El boxeo es el deporte de combate por excelencia, tanto por número
de aficionados como por los grandes ingresos que genera. Han existido y existen
diversas modalidades locales de boxeo: Boxeo francés, boxeo irlandés, boxeo
tailandés o muai tai, etc. pero yo me voy a referir al boxeo inglés, de largo
la modalidad más popular.
Las leyes del boxeo actual fueron establecidas por un lord
escocés, el marques de Queenbery. El bueno del marqués, un destacado sportsman
en su juventud y un gran bebedor de güisqui en su madurez, además de famoso por
poner negro sobre blanco las reglas del noble arte, también lo fue por el
sonado pleito que mantuvo con el escritor Oscar Wilde, el cual mantenía una
relación homosexual con su hijo primogénito. Bueno, tengamos en cuenta que estamos
hablando de la Inglaterra Victoriana y eso de poner mirando a Cuenca al
primogénito de un lord, parece ser que no era por aquel entonces cosa demasiado
bien vista…
En España el boxeo fue un deporte de masas hasta los años 90
del pasado siglo. Desde el mítico Paulino Uzcudun, al que en Módena, en
presencia de Musolini y demás gerifaltes del Fascio, birlaron el campeonato
mundial de los pesos pesados en su combate con el gigante Primo Carnera, pasando
por los malogrados Urtain y Pedro Carrasco, el gran Perico Fernández o Alfredo
Evangelista; que perdió a los puntos en un dignísimo combate por el campeonato
mundial de los pesos completos con el mismísimo Mohamed Alí. Poli Díaz “el
Potro de Vallecas” fue la última gran estrella española del deporte de las doce
cuerdas.
Policarpo Díaz, un chico del barrio de Palomeras en el distrito
de Vallecas, una zona de Madrid muy castigada por la pobreza y la marginalidad,
era un púgil rocoso del peso ligero. Con buena técnica y mano pesada, a los 22
años ya era campeón de España y de Europa, títulos que revalidó en numerosas
ocasiones. La verdad es que en el continente europeo no había quien le tosiera,
lo que pronto hizo que se planteara cruzar el charco y enfrentarse a las
estrellas norteamericanas o mexicanas de su mismo peso, donde pensaba que se
encontraba su autentico nivel.
A decir de las malas lenguas, la trascendental decisión de
con quien se pegaba el Potro, se tomó por importantes personajes de este país,
frente a una copa de coñac francés en un invernadero lleno de bonsáis. Poli ya
tenía su combate por el campeonato del mundo de los ligeros frente a Pernell Whitaker,
the Sweet Pea (El Guisante Dulce) un auténtico poeta del ring. Poli Díaz,
para nada un deportista disciplinado, era en esa época la estrella de todas las
fiestas y saraos de la capital. Llegó pasado de peso y con tan solo diez días
para preparar el combate, no tuvo nada que hacer. Whitaker le bailó desde el
round 1 al 12, perdiendo a los puntos su asalto al título mundial.
Todos los famosos que acudían a sus combates y le reían las
gracias, desaparecieron como por ensalmo. La posterior conducta “poco ejemplar”
del Potro, con adicciones a drogas y episodios de violencia callejera, así como
otros escándalos a nivel internacional, cambiaron la opinión que del boxeo
transmitían los grandes medios de comunicación españoles, pasando a
considerarlo como algo violento y proscrito, propio de brutos con pocas luces.
Después de Policarpo Díaz ha habido y hay grandes púgiles españoles
que han alcanzado logros importantísimos a nivel internacional. Las veladas son
un éxito de público, así como la transmisión de pago de los combates por parte
de Marca TV, el único medio de comunicación importante que sigue apostando por
el noble arte en España. Por todas partes surgen gimnasios donde una joven
generación de chicos y chicas derrocha ilusión y trabajo. Aún así desde la
derrota del Potro, ningún otro púgil ha vuelto a tener la etiqueta de héroe
popular que tuvo el de Vallecas, ni el boxeo la consideración de antaño.