escribir esta entrada, algunos almendros en las solanas de las cuestas que bordean el valle, han comenzado ya a florecer. El tiempo avanza inexorable y urge tomar decisiones. Este que escribe ya ha tomado las suyas…¿Y ustedes?
 
Dr Miriquituli.

 

 

jueves, 13 de febrero de 2014

SAN VALENTÍN


Seguramente San Valentín es como el resto de fechas comerciales, un invento de los grandes almacenes para fomentar ese consumismo tan pernicioso que nos domina. Dicho esto, usted lector inteligente, puede pensar varias cosas al respecto de lo antes expuesto:

 

-El doctor es un descastado que no quiere a nadie.

-¡Pobre diablo! No le quiere nadie y mañana es San Valentín.

-El doctor Miriquituli es un rata y lo que quiere es ahorrarse un regalo.

-Este tipo es un pelagatos y ni para un regalo de San Valentín tiene.

 

Puede que no les falte razón (En algunos extremos más que en otros) La vida esta muy mal. El tiempo y la rutina acaban con el romanticismo, pero como dijo Ovidio en su Arts Amantoria  “El amor es militancia” y yo llevo ya muchos años de mili en esta guerra diaria que es el amor y la convivencia. Al hilo de las palabras del romano poeta, siempre quise que alguien me preguntara: ¿Quién te enseñó a amar? para poder contestar: Ovidio me enseñó y a continuación hacer el siguiente chiste: Aprendí con los “vidios”, luego con los DVD y en la actualidad con internet. De Rocco Sifredi apendí cada truco…

 

Lo cierto es que hace ya una pila de años (Ya entonces no era ningún niño, lo que les puede dar una idea de mi actual estado de senectud) conocí a una chavala que vestía una blusa a rayas cerrada por una cremallera. Lo primero que pensé fue: como me gustaría bajar esa cremallera y comerme esos dos pedazos de melones. Luego al conocer al ser humano cuyos generosos senos envolvía la blusa a rayas, me di cuenta de una cosa: Era buena gente. Buena gente… tal vez esta pueda parecer una cuestión baladí, pero en absoluto lo es. Bondadosa, familiar, amiga de sus amigos, una persona constructiva que luchó y sigue luchando por un proyecto de vida en común.

 

Puedo decir sin empacho alguno, que los años que he pasado al lado de la chica de la blusa a rayas han sido los mejores de mi vida. Con ella tuve una hija que es la fuente de casi todas mis alegrías y también de mis desvelos. Por ellas sigo levantándome todas las mañanas para enfrentarme con el enemigo más duro al que cualquier ser humano se puede enfrentar y que no es otro que uno mismo.

 

Con la edad se adquieren vicios tales como regañar y pasar el aspirador en exceso. Esto último mantiene a raya el polvo formado por los millones de trocitos de cosas que se desprenden inexorablemente de lo sólido, pero en contrapartida, este alarde higiénico suele hacer que se descuide el otro polvo, el que con su acumulación hace que los engranajes de una relación no rueden con la suavidad que deberían.

 

Como habrán deducido, esta vez tampoco pienso regalar nada y me reitero en que todas estas celebraciones a lo único que incitan es a un consumo insensato. No creo que el amor deba medirse por la cuantía de los regalos, es más, creo que el amor no puede medirse; o se ama o no se ama… Lo que si me parece es que San Valentín, a pesar de los pesares, es una ocasión tan buena como cualquier otra para que si amas, aproveches y se lo digas a la persona amada, te corresponda o no.

 

BEGOÑA TE AMO, FELIZ DÍA DE SAN VALENTÍN.

 

 

viernes, 7 de febrero de 2014

EL PASEILLO DE LA INFANTA.

Por suerte o por desgracia me crié en una familia que nunca tuvo demasiado dinero, pero lo que si tenía eran estanterías repletas de libros. Esta abundancia de papel impreso hizo que yo, un mal estudiante, más por rebeldía que por falta de capacidad (Me gusta creer que fue por eso) me iniciase a la temprana edad de siete años en el mundo de la lectura. Aún está en la casa de mi padre una edición preciosa encuadernada en piel roja y con finísimas hojas de papel color sepia, de las obras completas de Don Benito Pérez Galdós. Ese fue el primer libro que mis infantiles manitas abrieron.

Alguien que como yo, este atrapado por un vicio tan pernicioso como es la lectura, podrá comprender como se sentía este que escribe, a tan tierna edad y navegando en el Santísima Trinidad con rumbo al cabo Trafalgar, presenciando la rendición del general Junot en Bailén, ayudando a cargar el cañón de Agustina de Aragón en el sitio de Zaragoza o escuchando el redoble de un tambor, rebotando con el eco de mil truenos en las paredes de granito del paso del Bruc. Efectivamente, si conocen la obra de Galdós sabrán que estoy hablando de los Episodios Nacionales, una compilación de libros que recogen el abrupto comienzo de la historia contemporánea española según la visión del genial escritor de las Palmas de Gran Canaria. Galdós dividió los Episodios Nacionales en cuatro partes: La primera desde Trafalgar hasta la restauración de Fernando VII y las otras tres hasta la restauración de su nieto Alfonso XII. Confieso que me quedé en la lectura de la primera parte. Era muy niño y al disminuir la intensidad de las hazañas bélicas perdí un poco el interés. Tengo pendiente la lectura de los siguientes episodios y lo quiero hacer en aquellos tomos de tapas de piel roja, pero estos aún no me pertenecen, son de la casa de mi padre y allí han de permanecer espero que aún por muchos años.

Mas adelante, estudiando con los Hermanos de la Sagrada Familia (De aquella etapa no puedo decir que guarde demasiados buenos recuerdos, aunque alguno si) tuve un profesor excepcional que también lo fue de mi padre. El hermano Timoteo, un navarro elegantísimo, que en clase de literatura con su bien modulada voz, nos hacía trepar Peñas Arriba por las montañas asturianas, cazar osos y escuchar el canto del urogallo en lo mas profundo de un bosque cantábrico de la mano de José María Pereda.

Ya fuera de aquel colegio, me encontré muchas veces con aquel venerable sabio paseando por el Retiro, siempre ataviado con abrigos de buen paño, boina y un libro perpetuamente atrapado entre su brazo izquierdo y su cuerpo. Me causaban una vivísima impresión aquellos encuentros, un poco como si estuviera viendo una figura salida del pasado, al mismísimo Valle-inclan o al paisano de Timoteo, Pío Baroja con el que guardaba un cierto parecido físico. El hermano Timoteo fue uno de los culpables de que a mí me guste tanto la historia. Timoteo nominalmente era muy “de derechas” pero yo creo que era todo lo de derechas que puede ser un hombre de su vastísima cultura e inteligencia, o sea un derechista impostor. Aún recuerdo el brillo de sus ojos al hablarnos de los ilustrados y del Siglo de las Luces o del gesto irónico con el que nos hablaba de Franco y su cruzada nacional. También recuerdo como se ensombrecía su rostro al narrarnos lo que Fernando VII mando hacer con el famoso guerrillero Juan Martín Díez “el Empecinado” al que expusieron en una jaula en la plaza pública, donde fue apedreado y vejado antes de subir al patíbulo.

Hoy va a suceder un acontecimiento notable. Un miembro de la familia real va a tener que comparecer ante los tribunales por primera vez en la historia de España. Sinceramente, dudo mucho que llegue la sangre al río. Parece que ya está pactado que el presunto delito de la infanta Cristina quede solamente en una falta y la condena consista en una sanción económica. Dicha sanción, como todos los gastos de la institución monárquica, saldrá del bolsillo de los españoles. Supongo que luego renunciará a su remota posibilidad de obtener la corona y ella y su marido cambiaran de aires, siempre a sueldo de alguna de las empresas que habitualmente nos vacían los bolsillos con la connivencia del gobierno de turno.  

Generalmente suelo sentir una cierta empatía hacia las personas que sufren el escarnio público, pero en este caso la cosa va más allá de las personas. Mañana no comparece en el juzgado de Palma solamente Cristina de Borbón. Comparece aunque de una manera muy amortiguada (Desde todas las instancias de poder de este país se han encargado de que así fuera), la monarquía. En cuanto al tan comentado “paseillo” que sufriría Cristina hasta las puertas de los juzgados , no puedo dejar de pensar en aquel bravo guerrillero enjaulado como si de una fiera se tratase, por orden de aquel malvado necio que tantísimo le debía.