viernes, 7 de septiembre de 2012

UN AÑO Y UN POCO MÁS- SALVE


Era el Era el primer día que salía por Melilla tras su mes de permiso. Tenía mucho mono de fumar grifa, pero también sentía que tenía una obligación para con Jorge Fuster y María Medrano. Le pidió las llaves del piso a Juan el cocinero y fue a recoger el diario y las cartas del cabo. Al reemplazo de Juan le quedaban menos de 2 meses para licenciarse. Ahora que Santiago tenía pasta tras vender en Madrid los 300 gr de hachis que se había llevado, estaba pensando quedarse con el piso de Juan cuando se licenciase. El tiempo en Melilla había cambiado y los marineros ahora vestían el traje de bonito de verano, que era completamente blanco y de manga corta. El problema que tenía este atuendo era que se manchaba con mucha facilidad. Si esto ocurría antes de la revista que pasaba el sargento de guardia a los que iban a salir, te echaban para atrás y te quedabas en la compañía esa tarde. La solución de urgencia, era tener una tiza siempre a mano para blanquear cualquier manchita en la camisa o los pantalones.

Así, todo de blanco, con el uniforme nuevo que le había dado el cabo Gallardo, el cual había sustituido a Luna como furriel de la compañía, Santiago se dirigió a la calle de la Soledad, en las murallas, junto al faro y la estatua de Pedro Estopiñán “Conquistador de Rusadir” En la puerta de la casa había una decena de gatos. Todos se retiraron al llegar el madrileño, unos raudos y otros con desgana. Solamente se quedó un gato blanco que maulló a modo de saludo. Santiago Reche llamó a la puerta y al rato oyó unos pasos ligeros que se dirigían a la misma. Estaba un poco nervioso y no sabía cómo iba a contarle su historia a María Medrano. De momento le pensaba entregar las cartas y más adelante si se ponía a tiro, trataría de contarle la extraña historia de las apariciones de su antiguo novio. Abrió la puerta una chica de aproximadamente su edad. Santiago no podía decir si era guapa o era fea, pero se quedó boquiabierto ante los grandes ojos azules que parecían escrutar el interior de su ser. Transcurrieron unos instantes en los que el tiempo se detuvo, seguramente sólo fueron unas décimas de segundo, pero al marinero le dio la impresión de que transcurría una eternidad Finalmente Santiago, un poco envarado comenzó a hablar:

-Bu, bu…. buenas tardes ¿Está doña María Medrano?-

-Pues ha ido a misa, volverá dentro de una hora más o menos. ¿Qué es lo que querías?-

-Encontré hace casi dos meses estas cartas dirigidas a ella y este diario de la misma persona que escribió las cartas en el Peñón de Vélez de la Gomera.-

Mientras los dos jóvenes hablaban, las miradas de ambos mantenían un diálogo muy distinto al de sus palabras. Los ojos de la chica le sonreían, le sonreían como el resto de su cuerpo. Un flujo de energía corría entre esos dos cuerpos jóvenes. Santiago sentía que podía abrazar a esa chica, que la podía besar, que podía….

-Vale yo se las daré cuando vuelva- Contestó la chica

-Vale, muchas gracias, adiós- Dijo Santiago Reche dándole el paquete a la desconocida.

-Adiós, hasta otro día- Dijo la desconocida mostrando una blanca sonrisa.

Santiago Reche se marchó de la calle de la Soledad. Antes de doblar la esquina volvió la cabeza y la chica todavía estaba en la puerta. Levantó el brazo y ella le devolvió el saludo. Luego Santiago anduvo todo el resto del tiempo que le quedaba hasta volver a la cueva sin rumbo fijo por las calles de Melilla.

Pasaron varios días y Santiago no tuvo noticias de Doña María ni de la chica a la que había entregado las cartas. En la compañía el tiempo transcurría despacio. Chupetín había vuelto de sus vacaciones-cura de desintoxicación. Estaba mucho más delgado y se había dejado un ridículo bigote, que en lugar de imponer respeto le daba un aspecto como de salmonete de roca, eso si no probaba una sola gota de alcohol. Desde hacía algún tiempo, cualquier cambio en la rutina diaria, en lugar de anunciarse con los habituales toques de corneta, se hacía al son de la Salve Marinera:

Salve estrella de los mares.
De los mares iris de eterna ventura
Salve reina de hermosura
Madre del divino amor

De tu puerto a los pesares
Tu clemencia de consuelo
Fervoroso llegue al cielo
Y hasta ti, hasta ti nuestro clamor

Saaalve, estrella de los mares
Estrella de los mares, estrella de los mares
Salve, salve, salve, saaaaaalve, saaalve.

Nadie que haya sido marinero podrá olvidar nunca la salve marinera. En la cia mar cada marinero, desde principios de mayo al 16 de julio, la cantaba una media de 5 ó 6 veces al día. La festividad de la Virgen del Carmen era el día grande para la Compañía de Mar de Melilla. Primero, desfilaban por las calles de la ciudad autónoma delante de la Virgen hasta la iglesia de San Agustín en el barrio del Real y una vez allí le cantaban la Salve, en una emotiva ceremonia. Todo debía estar perfecto.

Días después de la visita a la casa de doña María, la chica desconocida se acercó a las escaleras de la cia mar. Era un poco antes del alto de la mañana. Varios marineros se lanzaron a “probar suerte” con la desconocida. La mentalidad masculina generalmente es bastante lineal, así para los marineros que pasaban, una chica sola en la entrada de un cuartel necesariamente es una buscona. La chica les respondía con amabilidad que “estaba buscando a un marinero que había conocido unos días antes, pero que no sabía su nombre” El más insistente en sus requiebros era Angelito Moraleda. La chica comenzaba a ponerle cara de asco. Santiago se la encontró subiendo hacia la compañía. El madrileño, iba con el grupo que venía del varadero de lijar y pintar las barcas. Cuando vio a la muchacha junto a Ángel, sintió una punzada de celos. Se acercó a la chica y a su camarada y cuando ésta le vio, dejó al de Albacete con la palabra en la boca y se puso a hablar con Santiago.

-Hola, te estaba esperando-

-Yo también a ti, me iba a pasar esta tarde para hablar con doña María-

-Muy bien, esta tarde es perfecto ¿A qué hora te pasarás?-

-A las seis y un poquito, si no me arrestan y no pasa nada raro-

-Te estaremos esperando. Hasta luego-

-Adiós ¡Oye, no se como te llamas!-

-María, como mi abuela.-

Aunque nadie le había dado vela en ese entierro, Ángel Moraleda se había quedado durante la conversación entre los dos jóvenes sin que estos hubiesen reparado en su presencia.

-¡Qué cabrón! Qué callado te lo tenías que habías ligado ¿Qué tal folla? ¡Tiene una cara de viciosa que no veas!-

-¡Pues no sé “que tal folla”, tío!- Dijo Santiago Reche, evidentemente molesto por los comentarios rijosos que su compañero empleaba para referirse a María, a la que apenas conocía, pero por la que sentía un vivo interés. Como el de Hellín seguía en el mismo tono grosero, Santiago decidió ignorarle y en la compañía le dio esquinazo con la excusa de que tenía que ir a la taquilla a por algo.

Unos días antes Santiago había conseguido del cabo Gallardo, el nuevo furriel, otros pantalones de “bonito”  que le quedaban como un guante. Aunque estaba bastante nervioso, se sentía cómodo con el atuendo. Le parecía que iba vestido adecuadamente para visitar a una dama ya anciana y a su nieta en edad de merecer, es lo que tiene el uniforme. Antes de salir todavía, tuvo que aguantar los insistentes requerimientos de Angelito para que él y María se pasasen a tomar algo por el Bunker. El madrileño le dio largas y se dirigió a grandes pasos hacia la calle de la Soledad.

En la esquina de la calle le estaba esperando el gato blanco que siempre andaba rondando entre el callejón y las murallas. El felino acompañó al marinero hasta la puerta con el rabo muy tieso y maullando sonoramente. Santiago llamó a la puerta y salió a abrirle la nieta. La casa era grande y espaciosa. Estaba decorada con buenos muebles y objetos bellos, todo con un aire anticuado. En el recibidor había un retrato de una mujer joven, muy bella, vestida a la moda de los años veinte. Fijándose en el retrato con atención, se podía apreciar un cierto aire familiar entre la chica del retrato y la nieta. De María Medrano se podía decir, que de joven, según los cánones convencionales de la belleza era más guapa que su nieta, pero la belleza de esta última era mucho más cálida, más accesible. 

Doña María era una mujer elegante, con un magnífico aspecto, pese a que ya tenía muchos años, cerca de 80 según los cálculos de Santiago. Iba impecablemente vestida y peinada de peluquería. Tenía unos grandes ojos azules, muy vivaces. El marinero apreció en la mirada de la vieja dama un brillo de dureza. Sin duda la vida había golpeado a aquella mujer y ahora venía él a recordarle un hecho del que seguramente prefería no hacer memoria.

-Bien ¿Quién eres tú? Y de dónde has sacado esos documentos.- Dijo María Medrano yendo directamente al asunto

-Me llamo Santiago Reche. Soy de Madrid y estoy haciendo la mili en la Compañía de Mar. Estos documentos que le dejé el otro día a su nieta, los encontré por casualidad en el Peñón de Vélez de la Gomera, escondidos debajo de una piedra y como tenían una dirección de Melilla que conocía, decidí hacérselos llegar a su destinatario, usted. He leído el diario del cabo Jorge Fuster y también he visto su expediente en la cia mar y hay muchas cosas en la historia del cabo Fuster que no me encajan- Dijo el marinero omitiendo la parte de sus visiones.

-¡Desde luego que hay cosas que no encajan! Yo nunca creí la versión oficial del ejército. Jorge no era de los que abandonan. Estábamos prometidos y nos íbamos a casar en cuanto se licenciase. Me ha causado mucho dolor tu hallazgo, pero también he sentido una gran alegría al leer las cartas que Jorge me escribió hace más de 60 años. Yo tenía 19 años cuando él desapareció, la misma edad que tiene mi nieta pequeña María-  Dijo la anciana mirando a la muchacha con los ojos brillantes.

-¿Sabe usted si a la vuelta del peñón tuvo algún problema con sus superiores aquí en Melilla?- Preguntó Santiago.

-Es posible, Luna siempre estuvo enamorado de mí y le tenía mucha inquina. Jorge era un hombre muy simpático, era difícil que a alguien le cayera mal. Aunque sus padres no tenían dinero, hizo la carrera de derecho pagada por los jesuitas de Alicante, que vieron en él un gran potencial. Incluso, los Frailes se ofrecieron para pagar por que no hiciera el servicio militar, 200 pesetas, un dineral para la época. Jorge era una persona absolutamente íntegra y no quiso aceptar aquella componenda. También está lo del expediente Picasso…-

-¡El expediente Picasso! ¿Jorge Fuster tuvo algo que ver?-

-¡Todo el mundo en Melilla en 1922 tuvo que ver con el expediente del general Picasso!-

-¿Qué es el expediente Picasso?- Pregunto la Maria más joven-

-El expediente o informe Picasso es la mayor investigación militar llevada a cabo en España. Fue encargada por el congreso después del desastre de Annual en el verano de 1921 y la instruyó el general Picasso, un militar de mucho prestigio, que había sido el héroe de “la guerra de Margallo” en 1896 en la que se consolidaron las posiciones españolas en el monte Gurugú. También era tío segundo de Pablo Picasso, el célebre pintor malagueño. El general Picasso sin arredrarse ante las enormes presiones ejercidas sobre él para que no se expedientase a la cúpula del ejército, destapó una red de corrupción que afectaba a las más altas instancias del ejército y del gobierno de la época. En lo militar denunció las graves negligencias que condujeron al desastre en aquel verano donde murieron más de 20000 españoles. Al parecer en los archivos del general Silvestre, el comandante militar de Melilla en aquella época, había cartas que comprometían al mismísimo Rey Alfonso XIII. En ellas, el monarca, animaba a Silvestre a avanzar hacia Alhucemas para fundar allí una ciudad con el nombre del abuelo del actual rey, pese a que el general no contaba con los medios para acometer aquella difícil empresa. El expediente Picasso se silenció tras el golpe de estado del general Primo de Rivera al año siguiente- Dijo Santiago Reche orgulloso de poder exhibir sus conocimientos ante la muchacha.

-Exacto, veo que has estudiado bien el tema. Jorge tenía que declarar ante el general Picasso, pero un par de días antes desapareció. La versión oficial de la compañía fue que desertó para no tener que participar en la reconquista de Nador, una ciudad que está a unos pocos kilómetros de aquí. Pero ambos habéis leído el diario y yo os puedo decir que Jorge no era ningún cobarde. También está el asunto de los ascensos. Vela, con el apoyo de Luna, presionó a los marineros para que declarasen a favor de la solicitud de  ascenso del entonces sargento, pero Jorge estaba absolutamente en contra, aunque dentro de la compañía no se había pronunciado al respecto-

-¿Queda alguien vivo de aquella época, que pudiera saber qué es lo que ocurrió?- Preguntó la nieta.

-Creo que Vela sigue vivo pero tiene que tener más de 90 años ¡María niña, que poco atentas somos con este chico! Prepara por favor un café y trae unos pastelitos de miel de “La Perfecta”-

La nieta de doña María desapareció por una de las puertas del salón y la anciana y el marinero se quedaron solos.

-Hay algo que tú me estás ocultando desde que has entrado a esta casa ¡Tú le has visto!-

-¿Cómo lo sabe?- Dijo Santiago.

-¡Porque le llevo viendo más de 60 años por las noches andando por las murallas de la ciudadela! – Dijo María Medrano con los ojos anegados en lágrimas.

-Le he visto en varias ocasiones- Dijo el marinero refiriéndole a doña María la última vez que había visto al cabo, con una herida en la cabeza hundiéndose en la blanca lechada de cal.

-En la calera…. Eso explicaría por qué jamás se encontró su cuerpo. Creo que Jorge está tratando de decirnos algo. Creo que quiere que resolvamos el misterio de su MUERTE.-

-Según el libro de arrestos de la cia mar, en el que siempre se escribe su nombre como arrestado más antiguo, es “un desertor en paradero desconocido”-

-Tú y yo sabemos que no es así ya que le hemos visto…. O mejor dicho, hemos visto a su FANTASMA-

En ese momento de la conversación, apareció la nieta de  doña María con una cafetera de café recién hecho, leche y un plato de pastelillos con un aspecto delicioso. Durante la merienda, la conversación transcurrió por otros derroteros. Todos contaron un poco de sus vidas. Doña María habló de cuando era joven y vino a Melilla por primera vez con sus padres, unos comerciantes de Córdoba que vieron en el Protectorado de Marruecos una buena ocasión para hacer negocios y vinieron a la ciudad norteafricana cuando María Medrano era una niña. También habló de su difunto marido, un hombre menudo de constitución, a tenor de las fotografías que les mostró y de su único hijo, el padre de María, la menor de cinco hermanos con los que se llevaba bastantes años de diferencia. En cuanto a la nieta, Santiago se enteró de que estaba estudiando segundo de medicina y que unos meses antes lo había dejado con un novio con el que había estado saliendo un par de años. Tan entretenido estaba Santiago en compañía de la abuela y sobre todo de la nieta que no se dio cuenta de que se le echaba encima la hora de volver a la cueva. El marinero se despidió de doña María Medrano en la puerta y María le acompañó hasta la Compañía de Mar, se despidieron con dos besos y quedaron en que al día siguiente hablarían por teléfono. Justo en ese momento llegaba a la compañía Angelito Moraleda, muy borracho como de costumbre y se puso a dar la paliza a la pareja. Ambos se despidieron con una mirada de inteligencia. María se marchó hacia la calle Soledad y Santiago entró en la compañía, seguido por el de Albacete, que no cejaba en su empeño de que el madrileño le contase lo que había hecho con la chica.

-¿Dónde habéis ido? Os he estado esperando en el Bunker ¿Te la ha chupao? Tiene cara de chuparla bien….-

-Ángel, por favor deja la priva que te está pudriendo el cerebro. No es asunto tuyo si me la ha “chupao” o me la ha dejado de chupar- Le dijo Santiago a su camarada, harto del tono de sus preguntas.

-Yo beberé, pero por lo menos no soy un drogata como tú- Contestó Angelito muy ofendido.

Santiago dio por terminada la conversación.

Antes del pase de retreta ¡Cómo no! Los marineros presentes entonaron la Salve Marinera. Entre todas las voces de los miembros de la cia mar sobresalían algunas estropajosas de los que habían salido de paseo y venían un poco colocaos. Luego tras pasar lista y repartir los servicios del día siguiente los marineros bajaron a degustar las ricas albóndigas que cocinaba ese mago de la “gastronomía militar” llamado Juan. Al irse a la cama, Santiago pensó en las palabras de Ángel, la verdad es que María sí que tenía cara de chuparla bien y se imaginó  a la muchacha así y de otras muchas maneras.

El cabo Blanco tenía todo lo que hay que tener para triunfar en la vida. Alto, guapo, muy inteligente y de buena familia. Era hijo de uno de los militares más influyentes de la plaza, el teniente coronel de estado mayor Blanco. Solamente tenía un problema, que no sabía lo que quería hacer en la vida. Su padre viendo que empezaba mil cosas y nunca las acababa, le hizo meterse en la cia mar. Si no hacía nada muy gordo, con un enchufe como el que tenía el cabo, allí tenía un puesto de trabajo para toda la vida. Blanco entre los Vela, Luna, Espigares y demás chusma era como un ave del paraíso, entre una manada de cuervos. Los mandos de la cia mar observaban con mal disimulada envidia cómo Blanco recibía los saludos afectuosos del general que vivía unos metros por encima de la compañía. El general no tenía estas atenciones ni siquiera para con el capitán Villalba, que muy marcial le daba novedades siempre que se lo cruzaba. Todos eran militares pero Blanco, por nacimiento pertenecía a una élite dentro del ejército. Con la tropa se llevaba bastante bien, pero en cambio, no soportaba al cabo Espigares al que había convertido en blanco de sus burlas. Como cabo profesional, dormía todas las noches en su casa, pero esta vez se había pasado mucho y le habían arrestado una semana dentro de la cueva. Tras una noche de fiesta, había ido a la compañía en su vespino, pero esta vez se había metido con el ciclomotor hasta el cuerpo de guardia y había destrozado una mesa. La verdad es que iba muy pedo, pero la hazaña no era fácil. Había que bajar  una escalera bastante empinada que se zigzagueaba en un par de tramos, entre la calzada y la entrada de la cia mar.

Aquel día, durante la hora de la siesta, Blanco junto a los veteranos comenzaron a burlarse de Espigares. Por aquella época no había más que 2 cadenas de televisión y en la primera ponían por las tardes unos dibujos animados en los que el protagonista era un adolescente cabezón que portaba una bolsa de deportes mágica de la que extraía artículos deportivos con los que combatía a sus enemigos. Sport Billy se llamaba el personaje y como Espigares siempre venía a la cia mar con una gran bolsa de deporte el cabo Blanco le endosó el mote de Sport Billy.

-¿Sport Billy, que nos ha puesto hoy para merendar tu mamá?- Preguntó el cabo Blanco a Espigares.

-NO ME LLAMO SPORT BILLY, ME LLAMO ANTONIO ESPIGARES, CABO ANTONIO ESPIGARES-

-Vale cabo Antonio Sport Billy Espigares, hablando de otra cosa ¿Te has desvirgado ya? Si no ha habido suerte con las mujeres puedes probar con algún morito de tu barrio, creo que en el Real hay un tal Omar que gasta un rabo de 30 cm.-

-SPORT BILLY PAJILLERO MARICÓN- Dijo alguien con voz de falsete desde la oscuridad de la compañía

Un coro de voces impostadas, se alzó desde varios sitios de la compañía en penumbras.

-FIFI, ESPORT BILLY, PAJILLERO, ESPIGARES COMEME LA POLLA-

-SE LO VOY A DECIR AL SARGENTO PARA QUE OS ARRESTE A TODOS-

Santiago que no participaba en las burlas al melillero, se estaba temiendo que el cachondeo llegase a ese punto y le jodiesen su cita con María.

-¡A ver! ¿Qué es lo que está pasando aquí? Cabo Espigares, dígame quien se está burlando de usted- Dijo el sargento primero Antolín, un hombre mayor, con expresión cansada de haber visto muchas movidas en la cueva.

-Ha sido el cabo Blanco el que ha empezado a insultarme, mi sargento primero.-

-¡A ver! ¿Qué le ha dicho usted al cabo de guardia?-

-Nada mi sargento primero, le he preguntado solamente si ya se había echado novia -

-Me ha dicho que si no me salía novia me podía ir con un moro del Real que tiene 30 cm de polla, además me ha llamado Sport Billy-

-¿Qué pasa cabo es que le ha visto usted la polla a ese señor? ¿Es usted maricón? ¿Qué cojones es eso de Sport Billy?

-A la orden de usted mi sargento primero, yo no soy maricón, me gustan mucho las mujeres. En cuanto al moro, yo no lo he visto, pero he oído decir….-

-¡BASTA YA! ¿Quiere usted, ganarse otra semanita en la compañía? Y usted Espigares aprenda a defenderse  que ya es un poquito mayor para andar con tanta gilipollez. En cuanto a los demás ¡Que no pille yo a ningún marinero  haciéndole una paja a otro! ¡VAMOS, TODOS A FORMAR!-

En unos minutos estaban todos los miembros de la compañía formados en la sala.

-¡A ver cómo nos sale hoy la Salve Marinera!-

Saaalve estrella de los mares
De los mares iris de eterna ventura
Saaaalve….

Hasta una veintena de veces, en posición de firmes cantaron la Salve los miembros de la cia mar. Finalmente el sargento primero Antolín, mandó a los marineros ocuparse en otros asuntos. Santiago pasó lo que quedaba de tarde procurando no meter la pata, para no ganarse un arresto ante el ambiente calentito que se respiraba desde la siesta.

Finalmente llegó la hora del paseo y Santiago se dirigió presuroso a la calle de la Soledad. María le estaba esperando. Vestía unos vaqueros ajustados con botas de baloncesto blancas. Una blusa holgada dejaba al descubierto uno de sus hombros donde no se veía tirante de sujetador. No lo llevaba, sus senos no demasiado grandes, pero muy firmes se adivinaban tras el tejido de algodón. Un perfume agradable, muy sutil y nada convencional, desprendía el cuerpo de la joven. Era un olor similar al de los niños pequeños. Los dos jóvenes se despidieron de doña María que a todas luces se había dado cuenta de lo que sentía el marinero por su nieta menor.

-¡A ver qué haces con mi nieta Compañía de Mar! Que en septiembre se la tengo que devolver a sus padres- Dijo la anciana con una sonrisa cómplice.

 Melilla, como ya se ha dicho, a la hora de paseo de los militares era una ciudad básicamente masculina. Era muy raro ver a una chica que no fuera una fulana acompañando a un militar. Santiago y María eran objeto de la atención del personal que andaba por la calle. Fueron al Bunker y en un momento en el que Santiago fue al baño, un guaperas de ingenieros se había sentado junto a María que no le daba mucha bola. La muchacha  se percató de lo incomodo que resultaba para su pareja la situación y de una manera espontánea colocó su mano sobre la del marinero y estiró su cuerpo para darle un rápido beso en los labios. Santiago sorprendido, miró a la muchacha a los ojos y lo que vio en ellos hizo que dejara de preocuparse de todo lo que había alrededor. Terminaron su consumición y se marcharon del Bunker cogidos de la mano. Anduvieron por la ciudad hasta llegar a la playa en la que los militares aún no tenían permiso para bañarse y volvieron hacia Melilla la Vieja poco antes de la hora del final del paseo. La situación era un poco chocante, la chica que podía estar en la calle cuanto quisiera, debía dejar al chico en “casa” a las nueve de la noche. Llegaron a la calle de la Soledad un poco antes de la hora. En la esquina se abrazaron y sus bocas se juntaron en largo beso. María emitió un suave gemido que hizo que el madrileño la estrechara con más fuerza. En estas estaban los chicos cuando sintieron algo que se frotaba en sus piernas, era el gato blanco.

-¿Maria eres tú?- Dijo la abuela desde la puerta.

Los dos jóvenes quedaron en llamarse al día siguiente. Esa noche durante la retreta a  Santiago le correspondió el seis de guardia, lo que inevitablemente suponía que al día siguiente tendría servicio de cocina. Dos días sin salir a la calle y sin poder estar con María.   

A pesar de todo, los dos jóvenes, encontraron un hueco para verse durante la guardia  mientras Santiago hacía el puesto de las murallas. La pareja hablaba de sus cosas, mientras el gato blanco subido en uno de los cañones, parecía que era el que montaba guardia. En un momento dado cuando vino el relevo, el gato se puso a maullar y María y Santiago se separaron. Esa noche estaba de guardia el cabo Blanco que vio como la muchacha se alejaba hacia su casa.

-¿No es esa una nieta de la vieja de los gatos?-

-Si, doña María Medrano se llama la mujer que tú dices cabo.-

-Pues ten cuidado que no te vean mucho con ella. La tal María Medrano, hace muchísimos años montó una movida gordísima. Denunció a los abuelitos de Vela y de Luna por la desaparición de  Jorge Fuster, un cabo que figura aún hoy en día en el libro de arrestos como desertor. Dicen las malas lenguas que al parecer se oponía al ascenso de los abuelos de Luna y de Vela por algo que había pasado durante el asedio al Peñón de Vélez y que les iba a denunciar a un general que había venido a Melilla para depurar responsabilidades tras el desastre de Annual. Se rumorea que estos dos hijoputas se lo cargaron para que no hablase.

Santiago Reche se hizo de nuevas para que Blanco le siguiese contando cosas.

-¿Qué pasó con los abuelos de Vela y Luna?-

-Siguieron en la compañía de Mar, aunque no ascendieron hasta varios años después, tras el desembarco de Alhucemas, en el que la compañía de mar obtuvo una condecoración colectiva y ascendieron a todos los mandos. Pero en Melilla los Luna y sobretodo los Vela siempre han tenido muy mala fama de chorizos y últimamente de estar metidos en temas turbios, tú ya me entiendes….-

-Supongo que ya se habrán muerto los dos-

-Pues no, Luna sí se murió hace bastante, pero Vela tiene más de noventa años aunque al parecer está bastante enfermo y le queda poco. He oído que lleva un par de semanas ingresado en el hospital militar por una neumonía-

Durante el puesto del varadero de 5 á 6 de la mañana, a Santiago se le ocurrió una idea, en cuanto que pudiera salir se la comentaría a Doña María.

El día siguiente pasó tedioso. Santiago Reche se picó un turno de cocina. Aunque las cocinas ya no eran igual que al principio de llegar a Melilla, suponían todo un día sin poder salir de la compañía, aún así consiguió verse un rato con María por la tarde.

Esa noche en el pase de retreta se notificó que por fin los militares podían ir a la playa, pero solamente a la playa militar junto al Regimiento de Caballería Alcántara 10, los descendientes de aquellos heroicos jinetes que contuvieron a los moros en la retirada de Annual y que sin su sacrificio nada hubiese quedado del ejército del general Silvestre. Allí se podían cambiar y tenían un sitio donde les guardaban los uniformes. Santiago al día siguiente quedó para por la tarde con María para irse a dar un baño a la playa. El tendría que entrar por el balneario y se verían ya en la arena. Antes de marcharse hacia caballería, el marinero le contó a doña María la conversación que había tenido con el cabo Blanco.

-Tal vez ahora que está en el lecho de muerte, confiese qué es lo que hicieron con el pobre Jorge. Mañana le haré una visita- Dijo la anciana.

Santiago y María se fueron juntos, aunque entraron por separado. La playa militar de Melilla era un sitio pintoresco. Apenas había mujeres o familias como en cualquier otra playa española. Principalmente había soldados, todos chicos de aproximadamente 20 años con el mismo corte de pelo y muchos mariquitas, en general bastante viejos. Destacaba entre la fauna playera un individuo moro, al que en Melilla conocían como “Tarzan Boy” Era el moro más feo que Santiago había visto en su vida. De un color moreno ceniciento, tenía el pelo rizado bastante largo, patillas de hacha y un fino bigote sobre el labio superior. Se parecía bastante al músico norteamericano Chuck Berry sólo que aún más flaco, apenas tenía carne pegada a los huesos. Era cojo por que en su infancia aquel hombre había padecido poliomielitis. Por unica vestimenta llevaba un  escueto bañador con dibujo imitación piel de leopardo, ciñendo un enorme paquetón. Tarzán Boy tenía un pollón de un par de palmos en reposo. Santiago Reche se acordó de las palabras del cabo Blanco al cabo Espigares unos días antes, sobre el moro de Real y se imaginó a Tarzán Boy dándole por culo al gordo melillero. Aquello le puso de muy buen humor.

Santiago y María tendieron las toallas junto a las de Juan el cocinero y otros marineros de la compañía y se dieron un bañito. Aunque al principio fueron el blanco de casi todas las miradas, un rato más tarde la tropa pareció perder interés en ellos, en parte se debió a la llegada de Angelito Moraleda con una fulana de enormes tetas.

-Yarmila, vamos a ponernos un poco más allá, que aquí hay demasiada gente- Dijo el de Albacete

-El borracho éste, cada día está más gilipollas- Dijo Juan.

Santiago no dijo nada del comentario del cocinero. Ángel y él habían llegado juntos a Melilla y sentía que, a pesar de sus diferentes personalidades sus destinos estaban unidos de alguna manera. Santiago y María estuvieron un rato más en la playa y luego se marcharon. Antes de irse Juan le dijo al madrileño:

-Oye, ni que decir tiene que si necesitas el piso, ya sabes….-

Santiago le propuso a  María que fuesen al piso del cocinero pero la chica rechazó la propuesta alegando que aún no estaba preparada para acostarse con él. Santiago se sintió bastante desilusionado. En su última cita Santiago le había metido mano por debajo de la ropa y habían terminado masturbándose el uno al otro. Pasearon un rato y un poco antes del final del paseo el marinero acompañó a la muchacha hasta su casa. Se besaron en la entrada de la calle Soledad. Santiago quería mostrarse frío y distante, pero ante los ojos de Maria, esto resultaba un empeño imposible.

Al día siguiente por la mañana doña María Medrano, se presentó en el hospital militar de Melilla y se informó de la habitación donde estaba el antiguo capitán de la Compañía de Mar. En el pasillo, se aseguró de que las hijas de Vela, las tías del actual sargento primero, no se encontraban en la habitación. La habitación era amplia y luminosa. En la cama, un hombre que antaño debía haber sido bastante corpulento, pero que ahora se veía reducido a un montón de huesos cubiertos por una piel apergaminada y llena de manchas de vejez. El viejo capitán, al sentir que alguien entraba en la habitación, entreabrió ligeramente los párpados. María Medrano se detuvo frente a la cama.

-¡Qué poco queda de aquel arrogante capitán de la Compañía de Mar! Aquel hombre que con una palabra privaba de libertad o mandaba los hombres a morir a un puesto peligroso. Mírate ahora, sólo eres un pobre pelele al que le tienen que limpiar el culo.-

El capitán Vela súbitamente abrió los ojos del todo y se quedó mirando con expresión dura a la mujer.

-¿A qué has venido mujer, a regodearte de verme en esta situación?-

-¡Sabes perfectamente a qué he venido! Quiero que me digas dónde está Jorge Fuster-

-Mi respuesta es la misma que le di al juez militar hace más de 60 años, el cabo Jorge Fuster era un desertor. Se escapó de la compañía para no tener que luchar en Nador. Seguramente lo cogieron los moros y lo mataron.-

-¡Yo no soy el juez, solamente quiero que me digas que hicisteis con el cuerpo de Jorge para poder llorar sobre su tumba!-

El viejo capitán esbozó una sonrisa torcida por debajo de la goma del oxígeno.

-¡Tu Jorge no tenía lo que hay que tener para ser un militar! Podía haber ascendido. Podía haber sido un hombre rico, pero no, él se tenía que ocupar del bienestar de sus subordinados ¡Esos piojosos desagradecidos! Yo nunca diré dónde está y la otra persona que lo sabía hace mucho que murió-

De repente la sonrisa del viejo capitán se heló en su rostro ¡Había alguien más en aquella habitación!

-¡Tú también le ves! ¿Verdad? Os voy a dejar solos, que tendréis muchas cosas que deciros. Adiós Capitán.-

María Medrano se dio media vuelta y dirigió sus pasos hacia la salida del hospital. Por el pasillo se cruzó con las dos hijas de Vela que volvían de la cafetería. Cuando estas llegaron a la habitación, encontraron a su padre con el rostro desencajado en una mueca de pánico. Estaba muerto. Desde la puerta pudieron ver cómo un gato blanco que estaba en el alfeizar de la ventana saltaba al jardín.

Pasaron varias semanas sin que ningún hecho reseñable rompiera la monotonía del ardiente verano. En la compañía el tiempo corría lento pero inexorable. En Melilla, la asociación de Mohamed Dudu seguía manifestándose en las calles, con el consiguiente perjuicio a la población militar de la plaza. La relación de Santiago y María seguía en el mismo punto muerto, aún no habían hecho el amor. Ambos eran muy felices estando juntos, pero con veinte años, el sexo en una relación de pareja es algo primordial. Finalmente llegó el gran día, todos los marineros, menos los que estaban de servicio, acompañaban el paso de la Virgen del Carmen hasta la iglesia de San Agustín por las calles de la ciudad autónoma. Santiago Reche como era un hombre bastante alto, desfilaba en primera fila. Los marineros tuvieron que esperar en formación bajo el duro sol africano de julio un par de horas hasta que las cofradías de pescadores trajeron a la Virgen hasta el lugar donde daba comienzo el desfile. Esa tarde, casi toda la población de origen peninsular de la ciudad autónoma, estaba en las calles flanqueando el trayecto de la procesión. Al llegar al barrio del Real, muy cerquita de la iglesia, Santiago vio como María y su abuela desde la primera fila de espectadores le saludaban y aplaudían con entusiasmo al paso de la cia mar. Ya en San Agustín con la virgen en el altar los marineros entonaron la Salve Marinera. Tal vez por la buena sonoridad del templo, tal vez porque los marineros se sentían más motivados a cantar aquel himno que habían llegado a aborrecer, la Salve sonó mejor que nunca en medio de un silencio clamoroso guardado por los asistentes al acto dentro de la iglesia abarrotada.

El comandante militar de la plaza felicitó en persona al orondo capitán Villalba que no cabía en si de gozo. Esa noche hubo una verbena con baile en el barrio del Real a la que los marineros pudieron asistir uniformados teniendo que estar en la compañía a las 3 de la mañana como hora tope. Santiago cenó con la abuela y la nieta en un chiringuito. La anciana se retiró a los postres y la pareja se quedó sola en la feria. Hacía una noche calurosa. Santiago y María pasearon, tomaron varias copas y bailaron con los marineros de la cia mar que esa noche estaban completamente desmadrados.

-Santiago, quiero que esta noche vayamos al piso de Juan, si a ti te apetece….-

-Claaaro…. ¡CLARO QUE SI QUE ME APETECE, ES LO QUE MÁS ME APETECE DEL MUNDO!- Dijo Santiago, al que la proposición de María había pillado por sorpresa.

El piso no estaba lejos. Cuando llegaron tuvieron que hacer la cama. Santiago se sentía un poco avergonzado por el desorden reinante. Debería haberse anticipado a la visita de María, pero a la muchacha no parecía importarle en absoluto nada de esto. A través de la ventana de la habitación se veía  la luna llena, muy grande, reflejándose en un trozo de mar lejano más allá de la ciudad. Se desnudaron en el lado de la cama que sin palabras cada uno había elegido, luego se acostaron juntos bajo una fina sábana. Muy despacio comenzaron a acariciarse y a besarse. Exploraron con sus bocas y con sus dedos todo lo que había que explorar en el cuerpo del otro. En un momento dado María se sentó a horcajadas sobre la pelvis de Santiago, con un movimiento hábil, sujeto su pene con una mano y con suavidad lo introdujo en su vagina. Comenzaron a moverse rítmicamente, al principio muy despacio, sintiendo piel con piel y luego mas deprisa. Ella fue la primera en alcanzar el orgasmo, bueno el primero de varios. Finalmente Santiago se corrió acompañando el último orgasmo de María que se estremecía con cada roce de los dedos del marinero. Se quedaron dormidos juntos y el reloj de pulsera de Santiago les despertó con el tiempo justo de vestirse y llegar a la compañía antes de que  Santiago se ganase un arresto que les impidiera volver a verse al día siguiente.

A media mañana coincidiendo con la hora del descanso se nombraron los marineros que en el mes de agosto debían de ocupar los destacamentos de las islas. Santiago Reche confiaba en quedarse el mes de agosto en Melilla pero no, de nuevo le había correspondido ir al Peñón de Vélez con Chupetín de Sargento y Blanco de cabo. Entre los restantes marineros que iban a Vélez, Angelito Moraleda, Orejas Bambi (El bicho que había dado la voz de alarma cuando Chupetín salió dando tiros por la calle), el Diablo (Uno de pueblo muy bestia, del reemplazo de Orejas Bambi) y Moisés Hidalgo (Un valenciano con mucha pluma de unos 130 Kg de peso)

A Santiago solamente le quedaban 2 semanas de estar con María. Luego, seguramente no se volverían a ver hasta las navidades.

Continuará……

Doctor Miriquituli.primer día que salía por Melilla tras su mes de permiso. Tenía mucho mono de fumar grifa, pero también sentía que tenía una obligación para con Jorge Fuster y María Medrano. Le pidió las llaves del piso a Juan el cocinero y fue a recoger el diario y las cartas del cabo. Al reemplazo de Juan le quedaban menos de 2 meses para licenciarse. Ahora que Santiago tenía pasta tras vender en Madrid los 300 gr de hachis que se había llevado, estaba pensando quedarse con el piso de Juan cuando se licenciase. El tiempo en Melilla había cambiado y los marineros ahora vestían el traje de bonito de verano, que era completamente blanco y de manga corta. El problema que tenía este atuendo era que se manchaba con mucha facilidad. Si esto ocurría antes de la revista que pasaba el sargento de guardia a los que iban a salir, te echaban para atrás y te quedabas en la compañía esa tarde. La solución de urgencia, era tener una tiza siempre a mano para blanquear cualquier manchita en la camisa o los pantalones.

Así, todo de blanco, con el uniforme nuevo que le había dado el cabo Gallardo, el cual había sustituido a Luna como furriel de la compañía, Santiago se dirigió a la calle de la Soledad, en las murallas, junto al faro y la estatua de Pedro Estopiñán “Conquistador de Rusadir” En la puerta de la casa había una decena de gatos. Todos se retiraron al llegar el madrileño, unos raudos y otros con desgana. Solamente se quedó un gato blanco que maulló a modo de saludo. Santiago Reche llamó a la puerta y al rato oyó unos pasos ligeros que se dirigían a la misma. Estaba un poco nervioso y no sabía cómo iba a contarle su historia a María Medrano. De momento le pensaba entregar las cartas y más adelante si se ponía a tiro, trataría de contarle la extraña historia de las apariciones de su antiguo novio. Abrió la puerta una chica de aproximadamente su edad. Santiago no podía decir si era guapa o era fea, pero se quedó boquiabierto ante los grandes ojos azules que parecían escrutar el interior de su ser. Transcurrieron unos instantes en los que el tiempo se detuvo, seguramente sólo fueron unas décimas de segundo, pero al marinero le dio la impresión de que transcurría una eternidad Finalmente Santiago, un poco envarado comenzó a hablar:

-Bu, bu…. buenas tardes ¿Está doña María Medrano?-

-Pues ha ido a misa, volverá dentro de una hora más o menos. ¿Qué es lo que querías?-

-Encontré hace casi dos meses estas cartas dirigidas a ella y este diario de la misma persona que escribió las cartas en el Peñón de Vélez de la Gomera.-

Mientras los dos jóvenes hablaban, las miradas de ambos mantenían un diálogo muy distinto al de sus palabras. Los ojos de la chica le sonreían, le sonreían como el resto de su cuerpo. Un flujo de energía corría entre esos dos cuerpos jóvenes. Santiago sentía que podía abrazar a esa chica, que la podía besar, que podía….

-Vale yo se las daré cuando vuelva- Contestó la chica

-Vale, muchas gracias, adiós- Dijo Santiago Reche dándole el paquete a la desconocida.

-Adiós, hasta otro día- Dijo la desconocida mostrando una blanca sonrisa.

Santiago Reche se marchó de la calle de la Soledad. Antes de doblar la esquina volvió la cabeza y la chica todavía estaba en la puerta. Levantó el brazo y ella le devolvió el saludo. Luego Santiago anduvo todo el resto del tiempo que le quedaba hasta volver a la cueva sin rumbo fijo por las calles de Melilla.

Pasaron varios días y Santiago no tuvo noticias de Doña María ni de la chica a la que había entregado las cartas. En la compañía el tiempo transcurría despacio. Chupetín había vuelto de sus vacaciones-cura de desintoxicación. Estaba mucho más delgado y se había dejado un ridículo bigote, que en lugar de imponer respeto le daba un aspecto como de salmonete de roca, eso si no probaba una sola gota de alcohol. Desde hacía algún tiempo, cualquier cambio en la rutina diaria, en lugar de anunciarse con los habituales toques de corneta, se hacía al son de la Salve Marinera:

Salve estrella de los mares.

De los mares iris de eterna ventura

Salve reina de hermosura

Madre del divino amor

De tu puerto a los pesares

Tu clemencia de consuelo

Fervoroso llegue al cielo

Y hasta ti, hasta ti nuestro clamor

Saaalve, estrella de los mares

Estrella de los mares, estrella de los mares

Salve, salve, salve, saaaaaalve, saaalve.

Nadie que haya sido marinero podrá olvidar nunca la salve marinera. En la cia mar cada marinero, desde principios de mayo al 16 de julio, la cantaba una media de 5 ó 6 veces al día. La festividad de la Virgen del Carmen era el día grande para la Compañía de Mar de Melilla. Primero, desfilaban por las calles de la ciudad autónoma delante de la Virgen hasta la iglesia de San Agustín en el barrio del Real y una vez allí le cantaban la Salve, en una emotiva ceremonia. Todo debía estar perfecto.

Días después de la visita a la casa de doña María, la chica desconocida se acercó a las escaleras de la cia mar. Era un poco antes del alto de la mañana. Varios marineros se lanzaron a “probar suerte” con la desconocida. La mentalidad masculina generalmente es bastante lineal, así para los marineros que pasaban, una chica sola en la entrada de un cuartel necesariamente es una buscona. La chica les respondía con amabilidad que “estaba buscando a un marinero que había conocido unos días antes, pero que no sabía su nombre” El más insistente en sus requiebros era Angelito Moraleda. La chica comenzaba a ponerle cara de asco. Santiago se la encontró subiendo hacia la compañía. El madrileño, iba con el grupo que venía del varadero de lijar y pintar las barcas. Cuando vio a la muchacha junto a Ángel, sintió una punzada de celos. Se acercó a la chica y a su camarada y cuando ésta le vio, dejó al de Albacete con la palabra en la boca y se puso a hablar con Santiago.

-Hola, te estaba esperando-

-Yo también a ti, me iba a pasar esta tarde para hablar con doña María-

-Muy bien, esta tarde es perfecto ¿A qué hora te pasarás?-

-A las seis y un poquito, si no me arrestan y no pasa nada raro-

-Te estaremos esperando. Hasta luego-

-Adiós ¡Oye, no se como te llamas!-

-María, como mi abuela.-

Aunque nadie le había dado vela en ese entierro, Ángel Moraleda se había quedado durante la conversación entre los dos jóvenes sin que estos hubiesen reparado en su presencia.

-¡Qué cabrón! Qué callado te lo tenías que habías ligado ¿Qué tal folla? ¡Tiene una cara de viciosa que no veas!-

-¡Pues no sé “que tal folla”, tío!- Dijo Santiago Reche, evidentemente molesto por los comentarios rijosos que su compañero empleaba para referirse a María, a la que apenas conocía, pero por la que sentía un vivo interés. Como el de Hellín seguía en el mismo tono grosero, Santiago decidió ignorarle y en la compañía le dio esquinazo con la excusa de que tenía que ir a la taquilla a por algo.

Unos días antes Santiago había conseguido del cabo Gallardo, el nuevo furriel, otros pantalones de “bonito”  que le quedaban como un guante. Aunque estaba bastante nervioso, se sentía cómodo con el atuendo. Le parecía que iba vestido adecuadamente para visitar a una dama ya anciana y a su nieta en edad de merecer, es lo que tiene el uniforme. Antes de salir todavía, tuvo que aguantar los insistentes requerimientos de Angelito para que él y María se pasasen a tomar algo por el Bunker. El madrileño le dio largas y se dirigió a grandes pasos hacia la calle de la Soledad.

En la esquina de la calle le estaba esperando el gato blanco que siempre andaba rondando entre el callejón y las murallas. El felino acompañó al marinero hasta la puerta con el rabo muy tieso y maullando sonoramente. Santiago llamó a la puerta y salió a abrirle la nieta. La casa era grande y espaciosa. Estaba decorada con buenos muebles y objetos bellos, todo con un aire anticuado. En el recibidor había un retrato de una mujer joven, muy bella, vestida a la moda de los años veinte. Fijándose en el retrato con atención, se podía apreciar un cierto aire familiar entre la chica del retrato y la nieta. De María Medrano se podía decir, que de joven, según los cánones convencionales de la belleza era más guapa que su nieta, pero la belleza de esta última era mucho más cálida, más accesible. 

Doña María era una mujer elegante, con un magnífico aspecto, pese a que ya tenía muchos años, cerca de 80 según los cálculos de Santiago. Iba impecablemente vestida y peinada de peluquería. Tenía unos grandes ojos azules, muy vivaces. El marinero apreció en la mirada de la vieja dama un brillo de dureza. Sin duda la vida había golpeado a aquella mujer y ahora venía él a recordarle un hecho del que seguramente prefería no hacer memoria.

-Bien ¿Quién eres tú? Y de dónde has sacado esos documentos.- Dijo María Medrano yendo directamente al asunto

-Me llamo Santiago Reche. Soy de Madrid y estoy haciendo la mili en la Compañía de Mar. Estos documentos que le dejé el otro día a su nieta, los encontré por casualidad en el Peñón de Vélez de la Gomera, escondidos debajo de una piedra y como tenían una dirección de Melilla que conocía, decidí hacérselos llegar a su destinatario, usted. He leído el diario del cabo Jorge Fuster y también he visto su expediente en la cia mar y hay muchas cosas en la historia del cabo Fuster que no me encajan- Dijo el marinero omitiendo la parte de sus visiones.

-¡Desde luego que hay cosas que no encajan! Yo nunca creí la versión oficial del ejército. Jorge no era de los que abandonan. Estábamos prometidos y nos íbamos a casar en cuanto se licenciase. Me ha causado mucho dolor tu hallazgo, pero también he sentido una gran alegría al leer las cartas que Jorge me escribió hace más de 60 años. Yo tenía 19 años cuando él desapareció, la misma edad que tiene mi nieta pequeña María-  Dijo la anciana mirando a la muchacha con los ojos brillantes.

-¿Sabe usted si a la vuelta del peñón tuvo algún problema con sus superiores aquí en Melilla?- Preguntó Santiago.

-Es posible, Luna siempre estuvo enamorado de mí y le tenía mucha inquina. Jorge era un hombre muy simpático, era difícil que a alguien le cayera mal. Aunque sus padres no tenían dinero, hizo la carrera de derecho pagada por los jesuitas de Alicante, que vieron en él un gran potencial. Incluso, los Frailes se ofrecieron para pagar por que no hiciera el servicio militar, 200 pesetas, un dineral para la época. Jorge era una persona absolutamente íntegra y no quiso aceptar aquella componenda. También está lo del expediente Picasso…-

-¡El expediente Picasso! ¿Jorge Fuster tuvo algo que ver?-

-¡Todo el mundo en Melilla en 1922 tuvo que ver con el expediente del general Picasso!-

-¿Qué es el expediente Picasso?- Pregunto la Maria más joven-

-El expediente o informe Picasso es la mayor investigación militar llevada a cabo en España. Fue encargada por el congreso después del desastre de Annual en el verano de 1921 y la instruyó el general Picasso, un militar de mucho prestigio, que había sido el héroe de “la guerra de Margallo” en 1896 en la que se consolidaron las posiciones españolas en el monte Gurugú. También era tío segundo de Pablo Picasso, el célebre pintor malagueño. El general Picasso sin arredrarse ante las enormes presiones ejercidas sobre él para que no se expedientase a la cúpula del ejército, destapó una red de corrupción que afectaba a las más altas instancias del ejercito y del gobierno de la época. En lo militar denunció las graves negligencias que condujeron al desastre en aquel verano donde murieron más de 20000 españoles. Al parecer en los archivos del general Silvestre, el comandante militar de Melilla en aquella época, había cartas que comprometían al mismísimo Rey Alfonso XIII. En ellas, el monarca, animaba a Silvestre a avanzar hacia Alhucemas para fundar allí una ciudad con el nombre del abuelo del actual rey, pese a que el general no contaba con los medios para acometer aquella difícil empresa. El expediente Picasso se silenció tras el golpe de estado del general Primo de Rivera al año siguiente- Dijo Santiago Reche orgulloso de poder exhibir sus conocimientos ante la muchacha.

-Exacto, veo que has estudiado bien el tema. Jorge tenía que declarar ante el general Picasso, pero un par de días antes desapareció. La versión oficial de la compañía fue que desertó para no tener que participar en la reconquista de Nador, una ciudad que está a unos pocos kilómetros de aquí. Pero ambos habéis leído el diario y yo os puedo decir que Jorge no era ningún cobarde. También está el asunto de los ascensos. Vela, con el apoyo de Luna, presionó a los marineros para que declarasen a favor de la solicitud de  ascenso del entonces sargento, pero Jorge estaba absolutamente en contra, aunque dentro de la compañía no se había pronunciado al respecto-

-¿Queda alguien vivo de aquella época, que pudiera saber qué es lo que ocurrió?- Preguntó la nieta.

-Creo que Vela sigue vivo pero tiene que tener más de 90 años ¡María niña, que poco atentas somos con este chico! Prepara por favor un café y trae unos pastelitos de miel de “La Perfecta”-

La nieta de doña María desapareció por una de las puertas del salón y la anciana y el marinero se quedaron solos.

-Hay algo que tú me estás ocultando desde que has entrado a esta casa ¡Tú le has visto!-

-¿Cómo lo sabe?- Dijo Santiago.

-¡Porque le llevo viendo más de 60 años por las noches andando por las murallas de la ciudadela! – Dijo María Medrano con los ojos anegados en lágrimas.

-Le he visto en varias ocasiones- Dijo el marinero refiriéndole a doña María la última vez que había visto al cabo, con una herida en la cabeza hundiéndose en la blanca lechada de cal.

-En la calera…. Eso explicaría por qué jamás se encontró su cuerpo. Creo que Jorge está tratando de decirnos algo. Creo que quiere que resolvamos el misterio de su MUERTE.-

-Según el libro de arrestos de la cia mar, en el que siempre se escribe su nombre como arrestado más antiguo, es “un desertor en paradero desconocido”-

-Tú y yo sabemos que no es así ya que le hemos visto…. O mejor dicho, hemos visto a su FANTASMA-

En ese momento de la conversación, apareció la nieta de  doña María con una cafetera de café recién hecho, leche y un plato de pastelillos con un aspecto delicioso. Durante la merienda, la conversación transcurrió por otros derroteros. Todos contaron un poco de sus vidas. Doña María habló de cuando era joven y vino a Melilla por primera vez con sus padres, unos comerciantes de Córdoba que vieron en el Protectorado de Marruecos una buena ocasión para hacer negocios y vinieron a la ciudad norteafricana cuando María Medrano era una niña. También habló de su difunto marido, un hombre menudo de constitución, a tenor de las fotografías que les mostró y de su único hijo, el padre de María, la menor de cinco hermanos con los que se llevaba bastantes años de diferencia. En cuanto a la nieta, Santiago se enteró de que estaba estudiando segundo de medicina y que unos meses antes lo había dejado con un novio con el que había estado saliendo un par de años. Tan entretenido estaba Santiago en compañía de la abuela y sobre todo de la nieta que no se dio cuenta de que se le echaba encima la hora de volver a la cueva. El marinero se despidió de doña María Medrano en la puerta y María le acompañó hasta la Compañía de Mar, se despidieron con dos besos y quedaron en que al día siguiente hablarían por teléfono. Justo en ese momento llegaba a la compañía Angelito Moraleda, muy borracho como de costumbre y se puso a dar la paliza a la pareja. Ambos se despidieron con una mirada de inteligencia. María se marchó hacia la calle Soledad y Santiago entró en la compañía, seguido por el de Albacete, que no cejaba en su empeño de que el madrileño le contase lo que había hecho con la chica.

-¿Dónde habéis ido? Os he estado esperando en el Bunker ¿Te la ha chupao? Tiene cara de chuparla bien….-

-Ángel, por favor deja la priva que te está pudriendo el cerebro. No es asunto tuyo si me la ha chupao o me la ha dejado de chupar- Le dijo Santiago a su camarada, harto del tono de sus preguntas.

-Yo beberé, pero por lo menos no soy un drogata como tú- Contestó Angelito muy ofendido.

Santiago dio por terminada la conversación.

Antes del pase de retreta ¡Cómo no! Los marineros presentes entonaron la Salve Marinera. Entre todas las voces de los miembros de la cia mar sobresalían algunas estropajosas de los que habían salido de paseo y venían un poco colocaos. Luego tras pasar lista y repartir los servicios del día siguiente los marineros bajaron a degustar las ricas albóndigas que cocinaba ese mago de la “gastronomía militar” llamado Juan. Al irse a la cama, Santiago pensó en las palabras de Ángel, la verdad es que María sí que tenía cara de chuparla bien y se imaginó  a la muchacha así y de otras muchas maneras.

El cabo Blanco tenía todo lo que hay que tener para triunfar en la vida. Alto, guapo, muy inteligente y de buena familia. Era hijo de uno de los militares más influyentes de la plaza, el teniente coronel de estado mayor Blanco. Solamente tenía un problema, que no sabía lo que quería hacer en la vida. Su padre viendo que empezaba mil cosas y nunca las acababa, le hizo meterse en la cia mar. Si no hacía nada muy gordo, con un enchufe como el que tenía el cabo, allí tenía un puesto de trabajo para toda la vida. Blanco entre los Vela, Luna, Espigares y demás chusma era como un ave del paraíso, entre una manada de cuervos. Los mandos de la cia mar observaban con mal disimulada envidia cómo Blanco recibía los saludos afectuosos del general que vivía unos metros por encima de la compañía. El general no tenía estas atenciones ni siquiera para con el capitán Villalba, que muy marcial le daba novedades siempre que se lo cruzaba. Todos eran militares pero Blanco, por nacimiento pertenecía a una élite dentro del ejército. Con la tropa se llevaba bastante bien, pero en cambio, no soportaba al cabo Espigares al que había convertido en blanco de sus burlas. Como cabo profesional, dormía todas las noches en su casa, pero esta vez se había pasado mucho y le habían arrestado una semana dentro de la cueva. Tras una noche de fiesta, había ido a la compañía en su vespino, pero esta vez se había metido con el ciclomotor hasta el cuerpo de guardia y había destrozado una mesa. La verdad es que iba muy pedo, pero la hazaña no era fácil. Había que bajar  una escalera bastante empinada que se zigzagueaba en un par de tramos, entre la calzada y la entrada de la cia mar.

Aquel día, durante la hora de la siesta, Blanco junto a los veteranos comenzaron a burlarse de Espigares. Por aquella época no había más que 2 cadenas de televisión y en la primera ponían por las tardes unos dibujos animados en los que el protagonista era un adolescente cabezón que portaba una bolsa de deportes mágica de la que extraía artículos deportivos con los que combatía a sus enemigos. Sport Billy se llamaba el personaje y como Espigares siempre venía a la cia mar con una gran bolsa de deporte el cabo Blanco le endosó el mote de Sport Billy.

-¿Sport Billy, que nos ha puesto hoy para merendar tu mamá?- Preguntó el cabo Blanco a Espigares.

-NO ME LLAMO SPORT BILLY, ME LLAMO ANTONIO ESPIGARES, CABO ANTONIO ESPIGARES-

-Vale cabo Antonio Sport Billy Espigares, hablando de otra cosa ¿Te has desvirgado ya? Si no ha habido suerte con las mujeres puedes probar con algún morito de tu barrio, creo que en el Real hay un tal Omar que gasta un rabo de 30 cm.-

-SPORT BILLY PAJILLERO MARICÓN- Dijo alguien con voz de falsete desde la oscuridad de la compañía

Un coro de voces impostadas, se alzó desde varios sitios de la compañía en penumbras.

-FIFI, ESPORT BILLY, PAJILLERO, ESPIGARES COMEME LA POLLA-

-SE LO VOY A DECIR AL SARGENTO PARA QUE OS ARRESTE A TODOS-

Santiago que no participaba en las burlas al melillero, se estaba temiendo que el cachondeo llegase a ese punto y le jodiesen su cita con María.

-¡A ver! ¿Qué es lo que está pasando aquí? Cabo Espigares, dígame quien se está burlando de usted- Dijo el sargento primero Antolín, un hombre mayor, con expresión cansada de haber visto muchas movidas en la cueva.

-Ha sido el cabo Blanco el que ha empezado a insultarme, mi sargento primero.-

-¡A ver! ¿Qué le ha dicho usted al cabo de guardia?-

-Nada mi sargento primero, le he preguntado solamente si ya se había echado novia -

-Me ha dicho que si no me salía novia me podía ir con un moro del Real que tiene 30 cm de polla, además me ha llamado Sport Billy-

-¿Qué pasa cabo es que le ha visto usted la polla a ese señor? ¿Es usted maricón? ¿Qué cojones es eso de Sport Billy?

-A la orden de usted mi sargento primero, yo no soy maricón, me gustan mucho las mujeres. En cuanto al moro, yo no lo he visto, pero he oído decir….-

-¡BASTA YA! ¿Quiere usted, ganarse otra semanita en la compañía? Y usted Espigares aprenda a defenderse  que ya es un poquito mayor para andar con tanta gilipollez. En cuanto a los demás ¡Que no pille yo a ningún marinero  haciéndole una paja a otro! ¡VAMOS, TODOS A FORMAR!-

En unos minutos estaban todos los miembros de la compañía formados en la sala.

-¡A ver cómo nos sale hoy la Salve Marinera!-

Saaalve estrella de los mares

De los mares iris de eterna ventura

Saaaalve….

Hasta una veintena de veces, en posición de firmes cantaron la Salve los miembros de la cia mar. Finalmente el sargento primero Antolín, mandó a los marineros ocuparse en otros asuntos. Santiago pasó lo que quedaba de tarde procurando no meter la pata, para no ganarse un arresto ante el ambiente calentito que se respiraba desde la siesta.

Finalmente llegó la hora del paseo y Santiago se dirigió presuroso a la calle de la Soledad. María le estaba esperando. Vestía unos vaqueros ajustados con botas de baloncesto blancas. Una blusa holgada dejaba al descubierto uno de sus hombros donde no se veía tirante de sujetador. No lo llevaba, sus senos no demasiado grandes, pero muy firmes se adivinaban tras el tejido de algodón. Un perfume agradable, muy sutil y nada convencional, desprendía el cuerpo de la joven. Era un olor similar al de los niños pequeños. Los dos jóvenes se despidieron de doña María que a todas luces se había dado cuenta de lo que sentía el marinero por su nieta menor.

-¡A ver qué haces con mi nieta Compañía de Mar! Que en septiembre se la tengo que devolver a sus padres- Dijo la anciana con una sonrisa cómplice.

 Melilla, como ya se ha dicho, a la hora de paseo de los militares era una ciudad básicamente masculina. Era muy raro ver a una chica que no fuera una fulana acompañando a un militar. Santiago y María eran objeto de la atención del personal que andaba por la calle. Fueron al Bunker y en un momento en el que Santiago fue al baño, un guaperas de ingenieros se había sentado junto a María que no le daba mucha bola. La muchacha  se percató de lo incomodo que resultaba para su pareja la situación y de una manera espontánea colocó su mano sobre la del marinero y estiró su cuerpo para darle un rápido beso en los labios. Santiago sorprendido, miró a la muchacha a los ojos y lo que vio en ellos hizo que dejara de preocuparse de todo lo que había alrededor. Terminaron su consumición y se marcharon del Bunker cogidos de la mano. Anduvieron por la ciudad hasta llegar a la playa en la que los militares aún no tenían permiso para bañarse y volvieron hacia Melilla la Vieja poco antes de la hora del final del paseo. La situación era un poco chocante, la chica que podía estar en la calle cuanto quisiera, debía dejar al chico en “casa” a las nueve de la noche. Llegaron a la calle de la Soledad un poco antes de la hora. En la esquina se abrazaron y sus bocas se juntaron en largo beso. María emitió un suave gemido que hizo que el madrileño la estrechara con más fuerza. En estas estaban los chicos cuando sintieron algo que se frotaba en sus piernas, era el gato blanco.

-¿Maria eres tú?- Dijo la abuela desde la puerta.

Los dos jóvenes quedaron en llamarse al día siguiente. Esa noche durante la retreta a  Santiago le correspondió el seis de guardia, lo que inevitablemente suponía que al día siguiente tendría servicio de cocina. Dos días sin salir a la calle y sin poder estar con María.   

A pesar de todo, los dos jóvenes, encontraron un hueco para verse durante la guardia  mientras Santiago hacía el puesto de las murallas. La pareja hablaba de sus cosas, mientras el gato blanco subido en uno de los cañones, parecía que era el que montaba guardia. En un momento dado cuando vino el relevo, el gato se puso a maullar y María y Santiago se separaron. Esa noche estaba de guardia el cabo Blanco que vio como la muchacha se alejaba hacia su casa.

-¿No es esa una nieta de la vieja de los gatos?-

-Si, doña María Medrano se llama la mujer que tú dices cabo.-

-Pues ten cuidado que no te vean mucho con ella. La tal María Medrano, hace muchísimos años montó una movida gordísima. Denunció a los abuelitos de Vela y de Luna por la desaparición de  Jorge Fuster, un cabo que figura aún hoy en día en el libro de arrestos como desertor. Dicen las malas lenguas que al parecer se oponía al ascenso de los abuelos de Luna y de Vela por algo que había pasado durante el asedio al Peñón de Vélez y que les iba a denunciar a un general que había venido a Melilla para depurar responsabilidades tras el desastre de Annual. Se rumorea que estos dos hijoputas se lo cargaron para que no hablase.

Santiago Reche se hizo de nuevas para que Blanco le siguiese contando cosas.

-¿Qué pasó con los abuelos de Vela y Luna?-

-Siguieron en la compañía de Mar, aunque no ascendieron hasta varios años después, tras el desembarco de Alhucemas, en el que la compañía de mar obtuvo una condecoración colectiva y ascendieron a todos los mandos. Pero en Melilla los Luna y sobretodo los Vela siempre han tenido muy mala fama de chorizos y últimamente de estar metidos en temas turbios, tú ya me entiendes….-

-Supongo que ya se habrán muerto los dos-

-Pues no, Luna sí se murió hace bastante, pero Vela tiene más de noventa años aunque al parecer está bastante enfermo y le queda poco. He oído que lleva un par de semanas ingresado en el hospital militar por una neumonía-

Durante el puesto del varadero de 5 á 6 de la mañana, a Santiago se le ocurrió una idea, en cuanto que pudiera salir se la comentaría a Doña María.

El día siguiente pasó tedioso. Santiago Reche se picó un turno de cocina. Aunque las cocinas ya no eran igual que al principio de llegar a Melilla, suponían todo un día sin poder salir de la compañía, aún así consiguió verse un rato con María por la tarde.

Esa noche en el pase de retreta se notificó que por fin los militares podían ir a la playa, pero solamente a la playa militar junto al Regimiento de Caballería Alcántara 10, los descendientes de aquellos heroicos jinetes que contuvieron a los moros en la retirada de Annual y que sin su sacrificio nada hubiese quedado del ejército del general Silvestre. Allí se podían cambiar y tenían un sitio donde les guardaban los uniformes. Santiago al día siguiente quedó para por la tarde con María para irse a dar un baño a la playa. El tendría que entrar por el balneario y se verían ya en la arena. Antes de marcharse hacia caballería, el marinero le contó a doña María la conversación que había tenido con el cabo Blanco.

-Tal vez ahora que está en el lecho de muerte, confiese qué es lo que hicieron con el pobre Jorge. Mañana le haré una visita- Dijo la anciana.

Santiago y María se fueron juntos, aunque entraron por separado. La playa militar de Melilla era un sitio pintoresco. Apenas había mujeres o familias como en cualquier otra playa española. Principalmente había soldados, todos chicos de aproximadamente 20 años con el mismo corte de pelo y muchos mariquitas, en general bastante viejos. Destacaba entre la fauna playera un individuo moro, al que en Melilla conocían como “Tarzan Boy” Era el moro más feo que Santiago había visto en su vida. De un color moreno ceniciento, tenía el pelo rizado bastante largo, patillas de hacha y un fino bigote sobre el labio superior. Se parecía bastante al músico norteamericano Chuck Berry sólo que aún más flaco, apenas tenía carne pegada a los huesos. Era cojo por que en su infancia aquel hombre había padecido poliomielitis. Por unica vestimenta llevaba un  escueto bañador con dibujo imitación piel de leopardo, ciñendo un enorme paquetón. Tarzán Boy tenía un pollón de un par de palmos en reposo. Santiago Reche se acordó de las palabras del cabo Blanco al cabo Espigares unos días antes, sobre el moro de Real y se imaginó a Tarzán Boy dándole por culo al gordo melillero. Aquello le puso de muy buen humor.

Santiago y María tendieron las toallas junto a las de Juan el cocinero y otros marineros de la compañía y se dieron un bañito. Aunque al principio fueron el blanco de casi todas las miradas, un rato más tarde la tropa pareció perder interés en ellos, en parte se debió a la llegada de Angelito Moraleda con una fulana de enormes tetas.

-Yarmila, vamos a ponernos un poco más allá, que aquí hay demasiada gente- Dijo el de Albacete

-El borracho éste, cada día está más gilipollas- Dijo Juan.

Santiago no dijo nada del comentario del cocinero. Ángel y él habían llegado juntos a Melilla y sentía que, a pesar de sus diferentes personalidades sus destinos estaban unidos de alguna manera. Santiago y María estuvieron un rato más en la playa y luego se marcharon. Antes de irse Juan le dijo al madrileño:

-Oye, ni que decir tiene que si necesitas el piso, ya sabes….-

Santiago le propuso a  María que fuesen al piso del cocinero pero la chica rechazó la propuesta alegando que aún no estaba preparada para acostarse con él. Santiago se sintió bastante desilusionado. En su última cita Santiago le había metido mano por debajo de la ropa y habían terminado masturbándose el uno al otro. Pasearon un rato y un poco antes del final del paseo el marinero acompañó a la muchacha hasta su casa. Se besaron en la entrada de la calle Soledad. Santiago quería mostrarse frío y distante, pero ante los ojos de Maria, esto resultaba un empeño imposible.

Al día siguiente por la mañana doña María Medrano, se presentó en el hospital militar de Melilla y se informó de la habitación donde estaba el antiguo capitán de la Compañía de Mar. En el pasillo, se aseguró de que las hijas de Vela, las tías del actual sargento primero, no se encontraban en la habitación. La habitación era amplia y luminosa. En la cama, un hombre que antaño debía haber sido bastante corpulento, pero que ahora se veía reducido a un montón de huesos cubiertos por una piel apergaminada y llena de manchas de vejez. El viejo capitán, al sentir que alguien entraba en la habitación, entreabrió ligeramente los párpados. María Medrano se detuvo frente a la cama.

-¡Qué poco queda de aquel arrogante capitán de la Compañía de Mar! Aquel hombre que con una palabra privaba de libertad o mandaba los hombres a morir a un puesto peligroso. Mírate ahora, sólo eres un pobre pelele al que le tienen que limpiar el culo.-

El capitán Vela súbitamente abrió los ojos del todo y se quedó mirando con expresión dura a la mujer.

-¿A qué has venido mujer, a regodearte de verme en esta situación?-

-¡Sabes perfectamente a qué he venido! Quiero que me digas dónde está Jorge Fuster-

-Mi respuesta es la misma que le di al juez militar hace más de 60 años, el cabo Jorge Fuster era un desertor. Se escapó de la compañía para no tener que luchar en Nador. Seguramente lo cogieron los moros y lo mataron.-

-¡Yo no soy el juez, solamente quiero que me digas que hicisteis con el cuerpo de Jorge para poder llorar sobre su tumba!-

El viejo capitán esbozó una sonrisa torcida por debajo de la goma del oxígeno.

-¡Tu Jorge no tenía lo que hay que tener para ser un militar! Podía haber ascendido. Podía haber sido un hombre rico, pero no, él se tenía que ocupar del bienestar de sus subordinados ¡Esos piojosos desagradecidos! Yo nunca diré dónde está y la otra persona que lo sabía hace mucho que murió-

De repente la sonrisa del viejo capitán se heló en su rostro ¡Había alguien más en aquella habitación!

-¡Tú también le ves! ¿Verdad? Os voy a dejar solos, que tendréis muchas cosas que deciros. Adiós Capitán.-

María Medrano se dio media vuelta y dirigió sus pasos hacia la salida del hospital. Por el pasillo se cruzó con las dos hijas de Vela que volvían de la cafetería. Cuando estas llegaron a la habitación, encontraron a su padre con el rostro desencajado en una mueca de pánico. Estaba muerto. Desde la puerta pudieron ver cómo un gato blanco que estaba en el alfeizar de la ventana saltaba al jardín.

Pasaron varias semanas sin que ningún hecho reseñable rompiera la monotonía del ardiente verano. En la compañía el tiempo corría lento pero inexorable. En Melilla, la asociación de Mohamed Dudu seguía manifestándose en las calles, con el consiguiente perjuicio a la población militar de la plaza. La relación de Santiago y María seguía en el mismo punto muerto, aún no habían hecho el amor. Ambos eran muy felices estando juntos, pero con veinte años, el sexo en una relación de pareja es algo primordial. Finalmente llegó el gran día, todos los marineros, menos los que estaban de servicio, acompañaban el paso de la Virgen del Carmen hasta la iglesia de San Agustín por las calles de la ciudad autónoma. Santiago Reche como era un hombre bastante alto, desfilaba en primera fila. Los marineros tuvieron que esperar en formación bajo el duro sol africano de julio un par de horas hasta que las cofradías de pescadores trajeron a la Virgen hasta el lugar donde daba comienzo el desfile. Esa tarde, casi toda la población de origen peninsular de la ciudad autónoma, estaba en las calles flanqueando el trayecto de la procesión. Al llegar al barrio del Real, muy cerquita de la iglesia, Santiago vio como María y su abuela desde la primera fila de espectadores le saludaban y aplaudían con entusiasmo al paso de la cia mar. Ya en San Agustín con la virgen en el altar los marineros entonaron la Salve Marinera. Tal vez por la buena sonoridad del templo, tal vez porque los marineros se sentían más motivados a cantar aquel himno que habían llegado a aborrecer, la Salve sonó mejor que nunca en medio de un silencio clamoroso guardado por los asistentes al acto dentro de la iglesia abarrotada.

El comandante militar de la plaza felicitó en persona al orondo capitán Villalba que no cabía en si de gozo. Esa noche hubo una verbena con baile en el barrio del Real a la que los marineros pudieron asistir uniformados teniendo que estar en la compañía a las 3 de la mañana como hora tope. Santiago cenó con la abuela y la nieta en un chiringuito. La anciana se retiró a los postres y la pareja se quedó sola en la feria. Hacía una noche calurosa. Santiago y María pasearon, tomaron varias copas y bailaron con los marineros de la cia mar que esa noche estaban completamente desmadrados.

-Santiago, quiero que esta noche vayamos al piso de Juan, si a ti te apetece….-

-Claaaro…. ¡CLARO QUE SI QUE ME APETECE, ES LO QUE MÁS ME APETECE DEL MUNDO!- Dijo Santiago, al que la proposición de María había pillado por sorpresa.

El piso no estaba lejos. Cuando llegaron tuvieron que hacer la cama. Santiago se sentía un poco avergonzado por el desorden reinante. Debería haberse anticipado a la visita de María, pero a la muchacha no parecía importarle en absoluto nada de esto. A través de la ventana de la habitación se veía  la luna llena, muy grande, reflejándose en un trozo de mar lejano más allá de la ciudad. Se desnudaron en el lado de la cama que sin palabras cada uno había elegido, luego se acostaron juntos bajo una fina sábana. Muy despacio comenzaron a acariciarse y a besarse. Exploraron con sus bocas y con sus dedos todo lo que había que explorar en el cuerpo del otro. En un momento dado María se sentó a horcajadas sobre la pelvis de Santiago, con un movimiento hábil, sujeto su pene con una mano y con suavidad lo introdujo en su vagina. Comenzaron a moverse rítmicamente, al principio muy despacio, sintiendo piel con piel y luego mas deprisa. Ella fue la primera en alcanzar el orgasmo, bueno el primero de varios. Finalmente Santiago se corrió acompañando el último orgasmo de María que se estremecía con cada roce de los dedos del marinero. Se quedaron dormidos juntos y el reloj de pulsera de Santiago les despertó con el tiempo justo de vestirse y llegar a la compañía antes de que  Santiago se ganase un arresto que les impidiera volver a verse al día siguiente.

A media mañana coincidiendo con la hora del descanso se nombraron los marineros que en el mes de agosto debían de ocupar los destacamentos de las islas. Santiago Reche confiaba en quedarse el mes de agosto en Melilla pero no, de nuevo le había correspondido ir al Peñón de Vélez con Chupetín de Sargento y Blanco de cabo. Entre los restantes marineros que iban a Vélez, Angelito Moraleda, Orejas Bambi (El bicho que había dado la voz de alarma cuando Chupetín salió dando tiros por la calle), el Diablo (Uno de pueblo muy bestia, del reemplazo de Orejas Bambi) y Moisés Hidalgo (Un valenciano con mucha pluma de unos 130 Kg de peso)

A Santiago solamente le quedaban 2 semanas de estar con María. Luego, seguramente no se volverían a ver hasta las navidades.

Continuará……

Doctor Miriquituli.

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