Al poco rato vinieron varios coches patrulla más. Entre 2
guardias me levantaron del suelo y me llevaron al cuartelillo, allí me ficharon
y me encerraron en un calabozo toda la noche. No pegué ojo. Por la mañana me
sacaron del calabozo, me entregaron mis pertenencias y en un coche patrulla me
acercaron hasta el parking municipal, donde habían dejado la furgoneta.
Comprobé que no faltaba nada y me marché a casa. No recibí por parte de los
guardias ni una disculpa, ni una explicación….
En el centro del salón-cocina-dormitorio, o sea, la única
habitación que componía mi casa sin contar el diminuto baño, había una cucaracha ¡La cucaracha más grande
que había visto en mi vida! No tenía fuerzas para enfrentarme a más problemas.
Rodee a la cuca, que seguía mis pasos girando sobre si misma como si fuese un
artilugio mecánico moviendo sus largas y sensibles antenas sin perderme la
cara. Cogí un ibuprofeno del armario, llene
en el fregadero un vaso de agua y me lo tome. Siguiendo el mismo camino pero a
la inversa llegue hasta la cama, me
desvestí y me metí dentro tapándome hasta la cabeza, tratando de no pensar en
la indeseable presencia del insecto a unos pocos metros de mi.
Dormí muchas horas, cuando me desperté ya era de noche.
Encendí la luz del salón y la cucaracha seguía allí, justo en el mismo sitio
donde la había dejado cuando me acosté. Fui hasta el pequeño baño y cogí una
escoba. Armado de esta guisa, avance hacia el bicho que me esperaba moviendo
sus antenas. Lance mi golpe, pero se movió lo suficiente para que solamente la
alcanzaran los pelos del cepillo, entonces comenzó una carrera velocísima hacia
la pared y se situó pegada al rodapié, lo que casi neutralizaba el poder
ofensivo de la escoba, solamente podía golpearla con los pelos, lo cual no
hacia mella en su brillante coraza. Cambié de estrategia y decidí golpear con
el palo, pero como ya he dicho, la cucaracha era tremendamente rápida e intuía
por donde iban a caer los golpes. En esta situación de empate técnico,
consideré lo más inteligente ofrecer una salida al bicho, por lo que abrí la
puerta que daba al patio de luces y trate de conducirla hacia el mismo. El
animal se lanzó hacia la puerta zigzagueando para evitar los palos y una vez en
el patio se coló por la rejilla del desagüe. Yo coloqué un barreño encima para
que la reina de las cucarachas no pudiera volver con refuerzos.
Tras expulsarla, me quedo como una sensación de amargura ¿Es
que a mí no me iba a pasar ya nada bueno? Me dolía la cabeza y sentía palpitar
la brecha abierta en mi ceja. Encendí el teléfono tenía 6 llamadas perdidas de
mi jefe y un par de mensajes, suyos también. Le llamé y le conté lo que me
había ocurrido. Quedamos en vernos el lunes en Fresa y Menta. Preparé algo de
cenar, puse a remojo la ropa manchada de sangre y me di una duchita. La herida
de la ceja parecía haber cerrado bien. La limpié con agua oxigenada y le puse
betadine. No tenía muy buen cuerpo, pero opté por dar una vuelta, mejor que
quedarme entre aquellas deprimentes cuatro paredes.
Tampoco se podía decir que el barrio en el que vivía fuese
como para animar a nadie. La crisis azotaba duro y muchos de los comercios
habían tenido que cerrar. Entré en un bar donde vegetaban 4 borrachines y pedí
una caña. La dueña del bar me puso un platito con unos boquerones rebozados,
que hacia mucho, pero que mucho tiempo, que habían dejado atrás el mar. Bebí mi
caña y mordisqueé el pescadito con desgana. Uno de los borrachos, trató de
darme palique, pero le ignoré hasta que finalmente el pobre diablo desistió.
Pagué mi consumición y me fui caminando hasta un cercano centro comercial. Me
apetecía ver luz, ver gente, en definitiva sentir la vida a mi alrededor. En un
parque, los emigrantes bulliciosos, con su música y su bebida, me
miraban al pasar, sin verme ¡Un español y pobre! Que les importaba yo, la noche
del sábado era suya. El lunes ya trabajarían en mis carreteras, me servirían un
café o le limpiarían el culo a mi abuela.
En el centro comercial había mucha gente paseando aunque los
comercios estaban casi vacíos, con la excepción del hipermercado. Veía pasar a
las familias, parejas más o menos de mi edad con uno o dos niños, Quizás su
historia intima no fuera tan sólida como las apariencias indicaban, pero
ofrecian una imagen de estabilidad que yo sinceramente, envidiaba.
¿Qué había pasado con mi vida? ¿Por qué se había ido todo a
la mierda? Apenas 5 años atrás yo tenía novia, manejaba pasta y me estaba
comprando un chalet adosado. Llevaba desde los 17 años trabajando y aunque no
había estudiado tenía una cultura general superior a la media. Los últimos diez
años como comercial, podían hacer que me considerase un profesional, capaz de
vender cualquier cosa que fuese vendible. Los hechos de la noche anterior,
vistos por otra persona, podían resultar cómicos, pero a mi no me habían hecho
ninguna gracia, me sentía vejado, me habían tratado como a un trapo y
analizándolo fríamente ¿Qué podía yo hacer? ¿Ir al cuartelillo a quejarme? Para
que esos funcionarios del estado, con 14 pagas y días moscosos se descojonaran
en mi cara. Pero la mala suerte es como la sequía, parece que va durar siempre,
hasta que un día se termina. Con estos pensamientos, me fui a la cama.
Me despertó el teléfono pasadas las once de la mañana, no me
dio tiempo a cogerlo, vi que la llamada era de Miriam, inmediatamente marqué su
número y escuché su voz al otro lado de la línea.
-Hola ¿No te habré despertado?-
-¡Que va! Estaba ordenando un poco la casa.- Mentí.
-Pues… ¿Te acuerdas que, quería hacer en mi casa una reunión
de tapper sex? Era para ver si este jueves puedes.-
-En principio creo que si, pero lo tengo que consultar en la
empresa, te llamó el lunes y te doy todos los detalles-
Yo no quería dar por terminada aquella conversación, por lo
que me armé de valor y pregunté:
-¿Qué haces ahora? ¿Te apetece dar una vuelta y tomar algo?-
-Iba a montar un rato en bici ¿Te apuntas?-
-Tengo la bici estropeada- Volví a mentir
-No importa, yo tengo aquí la de un amigo, es también
bastante alto, creo que te valdrá-
-Estoy en tu casa en cuarenta minutos. Hasta ahora-
“La bici de un amigo” claro ¡Que tonto había sido! Como no
iba a tener novio, y yo sólo era una amiga para ella, una amiga con polla. En
cualquier caso quería, verla, estar con ella. Me vestí, cogí la furgoneta y fui hasta su casa.
Cuando llegué ya estaba preparada. Su atuendo chocaba con el
mío, maillot, casco, gafas, guantes, en fin, muy bien equipada. Yo llevaba puesto
un chándal del Real Madrid que había conseguido juntando los cupones del Marca,
unas playeras blancas imitación a piel compradas en los chinos y unas gafas Ray
Ban que aún conservaba de los buenos tiempos.
-¡Pero bueno! Tenías que haberme advertido de que íbamos a
correr la etapa reina del Tour de Francia- Dije disimulando la vergüenza que me
producía la situación.
-No te preocupes, pensaba ir por la vía verde hasta San
Martín de la Vega subiendo por la Marañosa, pero lo vamos a dejar para otro
día, vamos a ir por una pista muy llana hasta el Cerro de los Ángeles ¿Te
parece bien?-
-Oye que si quieres ir hasta San Martín, yo me voy y ya nos
vemos otro día-
-Por favor ¡No seas tonto!-
Me dejó una bicicleta magnífica, la suya era también muy
buena. Pedaleando, enseguida salimos de la urbanización a una pista de tierra
con dirección al Cerro de los Ángeles. El Cerro de los Ángeles, para el que no
lo conozca, es un sitio muy curioso. Es lo que en geología se conoce como un
cerro testigo, o sea un cerro aislado de otros accidentes geográficos
relacionados geológicamente con el y que en este caso son las mesas o páramos
que encajonan los cauces del Jarama, del Tajuña y finalmente del Tajo, a partir
del cual se abre inmensa la llanura de la Mancha. Tradicionalmente se ha
considerado este sitio, el centro de la Península Ibérica, el lugar donde se
cruzarían todas las diagonales trazadas de forma imaginaria, desde los puntos
opuestos de “La piel de toro”
Llegamos al pie del cerro y a partir de ese punto la pista
subía zigzagueante hasta el monumento del Sagrado Corazón y el convento que se
encuentran en la cúspide de la pequeña elevación.
-Quien llegue último paga las cañas- Dijo Miriam desafiante
Pedaleando de pie, rápidamente puso tierra de por medio.
Aunque yo camino mucho y practico la natación siempre que puedo, no tenia ni de
lejos la forma física de Miriam, tampoco sabia manejar el cambio de la
bicicleta, así que no pude hacer otra cosa que mirar el movimiento ascendente y
descendente de sus redondas nalgas mientras se alejaba. Cuando llegué a la cima
me estaba esperando sentada en una piedra.
-¿Qué? Creí que no llegabas, anda descansa un poco, que te
va a dar algo-
Me senté a su lado y poco a poco fui recuperando el
resuello. Frente a nosotros se extendía enorme y sucia la ciudad, con la sierra
de Guadarrama al fondo y a nuestra espalda el campo. Descendimos por la
carretera asfaltada, yo tenía la sensación de que volábamos. Rodeamos el bosque
de pinos que hay alrededor del cerro y tomamos el camino hacia la urbanización.
Tras las cañas de rigor, me propuso comer en su casa, lo
cual yo acepte encantado. Preparamos pasta y después de comer nos quedamos
dormidos en el sofá, yo con los pies encima de una mesita y Miriam con la
cabeza apoyada en mi muslo. Inevitablemente me desperté empalmado. Le pasé el
brazo por debajo del pecho y ella se desperezó, rozando mi miembro con su
mejilla. Luego se incorporó y permaneció un rato sentada, cuando se espabiló me
dijo:
-Es muy tarde, te tienes que marchar, estoy esperando a
alguien-
-Bueno…te llamo mañana para lo de la reunión, adiós….-
-Vale, adiós-
Sin tan siquiera mirarme, se quedo en el sofá como ausente,
yo desde la puerta la observé por última vez antes de salir del chalet.
De vuelta a mi casa pensé en lo diferente que había sido el
día que había pasado con Miriam a los que últimamente pasaba. Me parecía algo
muy difícil de conseguir ¿Qué podía ofrecer yo para que una mujer como aquella
se interesase por mi? ¡Si hasta creía que era gay! Me daba igual, lo tenía
claro, quería pasar muchos días como aquel, a su lado.
Continuará….
Dr Miriquituli
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