Max aparcó el viejo coche junto a la valla de los estudios
Pink Visual. Movió su gran humanidad hasta la puerta y entró en el hall. Una
recepcionista fea, pero a la que parecía no escapársele ni una, le indicó con
la vista unos asientos donde una rubia excesivamente maquillada mascaba chicle
y ojeaba el último número de Pink Affaire. Pink Visual era una de las
productoras porno más importantes del valle. Producía películas, revistas y gestionaba
varios portales en Internet que le rendían cuantiosos beneficios. Max saludó
con una inclinación de cabeza pero la rubia ni siquiera levantó la mirada de la
revista ¡Que le importaba a él la rubia! En realidad hacía mucho tiempo que le
habían dejado de importar las mujeres ¡Bastante había tenido ya con sus dos
matrimonios!
A su primera mujer hacia por lo menos veinte años que no la
veía. Tenía una hija con ella allá en su pueblo, White River Alabama. Mientras
“papa dinero” estuvo presente, Max recibía cartas y de vez en cuando alguna
visita de Rose, que así es como se llamaba su hija. Cuando las cosas comenzaron
a marcharle mal, no volvió a tener noticias. Un tatuaje en su brazo izquierdo
era todo lo que conservaba de su perdida familia.
Su segundo matrimonio seguía siendo como un grano pustulento
en el ojete. Victoria era también del oficio. Habían estado juntos casi 10 años.
Se conocieron a finales de los 70. Era la época dorada del porno y Max estaba
considerado el John Holmes del porno interracial, incluso había trabajado con
“Mister 35cm” en “Tarzán y la Tribu de las Lesbianas Ardientes” aunque los
productores se habían cuidado muy mucho de sacarlos juntos en ninguna escena ya
que la lanza de Max superaba considerablemente a la de la estrella blanca. En
aquel mundillo se consumían todo tipo de drogas, principalmente cocaína durante
los rodajes y también en las fiestas salvajes que daban las productoras. El
video, los DVD y finalmente Internet acabaron con las grandes producciones. Él
y Victoria anduvieron una temporada follando en vivo en clubes de mala muerte.
Lo poco que conseguían, Victoria se lo metía por la tocha. Finalmente le dejó y
poco después hacia la calle para un chulo colombiano que le proporcionaba
polvos más placenteros que los suyos.
Gracias a la iglesia metodista, Max había sustituido el consumo
de drogas por la fe. Allí conoció al reverendo Robert. Aquel ministro de Dios,
ayudaba a sobrevivir a la gente de los guetos, pero para eso necesitaba mucha
pasta. Max le habló de su pasado como actor porno y le propuso volver a
trabajar, para con sus ingresos ayudar al sostenimiento de la obra del
reverendo. Robert que era un hombre grande ¡Tan grande como Max! No podía
permitir que su discípulo caminara solo por el oscuro camino del pecado y
decidió acompañarlo. Juntos pecarían contra el sexto mandamiento, pero sería en
pos de una buena causa ¡Seguro que Dios les podría perdonar!
Crearon un “dúo artístico” y se hacían llamar “Los Hermanos
Polla Enferma” Tenían mucho éxito en Internet. Follaban siempre enmascarados,
con mascaras como esas que llevan los luchadores mexicanos, así el reverendo
mantenía en secreto su identidad. Sus
partenaires eran chicas blancas de aspecto frágil, a las que los hermanos
introducían sus monstruosas vergas por todos los agujeros practicables de su
cuerpo.
-Mr. Maxwell, le están esperando en el estudio 8. Esta señorita
es Alice Young, la actriz que va a rodar la escena de hoy con el reverendo
Robert y con usted- Dijo la recepcionista en cuanto terminó de hablar por
teléfono.
Max estrecho la mano de la rubia y caballerosamente, le
franqueo el paso hacia la sala de grabación. En un amplio pasillo había una
docena de puertas. Alice Young empujo la que tenía el número 8 encima. En el
interior estaban rodando una escena sadomasoquista en la que participaban una
pareja, ambos vestidos de cuero negro y una mujer de avanzada edad que estaba
atada con cuerdas a una mecedora. Un asistente les indicó la puerta del fondo
de la sala donde se encontraban los vestuarios. Allí estaba el reverendo Robert
que acababa de salir de la ducha y se disponía a ponerse el atuendo de trabajo,
unos escuetos calzoncillos de cuero con tachuelas, la mascara de luchador y
unas botas de media caña. El clérigo les estrechó la mano y una blanca sonrisa
brillo bajo su fino bigote. Max fue a darse una ducha y la rubia a ponerse un
enema. En el plató varios operarios se afanaban en recoger el decorado de la
escena sadomasoquista y traer un sofá.
Finalmente salieron los tres. A la rubia le dieron un corto
guión con preguntas y respuestas tales como: -¿Tu culo sigue siendo virgen? Si,
lo he estado reservando para los Hermanos Polla Enferma que son los reyes del
anal ¿Cuál es tu fantasía sexual favorita? Que dos monstruosas pollas negras
penetren todos los agujeros de mi cuerpo y al final su leche se derrame en mi boca,
en mi cara, en mis tetas…. - Una prueba de luz, unos retoques de maquillaje y
comenzaron a rodar la escena.
Alice Young recitó su dialogo y los dos hombres se sentaron
en el sofá y comenzaron a acariciarla. Pronto la actriz porno estaba de
rodillas chupando alternativamente las dos vergas. La excitación de Max creció
cuando su glande se juntó con el del reverendo dentro de la boca de la mujer,
que hacia verdaderos esfuerzos para que le cupieran las dos grandes boas
negras. Se la habían chupado cientos… miles de veces, pero al sentir la polla
de su mentor junto a la suya en la boca de la actriz, tuvo que reunir toda su
experiencia profesional para no correrse en ese momento. Luego comenzó el
folleteo. Alice follaba con uno y se la chupaba al otro, adoptando diferentes
posturas. Se fueron cambiando, hasta que a Max le tocó atacar por la
retaguardia. Normalmente no la podía meter a la primera, pero aquella chica
tragaba carros y carretas ¡Era una gran profesional! La menuda actriz porno,
cabalgaba el miembro de Max con los pies sobre sus muslos y las manos apoyadas
en la cintura del hombre negro esperando recibir al reverendo por delante. En
la doble penetración la parte trasera de los penes y los testículos se frotaban
y chocaban rítmicamente. Las manazas de Max agarraron el duro culo del
reverendo Robert y lo apretaron contra la rubia. Cambiaron un par de veces de
posición y finalmente, ambos eyacularon sobre el careto de Alice Young. Le
restregaron las pollas por la cara y las restregaron una contra otra hasta que
el maquillaje de la rubia se tornó una máscara pegajosa y grotesca.
Una ducha y los tres participantes en la escena porno
pasaron por caja a recoger sus respectivos cheques. Los dos hombres se
despidieron de Alice Young en el hall de los estudios Pink Visual y luego
salieron juntos a la calle.
-He venido en autobús ¿Me puedes acercar hasta la
parroquia?-
-Claro que si reverendo Robert- (Yo a ti te acompañaría
hasta el mismísimo infierno si tú me lo pidieras)
La parroquia estaba en un gueto negro en las afueras de los
Ángeles. Por el camino, el reverendo fue hablando sobre las buenas obras que
iba a hacer con el dinero que habían ganado esa tarde. Cuando llegaron, Susan,
la esposa de Robert estaba arreglando los parterres de rosas que había junto a
la entrada de la parroquia, mientras los dos hijos de la pareja jugaban al
basket en una canasta que había colgada de la fachada.
-¡Que sorpresa Max! ¿Pasas a tomar un vaso de limonada
fría?- Dijo la mujer del clérigo
Max les dio una excusa poco convincente y se despidió de la
pareja. Camino de su casa, paro en una licorería. Compró una botella de güisqui
barato y un paquete de latas de cerveza. Cuando llegó a su deprimente vivienda,
sacó algo de comida china que quedaba en el frigorífico y abrió una cerveza. En
la televisión había poco que ver. Max dejó un canal por el que estaban pasando
un partido de béisbol y comenzó a comerse la comida china fría. Al poco tiempo
sonó el telefonillo del portal. Max se acercó un poco a la ventana y vio a su
ex mujer Victoria que apretaba el botón del portero automático con furia. Parecía
que aquella arpía tuviera un sexto sentido que detectara cuando Max tenía pasta.
Arrancó los cables del telefonillo, abrió la botella de güisqui y echo un largo
trago a morro y cogió una nueva cerveza.
Abajo en la calle Victoria gritaba: - ¡ABRE HIJO DE PUTA SE
QUE ESTAS AHÍ! EMPEZAMOS JUNTOS EN ESTO, NO ME PUEDES DEJAR TIRADA…
Es verdad habían empezado juntos en aquel negocio, pero Max
era una estrella. ÉL HABIA TRABAJADO CON MISTER 35 cm. En la calle los gritos
de Victoria seguían. Ya se cansará o los vecinos llamarán a la policía pensó.
Max echó otro trago de la botella y se sentó en el sillón. Se sacó su enorme
polla de los calzoncillos y comenzó a meneársela despacio pensando en la sonrisa
blanca bajo el fino y bien cortado bigote del reverendo Robert. Mientras en la calle, su ex mujer seguía
gritando y una sirena de los maderos sonaba lejana.
Doctor Miriquituli.
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