Llegue a la urbanización de Miriam media hora antes de la
reunión. Toque el timbre y al poco ella salió a abrirme. Tenía los ojos rojos,
como si se acabase de levantar. Me abrazó y me preguntó como me encontraba
¡Olía tan bien! Un olor como el que tienen los niños pequeños y que seguramente
es un mecanismo de la naturaleza, para potenciar los instintos de afecto y protección
de sus semejantes, ante la indefensión en la que se encuentran los seres
humanos en los primeros estadios de su desarrollo.
Le conté como había sido lo de mi abuela y como un día antes
la había visitado, después de tanto tiempo. Me confesó que no tenía ningunas
ganas de hacer la reunión, había sufrido un terrible desengaño.
-¡He estado tan ciega! Llevaba más de 5 años con él. Me dijo
que me quería, que dejaría a su mujer… Además era mi jefe, al romper con él,
también me he quedado sin trabajo-
Hasta entonces, trabajaba como diseñadora gráfica en una importante
empresa de publicidad. Tenía una sólida formación. Hablaba varios idiomas y lo
más importante, me constaba que tenía dinero. Su situación se encontraba
bastante lejos de ser desesperada (Al contrario que la mía) Así se lo hice ver.
Se quedo más tranquila. Miriam era una mujer muy decidida.
Al poco rato llegaron las asistentes a la reunión, un grupo
de 10 mujeres entre vecinas, amigas y ex compañeras de trabajo. Estas últimas
se interesaron especialmente por la situación en que había quedado Miriam. Se
quedaron de piedra al conocer que el motivo de su despido, había sido la
ruptura de la relación sentimental que mantenía con su jefe y de la que no
sabían nada.
-¡Que cabrón!- Dijo una chica gordita muy guapa de cara,
compañera suya de trabajo.
Tras las presentaciones, unas cervecitas y un poco de
picoteo, comenzamos con la reunión. Todo fue bastante bien.
Me quedé ayudando a Miriam a recoger y luego me invito a
cenar. Hicimos una ensalada y descorchamos una botella de vino. Tras cenar, nos
sentamos muy juntos en sofá con la botella de vino y dos copas. Miriam había
encendido antes de la cena una estufa chimenea que había en el salón de su
chalet. Aunque el tiempo por el día, era en general bueno, por las noches aún
refrescaba bastante. Estábamos muy a gusto, en silencio observando el fuego,
cuando Miriam dijo:
-No me gustaría quedarme sola esta noche ¿Te quedas conmigo?-
A mi me saltaba el corazón en el pecho. Me ofrecía lo que
íntimamente más anhelaba, entonces me acordé de las ladillas, si hacia el amor
con Miriam, le podía pegar aquellos asquerosos bichos. Ya no me picaba nada, señal
de que la infestación seguramente había terminado, si no era así, en última
instancia, siempre le podía echar la culpa a su ex jefe.
-¿Tú crees que soy el hombre adecuado?- Dije yo anhelante.
-Estoy completamente segura- Dijo y luego me besó.
-¿Nos vamos a la cama?-
La primera vez que hicimos el amor fue un poco decepcionante
por mi parte, ya que el deseo largamente reprimido hizo que no pudiera
complacerla. Luego hablamos un buen rato, le abrí mi corazón, le conté mi
mísera y solitaria vida y como había aceptado aquel trabajo, como último clavo
ardiendo al que agarrarme antes de acabar viviendo en la calle y comiendo en
los comedores sociales, en una situación de exclusión social de muy difícil
retorno. Cualquier otra mujer seguramente hubiera sentido espanto, ante las
poco halagüeñas perspectivas que se abrían con esta relación. Pero Miriam, no
se por que extraña razón, veía algo bueno en mi. Creo que yo le podía aportar
algo que le faltaba, tal vez fuese verdad o devoción, no se. Lo cierto es que
las relaciones personales se basan siempre en el aporte de ingredientes de una
parte hacia la otra y yo esta vez había dado con la receta.
Hicimos el amor varias veces más esa noche, con resultado
mucho más satisfactorio que la primera vez, incluso jugamos con algunos de los
juguetes sexuales que Miriam tenía. No nos hacían falta, en ese momento nos
bastaban los atributos con los que la naturaleza nos había dotado, para darnos
placer el uno al otro.
Me marché a la mañana siguiente, con el sol bien alto y con
una sonrisa pintada en mi cara. Seguramente la gente que me vio debía pensar
que era idiota. En mi casa me duché, me apliqué el mejunje para las ladillas y
me marché a Fresa y Menta. No sabía que iba a pasar con mi trabajo, pero quería
acabar con aquella farsa.
Tanto Dimitri como Mercedes me miraron con recelo. Quizás
pensaban que eso tan peligroso de la felicidad podía ser algo contagioso. Mi
jefe, con su atuendo, era más propenso al contagio. Vestía traje de lino color
naranja, camisa hawaiana con muchas palmeras y como complementos corbata de
vaquero de esas de cordoncillos con chapa en el cuello y botines color granate de
media caña y tacón cubano. Melchor era un hombre perspicaz y enseguida apreció
el cambio que se había producido en mí.
-No se, hoy te veo distinto, te veo radiante. Me atrevería a
decir que tu has tenido sexo del bueno ¿Has dejado a ese novio tan soso? ¿Quién
es él? ¿Es africano? Cuenta cuenta, que me tienes en ascuas.-
-Te voy a decir algo, que va a cambiar la imagen que tienes de
mí, pero quiero que sepas que eres una persona a la que sinceramente aprecio,
tanto en lo profesional como en lo personal y que decidas lo que decidas sobre
mi futuro en esta empresa, lo acepto y lo respeto-
Después de este preámbulo, Melchor era todo oídos.
-No soy homosexual ni nunca lo he sido, fingí serlo por que
necesitaba trabajar, estaba a punto de quedarme en la calle. Espero que
entiendas mi postura-
Entonces fue como si a Melchor Cerrudo le vinieran todos los
años que tenía, que eran bastantes y alguno más a la expresión de su cara-
-¡Cómo no te voy a entender! Déjame que te cuente una
historia: Yo nací en un pueblo de la provincia de Zamora hace muchos años ya.
Allí pasé mi niñez y mi adolescencia. Desde que tengo uso de razón soy
consciente de mi homosexualidad, pero en la España en que nací, era
absolutamente impensable reconocer esa realidad y mucho menos en un pueblecito
de la Castilla profunda. Con 18 años me vine a Madrid, pese a que un marica en
aquella época estaba condenado al disimulo o a la marginalidad, en Madrid al
menos, como te he dicho, en círculos marginales, podías relacionarte con otros de
tu condición. De todas maneras como a mi me seguía importando mucho mi familia,
llegue a casarme con una mujer, una madre soltera. Dolores, que así es como se
llama, también era de un pueblo pequeño y en una situación paralela a la mía,
tuvo que irse, al percatarse de su embarazo. El matrimonio nos doto a ambos de
una respetabilidad perdida y a nuestra manera nos llegamos a querer mucho. Yo
crié a su hija como si de mi propia hija se tratase y dentro de pocos meses
seré abuelo, lo cual me llena de orgullo ¿Cómo quieres que no te entienda? Por
mi parte creo que eres un buen profesional y a tu profesionalidad apelo para
que no desveles tu orientación sexual ya que tratas temas sensibles,
generalmente con mujeres. Este es un trabajo como otro cualquiera, en un sector
en clara expansión, además yo algún día me quiero jubilar para poder dedicarle
tiempo a mi nieto…. –
Seguimos hablando un rato, le conté lo de Miriam y me dio
algunos consejos muy atinados. Luego tras despachar los asuntos de trabajo y
asignarme una reunión para esa tarde nos despedimos con un afectuoso abrazo.
Llamé a Miriam y quedamos en vernos otra vez esa misma noche,
Me pase por casa para comer algo y luego fui a la reunión que era en un pueblo
de la sierra. Tras terminar volví a llamar a Miriam par avisarle de que ya iba
hacia su casa. Me dijo que me esperaba y que me había echado mucho de menos.
La autovía de la Coruña llevaba mucho tráfico y caía una
fina llovizna. En una curva bastante cerrada, mientras adelantaba a varios
coches que circulaban detrás de un camión, de repente uno de los coches que se
desplazó hacia la izquierda, golpeando lateralmente mi furgoneta, Perdí el
control del vehículo que hizo un trompo. Un coche que venía detrás no pudo
evitar colisionar conmigo. Un fogonazo, un instante de agudo dolor y luego….
Oscuridad.
Siento con mis largas antenas como vibra el suelo por los
pasos de un grupo de personas. Una luz se enciende, yo corro a esconderme
debajo de la cama. Escucho sus voces que me resultan muy familiares. Son dos
mujeres y un hombre.
-¡Que horror! No sabía que estuviera viviendo así. No me
había contado nada. Soy su hermana, el único familiar directo que le quedaba,
le hubiera ayudado.-
-A mí si me lo había contado, aunque no había visto esto.
Estábamos juntos desde hacía muy poquito, pero estoy segura de que la nuestra
hubiera sido una gran historia de amor ¡Que pena! No tenía suerte. Le echaré siempre
de menos.-
-A mi también me había contado algo. Era buena gente y buen
profesional. Yo también voy a echarle de menos.-
-¿Queréis alguna cosa, algún recuerdo? Aunque hay tan poco,
es como si no tuviera pasado, como si no tuviera ni siquiera nombre.-
Los pasos se alejan y la luz se apaga. Vuelvo a salir de
debajo de la cama y exploro todo con mis antenas. Parece un buen sitio para
vivir y además me resulta todo, extrañamente conocido....
DR. MIRIQUITULI
No hay comentarios:
Publicar un comentario