lunes, 26 de diciembre de 2011

HACIA EL MAR

Tras la batalla, los miembros del clan se dedicaron a enterrar a los muertos y a curar a los muchos heridos, tanto a los del clan como a los enterradores de semillas. Estos estaban muy sorprendidos por el trato que los cazadores les dispensaban a pesar de haber invadido sus tierras y haber matado a su gente.

Kiri estaba preocupado por un posible reagrupamiento del enemigo. No en vano, habían logrado escapar sus dos principales cabecillas, Friu y el malvado Tolos. Tendrían que actuar rápido si querían terminar con la guerra cuanto antes.

La mayoría de los hombres disponibles partió de las tierras del clan en dirección a la costa. Llevaban a los combatientes enemigos capturados en condiciones de marchar. Kiri no quería dejar una “quinta columna” a su retaguardia y no estaba dispuesto a acabar con las vidas de unos hombres desarmados, que habían sido conducidos al desastre, por la locura y la ambición de sus líderes.

Un pequeño número de guerreros, condujo a los enterradores de semillas derrotados al Sur para que volvieran a sus tierras. Mientras Kiri y el resto de guerreros del clan se presentaron a las puertas del poblado.

En el tiempo que Tolos estuvo en el gran poblado, reclutando hombres para la guerra, Friu había obligado a los miembros del clan de la costa a levantar una empalizada tan alta como casi dos hombres, para evitar ataques como el del invierno pasado.

Cuando detectaron la presencia de los cazadores todos los guerreros del poblado subieron a la empalizada con los antiguos habitantes maniatados. Los mismos que habían reconstruido el poblado y trabajado para los enterradores de semillas, ahora les servían de rehenes. Así evitaban que Kiri y sus hombres pudieran volver a usar sus flechas incendiarias.

Desde lo alto de la empalizada Tolos habló, en un tono meloso, que no presagiaba nada bueno:

-Amigos, por que seguir con esta contienda inútil que tantas muertes ha costado ya. Retiraos a vuestro poblado y nosotros nos quedaremos donde estamos. Hay tierra suficiente para todos-

-Nos retiraremos si os vais por donde habéis venido. Estas tierras son de los que ahora mantenéis como rehenes-

-¡No son rehenes! Son rebeldes contra la autoridad, legitima del jefe Friu y la mía, ¡Somos los legítimos representantes de la tribu! Además ¡No han cumplido con las ofrendas a nuestro Dios!

-¡Ya está bien de tanta palabrería! Acabemos con esto de una vez. Luchemos tú y yo en representación de cada bando. El que quede en píe queda dueño del campo y el otro bando tendrá que retirarse.-

-¡No Kiri! Dijeron al unísono Sus y Bocos.-

 -¿Has visto bien a ese hombre? ¡Es una montaña de músculos!- Dijo Sus aterrado.

-Además, no le debemos nada a esa gente.- Imploró Bocos.

-No amigos, tenemos una oportunidad de pacificar este territorio durante muchos años. Si destruimos el poblado, los enterradores de semillas volverán y encontraran una acogida favorable. En cuanto al gigante, me he enfrentado a bestias más grandes y fuertes que ese hombre, confío en mi habilidad contra su fuerza.-Dijo Kiri con semblante sereno.

Sus amigos le rogaron que tuviera mucho cuidado, ante su terrible rival,

Al otro lado de la empalizada reapareció Tolos.

-Acepto tu desafío Kiri- Dijo el gigante con una sonrisa lobuna.

Al momento, las puertas del poblado se abrieron y salió Tolos con una pesada maza de piedra. Kiri escogió también su arma, un venablo de los que usaban para rematar a las piezas de caza en las monterías, con su gran punta de sílex y un asta corta y robusta.

Los dos contendientes se midieron con la mirada y comenzaron a girar alrededor de un círculo imaginario. Kiri no era un hombre pequeño pero al lado de Tolos parecía un niño.

El primero que acometió fue el cazador. El gigante dio un corto paso atrás y golpeó con el puño cerrado el costado de Kiri, luego le alcazo con una terrible patada que le arrojó a varios metros de distancia. Tolos se abalanzó blandiendo su maza y golpeó donde unos instantes antes estaba la cabeza de su oponente. Kiri rodó sobre si mismo y lanzó un tajo a la pantorrilla del gigante que gritó de rabia y dolor. En el rostro congestionado de Tolos se remarcaba con un tono violáceo la larga cicatriz que la flecha del cazador le había causado en el vado. El gigante propinaba menos golpes que el cazador, pero hacían mucho daño y un golpe de su maza podía ser definitivo.

Mientras los dos hombres luchaban, Friu salió del poblado por el extremo opuesto,justo  por donde los cazadores no podían verle. Arrastrándose, se situó tras unos matorrales. Tensó su arco apuntando al jefe del clan. Ya se disponía a disparar cuando a su lado oyó un gruñido. El perro de Kiri se abalanzó sobre él, mordiéndole en rostro y la garganta. Pero el can no pudo evitar que la flecha saliera del arco.

Kiri recibió el flechazo en el omoplato izquierdo descubriendo su guardia en un gesto reflejo de dolor. El gigante aprovecho esta circunstancia para lanzar un mazazo que alcanzó al cazador en las costillas, dando con el en tierra. Rápidamente, Tolos se dispuso a rematar a su oponente. Levantó la maza con ambas manos por encima de su cabeza y lanzo el golpe definitivo. Kiri con las pocas fuerzas que le quedaban esquivó la maza de Tolos que impacto a un palmo de su cabeza. Sujetando el asta de la lanza con el brazo derecho y aprovechando el impulso de su enemigo, le clavó la punta por debajo de la mandíbula. Tolos soltó la maza y cayó de rodillas tratando de sacarse el venablo clavado, pero los cazadores le remataron a flechazos.

Un grupo encabezado por Sus, Bocos y el perro, llego al lugar donde Kiri maltrecho trataba de incorporarse. La herida de flecha no era muy profunda y el mazazo seguramente le había roto un par de costillas. Apoyado en sus amigos, el jefe del clan atravesó las puertas del poblado. A su paso, los enterradores de semillas arrojaban sus armas.

Los guerreros fueron encerrados en la choza del jefe con una guardia armada en la puerta. Kiri y los cazadores pasaron algún tiempo en la costa. La mayoría de los enterradores de semillas, partió sin armas hacia el gran poblado. Algunos que se encontraban cómodos, se quedaron y pasaron a formar parte del clan de la costa. Sus y Bocos se alternarían como jefes del clan, lo que de facto suponía una unión de las dos tribus. Kiri no quería más sorpresas.

De vuelta a la sierra, la primavera estaba ya muy avanzada. Avanzaban por un campo cuajado de flores y comenzaba a apretar el calor. En el poblado los heridos menos graves estaban prácticamente recuperados y otros seguían aún convalecientes. Como en la costa, los enterradores de semillas que quisieron, se quedaron, otros optaron por regresar a su tierra.

Poco tiempo después, Una embajada en representación del gran poblado se presentó en la sierra, con esplendidos regalos. El clan acogió con su habitual hospitalidad a los embajadores. Durante su estancia, tuvieron lugar unas conversaciones a las que asistió Frem el brujo, en ellas se delimitaron los respectivos territorios y se comprometieron varios acuerdos comerciales.

Con la llegada del verano, el trocito de tierra, en el que Uma había cavado y sembrado las semillas que su marido trajo del gran poblado, estaba lleno de altas y doradas espigas ¡Ese era el gran secreto de los enterradores de semillas!

Dr. Miriquituli


Continuará….


sábado, 24 de diciembre de 2011

ANNUS HORRIBILIS

Annus horribilis es una expresión latina que hace referencia a un año especialmente malo, en contraposición a annus mirabilis un año especialmente bueno.

Pues si, queridos lectores de este blog, 2011 ha sido un annus horribilis, en toda regla, para esta vieja tierra que algunos llamamos España.

Tras años de dispendios, propiciados por esa espuma, roja de ladrillo, que creció y creció en el paisaje y que hoy tras explotar ha dejado un feo residuo de ciudades mamotréticas a medio terminar, rotondas raras e inútiles y mobiliario urbano de diseño, que tendrá un envejecer muy malo. Ya es oficial “Nos hemos pegado una buena hostia” no hay ni para pipas. Estamos cada día más y más empeñados.

Que no les engañen con esas informaciones que salen en los medios de comunicación “España consigue colocar 5000 millones en deuda a 10 años, a un mejor tipo de interés del esperado” No son buenas noticias, bueno, si lo son, para los usureros, que no tardando mucho, se quedarán con este país por poco dinero.

Parecen ya lejanos los tiempos de las vacas gordas, en los que las administraciones públicas, ingresaban ingentes cantidades de dinero, que gastaban en cosas innecesarias y cualquier españolito de a pie era un Rey Midas del negocio inmobiliario.
Un país entero dedicado a la especulación ¿Cómo nos puede ir bien ahora, después de prácticamente abandonar la economía productiva, la investigación y las exportaciones?

Parece que por fin arranca el gobierno de Mariano Rajoy “El libertador”, aunque no exento de algunas sombras inquietantes, que me gustaría señalar:  

El nuevo ministro de economía y competitividad, Luis de Guindos. Seguramente será un señor muy capaz, pero cuenta con una mancha en su currículum, de la que ya se ha hecho eco la prensa internacional. El encargado de dirigir los recortes económicos y la política de austeridad del país, era en el 2008, el principal responsable para España y Portugal de la banca Lehman Brothers, cuya quiebra fue el detonante de la actual crisis.

Pedro Morenés, nuevo ministro de defensa, es el hombre fuerte en España de varias multinacionales del armamento, también dirige Segur Ibérica una empresa de seguridad privada. Un curioso nombramiento, ahora que empiezan a oírse en la lejanía tambores de guerra en dirección a Irán.

Miguel Arias Cañete repite en la cartera de agricultura, que en esta legislatura va unida a la de medio ambiente. Este asiduo perceptor de ayudas comunitarias al campo, pertenece al restringido grupo de productores, del 1,41%, que percibe más del 25% de las ayudas. En la última legislatura de Jose María Aznar le debemos la impagable frase de: “El trasvase del Ebro se aprueba esta legislatura ¡Por cojones!” Es muy probable, que en estos cuatro próximos años, se perpetre el mayor atentado ecológico de nuestra historia, no para beneficio de la agricultura, si no para ver si se reactiva el negocio del ladrillo de sol y golf, en el Sureste de la península.  

Parece que Don Mariano, se pliega al dictado de los poderes fácticos, lo cual en las actuales circunstancias es entendible. Solamente espero que tenga razón ese postulado que sostiene la gente sencilla de derechas de toda la vida y que afirma que: “Para que funcione la economía tiene que mandar la derecha, ya que son los que tienen la pasta”. Espero que esta vez funcione, de verdad lo espero, por que el otro pilar de esta línea de pensamiento, que era: “los políticos de derechas no roban, ya que no lo necesitan” Hace tiempo que saltó por los aires.

En este invierno luminoso de la meseta, por las tardes, cuando el frío helador de noches y mañanas da una corta tregua, camino solo por el campo, escucho flamenco con mi iphone y pienso en muchas cosas que no he hecho bien, que no hemos hecho bien y me entra un poquito de tristeza. Llevo varios días observando a un buitre leonado que se posa en unas peñas que hay junto al camino, parece un individuo joven que está desorientado, ya que aquí no anidan otros de su especie y no es probable que encuentre sustento. Le veo acosado por multitud de urracas y cornejas, pero es un pájaro grande y poderoso y de momento vuela impasible entre las peñas, rodeado por una nube de chillones córvidos. Para los antiguos habitantes de la Iberia, el buitre era un animal sagrado. Abandonaban los cuerpos de los guerreros en el campo para que estas aves los descarnaran. Tenían la creencia de que los buitres, ayudaban a elevar las almas de los difuntos hasta el sol. Yo espero que este buitre perdido, se eleve por encima de esa canalla de pajarracos chillones, hacia ese brillante sol, para alcanzar un lugar que le sea más favorable.

Perdón por el tono en estas fechas. Creo que se me pasará, se nos pasará. Espero….

Dr Miriquituli






jueves, 15 de diciembre de 2011

PAPA NOEL, LOS REYES, URDANGARÍN Y OTROS SERES MÁGICOS

Hace un rato estaba en la plaza del pueblo donde vivo, un sitio no demasiado grande para la comunidad de Madrid. Este año la iluminación de navidad, en dicha plaza, consiste en cuatro estrellas pequeñas, con iluminación de bajo consumo, una en casa esquina, ya que el presupuesto no da para más. La tarde otoñal, amenaza lluvia y no invita al paseo. A esta triste recta final del año, hay que añadir, que muchos de los comercios que había en las calles aledañas, han cerrado, por lo que apenas quedan tiendas donde ver un escaparate. Solamente la tienda de los chinos y unos pocos bares casi vacíos ¡Este es el ambiente prenavideño que se respira en esta España del paro y la crisis!

A mi hija, que ya tiene 8 años, las amigas le han chivado, que los Reyes y Papa Noel son los padres. Ella pregunta escéptica, si eso es verdad y a mi se me hace un nudo en el estomago a la hora de tener que romper esa magia. Una magia ñoña y miope que no valora la verdadera magia, la que se encuentra en las cosas sencillas y cotidianas. Pero en cualquier caso, es un mal trago para mí y para ella.

He oído decir, que la tradición de Papa Noel se la inventaron en el siglo 19, unos judíos neoyorquinos, propietarios de unos grandes almacenes. No se si será verdad, pero le pega mucho. Ese mamarracho patético vestido de rojo, que a bordo de un trineo volador, tirado por cérvidos, reparte regalos (Sin ningún criterio equitativo) Es de lo peor, de esa aculturación anglosajona que nos invade.

La tradición de los reyes, es mucho más antigua. Viene de aquellos reyes ungidos de la antigüedad, que según la creencia, atraían todo tipo de beneficios, otorgados por Dios-Los Dioses. Sin duda, una magia inventada por los mismos que inventaron la religión, para convertirse ellos mismos, en intermediarios entre lo sobrenatural y los hombres.

España, conserva una monarquía que nos dejó como herencia el dictador Franco y que ratificaron los “próceres” que redactaron la constitución. La única vez que los españoles pudieron elegir entre una monarquía o una república, eligieron lo último. En la retina de muchos de los que eligieron la opción republicana, estaba el siglo 19, sin duda el más malo de nuestra historia contemporánea, en el que pasamos de ser una gran potencia, a ser una nación de segunda fila. De ese declive, los reyes que nos gobernaban, fueron los máximos responsables.

Mucha gente, en esta España de hoy en día, cree aún en esos Reyes Magos. Gente bien pensante, que se ha creído (O ha hecho como que se lo cree, por que no quiere líos) esas “verdades” referentes a la monarquía, que repiten como un mantra, las plumas de a cien euros el folio. Hay van algunos ejemplos:

El Rey Juan Carlos fue el principal responsable de la transición democrática.

El Rey Juan Carlos fue el que desactivó el 23-F

El Rey sale mucho más barato que un presidente de república y por supuesto muchiiisisimo más barato que cualquier otro rey de país homologable a España.  

El Rey es el mejor representante de la marca España.

Etc, etc, bla, bla, bla, etc (Bostezo)

Yo no se en que pensaba Franco, cuando nos encasquetó al Borbón. Tal vez sentía cierto remordimiento por haber contado entre sus filas con los monárquicos, durante la guerra civil. Por lo menos no nos puso al papá, que según se rumorea, era tonto de baba.

Como no tengo demasiado tiempo para dedicar a este vicio mío de escribir, desde que empecé este articulo hace un par de días, le he tenido que desvelar la identidad secreta del Ratoncito Pérez a mi hija.

Parece que en estas tristes navidades, toca desengañarse sobre los seres mágicos. Las noticias que llegan sobre los negocios del Duque de Palma apuntan a un choriceo generalizado, aunque a toda costa tratan de hacernos creer que, el saqueo, se queda en “el comportamiento poco ejemplar” de Urdangarín.

La pregunta de esta navidad no es ¿Quien es Papa Noel? Si no ¿Son Urdangarín y la infanta los máximos responsables de la corrupción, dentro de la Casa Real? Si eres una personita mayor, ya debes de saber la respuesta, pero por favor, no se lo digas a los más peques. 

Dr Miriquituli

lunes, 12 de diciembre de 2011

LA BATALLA



Los enterradores de semillas llegaron al puesto avanzado que tiempo atrás les servia de base para el comercio con las poblaciones de la zona. Allí su ejército se separó. Una parte del mismo se dirigió hacia el vado, donde Kiri había estado a punto de morir y el grueso de las fuerzas marchó hacía el poblado de la costa, con la intención de remontar el río. Con esta estrategia, los enterradores de semillas, pretendían sorprender a los cazadores desde las partes alta y baja del valle, que estos últimos habitaban. Tolos ya había podido comprobar lo buen estratega que era el jefe de los cazadores y pese a que confiaba en la aplastante superioridad numérica de sus fuerzas, no quería correr más riesgos de los necesarios. Entre sus tropas había reclutado un buen número de montaraces de las serranías cercanas al gran poblado. Era gente que sabía moverse por las montañas y con ellos pretendía acabar con el sistema de vigilancia que sin ninguna duda los cazadores habrían establecido.

Mientras tanto en el poblado de la sierra recibieron nuevamente la visita de Frem el brujo, Esta vez no venía a dispensar sus cuidados médicos a ningún miembro de la tribu si no a ayudar al clan con su magia. Esa noche practicaría un ritual mágico, que protegería a los guerreros en la próxima contienda que habrían de disputar.

El mago, tocado con los cuernos de un macho montés y su joven ayudante, fueron pintando el rostro y el cuerpo de los guerreros. Luego Frem suministró a los mismos, un brebaje sumamente amargo, que primero les hizo vomitar y luego les sumió en un estado de gran euforia. El mago y el muchacho comenzaron a hacer sonar con sus bocas unas trompetas de caña, con un ritmo monótono. Varios hombres les acompañaron, golpeando con palos sobre troncos huecos. Los cazadores que habían ingerido la droga comenzaron a moverse al ritmo de la extraña música, con movimientos espasmódicos, retorciendo sus cuerpos de manera antinatural. Los danzantes igual se reían como locos, como lloraban desconsoladamente. Otros daban gritos desgarradores que hacían llorar a los niños y huir a los perros, menos al perro de Kiri que permanecía alerta y con las orejas muy tiesas.  En un momento de la noche, varias mujeres jóvenes, completamente desnudas, con los rostros cubiertos por mascaras, se unieron al baile. Poco después, los danzantes y las mujeres enmascaradas comenzaron a copular, junto al fuego, adoptando variadas posturas. Finalmente la hipnótica música cesó. Las mujeres enmascaradas se retiraron y los guerreros exhaustos, se quedaron durmiendo junto al fuego.

El contingente de enterradores de semillas que se dirigía al vado, estaba apunto de alcanzar su objetivo. Los guerreros que vigilaban el paso, eran recién llegados al clan y fueron fácilmente detectados y eliminados por una avanzadilla de montaraces, sin que pudieran hacer ninguna señal.

El grueso de los enterradores de semillas, ascendió por el río para alcanzar la sierra. Antes de partir, se unieron al la expedición, Friu y varios hombres que habían permanecido en el poblado, durante la ausencia del gigante. En su camino, se encontraron con un primer puesto de vigilancia formado por un par de bisoños recién llegados, que sufrieron la misma suerte que sus compañeros del vado. Por suerte Kiri había establecido más puestos de vigilancia y primero una y luego varias más, columnas de humo se elevaron por todo el valle. ¡Los cazadores ya sabían que el enemigo se encontraba en sus tierras!

La alarma sorprendió al poblado recuperándose de la ceremonia de la noche anterior pero como buenos cazadores eran gente siempre dispuesta a moverse, ligeros de equipaje. Kiri, dispuso todo para la evacuación de los ancianos, las mujeres y los niños que acompañados por Frem y su joven ayudante, se retiraron hacia los dominios del Chamán. Allí pretendían ocultarse en las numerosas cuevas del barranco. El plan de Kiri consistía en dividir sus fuerzas. El grupo más numeroso, permanecería a sus órdenes y se dirigiría al collado, aguas arriba del río. Allí se harían fuertes y esperarían al enemigo. Dos contingentes gemelos mandados por Sus y Bocos se encargarían de hostigar a las fuerzas del gigante, mediante emboscadas y golpes de mano.

Antes de llegar al collado Kiri se encontró con una desagradable sorpresa. Una fuerza de los enterradores de semillas que doblaba en número a la suya avanzaba por el valle en dirección al poblado. A toda prisa se tuvieron que retirar, ya que el terreno no les era favorable para entablar un combate, Pero a sus espaldas les aguardaba un peligro aún mayor. Una fuerza de más de cien hombres capitaneada por Tolos y Friu había ocupado el poblado y había establecido allí su campamento. Los cazadores emprendieron la huida ascendiendo por la montaña. No había sido en vano, el entrenamiento al que el clan había sometido a los reclutas durante el invierno. Pronto los cazadores pusieron tierra de por medio y alcanzaron una posición elevada, imposible de atacar. Al caer la noche el grupo de Kiri se dividió en dos y rompió el bloqueo de los enterradores de semillas. Antes de separarse, Kiri dio órdenes precisas para que varios hombres de los más avezados, sirvieran de enlace con los otros grupos.

Durante las siguientes semanas los invasores permanecieron unidos, persiguiendo a un enemigo invisible que atacaba y desaparecía. Los cazadores causaban pocas bajas pero iban minando poco a poco la moral de los enterradores de semillas. Para colmo de males, las provisiones comenzaban a escasear. Un hecho agravó aún más la situación. Los cazadores provocaron la estampida de una gran manada de caballos, que arraso el campamento de los enterradores de semillas, causando lesiones importantes a varios hombres.

Precisaban un cambio de estrategia. El gigante se reunió con sus lugartenientes. No conocían el terreno y necesitaban urgentemente información, si no querían que fracasara toda la expedición.

-Necesitamos saber donde están las mujeres y los niños. Si cogemos rehenes, haremos que se entreguen o al menos que nos presenten batalla- Dijo Friu.

-Tienes razón. Hay que capturar a alguno de esos piojosos con vida y hacerle hablar. ¡Que los montaraces dediquen todos sus esfuerzos a ello!- Ordenó Tolos.

Un hecho desafortunado, iba a cambiar el curso de la guerra. Uno de los nuevos reclutas del Clan de la sierra, se separó del grupo de Bocos, para hacer sus necesidades y fue sorprendido desarmado, por una patrulla de montaraces, que le pusieron fuera de combate de un garrotazo y se lo llevaron al campamento, para entregárselo al gigante.

Bocos y sus hombres siguieron el rastro del desaparecido, pero para cuando pudieron alcanzar a los captores, estos ya se encontraban muy cerca de sus compañeros. Los cazadores se tuvieron que retirar ante el riesgo de ser aniquilados. Ya nada se podía hacer por aquel pobre infeliz. Bocos envío a uno de sus mejores hombres a localizar a Kiri y emprendió con el resto el camino hacia los dominios del chaman.

El gigante calvo en persona, torturó al prisionero durante horas. Cuando obtuvo la información que buscaba, su ejército se puso en marcha hacia el barranco.

El enviado de Bocos, se encontró primero con la columna de Sus. Tras informarle de los últimos sucesos, también este, partió hacia los dominios de Frem. El mensajero siguió a toda prisa al lugar donde le dijeron que se encontraba el jefe con sus hombres.

Antes del anochecer, se encontraron los dos amigos en la entrada del barranco. Ambos grupos sumaban quince hombres ¿Serían suficientes para detener al enemigo? Un par de guerreros se encargaron de avisar al mago y a sus huéspedes de lo que se avecinaba. En varios puntos angostos depositaron agua, víveres y flechas.

Poco después de amanecer vieron aproximarse a los enterradores de semillas. No conocían con exactitud el número de sus oponentes, pero jamás habían visto tantos hombres juntos. No podían ceder al pánico, en el sinuoso barranco estaban sus seres queridos, que al igual que ellos se enfrentaban a la aniquilación total. Aún confiando en que en algún momento de la jornada apareciera Kiri y los demás cazadores. El enemigo les quintuplicaba en número.

El barranco tenía una profundidad de apenas tres kilómetros en zigzag. En la parte de fuera, la anchura no superaba los cien metros y según se penetraba en el, se iba haciendo más y más angosto. Además, numerosos derrumbes de piedra jalonaban el recorrido, pudiendo servir de parapeto a los arqueros.

Sus y Bocos junto a sus hombres esperaban agazapados a un centenar de metros de la entrada. Esa mañana un número inusualmente grande de buitres volaba por encima de las altas paredes cortadas a pico. Parecía como si las rapaces adivinasen el festín que se avecinaba.

Los enterradores de semillas penetraron en tromba dando feroces gritos y arrojando flechas. Los cazadores esperaron a que se pusieran a tiro y lanzaron una andanada que causó varias bajas. Tuvieron tiempo de lanzar varias más sin sufrir pérdidas propias, hasta que la presión de los atacantes, les hizo retroceder al siguiente punto. Tolos, decidió poner en vanguardia a los montaraces. Su mayor destreza con el arco pronto causó las primeras bajas entre los cazadores. Lenta pero inexorablemente los hombres del clan fueron retrocediendo hasta el fondo del barranco. Al caer la tarde, el barranco estaba sembrado de cadáveres y solamente quedaban cinco cazadores en pie.

El gigante y sus hombres, se disponían a lanzar la lluvia de flechas que pondría fin a las vidas de los últimos defensores, cuando unos fuertes ladridos amplificados y multiplicados mil veces por el eco, sonaron tras ellos. Un grupo de perros, con el perro de Kiri a la cabeza, apareció en el barranco, seguido por los cazadores. Kiri iba tocado con las plumas que le identificaban como jefe del clan y lanzaba flechas a diestro y siniestro. Los sorprendidos enterradores de semillas se volvieron tratando de repeler el ataque pero se vieron cogidos entre dos fuegos. Los cinco que unos momentos antes estaban a punto de morir, ahora pasaban al ataque. Tras unos breves momentos de confusión, Tolos, Friu y otros hombres del bando de los enterradores de semillas, lograron romper las filas de los cazadores y emprender la huida hacia la salida del barranco. Los enterradores de semillas que quedaron en el campo de batalla, arrojaron sus armas al suelo, alzaron las manos y se arrodillaron en señal de rendición.

Continuará…

Dr Miriquituli.

lunes, 5 de diciembre de 2011

UN LARGO INVIERNO



Kiri pasó la noche y parte del día siguiente ardiendo de fiebre. Los miembros de la tribu tenían pocas esperanzas de que sobreviviera. Bocos y Sus partieron con las primeras luches del día en busca de Frem. El brujo y su ayudante acudieron al poblado cargados con todo lo necesario para curarle.

Tras examinar al jefe del poblado, Frem sentenció:

-Ha perdido mucha sangre. Tiene una hemorragia interna, si no le extraigo la flecha. Esta noche morirá-

-¿Qué tenemos que hacer?- Preguntó Uma, la mujer del cazador, con gran entereza de ánimo.

Tras recibir instrucciones. Uma y otras mujeres, pusieron a calentar agua y el  ayudante selecciono las hierbas para preparar las medicinas.

Frem se dispuso a extraer la flecha. Con una pequeña hoja de sílex muy afilada, agrandó los bordes de la herida, para poder introducir los dedos. Era vital extraer la punta entera y que no quedase ningún fragmento dentro. Tras unos minutos de manipulación, el chaman saco la flecha clavada y un borbotón de sangre espesa y oscura brotó de la herida. Frem aplicó una piedra caliente sobre la misma y cuando la hemorragia cesó, le puso una cataplasma de hierbas. Después hizo que el cazador bebiera unos sorbos de una poción que le haría descansar.

Fue una noche muy larga. Pese al tranquilizante que Frem le había administrado la fiebre le impidió conciliar el sueño. Permaneció en un estado febril y convulso hasta el amanecer. Finalmente extenuado, su tez se tornó de un color ceniciento y descendió su temperatura corporal. El brujo ordenó que le arroparan bien y le dejaran descansar. Solamente quedó a su lado el perro que había estado todo el tiempo en la puerta de la cabaña lamiéndose la pata herida.

Tras tres días en este estado el cazador abrió los ojos y pidió agua, Requirió la presencia de su mujer y trabajosamente, le dijo:

-Uma, en mi morral encontraras un paquetito que contiene unas semillas, quiero que remuevas con palo un par de cuartas de tierra cerca del arroyo y que las entierres-

-¡Pero Kiri, ahora no te preocupes de eso, debes descansar!- Trató de interrumpirle su mujer

-¡Haz lo que te digo! Es muy importante. Ordenó el cazador tratando de incorporarse con ostensible gesto de dolor.

La esposa del cazador siguió sus indicaciones. Raras veces su marido le hablaba en ese tono. Conociéndole, sin duda debía tener razones para ello.

Pasaron las semanas y comenzó a hacer mucho frió. Cayó una gran nevada. La actividad del clan se limitaba a recoger leña para calentarse y vivir de las provisiones almacenadas. Kiri ya se levantaba y daba cortos paseos acompañado de su inseparable compañero de cuatro patas.

Cuando el tiempo mejoró un poco, Frem pasó por la aldea para ver como se encontraba el jefe. Examinó la herida y aprobó con un gesto de la cabeza.

-Tu recuperación ha sido asombrosa. Está claro que tienes una gran fortaleza física- Afirmó satisfecho el brujo.

-No hemos tenido ocasión de hablar desde que me hirieron y tengo cosas muy importantes que contarte-Dijo el cazador.

Kiri contó su viaje al chaman, sin omitir ningún detalle. El chaman le informó de lo que había averiguado visitando a otras tribus. Los enterradores de semillas estaban aumentando de número y se estaban extendiendo desde la costa. Guardaban celosamente sus secretos y habían matado a varios cazadores que intentaron robarles el ganado, acuciados por el hambre. Los invasores habían quemado el bosque y espantado a los animales salvajes que servían de sustento a esos hombres y sus familias.

Frem mostró a kiri la punta que le había sacado del vientre. Era de hermosa factura, afilada como las puntas de la tribu, pero pulida toda ella.  

–Tiene algunas ventajas, aunque si hubiera sido una de las vuestras, a la distancia que te dispararon, ahora estarías muerto. Estas puntas se clavan con más facilidad pero las vuestras causan mayores daños- Le explico el anciano curandero.

Frem paso unos días en el poblado vigilando la convalecencia del cazador. Juntos pusieron en práctica algunas cosas que Kiri había visto en el viaje. Amasaron un poco de barro y tal como Kiri había visto hacer a los enterradores de semillas modelaron un tosco vaso que cocieron cubriéndolo de brasas y tierra. El modelo se endureció pero tenía grietas y pronto se quebró. Tras varias pruebas con distintos tipos de barro, finalmente obtuvieron unos resultados bastante satisfactorios.

El invierno se recrudeció, pero Kiri ya se encontraba mucho mejor. Comenzó a ejercitarse y con el todos los hombres en edad de empuñar un arco, Estaba seguro de que el incidente del vado no iba a quedar así.

La llegada de Luri y otros miembros del clan de la costa al poblado de la sierra, confirmo los temores del jefe. Un nutrido grupo de enterradores de semillas, incluidos mujeres y niños, se había asentado en su poblado con el beneplácito de Friu y habían puesto patas arriba las costumbres locales. Siempre se habían compartido las provisiones, pero ahora los nuevos amos las guardaban celosamente. Pretendían que los antiguos pobladores trabajaran para ellos cavando, recolectando y cuidando de sus animales. Todo a cambio de unas escasas raciones de gachas, hechas con leche de los animales que habían traído y semillas molidas. El detonante de la situación había sido la ejecución de una mujer que había cogido un cuenco de leche depositado ante el ídolo que adoraban los enterradores de semillas.

El que de facto ejercía como nuevo jefe de la tribu, también dirigía el culto al extraño ídolo. Era un auténtico gigante. Estaba completamente calvo y tenía una fea cicatriz en la cara. Había degollado sin piedad a la autora del hurto en presencia de toda la tribu, incluso de su marido y sus hijos que tuvieron que asistir impotentes al espectáculo. Su nombre era Tolos,

Algunos descontentos habían planificado marcharse del poblado, pero los nuevos amos los vigilaban de cerca. Un día, tras salir de buena mañana a realizar distintas tareas, se reunieron en un lugar apartado y  emprendieron juntos el viaje a la sierra, afrontando los rigores y peligros del invierno en las montañas solamente con lo puesto.

No fueron los únicos que llegaron ese invierno a la sierra. A diario llegaban personas de tribus cercanas, contando parecidas arbitrariedades de los invasores. Los habitantes del poblado casi se triplicaron y pronto empezaron a escasear las provisiones. La época del año era poco propicia para una gran cacería y el único sitio donde podían obtener alimentos para salvar la situación, era el poblado de la costa. Eso iba a provocar una segura respuesta armada por parte de los enterradores de semillas.

Conversando con su hermana y con otros exiliados, aprendió muchas cosas del enemigo. Ideas que sin duda podían hacer más fácil la vida a la gente, aplicándolas con criterios de equidad. Luri le hablo de la nueva disposición del poblado de la costa desde que habían llegado los enterradores de semillas y Kiri trazo un plan para robar los suministros que precisaban para acabar el invierno. Todos los hombres disponibles participaron en la operación.

Partió primero una avanzadilla para asegurarse de que el camino estaba expedito y luego le siguió el grueso de la tropa. Esperaron cerca del poblado a que anocheciese y ya noche cerrada varios arqueros se posicionaron con flechas en las que habían colocado bolas de estopa untadas con sebo en las puntas. Tras prenderlas, las dispararon sobre varios tejados del lado opuesto a donde se encontraban los corrales del ganado. Mientras los lugareños trataban de extinguir los incendios, los hombres de Kiri degollaron las ovejas que podían transportar y emprendieron apresuradamente el regreso. Kiri Sus y Bocos se quedaron atrás cubriendo la huida de los asaltantes. Cuando en el poblado se percataron del robo varios hombres salieron en tropel en su persecución. Los cazadores dispararon sus flechas a bulto hacia las siluetas que se recortaban contra el fuego. Los perseguidores retrocedieron inmediatamente para refugiarse en la seguridad del poblado. Los tres partieron presurosos, para alcanzar a sus compañeros que ya llevaban un buen trecho recorrido.

A la mañana siguiente en el poblado de la costa evaluaron los daños del ataque. Había tres heridos leves y los daños materiales no eran demasiado cuantiosos. Pero la humillación a la que habían sido sometidos los poderosos enterradores de semillas, clamaba venganza. Iba siendo hora de hacer una visita a los cazadores de la sierra.  Tolos partió en una embarcación propulsada por remos junto con otros tres hombres en dirección al gran poblado. Antes de dos lunas volvería con suficientes hombres para aplastar la resistencia. Friu se quedo en el poblado con el encargo de reparar los daños y hacer acopio de más provisiones. Cosa que hizo redoblando los abusos contra sus antiguos paisanos.

Kiri y los demás cazadores fueron recibidos con grandes muestras de alegría. La situación comenzaba a ser dramática, sobre todo para los más débiles. Esa noche celebraron un gran festín. La carne de las ovejas estaba muy buena comida en fresco, pero se conservaba peor que la carne de caza. En cualquier caso se acercaba el tiempo de dar una gran batida de ciervos y empezar a recolectar los frutos de la primavera. Kiri tenía ahora otra preocupación más acuciante. ¿Cómo sobrevivir a la venganza de los enterradores de semillas? Conocía su número y su capacidad organizativa. Sus hombres se movían a la perfección por la sierra, pero los exiliados que habían ido llegando ese invierno, lejos de constituir un refuerzo, más suponían un estorbo. Habría que someterlos a un entrenamiento intensivo. Mientras tanto Kiri, con sus hombres de confianza estableció una red de vigilancia, en puntos estratégicos de la sierra, para que mediante señales de humo pudieran saber los movimientos del enemigo.

Los cazadores adiestraron en el manejo del arco a los forasteros, también les hacían marchar cargados con peso por las empinadas laderas de las montañas. En el poblado la actividad era febril. Las mujeres y los niños fabricaban flechas y arcos para los nuevos miembros. Incluso los perros del poblado, capitaneados por el perro de Kiri, marchaban belicosos junto a los guerreros. Toda esta actividad culminó en una gran cacería, en la que consiguieron abatir muchas piezas, que aseguraron el suministro de carne seca para varios meses.

Lenta pero inexorablemente, una multitud de hombres armados, con Tolos a la cabeza, avanzaba por la costa desde el Sur, en dirección a las tierras del clan.

Continuará….

Dr Miriquituli.



domingo, 27 de noviembre de 2011

EL VIAJE DE KIRI

EL VIAJE DE KIRI

Kiri y sus compañeros, se preparaban para partir de nuevo. Engrasaban sus capotes, ante el tiempo lluvioso que se avecinaba. También preparaban las mercaderías para intercambiar en el lugar de destino, un poblado costero donde una gran parte de la tribu se desplazaba en los meses de verano. En el pasado habían tenido problemas, con aquella gente, a causa de algunos robos y violencias que habían sucedido por uno y otro lado, pero con el tiempo todo se había resuelto. Una serie de enlaces entre miembros de ambas tribus, habían sellado la alianza, incluso una hermana de Kiri, se había unido a uno de los miembros del clan de la costa.

El poblado de la costa se encontraba a tres días de camino, bajando primero el arrollo y luego el río en el que este desembocaba. Kiri, acompañado por  Bocos y Sus, que así se llamaban los compañeros que le habían acompañado en su visita al chaman, y su inseparable perro, salieron a primera hora de la tarde con intención de llegar antes de la noche a un refugio que utilizaban en sus expediciones de caza. Era una visera rocosa, parcialmente cubierta con un parapeto de piedra, a la que se accedía con unas escalas de cuerda. Este sistema de acceso tenia la ventaja de que no podían usar el refugio como madriguera, ni osos ni lobos. Encendieron un fuego y prepararon su cena, el perro se quedó abajo guardando el sueño de los tres cazadores.

A medio día de la tercera jornada, alcanzaron la desembocadura del río y por lo tanto la costa. El poblado se encontraba en la margen sur, a unos cientos de metros del río y tras unas dunas que les servían de protección cuando el mar estaba embravecido. Fuera del poblado, grandes montones de conchas vacías, revelaban la base de la dieta del clan de la costa. El oscuro cielo presagiaba un fuerte aguacero. Las mujeres, los niños y unos pocos varones adultos, se ocupaban alrededor del fuego, de distintas tareas. Los hombres no tardaron en volver. La acogida a los tres cazadores fue fría y distante, los habitantes del poblado murmuraban en voz baja y no parecían tener demasiado interés en las mercancías que traían Kiri y sus compañeros. Tras la comida canjearon las pieles y algo de carne seca, pero las puntas y cuchillos de sílex no encontraron comprador.

Los tres hombres se retiraron a descansar a la cabaña de Luri la hermana de Kiri que recientemente se había quedado viuda. Cuando se encontraron solos con la mujer. Esta les habló:
-Debéis marcharos, cuanto antes. El jefe Friu a comprometido a la tribu en un pacto con unos hombres que viven a muchas jornadas de aquí en dirección Sur y que han traído regalos nunca vistos, como cuencos de una extraña piedra muy ligera que pueden ser puestos directamente sobre el fuego o puntas de piedra pulimentadas, de mejor calidad que las vuestras. Un grupo de estos forasteros ha establecido un campamento a un día de camino siguiendo la costa hacia el sur. Es desde allí, desde donde comercian con las gentes de la zona. Seguro que Friu a mandado a alguien a avisarles de vuestra presencia. ¡Si os quedáis esta noche no amaneceréis con vida!

Fuera de la choza, descargaba un fuerte aguacero, Kiri consideró que era un momento idóneo para salir del poblado sin ser vistos y así lo hicieron tras despedirse de Luri.
Una vez se alejaron, Kiri ordenó a sus hombres que regresaran a la sierra y que organizaran la vigilancia ante el posible peligro que corría el clan. Estos al principio protestaron alegando los numerosos riesgos que podía correr su amigo en un territorio hostil y desconocido, pero este les convenció de que era imprescindible conseguir más información sobre esos misteriosos hombres que habían aparecido en escena. Además, Kiri era un cazador muy experimentado, capaz de moverse con mucho sigilo y el perro que le seguía a todas partes le avisaría de la posible presencia de fieras. Sus y Bocos, cargaron los pertrechos dejándole solamente el equipo imprescindible y regresaron a su poblado. Kiri dio un rodeo para alcanzar de nuevo la línea de la costa y seguirla alejado unos cientos de metros hacia el interior.

Ya había anochecido cuando divisó el campamento que le había descrito su hermana. Eran apenas un par de chamizos y un hogar para el fuego. Inspeccionó todo pero solamente encontró restos de comida. Borró cuidadosamente sus huellas y se alejó para acampar en lugar seguro esa noche. Encontró una oquedad bajo las raíces de un gran pino y encendió una hoguera en la entrada. El perro permaneció fuera con las orejas muy tiesas escuchando los aullidos de sus hermanos salvajes.

Con las primeras luces del alba, hombre y can siguieron su camino hacia el Sur. Vagaron por una costa prácticamente despoblada, durante muchos días, dando a veces grandes rodeos para evitar zonas escarpadas o pantanos. Se alimentaban normalmente al amanecer y al atardecer, de moluscos y peces que capturaban en esteros que dejaba la bajamar, de raíces y de conejos o pájaros que Kiri capturaba con improvisadas trampas. Una tarde, Kiri, pudo abatir una corza joven con su arco dándose los dos viajeros un magnífico festín. Ahumando los restos consiguieron unas valiosas provisiones, que les podían permitir avanzar más deprisa.

Cuando el cazador ya había perdido la cuenta de los días de viaje. En un altozano junto a un río, no lejos de la costa, vio algo muy parecido al poblado que había soñado en la cueva de Frem el chamán. Estaba anocheciendo y le pareció lo más prudente, alejarse del lugar para al día siguiente estudiar el terreno y apostarse en un buen sitio donde poder ver sin ser visto. Esa noche Kiri durmió junto a su perro en una tosca choza de ramas, sin encender fuego para no atraer la atención de los habitantes del poblado.

Con las primeras luces del día Kiri, pudo apreciar el enorme tamaño del poblado. Por la cantidad de columnas de humo debía de haber más de 100 personas ¡Nunca había visto tanta gente junta!

En la primera jornada observó los cercados, con animales como los que había soñado y como los conducían a pastar. A punto estuvieron los perros de delatar su posición, pero esos perros ladraban mucho, ya que no conocían a la mayoría de la gente y sus dueños no les hacían demasiado caso.  

Al día siguiente una cuadrilla de hombres se dirigió a un prado cercano, armados con palos y seguidos de mujeres con cestos. Con los palos, comenzaron a cavar la tierra y las mujeres a enterrar minuciosamente el contenido de los cestos. Esa noche Kiri descendió sigilosamente y extrajo un puñado de doradas semillas de la tierra cavada.

El tercer día, Kiri hizo un descubrimiento aún más sorprendente. Unos hombres cavaban una porción pequeña de tierra y la regaban con abundante agua. Luego descalzos pisaban el barro. Más tarde  moldeaban recipientes de distintas formas y finalmente los cocían cubriéndolos con brasas y tierra.

Kiri permaneció unos pocos días más observando a los enterradores de semillas sin descubrir nada nuevo, finalmente cuando decidió emprender el regreso a casa, sucedió algo inesperado. Ni el, ni el perro detectaron la presencia de un grupo de mujeres y niños que estaban recolectando caracoles. Estos, asustados ante la presencia del extraño, comenzaron a gritar y a huir hacia el poblado. Al momento un nutrido grupo de hombres armados con garrotes y arcos salieron en persecución del cazador.

Kiri y el perro emprendieron la huída, alejándose de la costa. El grupo perseguidor poco a poco fue cediendo terreno. Al anochecer, aparentemente, habían abandonado la persecución. El cazador consideró que lo más prudente era buscar un refugio donde pasar la noche. Permanecieron alerta hasta que amaneció y ambos emprendieron de nuevo el camino de la costa, dando un amplio rodeo.

Anduvieron mucho tiempo sin encontrar a nadie, aún así no encendían fuego cuando acampaban. Consumían los alimentos crudos y avanzaban con mucho sigilo. Cerca ya del campamento avanzado de los enterradores de semillas, Kiri decidió dar un gran rodeo para evitarlo y evitar también el poblado de la costa, que había dejado de ser un lugar seguro. Atajó en dirección Noroeste con la intención de alcanzar el río y el arroyo de la sierra.

Ya reconocía las montañas que constituían su hogar y tenía a la vista el río, pero para su sorpresa en un alto que dominaba todo el paraje había una tropa de seis hombres y un par de perros acampados. Reconoció a Friu el jefe del clan de la costa, pero el que parecía llevar la voz cantante, era un hombre completamente calvo, muy corpulento que por su vestimenta pertenecía a la tribu de los enterradores de semillas. Era imposible que pudieran pasar, sin ser vistos. Aguas arriba el río discurría por un angosto cañón de altas paredes verticales que terminaba en las montañas. Ese era el único paso y esos hombres lo sabían igual que el. Por la noche no se podía aventurar a cruzar sin una antorcha y en el caso de que lo intentase a oscuras, con toda seguridad sería detectado por los perros. Debía idear una maniobra de distracción.

Retrocedió sobre sus pasos y rodeando un cerrillo alcanzó la orilla del río, aguas abajo, en un tramo imposible de vadear. Prendió una hoguera y la cubrió con ramas verdes inmediatamente se elevó una densa columna de humo blanco visible desde una gran distancia. Como Kiri había supuesto, el grupo se dividió, cruzando tres hombres el vado y manteniendo otros tres la posición. El cazador y el perro permanecieron agazapados hasta que hubieron pasado. Kiri abatió al último en pasar, con una flecha por la espalda. Cuando los otros dos se volvieron, uno recibió una flecha en el pecho y el último fue derribado por el perro y rematado con una gran piedra. Aún se encontraba en una gran desventaja, pero tenía que intentarlo. Sin duda aquellos hombres no eran tan buenos arqueros como él. Avanzó decidido hasta el vado y lo cruzó seguido por el perro. Inmediatamente el grupo salio a su encuentro. El cazador abatió a los dos perros de sus rivales, estos lanzaron una andanada pero con poca fortuna. El gigante calvo que permanecía unos pasos atrás lanzó una flecha que alcanzó al perro de Kiri en una pata trasera. Este enrabietado alcanzó con una flecha al hombre mas adelantado pero no pudo esquivar la que salió del arco de Friu y que se le clavó a un lado, encima de la ingle. Kiri y el perro retrocedieron con gran esfuerzo hasta unas rocas donde pensaban vender muy caras sus vidas.

Los dos hombres avanzaron precavidos. No en vano Kiri, había eliminado a cuatro de los suyos y dos perros. El cazador, parapetado en las rocas, había podido extraer la flecha de la pata del can y quebrar el asta de la que llevaba clavada. Solamente le quedaba una flecha. Decidieron atacar cada uno por un lado. El primero que tuvo a tiro a Kiri fue el gigante calvo, tensó la cuerda del arco, pero el cazador fue más rápido y su flecha le produjo un corte en la mano que tensaba la cuerda, cortándole también la cara. Con las pocas fuerzas que le quedaban Kiri arrojo el arco a Friu evitando que este pudiera disparar su flecha.

Los dos atacantes se rehicieron, y tensaron sus arcos dispuestos a acabar con el cazador. Desarmado y mal herido, Kiri enfrentó a sus adversarios con la mirada, esperando las flechas que terminarían con su vida, cuando advirtió una expresión de terror en sus rostros. Un gran oso apareció encima de la roca en la que Kiri se apoyaba y se irguió sobre sus patas traseras gruñendo amenazador. Friu y el gigante calvo retrocedieron lentamente sin perder de vista al animal. Cuando estuvieron a unos metros echaron a correr a toda velocidad. El oso olisqueo un rato desde la roca y se retiró sin prestar atención a Kiri y al perro.

Kiri cayó de rodillas y se desmayó. Había perdido mucha sangre. El perro le lamió la cara y luego se lamió su pata herida. Cojeando se dirigió hasta el poblado a donde llegó en unas pocas horas. Dando fuertes ladridos llamo la atención de todo el grupo. Sus y Bocos inmediatamente reconocieron al can y vieron la herida de su pata. Un grupo de cazadores partió al instante siguiendo al perro, que a pesar de ir cojo iba por delante dando fuertes ladridos para que le siguieran. Al atardecer encontraron a Kiri tumbado inconsciente y ardiendo de fiebre. Le subieron en unas improvisadas parihuelas y le trasladaron al poblado donde llegaron bien entrada la noche.  


Continuará.

Dr Miriquituli

jueves, 17 de noviembre de 2011

ME DA IGUAL UN BARBUDO QUE OTRO

ME DA IGUAL UN BARBUDO QUE OTRO

Me da igual un barbudo que otro, siempre y cuando “den la barba”  Eso es lo que necesita España, alguien con redaños que devuelva la ilusión a la ciudadanía. No nos equivoquemos, necesitamos muchas cosas, pero sin ilusión, sin fe, no vamos a ninguna parte.

Parece que la sociedad española, sobrealimentada y sobreprotegida, sufre el virus del desánimo. Vuelve un fatalismo histórico del que parece contagiada hasta “la roja” que aún sin jugar demasiado mal, en Wembley dio una imagen, como de conformismo que no me gustó nada y mucho menos ante un país (Ya se que suena un poco a rancio, pero es la pura verdad) tradicional enemigo nuestro y que además, desde sus sacrosantos medios financieros, nombran a España como un país de los denominados pigs  ¡Un país cerdo! ¡Me cago en su….! Bueno voy a dejar este tema, por que me enciendo.

Para el fin que nos ocupa,  parece mejor colocado el barbudo de la marca de la gaviota que el de la marca de la rosa, dada la pésima gestión del antecesor del barbudo de la rosa. En cualquier caso creo que los dos son políticos solventes que harán lo que tengan que hacer, aunque en periodo electoral digan cualquier cosa con tal de arañar un puñado de votos.

Lo que espero de los dos líderes barbudos, es un poco de cordura y que lleguen a acuerdos de futuro. En lo económico: que se cambie el sistema productivo, que se vuelva a la senda abandonada durante los últimos años de la industrialización, la investigación y la formación. En lo político: que se ponga tasa al disparatado estado de las autonomías y se frene de una vez por todas, la avidez de los caciques nacionalistas que cambian sus apoyos por privilegios económicos. Que de una vez se por todas sean más representados los votantes y no tanto los territorios.

El 20-N fecha evocadora de recuerdos infantiles, de esa España cutre, que olía a meados, a ozono pino y a repollo en las escaleras de mi casa. De raciales Manolos que peregrinaban a Perpiñan a ver el Ultimo Tango en París y que bien por convicción o bien por el bocadillo de mortadela, Iban como un solo hombre a la plaza de Oriente a jalear a Franco. Esa España si tenía ilusión a pesar de tener el peor sistema de gobierno posible ¿Por qué?  Por que todo el mundo arrimaba el hombro: En una industrialización, con muchas carencias, pero en expansión o trabajando en el extranjero y enviando unos ingresos muy necesarios o construyendo Benidorm y Torremolinos, ejemplos de esa cosa que aún funciona que es el turismo. 

¡Españoles todos! como decía el caudillo.  Este 20-N tenemos que ir a votar al barbudo de nuestra preferencia (O a quien les de la gana que también hay alguno y alguna sin barba) y esperar a que desde el gobierno o la oposición, nuestros políticos,  repito “den la barba” y España recupere la ilusión perdida.

Dr Miriquituli

domingo, 13 de noviembre de 2011

EL CHAMAN


EL CHAMÁN

(Sureste de la Península Ibérica aproximadamente 6000 años A.C.)

Kiri había vivido tantas primaveras como dedos tenía en manos y pies, era el líder del clan de la sierra. Unas veinte almas en total, entre cazadores, mujeres, niños y un par de ancianos de más de treinta años. Su mujer Uma había tenido siete hijos de los que solamente habían sobrevivido 3: una niña de 8 años que estaba apunto de entrar en la edad núbil, un niño de 6 y otro niño de unos pocos meses. Vivian de la recolección de frutos del bosque, miel y de la caza. También explotaban, una rudimentaria ganadería de animales salvajes, que capturaban de crías y que mantenían con vida hasta que tenían un buen tamaño, incluso, habían logrado la reproducción en cautividad, de varias hembras de jabalí. También eran diestros en la fabricación de útiles de silex, muy abundante en la zona. Con el comercio de esta pequeña industria obtenían, de otros clanes cercanos, algunos productos imprescindibles de los que carecían, como sal marina o pescado seco.

Esa noche mientras dormía junto a Uma, Kiri tuvo un sueño muy extraño: Vio un enorme uro en un claro del bosque. El animal pacía tranquilamente y en un momento dado, comenzaba a desprendérsele la piel y la carne, quedando en pie la blanca osamenta del bóvido. Al final, el esqueleto se desplomaba y se convertía en polvo que era barrido por el viento. Se despertó inquieto, sentía que algo en su mundo, no marchaba bien. Abrigado con un manto de pieles de lobo salio fuera de la cabaña. Aún no había amanecido pero la luna estaba llena y se veía la cinta de plata del arroyo que corría unos metros más abajo. Pronto se le acercó uno de los perros del poblado y le lamió las manos. Kiri le acarició distraídamente detrás de las orejas y se puso a mirar la blanca luna, mientras meditaba  sobre lo que había soñado.

A la mañana siguiente, mientras el clan se reunía junto al fuego a desayunar unas tortas de harina de bellota, acompañadas de carne de ciervo seca, Kiri les contó lo que había soñado la noche anterior. Ningún miembro de la tribu encontraba un significado a su sueño. Bato, el más anciano de todos los miembros del clan, sugirió a kiri la idea de consultar el significado con Frem, un hechicero que vivía en una cueva en la falda de la montaña a media jornada de camino. Frem era un individuo viejísimo y pese a que era capaz de curar muchas dolencias,  era temido por los hombres y mujeres de la zona. Se decía que practicaba oscuros rituales mágicos, en los que ocasionalmente se sacrificaban seres humanos.

Kiri partió con un par de hombres del poblado y el perro al que había estado acariciando la noche anterior. Llevaban sus grandes arcos y vestían zahones de piel de uro para no dañarse con los recios matorrales de la montaña. Kiri lucia un vistoso tocado de plumas, que indicaba su categoría de guía y jefe del clan. En sus morrales llevaban presentes para el chaman. El día se fue nublando. En el cielo plomizo se recortaban formaciones en forma de flecha, de chillonas grullas, emigrando hacia el sur, anunciando que no tardaría en llegar el frío.

Bajo una fina lluvia, el grupo, se internó en un barranco sin árboles, jalonado por formaciones rocosas de formas extrañas. Las paredes estaban perforadas por multitud de agujeros de distintos tamaños. Parecía que la montaña les observara. Al fondo, una fina columna de humo indicó  al grupo, que habían llegado a los dominios del mago.

Un muchacho que lucia extraños tatuajes, se afanaba en despellejar un par de conejos junto al fuego. Era uno de los ayudantes del brujo, estos acólitos cuidaban de su fuego y su comida, también dormían con el anciano. Aunque eran  frecuentes, las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo, estaban mal vistas e incluso, si no se llevaban con discreción, eran reprimidas con mucha dureza. Pero el chaman estaba por encima de esta ley. El muchacho les indico donde podían encontrar a Frem. Los tres cazadores hallaron al chaman sentado bajo una visera de piedra, pintando un uro con pintura roja. Al aproximarse un  gran búho que estaba posado cerca del chaman echó a volar hasta una peña próxima.

Sin volverse Frem, saludó  con la mano y dijo:

 – Bien venido Kiri, te estaba esperando-

El chaman se dio la vuelta y observó al grupo con expresión inescrutable. Tenía el rostro y la cabeza completamente afeitados. Su cara estaba surcada por innumerables arrugas. Kiri trató de iniciar la exposición de los motivos que les habían llevado a los dominios de Frem, pero el mago le interrumpió con un gesto de la mano.

- Es hora de descansar y reponer fuerzas ¡Seguidme! – dijo saltando de la cornisa con sorprendente agilidad y se fue caminando a grandes pasos hasta el hogar donde el muchacho cocinaba los dos conejos.

Durante la comida Kiri contó su historia. El chaman no emitió ninguna opinión. Al finalizar, el anciano dijo:

 –Esta noche, invocaremos a los espíritus del sueño, ellos nos desvelarán más cosas sobre tu visión-

Frem se adentró en la cueva, junto a su ayudante para preparar el ritual mágico. No salió nadie hasta que casi se habían extinguido las últimas luces de la tarde. El muchacho traía un cuenco de madera que contenía pintura blanca. Se acercó a Kiri y trazó con las yemas de sus dedos, varias líneas en su torso y  rostro. Cuando termino, le pidió que le siguiera hacia la cueva, El interior estaba iluminado por varios pequeños pebeteros de piedra en los que ardía grasa animal. Frem, se encontraba al fondo de la cueva, imponente, tocado con los largos cuernos de un macho de cabra montés. Las paredes de la cueva estaban decoradas por figuras de aspecto lejanamente humano y que parecían implorar con los brazos alzados El muchacho ofreció a Kiri un brebaje hecho de varias plantas y semillas, este lo bebió y al poco rato los sonidos comenzaron a distorsionarse, un torbellino de imágenes daba vueltas en su cabeza. El cazador sintió unas fuertes nauseas y vomitó todo lo que tenía en el estómago. El mago y su ayudante le tendieron en un lecho de pieles donde, entre convulsiones, tuvo extraños sueños.

 Kiri se despertó con una fuerte jaqueca. Encontró a sus compañeros de viaje en el exterior de la cueva, jugando con el perro para matar el tiempo. El sol estaba muy alto ya, Uno de sus hombres partió presuroso en busca del mago y el otro le alcanzo un cuenco de madera con sopa de verdura y hongos y un tasajo de carne seca, Tras tomar unos sorbos, Kiri comenzó a sentirse un poco mejor. Pasado un rato aparecieron el mago y el muchacho con un cesto de hierbas, seguidos del otro cazador.

Frem pidió a Kiri que le contara, lo que recordaba, de lo que había visto en sus sueños la noche anterior, este comenzó su relato:

-Recuerdo en mi sueño el mar y un gran poblado en la desembocadura de un río. Recuerdo también un campo con unas yerbas, que no había visto nunca, que se mecían al viento como las olas del mar. También vi manadas de extraños animales parecidos a las cabras monteses pero con los cuernos más pequeños y otros, que tenían la piel blanca y rizada, no se parecían a nada que hubiera visto antes. Varios hombres cubiertos por extrañas ropas, caminaban al lado de los animales, con perros. El resto de mis sueños esta borroso-

El chamán permaneció unos segundos en silencio y luego habló –Desde hace años, observo cambios en el comportamiento de los hombres. Todos habréis oído las viejas historias que hablan de los antiguos cazadores que seguían a las grandes manadas en tiempos en los que los inviernos eran mucho más largos y rigurosos, Yo he viajado mucho y he oído historias muy parecidas junto a los fuegos de otros hombres que viven en sitios muy lejanos, creo que esas historias son verdad y que igual que el mundo a cambiado desde esos tiempos antiguos, ahora mismo se están produciendo cambios importantes para la vida de los hombres. Kiri, el gran uro representa el espíritu de los bosques de los que tu clan vive desde hace muchas generaciones, tu has sido elegido por ese espíritu, para que conduzcas a los clanes de cazadores ante los cambios que se avecinan, Debes emprender un viaje. Cuando encuentres las cosas que has soñado, aprende de ellas y vuelve para contarme lo que has aprendido.

Tras despedirse, el anciano y el muchacho siguieron con sus quehaceres y los tres hombres y el perro iniciaron  presurosos el regreso, para que no les sorprendiera la noche lejos de su poblado.

Continuara…..

Dr Miriquituli.

lunes, 7 de noviembre de 2011

LA MUJER JUNTO A LA VENTANA

Cuando Julio llegaba del colegio, su madre, en la cocina de la casa familiar, le daba un bocadillo o pan con chocolate para merendar. Vivian en un piso del centro, rodeado de otras viviendas por los cuatro costados. Tras los visillos se intuía la vida de los vecinos cercanos.

Una pareja madura tenía su sala de estar, frente a la cocina, justo un piso más abajo, en un patio de luces. A la hora en que Julio merendaba ellos solían ver la televisión. Como eran muchos en casa, cuando fue un poco más mayor, comenzó a hacer los deberes en la cocina, en la mesa donde la familia solía comer los días de diario, justo en frente de la ventana.

Los vecinos regentaban un bar un par de calles más abajo y en épocas del año que el trabajo en el campo se lo permitía, una hermana de la mujer, más joven que ella, venía del pueblo a echar una mano en el bar. Tendría cuarenta años era de mediana estatura y un poquito entrada en carnes, aunque iba muy erguida, caminaba y se movía, con la agilidad propia de las personas que entonces, vivían en los pueblos.

Era época de exámenes y después de cenar Julio tenía que seguir estudiando. Aburrido de los libros la vista se le iba a la ventana de los vecinos. En un momento dado el hombre se fue a la cama y las dos mujeres apagaron la televisión y abrieron un sofá cama. La hermana mayor se retiró, la menor apagó la luz y comenzó a desnudarse, para ponerse el camisón. Pese a estar a oscuras la habitación, se veía lo suficiente. Era una mujer hermosa de pechos llenos, ligera barriguita y anchas caderas redondas. Era la primera vez que Julio veía una mujer desnuda, sin contar a su madre, aquello le causó una honda impresión.

La escena se repitió durante varias semanas. Cuando Julio veía que las hermanas se disponían a acostarse, apagaba la luz para así poder ver sin ser visto. Un día la vecina no estaba. Había vuelto al pueblo. Una gran desazón hizo mella en su ánimo. Perdió el apetito, incluso bajaron sensiblemente sus notas escolares durante la temporada en que la mujer de la ventana estuvo fuera.

Quedaban pocos días para que diera comienzo el verano y la mujer volvió. Julio andaba de exámenes y retomó sus observaciones nocturnas. La mujer ante el calor reinante prolongaba sus sesiones televisivas. Cuando se quedaba sola, se quitaba el camisón y se quedaba viendo la tele vestida solamente con unas escuetas braguitas.

La noche anterior a que la familia de julio partiera de vacaciones a la playa, fue especialmente calurosa. Julio observaba como cada noche. Después de ver la tele, la mujer se metió bajo la sabana tal cual, sin ponerse el camisón, se destapó hasta debajo de su redondo ombligo y saco una pierna fuera de la sábana. Julio observó como la mujer se secaba el sudor alrededor de los pechos con el camisón. En un momento dado la mano de la mujer se introdujo debajo de la sábana y comenzó a moverse despacio en el lugar donde se intuía su pubis. En el silencio de la noche, Julio podía oír la respiración agitada de la mujer.

Al día siguiente mientras la familia de Julio cargaba el coche, se encontró con la mujer cuando se disponía a subir en el ascensor. Ella vestía el uniforme del bar, una especie de bata de cuadros rosas, que le llegaba por encima de la rodilla. A la altura del pecho el espacio entre los botones se abría dejando entrever el generoso pecho enfundado en un sujetador negro de encaje. La mujer olía muy bien, a jabón, a cremita y a algo indefinido, un olor como a…. niño pequeño. Antes de llegar a su piso ella le hablo:

-He visto a tus padres cargando el coche ¿Te vas por mucho tiempo?

-Nos vamos a la playa hasta final de mes -

¡Que suerte! Aquí te estaré esperando, bueno, dame un beso, hasta pronto guapo.

Julio acercó la cara a su mejilla y ella le beso suavemente en la comisura de los labios.

Durante el mes que Julio estuvo de vacaciones mantuvo sus primeros escarceos sexuales con una chica de la urbanización algo mayor que el. Fue un encuentro torpe y desangelado pero a Julio le infundió una gran confianza en si mismo.

La familia regreso una tarde de sus vacaciones y Julio se fue con su madre a comprar algo para la cena. Al bajar por la calle en dirección a la galería comercial se encontraron con las dos hermanas que venían del bar. La madre de Julio se puso a hablar con ellas. Julio dirigía furtivas miradas a la hermana menor. Cuando ya se iban a despedir de su madre, las dos hermanas repararon en Julio, fue la mayor la que primero hablo:

-¡Pero que estirón a dado este chico! Anda que cualquier día te vemos con novia.

Su madre intervino- Que se deje de novias y se centre en los estudios pare ser una persona de provecho el día de mañana.

La hermana pequeña dijo mirando a Julio provocativamente: Si que esta mayor y además muy guapo.

Las tres mujeres siguieron conversando un poco más y luego se separaron.

Julio esperaba con ansiedad a que llegara la noche. Cuando su familia se acostó el se fue a la cocina. Con la luz apagada se acercó a la ventana. Estaba decidido a abordar a la  mujer. Al día siguiente la esperaría a la salida del bar y le hablaría, pero esa noche volvería a mirarla. La hermana mayor dio un beso de buenas noches a la pequeña, el hombre hacia rato que se había acostado. Por fin la mujer se quedo sola junto a la ventana. A oscuras se desvistió y se puso el camisón. Se quedo de pie junto a la ventana mirando hacia la ventana de Julio. Julio creyó ver una expresión de tristeza en los ojos de la mujer. La mujer bajó la persiana. Julio estaba desolado.

Al día siguiente Julio salio a la calle y fue corriendo hasta el bar, se asomó a la cristalera pero solamente vio al matrimonio. En los siguientes días volvió, ni en el bar ni en el piso volvió a ver nunca a la mujer.

Aquella noche esa persiana se había cerrado definitivamente.

Doctor Miriquituli.  

jueves, 27 de octubre de 2011

ALTO, GUAPO Y CON DINERO. PROFESION ¡AVENTURERO!

Recientemente a saltado a los medios de comunicación, el fatal desenlace sufrido por  Stefan Ramin, un ejecutivo alemán, supuestamente devorado por caníbales, en Nuku Hiva, un paraíso natural en la Polinesia francesa. Este aventurero, había dejado su lucrativo empleo en Hamburgo y se dedicaba a navegar  con su novia por esos mares de Dios. La historia, tiene muchos puntos en común, con la que se cuenta en la excelente y controvertida película de los años, 70s Holocausto Caníbal, en la que se narra, en un formato documental, la historia de unos jóvenes, que sin ningún tipo de escrúpulos morales, se internan en la selva amazónica, para realizar un reportaje sobre las practicas brutales, de algunos de los últimos caníbales del planeta.

Antiguamente, la gente se embarcaba en este tipo de aventuras de incierto final, huyendo de la miseria, la ignorancia o la opresión. Mas adelante estados e instituciones financiaron expediciones con objetivos científicos (Y a la postre, también económicos). Algunos insignes aventureros como Magallanes o Cook también hallaron la muerte en paraísos perdidos del pacífico, pero los importantes logros de estos personajes, los elevan a la categoría de héroes.
 
En el siglo XX, se han conquistado los últimos espacios inexplorados del planeta y el cine y la televisión han difundido en imágenes, como nunca antes estas investigaciones.
Grandes científicos y comunicadores como Jacques Costeau o nuestro Félix Rodríguez de la Fuente, fueron unos auténticos gigantes, que supieron hacer llegar al gran público un patrimonio natural, tan bello como desconocido y que estaba y está en grave peligro.

En los tiempos actuales, el modelo de aventurero que se lleva, hace más hincapié en las dificultades inherentes a la propia aventura, que en los aspectos científicos o conservacionistas. El ultimo superviviente, al filo de lo imposible o desafío extremo, van en esta línea. Los aventureros protagonistas, se desplazan a sitios remotos, no para investigar ni descubrir, si no, perdónenme la expresión: A pasarlas putas, convenientemente equipados en Coronel Tapioca o Decathlon.

No quisiera olvidarme de otra variante del aventurero moderno, el aristócrata aventurero. Estos Sportmen, prefieren la dificultad y el riesgo a la vida muelle, que podrían llevar gracias a sus bienes de abolengo. Dos magníficos ejemplos son: El ínclito Álvaro de Marichalar, que ha paseado la bandera nacional por los siete mares, en su moto acuática o el sublime Kitín Muñoz, también conocido como Kitín de Bulgaria, que a bordo de varias embarcaciones de palitos trenzados, se enfrentó a las procelosas aguas del Pacífico, para emular la gesta ancestral de unos nativos polinesios que en tiempos remotos llegaron a America mucho antes que Colón. Tal vez montarse en el metro en hora punta sea toda una aventura, pero hay que reconocer que mola mucho más enfrentarse al mar bravío en estas inusuales embarcaciones.

El último grito en aventureros, es un personaje por el que yo siento auténtica debilidad. es el conocido como Frank de la Jungla. Se parece a ese niño raro que cazaba lagartijas y otros bichos, en el descampado (Yo era así) sólo que ya es mayor, aunque vista raro. Seguramente es un gran entendido en fauna del sudeste asiático, pero los mayores atractivos del programa, radican en los aspectos más escatológicos del mismo, como las palabrotas o los desarreglos digestivos del equipo y el riesgo latente, de que clase de animal peligroso, va a morder, estrangular o picar a Frank.

 Aún muchos seres humanos siguen el camino de la aventura cruzando desiertos y mares bien para poder acceder a un modo de vida mejor en lo material o como en el caso de esos altos, guapos y con dinero, para huir del tedio y la pobreza espiritual. A estos últimos debo advertirles: Que el mar, la montaña, la jungla o el desierto pueden matarles, que las serpientes pican y que aunque, actualmente vayan con bermudas y gafas de sol, en la polinesia al igual que en el Congo a blanco que pillan lo hacen “mondongo”.

miércoles, 19 de octubre de 2011

LA HISTORIA DEL DOCTOR MIRIQUITULI.                     

 Corrían los primeros 80s, yo recientemente había cumplido la mayoría de edad pero aún era un adolescente, con muy poca experiencia y que andaba perdido en la vida sin  objetivos o ilusiones bien definidas. Me “divertia”, si me ponía muy pedo, de lo que fuese. Siempre deambulando por el centro de Madrid, que entonces era una ciudad oscura, fría y cutre, donde había caca de perro a cada paso y los borrachos salían de las tascas escupiendo en el suelo lapos verdes, producto de fumar las ásperas labores de tabaco de la época, como los Celtas sin filtro.

Por aquellos tiempos estaba en pleno apogeo lo que se dio en llamar la movida madrileña, impulsada por una corta élite cultural y entre la que había mucha morralla: “modelnos”,  jipis reconvertidos y macarras, en general, que aprovechaban todo para dar bronca. El epicentro de la celebre movida, era el barrio de Malasaña. Yo paraba en una cervecería en la calle Colón (Bodegas la Ardosa) luego con mis colegas de entonces, seguía cada noche, una ronda enloquecida por tascas y locales de más o menos moda.

En la esquina de Colón con la calle del Barco se colocaba un hombre de edad indefinida, bastante bien vestido y limpio, que vendía Centraminas, unas anfetas que con receta medica se podían conseguir en farmacias y que junto con alcohol y porros eran el combustible creativo-social de la movida. Este hombre era sumamente educado en su trato, hasta amable y cariñoso, lo que en un camello era más que chocante. El caso es que los otros camellos y las prostitutas de la calle del Barco y la vecina de la Ballesta, se cuidaban muy mucho de meterse con el. Era extranjero, de no se que país centro-asiático y afirmaba que era medico. Su nombre, impronunciable, sonaba algo parecido a Martizalkitoleiulz, por lo cual, nos dirigíamos a él como Doctor Miriquituli. Tenía un SEAT 1430 de color azul siempre impecable y sin ningún arañazo, donde guardaba las pastillas. Conocía a todo el mundo de la noche madrileña, todos le trataban con gran respeto y a la vez intentaban evitarle. Había algo muy inquietante en aquel extraño personaje. Con el tiempo nos enteraríamos de algunas cosas.

En 1985 me marché a Melilla a hacer la Mili. Fue un choque brutal con la realidad. Aunque el consumo de drogas en la plaza africana era más grande que en ningún otro lugar de España. Los mandos mantenían una feroz represión hacia los chavales que consumían hachis. Siendo algunos de estos mandos militares grandes consumidores de esa droga, sumando a este consumo el de drogas legales como el alcohol o los barbitúricos. No todo fue malo durante este periodo, aprendí muchas cosas sobre el mar, que sería una de mis grandes pasiones en años posteriores.

A mi vuelta de la mili todo aquel paraíso artificial de la movida había sido barrido por el huracán de la heroína, un caballo desbocado que había puesto a la juventud ante la descarnada realidad de las drogas. Mis antiguos camaradas estaban o enganchados, o en tratamiento psiquiátrico, incluso varios habían muerto o estaban en la cárcel.

En el barrio chino de Madrid se había producido un goteo de extrañas muertes, principalmente de prostitutas y chaperos a los que alguien había atado y administrado un cóctel de  drogas, principalmente, speed (Meta-anfetamina) y LSD. Aunque potente, este combinado, no era algo que pudiera acabar con un adulto y menos con un poli-toxicómano. Aquellos pobres desgraciados, no tenían un solo rasguño, pero en casi todos los casos se habían orinado y defecado encima y a otros se les había vuelto el pelo completamente blanco, pero todos tenían el rostro desencajado casi hasta la caricatura Parecía como si hubieran muerto…. ¡DE TERROR!

Pregunte en el barrio por mi antiguo dealer pero nadie sabía nada. Una vieja prostituta borracha que hacía la calle cerca de Gran Vía, en su delirio, me hablo de un SEAT azul y de un individuo que ofrecía chutes a cambio de servicios a chicos y a chicas. Se montaban en su coche y nadie los volvía a ver con vida. También supe de un colega, de antes de la mili, cliente del doctor, que había muerto en las extrañas circunstancias antes descritas.

Las calles se habían vuelto absolutamente inhóspitas y de la gente de la movida, apenas quedaba nadie que llevara el mismo rollo que antes de irme, a pesar de todo me resistía a cambiar de vida y cada día estaba más cerca de empezar a clavarme agujas en los brazos.

Una noche de regreso a casa, bajando por la calle del Barco un coche que circulaba despacio, se detuvo a mi lado, era un 1430 azul, el conductor bajo la ventanilla. En la oscuridad de la calle, no se le veía el rostro, pero yo estaba completamente seguro de saber de quien se trataba. El conductor permanecía en silencio, observándome. Comenzó a invadirme un pánico irracional. Eché a correr y no paré hasta meterme en el metro. Esa noche decidí que iba a cambiar de vida.

Abandoné el consumo de todo tipo de drogas, incluso durante una época deje hasta de beber alcohol. Pasé mi particular travesía del desierto, al desaparecer el leiv motiv  de toda mi vida social hasta entonces, pero estaba decidido a dejar atrás aquella oscuridad. Retomé unos estudios que había dejado mucho tiempo atrás, comencé a hacer algo de deporte, sobre todo natación y en la piscina conocí a una gente que daba cursos de buceo y me apunté a uno.

En sucesivos años, cambié de trabajo incluso cambié de ciudad. En Alicante conocí a mi mujer. Ya nunca más volvería a Madrid capital.

Tengo que decir que estos veintitantos años transcurridos desde mi último encuentro con el doctor, han sido los mejores de mi vida a pesar de las pérdidas y los momentos malos ¡Que también los ha habido! Hace 8 años que tengo una hija que junto con mi mujer, son el motor y la motivación para levantarme todos los días de la cama.

Ahora que me asomo al otoño de mi existencia, tengo la sensación de que de nuevo una sombra de miedo y de locura, sutilmente, vuelve a cernirse sobre mi vida. Yo sigo corriendo, como esa noche, hace tantos años Tal vez nunca conseguí dejar atrás del todo al siniestro doctor Miriquituli. De hecho en un par de ocasiones me ha parecido ver un viejo SEAT 1430 de color azul, muy limpio, pasar muy despacio por mi calle

¡Que no os alcance el doctor Miriquituli!

Ramón Méndez Alonso