miércoles, 30 de mayo de 2012

LOS GANGSTERS


Estimados lectores, parafraseando el tango Cambalache  “El mundo fue y será una porquería….” Y que si al siglo XXI, no le ponemos remedio, acabará superando ese “Desfile de maldad insolente” que fue el siglo XX, con sus crisis, sus injusticias y sus guerras; incluidas dos mundiales.

Circula por Internet un video del cocinero vasco Karlos Arguiñano en el que explica la actual situación económica internacional.  http://www.youtube.com/watch?v=K39u9eJvMaE
Arguiñano reflexiona de una manera muy sencilla y clara sobre el asunto. En un momento dado, habla de los “Gangsters” que dirigen la economía mundial. Creo que este señor tan simpático y tan buen comunicador, da de lleno en el clavo. Nunca fui propenso a creer en las teorías conspiratorias, pero todo apunta a un guión perfectamente planificado para meternos la mano en el bolsillo.

El sistema financiero español, hasta hace muy poco tiempo un sistema financiero “ejemplar” parece que hace aguas por los cuatro costados y lo peor del asunto es que nos van dando la información con cuentagotas. No hay peor mentira que una media verdad. Como en la tostonera película Titanic, protagonizada por ese actor moñoño que es Leonardo di Caprio, la orquesta sigue tocando mientras las partes más bajas del buque se inundan y los pasajeros más pobres se ahogan. La gente con mayor poder adquisitivo sigue bailando indiferente a la tragedia que se está produciendo pocos metros más abajo, hasta que la catástrofe ya no se puede ocultar y se dirigen a los botes salvavidas. En cubierta descubren una dolorosa realidad, no hay botes salvavidas para todos. Es el momento de la política de “Maricón el último” Los mega-ricos, protegidos por los esbirros tripulantes de la colosal máquina, son los primeros en acomodarse en los botes. Luego lentamente van embarcando los menos ricos, pero una gran parte no tiene sitio, entre otras cosas por que los mega-ricos llevan a bordo de los botes sus valiosos equipajes, de los que se niegan a desprenderse. Finalmente el navío va a pique y se rompe en dos. Todo el que no ha conseguido embarcar en los botes salvavidas, se queda tieso en el agua. Ha llegado el momento de que usted, querido lector, mire a que le da derecho realmente el billete que lleva en este gran trasatlántico que se llama España y que va navegando a toda ostia hacia la catástrofe.

Después de una crisis, cuando ya se ha tocado fondo, lo siguiente que viene es una guerra para redondear la jugada de los gangsters. Hacen falta dos cosas para ir a la guerra: Un malo al que se le pueda quitar algo y un “Casus beli” Para el papel de malo de la próxima guerra, parece que se perfila el eje sirio-iraní. Siria país estratégico y llave de oriente medio e Irán, que ya sabemos lo que tiene en grandes cantidades en el subsuelo. Ahora falta el “casus beli” Seguramente será un conjunto de circunstancias reales o inventadas por la propaganda de los gangsters. En esta guerra, como siempre, morirán los más desfavorecidos. Después, si no se les va mucho la mano con la destrucción, los gangsters pondrán de nuevo en marcha la máquina de la “prosperidad” hasta que decidan que ya es suficiente y comience una nueva crisis que desembocará en una nueva guerra más destructiva que la anterior. Una historia tan vieja como el mundo.

No me fío de nadie. En el panorama político español, los dos grandes partidos han demostrado que no son otra cosa que “La voz de su amo” y el resto de opciones políticas importantes que reivindican otra manera de hacer las cosas, UP y D, IU y los partidos nacionalistas, no dudan en pactar con los anteriores para repartirse el pastel en los sitios donde pueden sacar tajada. Un fenómeno que se perfila en el actual panorama político, es el ascenso de partidos extremistas, que con una idea estrella, como por ejemplo: “Hay que echar a los inmigrantes” atraen a una parte de los descontentos que buscan alguien a quien echarle la culpa de su infortunio. Estas opciones extremistas son la versión más descarnada del gangsterismo político.

Llega el veranito y todo el que puede sigue bailando al son de la orquesta. El otro día, tomando una cervecita con un amigo en una terraza, reflexionábamos sobre lo divino y lo humano y llegamos a la conclusión de que no envidiamos la fortuna de los que tienen mucho. Realmente tienen demasiado y eso les crea unas enormes servidumbres. Tener inmensas propiedades, legiones de criados y lujos sin cuento, al final hacen menos libre al ser humano. La verdadera riqueza no se encuentra en poseer muchas cosas o dinero, aunque hay que tener un mínimo para subsistir. Esta enorme acumulación de riqueza no tiene otro objetivo que ponernos a todos de rodillas. Estoy seguro de que Rodrigo Rato no puede hacer lo que yo hago con mis amigos. Primero por que seguramente su gran codicia le impide tener amigos y lo segundo por que después del desfalco de Bankia, del que ha sido un destacado responsable, se lo tendrá que pensar 2 veces antes de mostrarse en público.

En fin, en España aunque la orquesta deje de tocar dentro de poco y vengan muy mal dadas las cosas, va a ser difícil que nos quiten los placeres sencillos de la vida, de los que somos una de las grandes potencias mundiales. Los españoles de a pie siempre tendremos un rato para tomarnos una cerveza con los amigos aunque sea de marca blanca y sentados en la puerta de casa.

Sean felices.


Doctor Miriquituli.

lunes, 28 de mayo de 2012

EUROVISIÓN, ESE EXTRAÑO EVENTO ANUAL.


A las 21:00 suena el tonillo solemne de siempre. Los eurofans ya saben a qué me refiero. y aparecen los ganadores del año pasado castigándonos una vez más con la canción que ya habíamos olvidado hace muchos meses. Luego viene el tradicional saludo de bienvenida por parte de los presentadores en inglés y francés. Finalmente  empieza la auténtica pesadilla: las canciones en sí.

Démosle un rápido repaso al festival de este año. No me he molestado en averiguar los nombres de los participantes ni de las piezas. Y por muy friki que parezca, sólo conocía al británico Engelbert Humperdinck, por ser un ídolo de juventud de mi madre y a Pastora Soler, que en mi adolescencia cantaba eso de corazón congelado, colorantes, estabilizantes, azúcar, sal y vinagre…(¡Todavía me acuerdo, mierda!) La mayoría optaron por cantar en inglés para asegurarse de entrada unos votos, aunque como siempre, hubo algunos valientes rebeldes que cantaron en su lengua natal, sobre todo de los países surgidos tras la desaparición de la antigua Yugoslavia. Como en cualquier reality show, en Eurovisión tenemos el dudoso placer de ver patrones repetidos cada año:

Representantes frikis

Los rusos han optado por ser representados por dulces y marchosas abuelillas ataviadas de traje regional, cociendo galletas en un horno de cartón-piedra y moviendo sus cucus de izquierda a derecha y viceversa. Defendiendo el honor melódico de Turquía, su cantante, vestido como marinero Jean-Paul Gaultieriano estaba arropado en todo momento por bailarines con capas de color morado-lavado sin Micolor dando voltios cual draculines a su derredor y simulando un barco velero con sus capas. La de Dinamarca no es que fuese muy friki, con su canción-plagio de Roxette, pero su gorro de marinero y sus estridentes hombreras recordando a las de los uniformes militares de la época de Otto von Bismark o las borlas doradas de unas cortinas de lujo y la contrabajista con aire de Grace Jones vigoréxica merecen una mención especial.

(Maci)zorras.

En esta modalidad, la tía buenorra de turno, con unos buenos jamones, potentes delantera y culo, partes estas de su cuerpo que sufren ataques epilépticos durante la duración de la actuación de su dueña, suele estar acompañada de un séquito de tías que también son agradables de ver, pero que por supuesto no son para tanto comparadas con la cantante para no eclipsar. Este ha sido en el caso de Chipre, que ha estado subiendo y bajando de un banco todo el rato. Vamos, participación en Eurovisión y operación bikini, un dos por uno en toda regla. Tanto la cantante griega como sus bailarinas femeninas tenían unas ropas muy cortas y ligeras, más que comprensible por la lamentable situación económica y las altas temperaturas de su país-(la canción se llamaba “Aphrodisiac”).

“Canciones románticas”- o canciones NO aptas para diabéticos.

Jamás nos libraremos, son mayoría de hecho, de las típicas baladas eurovisivas de amor o desamor, llevadas a cabo en solitario, como en el caso de Lituania. El título “Love is blind” (El amor es ciego), lo dice todo. El artista, un rubiales tirillas, estaba vestido a lo James Bond y empezaba con los ojos tapados con lo que parecía una venda de cristales Swarovski, marcando un tempo lento y con voz llorosa y acababa quitándose la venda con arrebato y haciendo un movimiento a lo Michael Jackson tocándose los huevos y moviendo rítmicamente las caderas. Tampoco faltó la mítica pareja mixta chico-chica, o bien agarraditos de la mano, o uno de ellos armado con un instrumento musical, como en el caso de la pareja islandesa-ella con violín. Finalmente, siempre tenemos que acabar soportando a los típicos grupos rockeros sensibleros, este año el caso de Alemania, en el que el vocalista tenía look de “soy guay” con gorro de cantautor popero americano a lo Jason Mraz y pendiente de aro en una de las orejas.

Representantes que dan miedo; no, perdón, QUE ACOJONAN.

La mujer que representaba a Albania: tenía un moño con forma de cesto de mimbre como esos de donde sale la cobra cuando escucha al flautista y su canción sonaba con un tono siniestro, plañidero. Mientras ella chillaba y se desgañitaba. Varias veces, una luz roja-sangre cubría el escenario-este es el rojo oscuro al que debe de referirse Darío Argento-. Gracias a Dios cantó en su idioma y no nos enteramos de lo que decía-o gritaba.

Efectos especiales para despistar.

Nunca faltan algunos representantes que añaden algún detallito al cual se desvíen los ojos del aburrido espectador. Por ejemplo, la francesa y la sueca se agenciaron unos chales de seda colgados de sus brazos que meneaban con giros de 360 grados y que creaban el estandarizado efecto contracorriente mediante unos ventiladores que quedaban fuera del plano del escenario. La sueca tuvo una lluvia de confetis como extra hacia el final de su actuación. Ucrania no se cortó, con 4 paneles hipermodernos y discotequeros que serían la envidia de David Guetta; ella vestida con un vestido a lo Salomé de flecos y con una corona de rosas en su cogote, acompañada de cuatro bailarines tíos buenos vestidos de manera ridícula y “tocando” la trompeta.

Algunos alternativos- modernoides.

Tampoco falta algún que otro grupo de rock demodé con aroma indie como los de Malta, con el cantante portando un frondoso tupé, una de sus manos enfundada en un guante de ciclista amarillo y la batería-cantante vestida de cuero de arriba abajo.

Mezclas de los géneros anteriores.

·         Frikismo con maci(zorra): Rumanía, cantando trozos en español, inglés, rumano y sali lali lali que creo que es algo dadaísta, acompañada por una banda compuesta de un acordeonista calvo, un negro a lo afro con tambor y un gaitero gafiplasti.

·         Frikismo que acojona con efectos especiales: Irlanda apostó por bombardearnos con unos gemelos con cara de Justin Bieber de edad indeterminada, vestidos con una ropa entre visitantes futuristas del espacio exterior, burbujas de Freixenet y caballeros medievales afeminados, dando saltitos todo el rato y mojándose en una fuente que habían colocado para tal cometido al final.

Del politiqueo y amiguismo de los votos paso de hablar porque ya es un tópico demasiado manoseado. Eurovisión tiene un halo irreal y surrealista. Es ese evento anual que para la mayoría de la población pasa por sus vidas sin pena ni gloria. Es un raro reducto de verdadera comunión europea, versiones descafeinadas del mercado musical de masas y frikismo simpático y bienintencionado. Eurovisión huele a “Atrapado en el tiempo” y a posmodernidad, auténtica posmodernidad. Eurovisión es digna de que David Lynch le dedique una película.
YU KYOUNG RYU

martes, 22 de mayo de 2012

UN AÑO Y UN POCO MÁS -LA ISLA-


Inchausti era un bilbotarra de San Francisco, un barrio obrero de la margen izquierda del Nervión. Curtido en la delincuencia común y en la kale borroka, era un tipo duro. Un rencor social más fuerte que cualquier clase de valentía ardía en sus tripas, convirtiéndole en un sujeto temible. Fuesen cuales fuesen sus motivaciones o las circunstancias que le habían hecho ser así, era malo, malo sin paliativos y capaz de quien sabe qué. Todo el mundo le temía, incluso los mandos de la cia mar, que no se querían complicar la vida con semejante sujeto.

A Inchausti siempre le acompañaba un tío pequeñajo paisano de Santiago Reche. Se llamaba Paco Checa, un choricillo de poca monta que colaboraba con el vizcaíno en sus turbios negocios. Checa no era ningún angelito, pero era una persona capaz de sentir empatía por el prójimo, como la que inmediatamente sintió por Santiago.

Santiago era el único madrileño de su reemplazo. Además él y Checa eran del mismo barrio, Vallecas. Lo cual no es decir demasiado, pues Vallecas debe de tener como medio millón de habitantes. Pero lejos de casa… Unos cuantos lugares, incluso algunos conocidos comunes, unen mucho.

Paco Checa tomo bajo su protección al bichín. Curiosamente Santiago Reche no sentía ningún miedo de Inchausti. Tampoco el de Bilbao sentía un especial interés por el madrileño. No tenía gran cosa que le pudiera quitar y no le caía más mal que el resto de los mortales. Se profesaban una mutua indiferencia, algo que no podían decir el resto de los marineros del reemplazo de Santiago, a los que el vasco hacía la vida imposible.

En Melilla se puede comprar güisqui o grifa casi a cualquier hora, pero es muy difícil encontrar libros. La “biblioteca” de la cia mar apenas contaba con unas decenas de ejemplares y un puñado de revistas viejas. En la única librería que había en el centro, Santiago compró un par de libros titulados “Guerra del Rif 1921-1926” y “Historia del protectorado español de Marruecos 1912-1956” Ambos títulos estaban escritos hacía más de 20 años y eran muy poco críticos con la gestión militar española de esta etapa, pero aportaban una información precisa en cuanto a fechas, lugares, hechos de armas y unidades que habían intervenido en los mismos. Santiago completó la información con varios libros que su hermana le mandó desde Madrid a un piso que tenía alquilado Juan el cocinero junto con algunos amigos suyos. Quería llevar sus indagaciones con la mayor discreción posible.

Después de estudiar toda la información de que disponía, Santiago se hizo una idea bastante aproximada de cómo se había desarrollado el conflicto conocido como “Guerra de Marruecos” o “Guerra del Rif” Más o menos la cosa fue así: Tras el desastre del 98 y la pérdida de Cuba y Filipinas, los militares presionaron al gobierno para que España tuviese una mayor presencia en el continente africano. Un acuerdo previo con Francia y la conferencia de Algeciras de 1906, materializaron la cesión a España de la franja Norte del Sultanato de Marruecos. Un 5% aproximadamente, incluyendo la región montañosa del Rif. Desde el principio, el protectorado español fue una sangría de hombres y dinero, que concitó el rechazo de la mayoría de la opinión pública española. En 1921, recibió el nombramiento de gobernador militar de Melilla, el general Fernández Silvestre, un militar tan impulsivo como incompetente, que entre sus escasos méritos contaba el de ser amigo personal del rey Alfonso XIII. Silvestre, lanzó una campaña para pacificar el Rif ante la rebelión de las kabilas o tribus rifeñas. Abd el-Krim, un rifeño educado en España y que había trabajado para la administración colonial, era quien lideraba la rebelión. El 22 de Julio se produjo el desastre. Unos reveses militares menores, aconsejaron la evacuación de la guarnición de Annual. En lugar de una evacuación ordenada, acabó produciéndose una desbandada. Las tropas, en su mayoría formadas por soldados de reemplazo, abandonaron armas y pertrechos y huyeron hacia Melilla. Entre Annual y Monte Arruit fallecieron unos 13000 españoles. El mismísimo general Silvestre desapareció y su cuerpo nunca fue recuperado. De los 3000 hombres que defendían Monte Arruit, una plaza a medio camino entre Annual y Melilla, sólo sobrevivieron 60. Los rifeños los degollaron después de rendirse y meses más tarde las tropas que reconquistaron la posición encontraron los cadáveres mutilados de los soldados, pudriéndose al sol junto a las ruinas del acuartelamiento. En un par de meses se había perdido todo el Marruecos español y de facto se había creado un estado islámico independiente, conocido como la “Republica del Rif” con Abd-el-Krim a la cabeza. Estos luctuosos acontecimientos causaron una onda impresión en la península. La mayoría de los españoles eran partidarios de abandonar aquella absurda aventura colonial, que solamente favorecía a unos pocos magnates y engordaba la nómina de unos mandos militares, tan corruptos como incompetentes. Pero no fue así. En contra del sentimiento general de los españoles, los militares reaccionaron dando un golpe de estado en la persona del general Primo de Rivera. El golpe, conocido y consentido por Alfonso XIII, hizo que la guerra prosiguiera. En 1925, Abd-el Krim, crecido por sus victorias ante los españoles y creyendo que era el momento de expulsar a los europeos de su tierra, cometió el error de atacar el protectorado francés. Fue el principio del fin de la República del Rif. Francia y España se unieron y desataron un horror tecnológico contra la población. Primero el desembarco anfibio de Alhucemas y luego una campaña de bombardeos con armas químicas, acabaron con la joven república. Abd-el-Krim se rindió a los franceses. El ejército español tiene el dudoso honor de haber sido el primero en utilizar la aviación para arrojar bombas cargadas con munición química, concretamente hiperita, también conocida como “gas mostaza” una sustancia terrible, prohibida desde 1919 por los acuerdos de Versalles.

 En el fondo poco había cambiado la situación desde entonces. Santiago pensaba que lo que estaba haciendo, nada tenía que ver con ayudar a España. Había estado de guardia varias noches, pero no le había vuelto a ver. Aún seguía bastante asustado. No se había sentido amenazado en ningún momento por el cabo Fuster, pero hay que reconocer que es algo poco habitual ver a un supuesto cabo desertor, desaparecido más de 60 años atrás, con el mismo aspecto de entonces.

 En la cía mar, el mayor peso de los servicios de armas solía recaer sobre los marineros a los que menos tiempo les quedaba para licenciarse. Antes de que se escapasen de sus manos, los mandos querían dejar un recuerdo duradero en sus todavía subordinados. También, a los fumadores de grifa del reemplazo de los veteranos, les llovían los arrestos. Estar arrestado suponía no salir a la calle y no salir a la calle significaba no tener grifa en cantidad suficiente. Este hecho creaba no pocas tensiones en la compañía.

El que los veteranos hiciesen los servicios de armas, no suponía que el resto de la compañía pudiese descansar, al contrario. Todas las noches montaban alguna movida. Algunas tenían gracia. Como cuando organizaron “la jura de bandera de la Compañía de Mar de Melilla”. La bandera eran unos calzoncillos colgados de una escoba. Ucelai, que era quien presidía la ceremonia, iba disfrazado de general. Los bichines llevaban como uniforme los calzoncillos “de combate” Unos gayumbos de algodón enormes que daban al principio de la mili. Eran tan grandes, que Paco Checa se había hecho con ellos una camiseta de tirantes descosiéndoles la parte de abajo y usando la bragueta de bolsillo para llevar el tabaco. Trinchas, botas y gorro Lepanto, completaban el atuendo de los bichines. Las más de las veces, las bromas eran mucho más pesadas. Varios abuelos, generalmente muy pedo, despertaban a los nuevos y les hacían beber, fumar, cantar, contarles el último polvo que habían echado o remar con escobas por los pasillos. Si el bichín protestaba, llegaban a los malos tratos y extendían el puteo al comedor, la cantina o cualquier otro servicio de la compañía. El ejército es la más perfecta maquina de puteo inventada por el ser humano. Sus miembros lo extienden de arriba abajo. Este puteo se desborda en la guerra, que es un destilado de los peores aspectos del comportamiento humano. Con el paso de las semanas, la presión de los veteranos fue relajándose. Santiago se prometió a si mismo que cuando él fuese veterano no iba a putear a nadie.

Inchausti no solía participar en estas ceremonias. El seguía a lo suyo. No sólo robaba a los bichines, también robaba a los veteranos que ante su próxima licencia, se gastaban la pasta en aparatos electrónicos, más baratos en melilla que en la península. Pedía-exigía dinero que luego nunca devolvía. Una de sus principales victimas era Ángel Moraleda. El albaceteño era de familia bien y recibía giros postales semanalmente. Invariablemente cada día que recibía dinero, Inchausti reclamaba su parte. Santiago viendo el abuso que su colega estaba sufriendo, intercedió por el ante Checa.

-Déjalo estar. Nos queda poco más de un mes para licenciarnos. Además Inchausti no está solo ¡No te metas!- Fue la contestación de su paisano.

Un día, se dio la circunstancia de que todos los veteranos menos Checa estaban arrestados o de servicio.

 -Bichín me tienes que acompañar a pillar, Eres el único del que me puedo fiar ahí arriba. Si te vienes te invito a echar un polvo- Le dijo Paco Checa a Santiago.

Santiago Reche sabía los riesgos que podía suponer subir al Poblado. Cualquiera podía verles. No estaba prohibido, pero todo lo relacionado con la Legión estaba “mal visto” Aunque oficialmente a los “lejías” se les titulase “caballeros legionarios” y la Legión fuese el cuerpo mejor preparado militarmente de Melilla, al resto de militares no les gustaban. Luego estaba el tráfico de drogas. El Poblado era el principal centro de venta de hachis “al por mayor y al detall” de toda Melilla. Si llegaba a los mandos la noticia de que habían subido a semejante sitio, iban a tener muchos problemas. Santiago picado por la curiosidad y ante el generoso ofrecimiento de su paisano, aceptó la invitación. Empezaba a ser una constante la inclinación de Santiago Reche a meterse en líos.

Salieron por separado de la cia mar y se encontraron en un bar  cerca de la parada donde se cogían los autobuses. Un poco antes de que saliera el autobús para Cabrerizas Altas, los dos Popeyes se montaron en él y permanecieron agachados hasta que el bus arrancó. Según iban ascendiendo desde el europeo centro de Melilla hacia el barrio de Cabrerizas, la ciudad iba cambiando. Las antenas de televisión sobre las casas bajas tipo “jaima” y los chavales vestidos con camisetas del Real Madrid o del Barça, indicaban a los dos marineros que aún seguían estando en el siglo XX. A Santiago las escenas que veía, le recordaban las fotografías de la época del protectorado, que había visto en sus libros. Por fin llegaron a las puertas del acuartelamiento Gran Capitán, emplazamiento del Tercio de Extranjeros, que es como también se conoce a la Legión.

Bajaron deprisa del autobús y se internaron en las callejuelas sin asfaltar que había enfrente del cuartel. Patrullas armadas de lejías garantizaban la seguridad del lugar. En cualquier caso, si uno tenía un problema con la población indígena, bastaba con que gritase ¡A MI LA LEGIÓN! Para que saliesen legionarios de todas las casuchas y apalizasen a los moros infractores. Unos años atrás, hubo un gran revuelo mediático, cuando se supo, que tras la agresión a unos legionarios en la Cañada de la Muerte, allí al lado. Una veintena de legionarios, con la connivencia de los mandos, salieron una noche del cuartel y pusieron el barrio patas arriba causando numerosos heridos. No es que los legionarios fuesen racistas ni nada parecido. Los había de todas las razas y nacionalidades y muchos estaban emparejados con moras y vivían en los barrios aledaños al Tercio. Pero en ese lugar, los lejías eran la ley y la justicia. Eran la última frontera entre “la civilización occidental” y un territorio hostil, como tiempo mas tarde Santiago tendría ocasión de comprobar.

Entraron en una casa bastante grande de color azul. Era la conocida como “casa de la Larga”. Allí se vendía hachis y también se practicaba la prostitución. La Larga era la madame de las chicas y la gerente del establecimiento. Era una mujer bellísima. Contaba con la ayuda de un legionario lleno se tatuajes carcelarios que se encargaba de la seguridad y de la alcoba de la propietaria.

-¡Hombre Paquito! Cuanto bueno por aquí ¿Donde te has dejado a tu colega el Inchausti? Dijo la Larga a los dos recién llegados.

-Está de guardia “puteao” en la cueva, os manda muchos recuerdos. Este es mi paisano Santiago, un tío legal. Espero que cuando me licencie le tratéis igual de bien que a mí-

-Tú no te preocupes por eso. Tengo un polen que me ha llegado hoy mismo de la montaña, bueno pero bueno de verdad. Luis dales una china a estos chavales que lo prueben-

El Legionario les dio un aromático pedazo de hachis sin prensar del tamaño de una canica. Santiago con esa cantidad se hacía tres o cuatro porros. Era una estrategia común entre los camellos de Melilla, dar un porro gordo de un hachis muy bueno, para que los clientes se colocaran y luego darles menos cantidad de lo estipulado o un hachis de calidad inferior. Pero Paco Checa que era perro viejo en estas lides y no se dejaba liar tan fácilmente dijo:

-Tiene una pinta cojonuda. Seguro que es tan bueno como el que siempre nos vendes. Pero es que mi colega y yo venimos un poquito cachondos y nos gustaría echar un casquete.-

-¡Pues claro que sí mis niños! Pasad al patio y elegid una morita guapa. Paco…. no te digo nada, que ya sabes donde está todo.- Dijo la Larga contenta de explotar su otra línea de negocio.

El patio de la casa de la Larga se asemejaba, en lo arquitectónico, al claustro de un convento. Estaba rodeado por una galería columnada y en el jardín del centro del patio, había una fuente que manaba agua constantemente, para refrescar el caluroso ambiente de los meses de verano.

Reche y Checa se sentaron en unos cojines  junto a una mesita baja. Una mujer mayor les sirvió té con menta y llamó a las chicas. Una docena de muchachas jóvenes, casi todas marroquíes, aunque también había un par de negras y una española ya un poco entrada en años. Los dos marineros eligieron las que más les gustaron, que se sentaron con ellos hasta que se terminaron el té. Luego pasaron a las habitaciones que las chicas tenían asignadas. La partenaire de Santiago, afirmaba tener 18 años, aunque bien podía ser mas joven. Era rifeña, de un pueblo de la montaña. Hay quien afirma que los rifeños son descendientes de los vándalos y los alanos, unos pueblos germanos que a principios del siglo V cruzaron el estrecho y se establecieron en el norte de África. El caso es que en la región del Rif, hay mucha gente de piel clara, muchos rubios e incluso pelirrojos. Yarmila que así es como se llamaba la rifeña, era una chica menuda con el pelo color zanahoria y los ojos verdes. Se desnudaron en la habitación y se lavaron en un pequeño cuarto de baño anexo. Yarmila llevaba tatuajes de henna en las manos y en los pies. Desnudos junto a la cama, Yarmila le preguntó:

-Te han hecho alguna vez el “baño María”-

-No…. ¿No es eso lo de los flanes?- pregunto Santiago algo alarmado.

-Ahora verás- dijo la morita metiéndose en el baño.

Al momento, Yarmila volvió con la boca llena de agua tibia. De rodillas se metió la polla del marinero en la boca y la estuvo mordisqueando y acariciando con la lengua un buen rato. A Santiago se le puso muy dura. Luego, de pie, encima de una mesita, acabaron echando un “tres en uno” es decir, Santiago se corrió tres veces sin sacarla. Desde luego ¡Que cosa más grande son los 20 años!

Cuando salió de la habitación, Checa le estaba esperando. Ya había comprado el costo y había pagado. Ambos se marcharon de la casa de la Larga en dirección a la parada de autobuses. Durante el viaje, Santiago le contó a Checa lo del “baño María”. A lo que este exclamó:

-¡Joder! Eso no lo sabía yo. No me voy de Melilla sin probarlo-

Unas noches después nombraron a los marineros que iban a relevar a la cia mar de Ceuta en los destacamentos de las islas. A Santiago Reche le tocó el Peñón de Vélez de la Gomera. En tres semanas salían vía Málaga, desde donde, junto con el resto de soldados de los destacamentos, les trasladarían en helicóptero hasta la isla correspondiente.

El destacamento de la cia mar en Vélez lo iban a formar:

Sargento Mariano Núñez Buendía
Cabo Milco Santana Santamaría
Marinero Lorenzo Aguilar Tévez
Marinero Lucio Cantó silva
Marinero Eladio Bueno Fernández
Marinero Iñaki Abasolo Castaños
Marinero Gorka García de Arazuri
Marinero Santiago Reche Alonso

Resumiendo, un sargento de Ceuta que tenía fama de pasar de todo, Milco y tres más de su reemplazo, Santiago Reche y los vascos grande y pequeño que habían llegado junto a él. La cosa en principio no pintaba mal. Más o menos parecido reparto de bichos y veteranos, iban al resto de islas, con Vela a Chafarinas y un recién ascendido sargento Luna, a Alhucemas. El viaje a Málaga iba a ser junto con los abuelos que se licenciaban.

Una fiesta improvisada se formó en la compañía. De suboficial de guardia estaba el sargento Fresno, un individuo cabezón, con cuatro pelos rubios, al que los marineros conocían como “Chupetín” por su gran afición a la botella. Chupetín dio orden al cantinero, un sevillano un poco ladrón, de que abriera la cantina a pesar de que después de retreta, debía permanecer cerrada según las ordenanzas. Los marineros estuvieron saliendo y entrando, hasta que Chupetín, completamente borracho, ya a altas horas de la noche, se fue a dormir la mona.

Chupetín se despertó con una resaca horrible. Nada quedaba del tipo agradable y simpático de la víspera. Anduvo repartiendo arrestos arbitrarios hasta que le relevaron. Santiago fue uno de los arrestados ese día.

Cumplió su arresto y al día siguiente le tocó refuerzo de guardia. Eran algo más de las tres de la mañana, cuando de nuevo vio una figura inconfundible. Era el cabo Fuster caminando por las murallas de la vieja ciudadela en dirección al faro. Al principio, temeroso, Santiago quito el seguro al cetme y le metió una bala en la recamara. Pero no había nada en la actitud de Jorge Fuster que indicase animosidad o deseo de dañarle. Haciendo de tripas corazón, Santiago Reche le llamó:

-¡Mi cabo, mi cabo, espere! ¡Cabo Fuster, espéreme un momento!-

No tenía claro como había que tratar a un cabo de la cia mar desaparecido hacia más de 60 años y ya que llamaba “de usted” y “mi cabo” al idiota de Espigares y otros cretinos por el estilo, le pareció lo más oportuno hacerlo con éste, mucho más veterano que los susodichos.

Jorge Fuster anduvo aún un poco después de que Santiago le llamara y se paró en la entrada de un callejón, unos cuantos metros más adelante. Se volvió hacia el marinero y le hizo un gesto con la mano para que fuese hasta donde él se encontraba. Luego entró en el callejón perdiéndose de vista.

Santiago se encontraba en un estado de nervios cercano al pánico, pero aún así se acercó a la boca del callejón, eso sí, con el fusil por delante dispuesto a meterle las 20 balas del cargador a lo que fuera que hubiese allí.

Era una calle muy pequeñita y pintoresca de Melilla la Vieja, que se llama calle de la Soledad. Cuando Santiago llegó, allí no había nadie, solamente un gato blanco que ni se inmutó al verle. Estaba sentado junto a la puerta de la única vivienda que allí había.

Al día siguiente, se informó en la compañía de quién era el propietario de aquella vivienda. Sin más explicaciones le dijeron que allí vivía “La vieja de los gatos”

Las siguientes semanas apenas tuvo tiempo de investigar nada sobre el asunto. Pasó un par de tardes por la casa pero no había nadie. Tendría que esperar a la vuelta del Peñón, para conocer a la misteriosa dueña de la casa de la calle Soledad.

Quedaban muy pocos días para la partida hacia la isla y un hecho vino a perturbar la habitual rutina del cuartel. Estaba de suboficial de guardia el sargento Chupetín y de cabo de guardia el idiota de Espigares. Chupetín estaba en el despacho, bastante borracho pero tranquilo. Estaba viendo una película porno. Desde la televisión de la sala de los marineros, poniendo el canal adecuado, se veía el video del despacho. Todos los presentes estaban viendo también la porno. Veinte o treinta chavales jaleando las “mejores jugadas” Cuando de repente apareció Espigares, desenchufó el televisor y ordenó acostarse a todo el mundo. Nadie se movió del sitio. Como por arte de magia, la luz de la sala se apagó y alguien echó una manta por encima de la cabeza del cabo. Una lluvia de golpes y patadas cayó sobre Espigares. Cuando terminó la paliza, el melillense, gimoteaba de rabia y dolor. En pocos segundos todos los marineros estaban en la cama. El cabo se incorporó como pudo y fue hasta el despacho, donde el Sargento Fresno tumbado en el sofá, con los pantalones bajados, se la meneaba con parsimonia.

-Da usted su permiso- Dijo el cabo desde la puerta.

-Uu…un momento cabo. Adelante, adelante ¿PERO QUÉ LE HA PASADO?-

-¡A la orden mi sargento! Me han agredido…. En la sala de la televisión- Dijo el cabo entre sollozos.

¿QUIÉN HA SIDO? Dígame su nombre ahora mismo, para que llame a la policía militar- Dijo Chupetín descolgando el teléfono.

-No lo se, mi sargento….Habían apagado la luz y me echaron encima una manta-

-¡ME CAGO EN SU PUTA MADRE! ¡SE VAN A ENTERAR! Gritó Chupetín fuera de sí, al tiempo que se abrochaba el ceñidor con el pistolón  y se colocaba la gorra de plato en su gorda cabeza.

El cabo y el sargento encendieron todas las luces de la compañía y al grito de ¡A FORMAR, A FORMAR! Sacaron de la cama a todos los miembros de la cia mar que dormían en la cueva

Formados en la sala, vestidos con el pijama o en camiseta y calzoncillos, los marineros permanecían en posición de firmes, mientras Chupetín recorría las filas. Por fin se paró frente a la primera fila y comenzó a hablar:

-Quiero que salgan aquí y ahora, SI TIENEN COJONES, los responsables de la agresión al cabo Espigares. Si no salen vamos a estar a aquí toda la noche. También si alguien ha visto algo y quiere decírmelo, voy a estar en mi despacho-

Santiago no había participado en la agresión y tampoco le parecía bien que agredieran a nadie, por mucho que Espigares fuese un imbecil y un tipejo. Por el rabillo del ojo podía ver a Checa y a Inchausti, sobre todo a este último, cómo estaban disfrutando de la situación. Al fin y al cabo, en tres días se iban a licenciar y sabían a ciencia cierta que nadie iba a hablar.

 Pasaron un par de horas pero allí nadie cantaba. Viendo que la situación se le escapaba de las manos, Chupetín optó por pasarle el asunto al oficial de guardia por la mañana.

-Muy bien, muy bien. No hay nadie que tenga cojones ¡AQUÍ NO HAY MÁS QUE CABRONES HIJOS DE PUTA Y MARICONES!- Dijo Chupetín con lengua de trapo.

-Mañana cuando venga el oficial de guardia, decidirá qué hacer con vosotros. Cabo, mande romper filas.-

-¡ROMPAN FILAS!- Ordenó el maltrecho Espigares.

Al día siguiente, cuando llegaron todos los mandos, convinieron en no dar publicidad al asunto. La agresión a un superior, no era un asunto baladí y podía atraer una investigación del comandante general de la plaza sobre la compañía. Optaron por un arresto de catorce días para toda la tropa, tanto para los que se quedaban en la cueva como para los que se iban a las islas. También arrestaron el televisor hasta nueva orden. Los que estaban a punto de licenciarse, en la práctica, habían quedado fuera de su alcance. Lo más que les podían hacer, era asignarles alguna labor penosa en aquellos 2 días que quedaban para su licencia. Que el castigo a los veteranos se cumpliera, implicaba que los mandos tuvieran que trabajar, algo a lo que no estaban demasiado acostumbrados.

¡Por fin llegó el gran día! Los veteranos vestidos de paisano y los marineros destinados a las islas, uniformados y armados, embarcaron en el nuevo ferry, el “Ciudad de Palma”, que desde hacía un mes, realizaba el trayecto Melilla-Málaga. Santiago Reche y otros marineros, llegaron en el Land Rover de la compañía con tres grandes cajas de aluminio idénticas, que contenían pertrechos para cada uno de los destacamentos a los que iban a relevar. Todo el pasaje embarcó sin novedad. Un gran número de culeras se dirigían a la ciudad andaluza con baratijas para vender en grandes bolsones de rafia y otras mercancías que no estaban a la vista. Esta vez no hubo fiesta, ya se encargaron los mandos de que no se desmadrara nadie.

 A la llegada al puerto de Málaga, se despidieron de los marineros que se licenciaban. Santiago abrazó a su paisano con la promesa de verse cuando él se licenciase.

Unos camiones de la legión estaban esperándoles en el puerto. Cargaron los pertrechos, una, dos, tres y cuatro cajas. Santiago había cargado solamente tres en Melilla. Nadie parecía haberse percatado de la multiplicación de las cajas, por lo que tampoco él hizo mención del asunto. Se montaron en los camiones y se fueron, mientras el resto del pasaje del ferry tenía que mostrar sus equipajes en la aduana. Los miembros de la compañía durmieron esa noche en un cuartel de la Legión próximo al aeropuerto malagueño, junto con el resto de soldados y el personal civil destinado a cada isla.

Al día siguiente, temprano, condujeron a los efectivos y la carga hasta el aeropuerto de Málaga y los distribuyeron en los distintos helicópteros. Solamente llegaron tres cajas de la cia mar al aeropuerto, una por isla. Los Chinook, eran unos aparatos grandes, con las hélices montadas sobre 2 torres. Se los había vendido el ejército americano al español y después de la guerra de Vietnam, habían hecho otros “pocos” años de servicio. Con el macuto y el fusil entre las piernas, Santiago se acomodó en el estrecho banco del helicóptero. El vuelo duraba apenas un par de horas. Ya a la vista del peñón, parecía imposible que aquel pájaro tan grande aterrizara en la coronación de la roca sin caerse al mar. Finalmente, después de un par de intentos fallidos a causa del viento, aterrizaron.

Para quien no haya oído hablar del Peñón de Vélez de la Gomera, es uno de los territorios que el estado español posee en la costa del norte de África. Un pequeño islote, situado a medio camino entre Ceuta y Melilla. Hasta los años treinta, estaba completamente rodeado de mar por todas partes, pero un terremoto hizo que quedara unido al continente por una estrecha lengua de arena. Pertenece a España desde el siglo XVI, época en la que era el refugio de un activo grupo de piratas que dirigían sus acciones contra el Sudeste de la península. Durante el siglo XIX fue un penal en el que cumplieron condena, algunos de los más famosos bandoleros de la época y los principales caudillos carlistas. Durante la guerra del Rif estuvo sitiado por las kabilas rebeldes. Una vez reseñada brevemente la historia del lugar, hay que decir que el Peñón de Vélez es un sitio de una belleza subyugante. Situado en la desembocadura de un río, se encuentra rodeado de imponentes montañas rojizas, que caen a pico hasta la orilla de un mar transparente como de cristal.

Según se desciende desde el helipuerto, primero están los cuarteles de los soldados del ejercito de tierra, que en aquella ocasión ocupaban un grupo de las COE (Compañías de operaciones especiales) los “boinas verdes” del ejercito español, varios “pistolos” procedentes de Melilla, encargados de la cocina, las transmisiones y un médico militar también soldado de reemplazo. Bajando está la casa del mecánico naval, un civil contratado por el ejército y un poquito más abajo la casa del sargento de la cia mar. En la parte mas baja de la isla está el destacamento de los marineros, al lado de la puerta de acceso al peñón, desde el embarcadero y la playa que une Vélez al continente.

La vida en el peñón normalmente era bastante más relajada que en la Compañía de Mar, pero tras los incidentes ocurridos en la cueva, a los marineros aún les quedaban 11 días de arresto y en el peñón había muchas maneras creativas de joder al prójimo, no en vano había sido un penal durante siglos.

A primera hora los marineros salían a correr y a hacer gimnasia con los coes. Por parte de los coes corrían todos los soldados, los cabos, los dos sargentos e incluso el teniente que era el oficial jefe de la guarnición. No participaban en el ejercicio matinal el médico, los soldados de la cocina que tenían que preparar el pan y la comida, los dos de transmisiones pendientes de la radio y por alguna extraña razón, el sargento de la cia mar, que se quedaba holgazaneando en su apartamento, hasta que volvían los marineros de desayunar y comenzaba el puteo del arresto.

A Santiago Reche le gustaba hacer ejercicio físico. Pese a estar un poco oxidado por los meses de inactividad y excesos pasados en Melilla, pronto se puso al nivel de los coes que al principio empujaban a los marineros, tratando de acogotarles, mientras corrían por las estrechas y empinadas calles del peñón. Lo que más le gustaba era el baño después del ejercicio, que todo el mundo se daba en el mar.

Tras el desayuno, los coes comenzaban sus ejercicios de guerrilla, recibían clases de manejo de morteros, ametralladoras, cartografía, comunicaciones y de otros muchos conocimientos que un soldado moderno y profesional debe tener. Santiago no había sido nunca una persona muy inclinada hacia lo militar, pero se arrepentía de no haberse apuntado al tercio o a cualquier otro cuerpo en el que le enseñasen algo.

Mientras los coes realizaban estas actividades, los marineros allanaban con palas un escalón de arena que se hacía en la orilla del mar a causa de la marea alta. Siempre lo hacían con bajamar, por lo que seis horas después, cuando volvía a subir la marea, la tierra volvía al mismo sitio de donde la habían retirado. Alternaban esta tarea con la construcción de fortificaciones de sacos terreros en el helipuerto. Mientras subían los sacos de tierra por las empinadas cuestas, Santiago recordaba lo que había leído sobre la guerra del Rif y la estrategia del general Silvestre de repartir por el territorio ocupado fortificaciones de sacos, conocidas como “blocaos”. Construidas en lugares altos, para controlar zonas extensas de territorio, al final acababan siendo ratoneras para los soldados que las ocupaban, sin agua ni comida en su interior. Cuando terminaban de construir el parapeto de sacos, el sargento Nuñez Buendía, que se había revelado como un eficaz sádico, les hacía desmantelarlo y bajar los pesados sacos de tierra de nuevo hasta la playa.

Los marineros trataban de sobrellevar el arresto con deportividad. Pero poco a poco el cansancio iba haciendo mella en ellos. Todos menos el cabo Milco, tenían que realizar a diario servicios de armas. Varias horas en el balcón que había justo encima del destacamento de los marineros, tanto de día como de noche. En esas circunstancias, la siesta se convertía en algo muy necesario, pero nada más terminar de comer, volvían a la playa o a los sacos de tierra.

Desde tiempos inmemoriales, en Peñón de Vélez, hay una colonia de gatos medio asilvestrados acostumbrados a cazar las grandes ratas que por las noches se ven en la isla. En aquella época también había un perro grande de color marrón. Oficialmente pertenecía al mecánico naval, pero había convertido la parte baja de la isla en su territorio y ladraba a todo lo que procediera de más arriba de la casa del mecánico. Esto suponía una gran ventaja para los miembros de la cia mar, que con Pluto, que así es como se llamaba el perro, era muy difícil que se viesen sorprendidos por un “golpe de mano” de los coes a su parte de la isla. También ladraba cuando bajaban a la playa los mehaznis, los gendarmes marroquíes que tenían un puesto al otro lado del istmo y que eran la única fuente de entrada de grifa al peñón. En cambio, Pluto no ladraba, al sargento de la cia mar. Este ladrar selectivo, lo solucionaron en parte los marineros, echandole imaginación. Por la noche cuando estaban en el puesto de guardia, se ataban un extremo de cuerda al tobillo y el otro extremo al collar del chucho, que se quedaba velando el sueño del centinela. Así, los tirones del can para salir a recibir a su “jefe” evitaban verse sorprendidos por Núñez Buendía, durmiendo durante la guardia.

Tras una semana de estancia en el peñón todos los efectivos iban a participar en un ejercicio que consistía en sacar el “bote mixto” y “el lanchón”, un par de embarcaciones de madera, grandes y pesadas, ambas de la misma eslora. El bote mixto estaba motorizado y servía para remolcar el lanchón. Completaban la “dotación naval” del peñón, un par de botes pequeños a remo, llamados “chinchorros”

Entre todos, los coe y los marineros, deslizaron las embarcaciones hasta el agua sobre unos tacos de madera engrasados. En el bote mixto embarcaron el mecánico, el sargento Núñez y un sargento de la coe, en el lanchón el resto de la guarnición. Antes de salir habían repartido a toda la tropa chalecos salvavidas y aletas de goma. Las dos embarcaciones navegaron hacia poniente, hasta una bahía con un par de islitas, cercana a la población de Cuatro Torres de Alcalá. Luego dieron la vuelta. Todo el tiempo un grupo de delfines nadaba junto a las dos embarcaciones. A una distancia considerable de la playa, el teniente ordenó a todos los hombres, ponerse las aletas y saltar a la mar.

-El último en llegar a la playa, arrestado lo que queda de isla- Dijo el teniente antes de ordenar empezar a nadar a todos los que estaban en el agua

El agua aún estaba bastante fría y nadaban con la corriente en contra de la pleamar. Un par de chavales de la coe tuvieron que ser sacados del agua a causa de calambres y síntomas leves de hipotermia. Lo pagaron caro el resto del tiempo que quedaba de isla, de nuevo “la máquina del puteo” Los de la cia mar llegaron con el grupo y Santiago Reche que era un excelente nadador, el primero, sacándole bastante ventaja al coe que llegó segundo.

El sargento Núñez Buendía estaba exultante, tanto que levantó el arresto a los marineros y les obsequió con una garrafita de güisqui “Los Viejos Monjes” de su reserva personal. A partir de aquí, el peñón comenzó a ser un lugar mucho más amable para los marineros, pese a la escasez de tabaco y grifa y la completa ausencia de mujeres. Cada vez que los mehaznis se acercaban a los botes a comerciar, Pluto alertaba a Nuñez Buendía, que se asomaba al balcón con unos prismáticos. Por lo demás, salían mucho a la mar con el sargento, que de familia pescadora, era un auténtico experto. Pescaban al curricán.  Recolectaban unos percebes riquísimos y cazaban palomas con una escopeta de perdigones desde el chinchorro. Eran casi autosuficientes, por lo que muchas noches, cenaban en el destacamento y solamente subían hasta el comedor a por un poco de pan y una jarra de vino fresquito con gaseosa.

Aún hubo un día fuerte de trabajo. Un barco procedente de la península descargó en el lanchón una veintena de bidones de gasoil que entre todos tuvieron que subir con parihuelas hasta la coronación de la isla. Santiago y todos los que subieron los pesados bidones, se preguntaban por qué no habían puesto el grupo electrógeno más cerca de la playa. Pero como ya hemos dicho, en el ejército, por lo menos en el español, nunca se hace nada de la manera más fácil.

Al día siguiente volvían a la cueva. Santiago se encontraba haciendo su último servicio de armas en el peñón. Bueno, se había subido la almohada al puesto, un despertador para que le avisase del relevo y tenía a Pluto atado de una pierna por si se daba el hecho poco probable de que bajase el sargento o los coes hasta el puesto de guardia. Tenía que pasar un mesecito en la cueva y luego… Un mes de permiso en casa. De repente sintió un fuerte tirón de la pierna ¡No podía ser! El último día y aún tenía que venir alguien a tocar los cojones. Santiago Reche se levantó con presteza, desenganchó la cuerda de su pierna y escondió la almohada. Un chacal aulló lastimeramente en las cercanas montañas, cuyos quebrados contornos se perfilaban a la luz de la luna llena. Santiago se dirigió a la entrada del puesto y escudriñó la estrecha calleja empedrada. Allí solamente había un gato blanco. Era extraño ver un gato tan abajo, en los dominios de Pluto, pero ni el perro ni el gato parecían tener miedo el uno del otro. Se acercó unos metros para ver mejor al felino y este maulló quedamente, como saludando al marinero. Luego se dio la vuelta y anduvo hacia la parte de abajo, casi hasta la entrada del peñón. Aún estaba un poco dormido, pero de repente una luz se encendió en su cabeza ¡Maldita sea! Estaba seguro ¡Era el mismo gato que había visto en Melilla la última vez que vio al cabo Fuster! Inmediatamente siguió al bicho, olvidándose por completo del puesto de guardia. El gato blanco se metió en una de las antiguas dependencias de la parte inferior del islote, abandonadas desde hacía mucho tiempo. Santiago vio desde la desvencijada puerta como el animal escarbaba junto a una pared. Al acercarse, el gato se retiró y dando un ágil salto, se encaramó a un ventanuco, luego se perdió en la noche. Santiago Reche comenzó a escarbar. Ayudándose con la bayoneta perfiló los contornos de una piedra de buen tamaño, que al poco rato pudo mover, dejando al descubierto una oquedad. Dentro había un paquete de loneta, atado con un cordel y cuidadosamente sellado con brea. El marinero abrió el inesperado tesoro. Dentro había un grueso fajo de cartas y un cuaderno tipo libro, con tapas de cartón. El remitente de las cartas no era otro que Jorge Fuster Ramírez y la destinataria de las mismas María Medrano García con domicilio en la calle Soledad  Nº1 de Melilla. De pronto sonó la campana del despertador que había dejado en el puesto de guardia. Santiago había perdido la noción del tiempo. Se metió el paquete en el chaquetón y corrió peñón arriba. Por suerte nadie se había percatado de su ausencia. Nadie… excepción hecha de Pluto, que le esperaba en el puesto moviendo el rabo. Pero éste seguro que no iba a hablar.

Al día siguiente, después del desayuno, un ruido trepidante inundó todo el valle. Pronto el Chinook apareció por levante. Tras aterrizar en la corona, de su negra barriga surgieron los soldados y marineros del relevo. El traspaso fue breve y los antiguos isleños montaron en el helicóptero, esta vez con destino a Melilla.


Continuará….


Doctor Miriquituli.  


sábado, 12 de mayo de 2012

15-M SAN ISIDRO LABRADOR


Parece que finalmente la climatología tiende a mejorar. No así el resto de cosas. Lo último que hemos sabido es la intervención-nacionalización de Bankia, el banco resultante, de la absorción por parte de Caja Madrid de Bancaja y una serie de cajas menores. Al parecer, los numerosos activos tóxicos (Ladrillo ladrillete, de aquellos polvos, estos lodos) aconsejan una recapitalización por parte del estado, para evitar males mayores.

Rodrigo Rato (Una de las grandes esperanzas blancas del neoliberalismo español) ha dimitido-le han cesado. Rato, un representante de la pasta de toda la vida. Miembro del PP. Añorado y recordado como uno de los artífices del “Milagro español”. Aquella burbuja tan bonita que cambiaba de color cuando le daba el sol y que cuando explotó nos dejo casi 6 millones de parados (No todo es culpa de Zapatero, aunque fue durante su etapa cuando petó la susodicha burbuja). Se ha ido-le han echado. Desde las tertulias derechosas defienden la trayectoria de este “prócer”. Ayer oí en Onda Cero, que la periodista Carmen Gurruchaga, había publicado el día antes de la nacionalización, una biografía laudatoria del cesado banquero ¡Que casualidad! Esta mañana zapeando por las ondas de camino al trabajo, he escuchado unas declaraciones de Esperanza Aguirre, echándole la culpa de la nacionalización al gobernador del banco de España (Puesto por el anterior gobierno) Seguramente algo de culpa tiene, al menos de la ocultación de la situación real, del banco pero una de las personas menos indicadas para hablar es la presidenta de la comunidad de Madrid. Aún recordamos sus palabras, captadas por un micrófono abierto, en las que se alegraba de que “el hijoputa” refiriéndose a su íntimo enemigo, Alberto Ruiz Gallardón se hubiese quedado sin un representante en el consejo de administración de la entonces Caja Madrid.

Las cajas son las entidades bancarias en las que los españoles hemos depositado nuestros ahorros y nuestra confianza desde hace muchísimo tiempo. Pero han acabado siendo el monedero de los políticos y un lugar para enchufar a sus amiguetes, dentro de este gran disparate que es el estado de las autonomías.

Se acerca el primer aniversario de lo que se dio en llamar movimiento 15-M. Un movimiento que tuvo bastante eco internacional y que al menos en un principio, fue algo espontáneo surgido en las redes sociales. En algún pos anterior he dicho que en España nunca ha habido una verdadera revolución y que cuando salen los descontentos a la calle, cada uno sale por un motivo distinto. Me temo que esto es lo que va a volver a pasar esta vez. Volverán a salir: Trabajadores públicos descontentos con los recortes, parados descontentos con su situación, descontentos afectados por las hipotecas, descontentos con el gobierno, descontentos con la vida e incluso aficionados del Atlético de Madrid, contentos por haber conquistado la Europa League.

Corría más o menos el año 1080. Ya había pasado tiempo desde el final del Califato de Córdoba, aquella época dorada en la que la mayoría de la península estaba unificada bajo la bandera de los Omeyas. Por aquellas fechas, el pujante reino de Castilla con Alfonso VI “el batallador” en el trono, se hacia con una fortaleza en la parte norte del reino taifa de Toledo, conocida como Mayrit y más tarde castellanizada como Madrid. Vivía en aquel villorrio un labriego llamado Isidro. Un simple siervo unido a la misma tierra que trabajaba. Isidro era muy devoto, tanto, que los otros siervos le acusaron ante el señor feudal de incumplir sus obligaciones a causa de pasar muchas horas rezando. El señor quiso comprobar aquella negligencia de su vasallo y fue una mañana al campo que Isidro tenía el encargo de arar. Cual no sería su sorpresa al ver a Isidro rezando, alejado de la tierra de labor y en la misma, a los bueyes arando solos.

En esta época que nos ha tocado vivir, es imposible que se produzca un milagro parecido y no es porque no haya seguidores de la doctrina de San Isidro de “A Díos rogando y con el mazo dando” Es por que una manada de lobos se ha comido a los bueyes y somos nosotros los que tenemos que tirar del arado. Además, esos mismos lobos nos exigen nuevos sacrificios. Quieren nuestras ovejas y nuestras cabras y amenazan con comernos si no se las damos.

¡En fin! Si salen a la calle tengan cuidado con los lobos y también con la primavera que es muy traicionera. Ya se sabe “Hasta el cuarenta de mayo, no te quites el sayo”



Doctor Miriquituli.



 

martes, 8 de mayo de 2012

EL ARTE EN LA CIENCIA, LA CIENCIA EN EL ARTE


Sí, muy señores míos. He tenido la osadía de usar una de las denominadas por mí frases “a la inversa” en el post anterior como título para mi siguiente disertación. En realidad, también lo hice con “Trabajar para vivir o vivir para trabajar”. Lo admito, siento debilidad por ellas. “Me llamo Yu Kyoung y tengo un problema: soy adicta a las frases pedantes y he venido a Frasistas Anónimos como primer paso para curarme”.
Haciendo un doctorado en Física y siendo una aficionada apasionada de la pintura, más de una vez me ha quedado patente que la ciencia y el arte, en un principio dos cosas que parecen totalmente opuestas, comparten una característica en común, que es sin duda, uno de los ingredientes esenciales para encontrar el éxito verdadero en ambos campos: la CREATIVIDAD. La creatividad, claramente es la guinda del pastel, el aliño de la ensalada, lo que va a distinguir una obra señera de un buen-o hasta excelente trabajo. En el caso del arte, siempre es mucho más discernible la participación de la creatividad tanto en el alumbramiento de las obras como en el resto de la idiosincrasia del artista: sus gustos, sus costumbres, sus relaciones sociales, hasta seguramente cómo tendrá decorado el baño, qué libros tendrá en el bidé para leer mientras uno está cagando; el tipo de cortinas que usan para la cocina. En el caso de la ciencia, no parece tan evidente el papel que juega. Sin embargo, los científicos, cuando desempeñan su trabajo, se preocupan siempre de que desde los diseños de los experimentos, los materiales e instrumentos de laboratorio empleados y los productos y dispositivos fabricados hasta las charlas orales y los pósters científicos que se exponen en un congreso y los artículos que se publican en las revistas de investigación tengan una estética y una imagen lo más cuidadas posible. Simplificando, los investigadores también quieren que sus trabajos sean “bonitos”, que gusten a los demás, aparte de buscar problemas relevantes para la comunidad científica y que supongan un desafío intelectual. De hecho, cada investigador va a acabar revelando tanto en sus escritos como en sus exposiciones públicas, realmente, hasta en la forma en que lleva a cabo sus experimentos, su manera de ver el mundo, sus preferencias, su visión de su trabajo y su enfoque personal: es decir, va a individualizar su trabajo. Al fin y al cabo, la creatividad también se demuestra en la individualidad de la persona.
En cuanto a la contribución de la ciencia en el arte, lo primero que hay que decir es que el segundo siempre ha sabido beneficiarse del avance (los avances) de la primera. Sólo voy a referirme a un ejemplo concreto: el óleo. La mezcla adecuada de los pigmentos con los aglutinantes adecuados en la proporción adecuada tiene toda una historia química detrás del escenario. La invención del óleo a finales del siglo XIV y principios del XV supuso muchas ventajas y mejoras en la calidad de trabajo del pintor: éste podía tomarse todo el tiempo que quisiese para acabar su obra, podía retocar lo que había hecho cuantas veces quisiera y podía jugar con la cantidad y consistencia del óleo usado para obtener distintos efectos y texturas. También permitía ampliar los colores de su paleta. La invención del óleo está atribuida a Jan van Eyck. Me da igual quien fuera el verdadero pintor que lo inventó, al igual que no me importa que Shakespeare fuera un impostor: alguien hizo Hamlet. Alguien escribió Macbeth. Esas obras existen y trascienden sobre la autoría (que por supuesto, también es relevante). El hecho importante es que un pintor quiso mejorar su arte, sus obras, recurriendo a la fabricación de una pintura adecuada y la obtención de la misma llegó tras todo un proceso de elección de pigmentos y aceites y de pruebas de mezclas y proporciones, en definitiva, la obtención del óleo requirió un trabajo de investigación y de prueba y error, algo muy característico de la ciencia. También, por ejemplo, el estudio de los colores y sus complementarios está relacionado inconscientemente o no con la óptica.
Donde podemos ver una clara intrusión de la ciencia en el arte y viceversa es en Leonardo Da Vinci, científico y artista. En el arte, nos ha dejado su inmortal dibujo del hombre de Vitruvio, que combina conocimientos geométricos y anatómicos para establecer un canon de las proporciones humanas. Y como científico e ingeniero, realizó el diseño de numerosos inventos, como máquinas voladoras, que no se pudieron llevar a cabo porque estaban adelantadas a los avances de la época, gracias a su imaginación. Es decir, probablemente un visionario aparece cuando una mente racional y con curiosidad y capacidad de observación por los fenómenos de la naturaleza es ayudada por la creatividad y el gusto por la estética.
Hace poco, la imprescindible y carísima (no por la entrada, que era gratuita, sino porque no es un autor muy conocido ni valorizado, por desgracia) monografía de Odilon Redon nos mostró cómo este genial pintor estaba influido y maravillado por el mundo microscópico y la naturaleza en general gracias a sus amigos científicos, entre ellos el botánico Armand Clavaud. Y también, en la exposición que el Museo de Arte Reina Sofía dedicó a Raymond Roussel se pudo constatar cómo su obra más importante, Locus Solus, está protagonizado por un científico y sus diversos y misteriosos inventos. Y a la inversa, cuando en la época de las grandes exploraciones del mundo, los botánicos, biólogos y naturistas llegaban a los sitios desconocidos, ¿no nos han dejado montones de cuadernos de campo y láminas con dibujos muy hermosos de las especies animales y vegetales que se iban encontrando? ¿No es eso arte?
Al final, si uno lo piensa bien, la ciencia y el arte impregnan cualquier otra disciplina y no cabe duda de que son dos campos distintos, pero hay mucha parte en la esencia de cada uno que los acercan más que alejan: tanto el arte como la ciencia surgen de una profunda inquietud intelectual. Al igual que se llegó a la mecánica cuántica en la Física tras buscar la esencia de la materia, su constituyente último; el arte, nos guste o no (yo más bien prefiero el arte figurativo), lo entendamos o no (yo en un cuadro con rayas y manchas, veo rayas y manchas), ha evolucionado hacia la abstracción como intento de suprimir todo lo no-esencial y así llegar a depurar el contenido por completo. Ambas, ciencia y arte (en general) necesitan una cuidada y detallada observación de la naturaleza, de lo que nos rodea para plasmarla en resultados materiales. Y finalmente, ambas aprecian la belleza tanto de lo que existe como de las obras que van creando.

sábado, 5 de mayo de 2012

FRASES



El otro día fui a la Filmoteca para disfrutar de, degustar, quedar fascinada por, Pickpocket, de Bresson. La película empezaba con una genial escena en la que el protagonista, empezaba a escribir-narrar en primera persona- su historia. Las primeras líneas de su confesión decían algo así como “se suele decir que quien hace algo, no lo cuenta y que quien va contando lo que ha hecho, es que no lo ha hecho de verdad. Pero yo hice lo que voy a contar” (Me disculpo en nombre de mi memoria por anticipado, puesto que los críticos y cinéfilos que algún día llegasen a leer este post se rasgarían las vestiduras y me mirarían con ojos asesinos). Enseguida pensé, qué frase tan genial. Y acto seguido: ya estamos. Ya estamos otra vez. Gracias a Dios que estamos otra vez. La frase no me dejó de parecer de puta madre, sólo que empecé a divagar sobre nuestra eterna historia de amor con las frases, llamémoslas, “de opuestos” o las de, llamémoslas, “a la inversa”.

La clase de frases “a la inversa” se crearían en el acto lúdico de meter dos palabras o dos ideas en una misma oración dividida en dos y cambiarles el rol en cada semi-oración. Una de mis familias favoritas de frases “a la inversa” son las del tipo de “No dices (haces) lo que piensas y no piensas lo que dices (haces)”. Esas que quieren decir que tus acciones son opuestas a lo que hay metido en tu coco. Son de mis preferidas por el simple hecho de que nos pasa a todos, a TODOS sin excepción, y si me descuidas, de manera continua, aunque no nos demos cuenta o no queramos darnos cuenta. Estamos inmersos en esta situación de contradicción cada día. Por eso tengo especial cariño al ciclo de “Comedias y proverbios” de Rohmer. Películas repletas de personajes que intentan imponerse a sí mismos, por voluntad propia, un sistema de valores, unos planes de futuro y unas prioridades y que predican sus teorías sobre la vida a los demás, pero totalmente en vano, puesto que al final acaban reconociendo que lo que les mueve a la acción, en el plano real son sus impulsos. Al final acaban probando que lo que decían-a ellos mismos y al resto-no era lo que pensaban. Era lo que querían pensar.

André Gide es una cantina de frases de este tipo, un maestro: “Cree a aquellos que buscan la verdad, duda de los que la han encontrado”, “Ante unos libros, uno se pregunta: ¿quién los leerá? Y ante ciertas personas, uno se pregunta: ¿qué leerán? Y al fin, libros y personas se encuentran.” “Es mejor ser odiado por lo que eres, que ser amado por lo que no eres”. Se le daba genial, ¿no creéis? Oscar Wilde nos ha regalado el de “Hoy en día el hombre conoce el precio de todo y el valor de nada”

Luego están las que he denominado, por distinguirlas de algún modo, “de opuestos”. En esta modalidad de frases, el posible meollo de la cuestión reside en nuestra obsesión por compensar los opuestos. Por ejemplo, “La suerte de las feas las bonitas la desean” Esta frase, por ejemplo, seguramente se inventó para consolar a las que no están buenas, en plan, no te preocupes, aunque seas un callo malayo, todavía tu vida puede tener su lado positivo, como, ejem, tener suerte (amén de que las tías buenas obtienen más éxito en las entrevistas de trabajo, se buscan maridos más ricos, se tiran a tíos más buenorros, y en un bar petado hasta los topes, los camareros las atienden mucho antes). Bueno, para esta cuestión también se han inventado algo llamado “belleza interior” (se referirán a tu marca de sujetador). Este ente conceptual, “belleza interior” daría para discutirlo en un post aparte. Volviendo al tema del actual post, otra frase-refrán de este último tipo, también claramente orientado a fines compensatorios, sería el de “al mal tiempo, buena cara”. ¡Qué difícil es cumplir este! Es demasiado estoico para mí. Llega a intentar convencernos de que cuando estemos jodidos, seamos optimistas. El mensaje es muy bonito, precioso, pero la frase, ¿tiene algún sentido? ¿Está bien hecha? Pues… ¡NO!, yo no le pondría buena cara al mal tiempo si me estuviese tocando las narices. Le pondría cara de poquísimos amigos. Nos encanta hacer este tipo de contraposiciones. Supongo que es el mismo tipo de espíritu que nos mueve a decir que pisar una mierda de perro nos va a dar buena suerte. Como pisar mierda es asqueroso, tenemos que compensarlo esperando a que ya que ha pasado, probablemente, nos tocará la lotería.

Las frases “a la inversa” son más sutiles en el sentido de que son capaces de cambiar el significado de un mismo par de palabras o elementos sin que haya contradicción. Las frases “de opuestos” son más artificiales en cuanto que las construimos para compensar o contraponer unos resultados o situaciones. Sin embargo, lo que me gusta de ambos tipos de frases es que muestran nuestra pasión por el juego de la vuelta de tuerca. Deseamos que si existe un “x” que confirma la regla, exista una “y” que esté ahí para dar la vuelta a los valores. Muestran nuestro gusto por debanarnos los sesos. Y también, en el fondo, reflejan que nuestra esencia es dual: todo va a pares, pero pares disyuntivos. El huevo o la gallina. La aparición del diablo en el hombro izquierdo y el ángel en el derecho en nuestros momentos de indecisión moral. El Madrid o el Barça. Bimbo o Panrico.

Para acabar, pediría a mis lectores más ejemplos de estos tipos de frases y un nombre más adecuado para ellas.


YU KYOUNG RYU

jueves, 3 de mayo de 2012

LOS SIMBOLOS


Este es un país en el que la gente es propensa a adueñarse de los símbolos que son de todos en una política frentista de “Estás conmigo o estás contra mí”

Los símbolos son importantes por que son la proyección del subconsciente colectivo. Una imagen de la entelequia que siempre son las aspiraciones y los anhelos de la sociedad.

De las banderas, una vieja canción decía “Las banderas son trapos de colores, las medallas son chapas de hojalata….” La adscripción a unos colores no supone el acatamiento de todo lo que postule el que pretende administrar dichos colores.

Cualquiera que haya recorrido España sabe que hay hondas diferencias en aspectos importantes sobre la visión del mundo que pueden tener, por ejemplo, un gallego o un murciano. En lo básico todos nos parecemos, pero hay condicionantes que marcan las diferencias. Como suelen decir las diferentes confesiones cristianas al hablar las unas de las otras “Es más lo que nos une que lo que nos separa” La aceptación de las diferencias de los demás con un espíritu constructivo y no de “Arrimismo del ascua a la sardina propia” seria la solución a una gran parte de los problemas que nos aquejan.

La bandera roja y amarilla tradicionalmente ha sido acaparada por la derecha ultra nacionalista, con la cual, la mayoría de los españoles no se sienten identificados. Llevar la bandera bicolor significaba ser “facha” Menos mal, que los triunfos deportivos, vividos por las selecciones nacionales, durante una etapa de gobiernos de izquierda, han democratizado algo el uso de la enseña. 

Con la actual crisis que vive la institución monárquica vuelve a ondear en muchos mítines y manifestaciones la bandera tricolor de la república. Pues bien, con esta bandera ha pasado lo mismo que con la otra. Se la han apropiado una serie de fuerzas de izquierda y parece que si uno no comulga con sus ideas, no tiene derecho a sentirse republicano.

Los partidos políticos actuales son como esos paquetes preparados para cocido o para paella que venden en los supermercados. Tenemos que tragar con el paquete completo, aunque no nos guste el apio o las chirlas.

Yo siempre desfilé con el paso cambiado, lo cual me ha supuesto no pocos disgustos en la vida. Pero ahora que tengo unos años, ni se, ni me da la gana seguir estas líneas de pensamiento empaquetado que el mercado de las ideas nos ofrece.

Por último, no me gustaría terminar estas líneas, sin felicitar al Real Madrid por su triunfo en la liga, a pesar de que no esté nada de acuerdo con la forma de ser madridista que propone Jose Mouriño. No me gustan sus formas, ni las de su guardia pretoriana (Karanka, Cristiano, Pepe, etc) Tampoco me gusta Florentino Pérez, que no le desautoriza cuando se pasa por el forro los más de 100 años de señorío y saber estar del club. Yo era madridista antes, lo soy ahora y lo seguiré siendo cuando estos señores se vayan.

Si van a Cibeles llévense paraguas



Doctor Miriquituli.

martes, 1 de mayo de 2012

UN AÑO Y UN POCO MÁS -LA CUEVA-


Santiago Reche se sentó en la proa del barco junto con otros soldados de reemplazo que también se incorporaban a filas en los diferentes cuarteles de la ciudad de Melilla. Iba a bordo del Antonio Lázaro, un barco viejo a punto de ir al desguace, que aún hacia el trayecto entre Málaga y Melilla. Hacía muy buen tiempo en aquella mañana de enero del año 1986. Un grupo de delfines brincaba junto a las amuras del buque para deleite del pasaje.

La noche anterior en la destartalada discoteca del ferry había tenido lugar una curiosa fiesta. La mayoría del pasaje estaba formado por soldados del último reemplazo, también había veteranos que volvían de permiso y un grupo de mujeres a las que no quitaban ojo un par de tipos de muy mala catadura

-Son culeras- informó un veterano

-Llevan chocolate a la península en el culo y en el chocho y ahora van de vuelta a Melilla. Los tíos que las acompañan son sus chulos-

La fiesta básicamente consistía en empinar el codo a lo grande, lo cual era muy barato. Melilla es puerto franco y el tabaco y el alcohol no pagan impuestos, por lo que una botella de buen güisqui escocés o un paquete de rubio americano valían la mitad que en la península. También circulaban muchos porros. Un adelanto de lo que sería la estancia que les esperaba a los soldados en la ciudad norte africana.

Santiago Reche conoció en aquel viaje a uno de los que sería compañero suyo durante ese año. Se llamaba Ángel Moraleda y era de Hellín, un pueblo de Albacete. Ángel mostraba una seguridad en si mismo que Santiago no tenía ni de lejos. Tras las presentaciones y un poco de charla sobre la vida civil que dejaban atrás, fueron a la barra y pidieron unos cubalibres de güisqui. Moraleda dio buena cuenta del suyo en pocos segundos y pidió otra ronda. No había quien siguiera su ritmo bebiendo, por lo menos Santiago no era capaz. Cuando ya iban por la cuarta ronda, alguien pasó un porro. El de Hellín lo rechazó “Nada de drogas” Santiago le pegó un par de caladas. En Madrid, su ciudad, Santiago Reche era consumidor ocasional de hachis, aunque nunca había comprado, bueno, una vez había puesto 200 pesetas para comprar “Un talego” a medias con sus colegas, en las últimas fiestas de San Isidro. Un par de rondas después Ángel propuso salir a la pista a bailar. Un grupo de reclutas estaba bailando ya con las culeras. Ángel saltó a la pista  y se puso a bailar con la más “leona”. Al rato la estaba morreando y metiéndole mano. Santiago se mantuvo fuera. Se sentía algo mareado y optó por salir a cubierta a tomar el aire. Vomitó por la borda. Cuando se recuperó, tambaleándose, se dirigió al camarote. De camino encontró a Ángel follando con la culera junto a los botes salvavidas.

Ángel se levantó tarde. La noche anterior había seguido de fiesta hasta que cerró la discoteca del barco. Tras desayunar se dirigió a la cubierta y se sentó junto a Santiago en la proa. A lo lejos se perfilaba ya la costa africana. Un rato después se distinguía la ciudad de Melilla, con el monte Gurugú al fondo.

-¿Donde te metiste anoche?  Te fuiste en lo mejor de la fiesta ¡No veas que polvazo pegué por 500 pelas! Con estos precios el año que nos toca estar en Melilla va a ser un chollo- Dijo Moraleda.

Santiago no estaba convencido de que aquel año fuese a ser ningún “Chollo” como afirmaba su reciente amigo. Además tampoco disponía del desahogo económico que parecía tener el de Hellín.

El Antonio Lázaro atracó en la terminal de ferrys. En el muelle representantes de los distintos cuerpos que formaban la guarnición de la ciudad, esperaban con carteles a los reclutas recién llegados. “La legión, regulares, artillería….”  Reche y Moraleda buscaron el cartel de “Compañía de Mar de Melilla”. Lo sostenía un cabo de unos treinta años de edad, entrado en carnes con gafas y bigote que se presentó como cabo PROFESIONAL Maroto. Una docena de chavales componía el nuevo reemplazo. La cia mar era uno  de los cuerpos menos numerosos de la plaza, con más o menos cien efectivos entre mandos y tropa.

 Los nuevos marineros se dirigieron andando al cuartel que estaba a unos cientos de metros del puerto, en la antigua fortaleza del siglo XVI. Cruzaron un arco bajo el cual había una estatua de Franco en uniforme colonial y accedieron a la plaza de armas, donde el cabo les mandó formar. De las oficinas salió el capitán de la compañía, Un individuo gordo y viejo, con bigotes unidos a las patillas a lo Otto Von Bismark. Aquel individuo con aspecto de lobo de mar de opereta, dirigió unas palabras al nuevo reemplazo de marineros:

-Soy el capitán Villalba, oficial al mando de la Compañía de Mar de Melilla. Vais a tener el honor de servir en la unidad militar más antigua de España y seguramente del mundo. La fundo en 1497 Pedro Estopiñán de Virués, cuando conquistó la antigua fortaleza de Rusadir, la actual Melilla.-

Villalba camino callado recorriendo las filas -Melilla pertenece a España desde entonces, mucho antes de la existencia de Marruecos.-

El capitán Villalba hizo de nuevo una pausa teatral y se paró frente a Santiago Reche.

-España, actualmente es una democracia….  pero el ejercito no es ninguna democracia ¿Entendido?- Dijo mirando a la cara de Santiago.

-Si, si… Entendido- Contestó Santiago algo cohibido.

-¿Cómo que “Si, si”? ¡A LA ORDEN MI CAPITAN! ¡SI MI CAPITÁN!- Bramó el capitán Villalba

-A todos los mandos y a los cabos profesionales se les llama por su graduación militar y siempre se responde, en posición de firmes ¡A LA ORDEN!-

 -¡A LA ORDEN MI CAPITAN! Contestó Santiago.

El orondo capitán siguió perorando en la misma línea, sobre las bondades de pertenecer a tan benemérita institución y otras sandeces por el estilo, hasta que ordenó al cabo Maroto que rompiera filas.

El cuartel de la compañía era conocido en Melilla como “la cueva” y hacía honor a su nombre. Estaba instalado en las caballerizas de la antigua fortaleza, tres naves alargadas de pura roca en forma de bóveda de cañón, con vanos solamente en los extremos. Las oficinas estaban más abajo, junto a la antes mencionada plaza de armas, donde también se encuentran los aljibes de la fortaleza y varios almacenes que en jerga marinera se denominan “pañoles”. La cocina y el comedor de la tropa ocupaban el nivel inferior, ya junto al arco de la marina al que se accede desde la explanada del puerto.

 En las dependencias para la tropa, el cabo Maroto, dejó a los nuevos marineros en manos del cabo Luna, el cabo más veterano de la cia mar que estaba a punto de ascender a sargento. Luna era un tipo gordo también (No parecía que viendo a los mandos los marineros fuesen a padecer mucho por un exceso de ejercicio físico) Era renegrido y pese a afeitarse concienzudamente a diario, una sombra de barba, muy negra y cerrada, oscurecía su rostro a las pocas horas de haberse afeitado. La mirada del cabo Luna era esquiva y mezquina como su carácter. Tenía muy poco nivel cultural y trataba sin ningún tipo de consideración a cualquiera que se encontrase por debajo de él. Aquel palurdo tenía el empleo de furriel en la cia mar. Era el encargado de repartir los uniformes y la ropa de cama a la tropa, labor que desempeñaba con interesada tacañería.

 Ya instalados los nuevos miembros de la compañía, sonó por los altavoces el himno nacional. Era la ceremonia diaria de izar la bandera. Tras ella, todos los integrantes de la compañía de mar tenían una hora de descanso que aprovechaban para almorzar. En la cantina de la cia mar, a un lado de la barra se ponían los mandos, con sus pistolones y sus grandes barrigas, ocupando el resto la tropa. Era la primera toma de contacto de los nuevos marineros con los veteranos. Bueno no con todos, ya que la mayoría de los veteranos a los que les quedaba menos tiempo para licenciarse estaban en las “Islas” La compañía de mar tenia el cometido de facilitar los suministros a varias plazas fuertes menores que España posee en la costa marroquí entre Ceuta y Melilla, las Islas Chafarinas, la Isla de Alhucemas y el Peñón de Vélez de la Gomera y se turnaban en este cometido con la Compañía de Mar de Ceuta.

 Uno de los veteranos que no se había marchado a la isla, era un tipo de aspecto repugnante, natural de San Sebastián. Se llamaba Chon Uzelai. Apenas lavaba, ni su cuerpo ni su ropa. Tenía un agujero en el cráneo por un accidente sufrido cuando era niño. Siempre iba con una sonrisa idiota en su cara, hablando solo, en una jerigonza, mitad eusquera mitad castellano. A todas luces aquel chaval era un enfermo mental, que no debía estar allí.

 Después de gorronear el almuerzo y tabaco a los “bichines” Uzelai les lanzó esta advertencia:

-Disfrutad ahora, que os vais a cagar cuando vuelvan Gorrochategui y los otros abuelos de la isla…-

 Para la llegada de los abuelos aún quedaba casi un mes, en cuanto al temible Gorrochategui parecía ser un tipo bastante chungo, al que la mayoría de los marineros quería ver licenciado cuanto antes, sin entrar en más explicaciones.

 Aquella tarde, vestidos con el traje de “bonito” con su peto de gala,  tafetán y gorro Lepanto, los marineros recién llegados, salieron por primera vez a pasear por la ciudad de Melilla.

 Melilla tiene dos partes bien diferenciadas, la de las postales y el resto. De momento Santiago y Ángel se movieron por la primera, la antigua ciudadela, el puerto, el parque Hernández…. Una parte mínima de la ciudad que es la que sale en los telediarios cuando se habla de la plaza norteafricana.

 Básicamente en el horario en el que podían salir de paseo los soldados había cuatro cosas en las calles: Soldados, putas, maricas y camellos.

 Santiago y Ángel entraron en un disco-bar que se llamaba Bunker Bank. Tenía una decoración divertida, como de planta industrial abandonada. Sonaba “Lejos del Paraíso” una canción del grupo la Mode, una secuela  de Paraíso, grupo mítico de la “movida madrileña” al que Santiago había visto tocar años antes, en la celebre sala Rockola. El sitio estaba lleno de soldados. En una mesa había varios marineros del último reemplazo. Santiago y Ángel pidieron unas bebidas y se sentaron con sus compañeros. Había soldados de distintos cuarteles fumando porros. Porros que pronto llegaron a la mesa donde se encontraban los marineros. Santiago le pego unas caladas. Era un hachis mucho más fuerte que el que fumaba en la península y pronto se sintió muy colocado, otros marineros de la mesa también fumaron. Ángel siguió fiel a su política de “No a las drogas” y se pidió su quinto cubalibre.

 El grupo de marineros emprendió el camino de regreso a la cueva con un pedo considerable. Cuando llegaron, el suboficial de guardia les estaba esperando en la puerta de la compañía. Era el sargento primero Vela, un tipo alto y barrigudo, con un gran bigote a lo Pancho Villa. Con sus ojillos turbios escrutó al grupo y les ordenó que se vaciasen los bolsillos y luego junto con un cabo de Melilla, los cacheó uno por uno. Por suerte ninguno llevaba hachis.

 Santiago y Ángel se pusieron el traje de faena en silencio. Se les había pasado el colocón de golpe. Ucelai se acercó hasta las taquillas donde se estaban cambiando y les preguntó.

 -¿Qué es lo que ha pasado bichines?-

 Le contaron lo del  registro al que habían sido sometidos y lo que habían hecho esa tarde.

 -Melilla esta llena de “chivatas” y el Bunker es donde más hay. Habéis tenido suerte de que Vela no os pillase con nada. Es el mayor grifota de toda Melilla, pero hace poco, pillo a un chaval con una china y le metió dos meses en el calabozo. Tened mucho cuidado en la calle, que los “Popeyes” somos muy pocos y damos el cante en todas partes- Tras estas atinadas advertencias Ucelai se marchó de la camareta tocándose la polla. Siempre se la estaba tocando.

 Como pudo comprobar Santiago esa misma noche, se fumaba hachis hasta dentro de la misma compañía. Un grupo de veteranos, fumaba, en la nave que servía de cuarto de baño para la tropa. Utilizaban una elaborada técnica para no ser detectados en pleno fumeteo. Como la nave temía 2 ventanas, una en cada extremo, comprobaban la dirección del viento para que el humo de los canutos saliera hacia fuera y no penetrase en la compañía alertando con su olor a los mandos. También montaban un “plantón” que es el nombre que en jerga militar se le da a cualquier vigilancia no armada. Uno que no fumaba en ese momento vigilaba el acceso a los baños por un agujero de la puerta y mediante una señal convenida, alertaba a los fumetas de cualquier visita inesperada.

 Finalmente se apagaron las luces, la compañía se quedó en calma. Un marinero roncaba, otro hablaba en sueños y otro, unas camaretas más allá, se la estaba pelando.  

 Al día siguiente, tocaron diana a través de la megafonía del cuartel. Tras asearse, vestirse y hacer la cama, los marineros formaron en la sala donde se veía la tele. Pasaron lista y luego bajaron a desayunar. Después del desayuno, se pusieron las trinchas con los cargadores y la bayoneta, cogieron los fusiles Cetme y se fueron a las murallas a hacer instrucción.

 Tras la instrucción se repartieron las tareas del cuartel. En el ejército español nadie podía parecer desocupado. En general se trabajaba a lo tonto, con pocos medios y con un rendimiento bajísimo. Desde siempre se echaba mano del medio más abundante del que se disponía, el soldado de reemplazo que era prácticamente gratis. Esta manera de pensar, un ejercito numeroso pero muy mal dotado de medios, ha hecho que España no gane una guerra desde hace más de 200 años. Este defecto general del ejército, si cabe, estaba mucho más acentuado en la Compañía de Mar de Melilla

 Con un par de cabos de reemplazo, un canario muy simpático que se llamaba Milco y un catalán un tanto presuntuoso que se llamaba Corbacho, los nuevos marineros bajaron hasta el varadero militar del puerto de Melilla.  La “Dotación naval” de la cia mar era un poco de andar por casa, unas barcas de madera mas propias de siglos anteriores que del ultimo cuarto del siglo XX.

 Tras intercambiar unos exagerados saludos militares en plan de cachondeo con el marinero que estaba de guardia en la garita, los dos cabos ordenaron embarcar en varias tandas a los nuevos, a bordo de un bote de remos con fondo plano denominado “patacha”, muy adecuado para navegar por las aguas someras del varadero. Desde esta embarcación, subieron en los dos botes de instrucción, uno de 4 y otro de 6 remos que estaban fondeados en frente. Sin desamarrar los 2 botes, los cabos explicaron a los marineros las distintas partes de los mismos y les enseñaron como se armaban los remos con unas ligaduras hechas de esparto trenzado llamadas “estrobos” que sujetaban los remos a los “toletes”  unos palos verticales con forma de cachiporra que sobresalían de la parte superior de la borda.

 Santiago y Ángel embarcaron en el bote de seis remos junto con el cabo Milco, cada uno a una banda de la bancada, hombro con hombro, en la fila de remos más a popa. Cuando soltaron las amarras del bote, la cadencia del remo no era ni mucho menos uniforme, hasta que siguiendo el ritmo que marcaba el cabo Milco desde la caña del timón, los seis remos comenzaron a salir y a entrar al mismo tiempo en el agua. El bote navegaba a una velocidad sorprendente, mucho más rápido que el de 4 remos con el cabo Corbacho al timón. En pocos minutos, rebasaron la bocana del puerto y llegaron hasta casi el límite de las aguas territoriales marroquíes.

 El cabo Milco ordeno alzar los remos. Al rato llego la embarcación de Corbacho que se abarloo junto al otro bote.

 -A ver, bichines ¿Quien le da al abuelo un par de cigarros rubios?- Dijo Milco con su marcado acento canario.

 Cuando los obtuvo, tanto él como Corbacho sacaron papel y hachis y liaron con habilidad sendos porros. Los porros pasaron de mano en mano. Una luz de alerta se encendió en el cerebro de Santiago Reche, encontraba el hachis en todas partes desde que había llegado. Los efectos del hachis eran mucho menos devastadores que los de otras drogas, incluido el alcohol. Pero no dejaba de ser una droga y por lo tanto adictiva. Además era ilegal y corría el peligro de acabar entre rejas como aquel infeliz al que había pillado el sargento primero Vela con una china. Aún después de considerar todas estas circunstancias, Santiago Reche le dio unas caladas al porro que le pasó el cabo Milco.

 Había sido agradable la instrucción de remo. La segunda parte del trabajo en el varadero lo fue menos. Consistía en “picar cadenas”. Largos ramales de gruesas cadenas pertenecientes a los trenes de fondeo de los amarres del varadero, que estaban cubiertas de herrumbre. Un trabajo penoso y absurdo. Limpiar los trenes de fondeo ¿Para que?  La única misión de aquellas pesadas cadenas, era unir unas grandes piedras de hormigón denominadas “muertos” para que todo el tren actuase de forma solidaria ante los embates del mar y del viento. El sistema de limpieza, consistía en distribuir a los marineros a lo largo del ramal, cada uno con una varilla de ferralla para golpear los gruesos eslabones y que así que se desprendiera de ellos la herrumbre. Los cabos informaron: Si desde la cia mar se dejaba de oír el clin clin del golpeo de los hierros, el oficial de guardia les podía arrestar, por lo que, o golpeaban, o ellos mismos iban a arrestar al que no lo hiciera.

 Pasaron un par de semanas monótonamente en la cia mar, donde básicamente no se hacia nada de provecho. Beber, fumar grifa y ocupar el tiempo en tareas inútiles y absurdas. La única enseñanza que en general se podía obtener de la antigua mili de reemplazo era aprender a dejar pasar el tiempo sin volverse loco. El tiempo acaba poniendo todas las cosas en su sitio

 Llegó el día en que los marineros del último reemplazo comenzaron a realizar servicios de armas. Aquella noche Santiago y Ángel tuvieron refuerzo de guardia, es decir guardia pero por la noche.

 Muchos de los arrestos que se producían en el servicio militar eran por dormirse durante la guardia. En general se dormía todo el mundo, pero en la cia mar había dos puestos clave para no ser sorprendidos durmiendo por el jefe de día, “el varadero y el cañón” Estando despiertos los marineros de estos dos puestos, podían avisar de la inminente visita, para que cuando el jefe de día llegase a la cia mar todo el mundo estuviese en su puesto.

 El jefe de día era un comandante o teniente coronel de cualquier cuerpo, que durante 24 horas estaba encargado de visitar los cuarteles de la ciudad y comprobar su buen funcionamiento. Iba en un Land Rover con la policía militar y cuando llegaba al cuartel había que echarle el alto, avisar al suboficial de guardia y este tenía que pedirle una contraseña y luego “darle novedades”

 A la orilla del mar por lar noches hace un frío húmedo muy difícil de combatir. Santiago estaba cumpliendo con su hora de puesto en la garita del varadero militar y sentado en un bidón que los marineros habían colocado como asiento; no paraba de dar cabezadas. Eran las cuatro de la mañana y arrebujado en el grueso chaquetón no podía evitar la somnolencia. Dejó el fusil apoyado en una pared de la garita, estiro las piernas y se subió el cuello del chaquetón. Instantes después se quedó dormido.

 Unos golpes en el cristal de la garita hicieron que Santiago se despertase sobresaltado. Un cabo alto al que no conocía estaba fuera. Cogió el fusil y salio precipitadamente saludando. Sin mediar palabra el cabo le devolvió el saludo y le señaló las luces de un coche que se acercaba por la avenida del puerto. Era un Land Rover de la policía militar ¡El jefe de día! Santiago se volvió para darle las gracias al cabo pero se había marchado. Cogió el walkie talkie y avisó a la compañía. Cuando llegó el jefe de día, un comandante de ingenieros, todo el mundo estaba despierto y en su puesto.

 Finalmente llegó el relevo, el cabo Milco con el marinero encargado de sustituir a Santiago en el puesto. De camino a la compañía Santiago le preguntó a Milco por el misterioso cabo que le había despertado cuando se había quedado dormido.

 -¿Cabo? No se de que cabo hablas, todos están durmiendo y los cabos de Melilla están en su casa-

 Pasaron varios días en los que Santiago anduvo “franco de servicio” Esa expresión que significa quedar libre de servició, siempre daba lugar a bromas con el antiguo dictador Francisco Franco, cuya estatua estaba en la entrada de la ciudadela. En la compañía los mandos ya tenían localizados a los grifotas del nuevo reemplazo y al que al parecer era el único homosexual del mismo. Estos entraban junto con los “marginados” de los otros reemplazos, en una especie de pelotón de castigo que realizaba las labores más penosas de la compañía. Santiago no era uno de los porreros más recalcitrantes y se relacionaba con todo el mundo, pero después del incidente del Bunker Bank, los mandos y los cabos de Melilla le habían puesto la etiqueta de “puteable” A él no le preocupaba el trabajo. Prefería mantenerse ocupado. Lo que peor llevaba era el muro que se estaba levantando entre los que fumaban costo y los que no lo hacían. Incluso Ángel había empezado a mantener las distancias con él dentro de la compañía.

 En el pase de lista de aquella noche le correspondió el peor de los servicios de armas, 6º de guardia. Todo el día de guardia, varadero de 5 a 6 de la mañana y al día siguiente cocina, además con el sargento primero vela de suboficial y el cabo Espigares un melillero gordo (Para no variar) de un reemplazo anterior al de Santiago que ganaba meritos a pasos agigantados como la nueva “chivata” de la compañía.

 La guardia transcurrió lenta y tediosa hasta las 12 de la noche, con excepción de 2 sucesos simpáticos que animaron aquel día tan largo.

 A media tarde un grupo de moritas capitaneado por una chica delgada con muy mala boca a la que los marineros llamaban “la anchoa” vino a poner cachondos a los marineros, cosa nada difícil, tratándose de chavales entre los 19 y los 25 años el más mayor. Estaban Santiago y un par de compañeros intercambiando requiebros subidos de tono con las chavalas, cuando salió Espigares a meter baza. El gordo cabo era el típico tío que para hacerse el simpático, menospreciaba a sus semejantes, pero no tenía ni puta gracia y así se lo hicieron saber la anchoa y sus amigas, que le llamaron seboso, gilipollas y picha pequeña, ante el mal disimulado regocijo de los marineros a los que había cortado el rollo.

 Durante la ceremonia de arriado de bandera, con el cabo y el sargento primero saludando, la guardia presentando armas y el himno nacional sonando por megafonía, apareció un moro que tenía una tiendecita un poco más arriba de la cia mar, en la cual vendía tabaco, refrescos y se podía tomar un te muy rico. También vendía porros de kifi ya liados a 25 pesetas. Cuando un moro contraviniendo los preceptos de su religión se da a la bebida, no hay nadie en el mundo tan borracho como él. Este era el caso del Bogart, que así es como le conocían en Melilla la Vieja. Ni corto ni perezoso, mientras sonaba el himno nacional, Bogart se arrodilló frente a la compañía  y comenzó a grito pelado a entonar la llamada a la oración de los musulmanes ALLAHU AKBAR, ALLAHU AKBAR……  Ante el estupor de Vela y Espigares, que no podían hacer ni decir nada hasta que no terminase la ceremonia de la bajada de la bandera. Los marineros a duras penas podían aguantar la risa. Cuando terminó el himno, Bogart ya estaba por encima de la cia mar. Vela se dirigió al borrachín con estas palabras:

 -Bogart maricón, cuando te pille te voy a pegar una patada en los huevos que te vas a enterar-

 A lo que el moro respondió:

-Cómeme la polla grifota, racista ¡MELILLA MARROQUÍ! ¡VIVA HASAN II!-

 Toda la guardia y los viandantes se desternillaban con la escena entre el suboficial y el moro. Pero a vela estaba claro que aquello no le había hecho ninguna gracia y la mirada glacial que dirigió a los marineros de la guardia lo dejó muy claro.

Finalmente dieron las doce de la noche, a partir de esa hora entraba el refuerzo de la guardia, normalmente los marineros de guardia podían dormir unas horas en la prevención, eso si vestidos, con las botas, los correajes con sus cuatro cargadores de 20 balas y hasta con bayoneta, por si venía el jefe de día, el enemigo o que se yo.

 Esa noche la guardia no durmió. Vela y Espigares hacían salir a los marineros a hacer la ronda por los distintos puestos. Como se notaba que aquellos dos cabrones, iban a dormir a pierna suelta al día siguiente en sus casas.

 A las 5 de la mañana, un extenuado Santiago Reche junto con el cabo Espigares dieron relevo al marinero que hacia el último turno de refuerzo en el varadero. Hacia mucho frío. Santiago se metió en la garita y comenzó a masturbarse para no quedarse dormido. Al rato vio andando por las proximidades del varadero a una figura familiar. Era el misterioso cabo que unas noches antes le había despertado. Reche salió de la garita y le llamo a voces, pero el cabo siguió su camino sin detenerse. Cruzó la puerta de la marina y un poco más tarde se le vio junto a uno de los cañones de la muralla donde cada mañana hacían instrucción. Luego se le perdió de vista.

 A las 6 de la mañana, Santiago desayuno una tortilla francesa, un café muy cargado con un poco de leche y un buen puñado de galletas. Luego se puso con el cocinero a preparar el desayuno de la compañía. Después de que desayunaran los marineros, junto con el resto de bichines que tenían servicio de cocina, recogió el comedor, fregó los cacharros y peló patatas para la comida. Luego el cocinero le dio un poco de vidilla y le dejó echarse un par de horas en la despensa, que era un sitio al que los mandos no solían ir, excepto a primeros de mes, cuando la cia mar hacia la compra  y acudían a saquear las provisiones de los marineros.

 No era un mal tío el cocinero, se llamaba Juan y era del reemplazo del cabo Milco. Era, eso si, un poco guarro. Pero cocinaba de maravilla con lo que le dejaban. Su plato estrella era el pollo a la moruna, aunque  los platos de legumbre los bordaba. Llevaba los pantalones y la chaquetilla del traje de faena, brillantes de grasa. No los había lavado en meses y afirmaba categórico, que no los pensaba lavar en el tiempo que le quedaba de mili. Un canario del reemplazo de Santiago había entrado recientemente como pinche para sustituirle cuando se licenciase. Los cocineros trabajaban mucho, pero no hacían servicios de armas y como eran imprescindibles y además testigos de todos los tejemanejes de  los mandos. Prácticamente hacían lo que querían.

 Por fin Santiago pudo dormir la noche entera. Al día siguiente se vistió de bonito y salió solo de paseo. Se encamino hasta los cañones y se acerco al lugar por el que había visto asomarse al cabo la otra noche. En el pretil de la muralla, grabado sobre la dura roca había una inscripción poco visible “Jorge y María 3 de mayo de 1920”

Santiago tenía una corazonada. Al día siguiente hablo con el marinero que tenía el empleo de administrativo en las oficinas de la compañía de mar y le contó una historia ficticia de un amigo suyo que estaba haciendo una tesis doctoral sobre la guerra del Rif y le gustaría recabar información sobre la vida diaria de los soldados de melilla durante ese periodo. El oficinista, un tipo pequeño y algo triste, que se aburría como una ostra con el poco trabajo de la oficina, hizo como que se creía la historia de Santiago. También ayudó a conseguir su colaboración, una china de excelente polen que Santiago le pasó.

 El marinero administrativo dejó en la despensa de la cocina cuatro gruesas carpetas con los expedientes de los hombres que habían pasado por la cia mar entre 1919 y 1927. Santiago se sumergió en aquel mar de hojas de color sepia. Había muchos expedientes deteriorados en los que bien las fotografías, bien la información escrita estaba borrosa.

Veía rostros curtidos por el sol, de campesinos, de pobres. En demasiados documentos de licencia en lugar de una firma había una cruz y una huella digital, lo que evidenciaba dado el alto porcentaje de analfabetismo, que el peso de aquella terrible guerra había recaído sobre las espaldas de las clases más humildes.

Santiago Reche abrió la última carpeta. Le quedaba poco tiempo antes de que terminara la hora de paseo. Revisó más de la mitad, hasta que llegó a un expediente “Jorge Fuster Ramírez –Cabo –Nacido en Alicante el 14 de octubre de 1899” Abrió la portada y allí estaba él, el misterioso cabo que había visto de noche rondando por el varadero. Una descarga eléctrica recorrió su espalda para ponerle todos los pelos de su cuerpo de punta.

 A duras penas reaccionó al shock que acababa de experimentar. Dejó las carpetas en el sitio convenido y escondió el expediente con intención de examinarlo después de la cena.

 Ya en la compañía, poniéndose el traje de faena, Ángel, que también se estaba cambiando se le quedó mirando.

 -Madriles, no se que te habrás tomao, pero estás pálido como el yeso ¡Parece que hubieses visto un fantasma!-

 -Estoy bien…. Algo me habrá sentado mal- Contestó Santiago evasivo.

 -Durante el pase de lista y la cena Santiago permaneció mudo. A última hora bajó a la cocina con pretexto de tomarse un vaso de leche. Cogió el expediente del cabo Fuster y se lo metió debajo de la chaquetilla. Si por casualidad le cacheaban podía tener muchos problemas. Estaba sustrayendo información del ejército español, un delito que podía hacer que diese con sus huesos en un castillo militar. Cuando la compañía quedó en calma saco el expediente de debajo del colchón y se fue a las letrinas a examinarlo con más detenimiento.

 Según rezaba en el documento, Fuster había estudiado derecho. Era algo muy extraño Santiago sabía que por aquella época, los ricos solían librarse del servicio militar a cambio de dinero y un estudiante de derecho debía de disfrutar de una situación económica acomodada. Aunque lo más sorprendente del expediente es que no tenía hoja de licenciamiento ni certificado de defunción. Jorge Fuster había sido sometido a un consejo de guerra en rebeldía, o sea ausente ¡Por deserción!

 Tal vez fuesen imaginaciones suyas. Había bebido y había fumado porros durante las dos guardias ¡Seguro que había sido su imaginación! ¿Cómo se le iba a aparecer un desertor de la Compañía de Mar de hacía más de 60 años?  ¡Además con aspecto de tener veintipocos! Más tranquilo, interiorizando esa idea, escondió el expediente y se dirigió a uno de los urinarios. Al pasar por delante de la ventana le pareció ver a alguien en la muralla junto a los cañones. No necesitó asomarse para saber de quien se trataba. Temblando de pies a cabeza se dirigió a toda prisa hasta su litera. No pudo pegar ojo en toda la noche. Casi al amanecer le venció el cansancio y se durmió. Soñó con un mar embravecido que durante la noche golpeaba sobre las rocas. El estruendo de las olas se mezclaba con gritos de mujeres y el llanto de niños pequeños.

 Al día siguiente durante el alto de la mañana llegaron una veintena de marineros muy morenos y con barba de no haberse afeitado en mucho tiempo. Les acompañaban tres cabos y tres sargentos. Eran los miembros de la cia mar destacados en las islas que volvían a la compañía.

 Continuará.....


Dr Miriquituli.