domingo, 26 de febrero de 2012

TAPPER SEX 2ª PARTE

Llegué en torno a las cuatro de la tarde a la dirección que me habían dado en Fresa y Menta. Era una urbanización  de las afueras. Llame a la puerta del coqueto chalet y salio a abrirme la anfitriona de la reunión, una rubia en mallas que parecía en muy buena forma. En un acogedor salón, en el que ardía una chimenea, estaban ya el resto de las asistentes, siete mujeres más entre los 30 y los 50 años y para mi sorpresa ¡Una anciana, muy anciana! Toda de negro, haciendo ganchillo, sentada en una sillita aparte.

La dueña del chalet sirvió café y una bandeja con bollos, unos muy ricos rellenos de crema y otros, tipo bizcocho, muy ricos también. Tenía hambre, solamente me había comido una lata de fabada, con un mendrugo de pan duro y una naranja a la que tuve que extirpar un trozo mohoso, lo que para un tipo grande, como yo, es poca comida. También puso un orujito casero, del que yo me apreté un par de copazos, para darme un poco de valor, ante aquel desafío.

Comencé con una presentación de la empresa y luego seguí con los potingues. Lubricantes, efecto calor, efecto frío, sabores, etc, yo, hasta entonces, había sido de la vieja escuela y seguido a rajatabla el dicho castizo de “Con paciencia y con saliva, se la metió un elefante a una hormiga” Pero ahora se abría ante mi, todo un abanico de nuevas posibilidades.

No se si por causa de las alubias de lata, por el orujo o por el canguelo que me producía el tener que pasar a la “sección de aparatos”, el caso es que me sobrevino un desarreglo digestivo, que desembocó en un ventoseo incontrolable. Cerraba el esfínter para que mis pedos no se oyeran, pero el fétido gas salía de mí como un enemigo silencioso y letal. Entonces, se me ocurrió la feliz idea de encender unos palitos aromáticos que contenían feromonas, unas sustancias que utilizan algunos animales, para en época de celo atraer a los del sexo opuesto. Así mataba dos pájaros de un tiro, eliminaba la peste y exhibía un producto que tras la reunión fue uno de los más solicitados. Aprovechando un receso, descargue en el pulcro baño contiguo al salón.

Ya más tranquilo, comencé la exposición de los distintos aparatos que vendía la compañía. Objetos bellos y discretos, con diseños modernos, la mayor parte alejados de la imagen que tenemos los hombres de consolador = polla de goma. Esta parte de la reunión resultó más fácil de lo que yo esperaba, ya que la mayoría de las asistentes eran unas autenticas expertas y adornaban la exhibición de los distintos productos con sabrosos comentarios basados en su experiencia. Estaba descubriendo un mundo  delicado y suave, el mundo de la masturbación femenina, prácticamente desconocido por mí, tan alejado y distinto  del mecánico y grosero, de la masculina.

Finalizada la reunión, preparé los contratos y entregué algunos de los productos que tenia en el coche. Según me contó mi jefe, Melchor Cerrudo, muchas ventas se hacían después de las reuniones por teléfono o por Internet, por lo cual era muy importante  tomar los datos de todas las asistentes a la reunión para que me adjudicaran la venta y me abonaran la correspondiente comisión.

Me dirigía hacia la puerta, cuando la anciana, que había estado a su labor de ganchillo durante la reunión, me pidió que la acompañara a la cocina y me preguntó:

-Joven ¿Me puede vender usted esa polla negra tan grande que lleva en la maleta? Es que me recuerda a la de mi primer novio, Mohamed. Era cabo de la guardia mora de Franco ¿Sabe usted?-

-No puedo señora. Es del muestrario, pero si me la pide usted ahora, en menos de una semana la tiene usted en casa-

-Quite, quite, para que se la quede la lagarta de mi nuera-

La vieja se sacó un pequeño monedero que llevaba cogido en tirante del sujetador y extendió delante de mis narices 3 billetes verdes de 100 pavos cada uno.

-¿Habrá bastante con esto?-

Dijo con una perfecta sonrisa de su dentadura postiza.

-¡Por supuesto! Aquí tiene usted su artículo. Que lo disfrute señora-

Pensando en la excusa que tendría que darle a Melchor, por la falta de tan llamativa pieza del muestrario, me dirigí hacia el recibidor donde la anfitriona se estaba despidiendo de sus invitadas. Di un par de besos a cada una y salí a la calle. Estaba cargando la maleta en la parte de atrás de mi furgonetilla, cuando oí a mi espalda una voz que me pedía que esperara. Era una de las asistentes a la reunión, una morenaza alta, con unas tetas y un culo como para perder la cabeza.

-¿Hacia donde vas? Tengo el coche estropeado y con trasporte público tengo muy mala combinación-

-Pues…. A mi casa en Villaverde Alto-

-¡Que bien! yo vivo en Getafe, te pilla de camino ¿Me llevas?- Dijo con un gesto de gatito desvalido-

-Claro, claro…. será un placer- Dije yo, con el corazón que se me salía del pecho

Miriam, que así se llamaba la morena, vivía en una urbanización de chales que hay junto al Cerro de los Ángeles. Durante el trayecto, la estuve observando por el rabillo del ojo y era aún más guapa entrando en el detalle que quedándose en la primera impresión. Tenía una piel perfecta, brillante y bronceada, con ligeras pequitas en la parte superior de los pómulos. La boca reidora con dientes grandes y muy blancos, unos ojos grandes muy expresivos que cambiaban de color según la luz que hubiera. No le faltaba ni le sobraba nada. Olía a limpio y a cremita, además era muy simpática y sus comentarios sobre la reunión,  fueron realmente graciosos.

Por fin llegamos a su casa. Yo, caballero, salí para abrirle la puerta y coger su bolsa que estaba en la parte de atrás de la furgo. Al alcanzársela mi mano y su mano se tocaron en el asa de la bolsa y así permanecieron unos segundos. Miriam me miró a los ojos con expresión pícara y me dijo:

-¿Te apetece pasar un rato a probar las cositas que he comprado?-

Yo me quedé petrificado y boquiabierto. Ella, al observar mi expresión de absoluto pardillo se rió sonoramente. Cuando se le pasó la risa, dijo:

-Te llamo un día y tomamos un café, que quiero organizar yo un tapper sex, aquí en casa-

Me dio un beso calido y largo junto a la comisura de los labios y vi su precioso culito desaparecer tras la cancela de entrada al pequeño patio delantero del chalet.

Ya de vuelta, en mi deprimente morada, repase la documentación y los pedidos para llevarlos al día siguiente a Fresa y Menta, cené unas sobras que quedaban en la nevera, me pajeé mientras me duchaba y me fui a la cama sólo, con un libro.

Continuará….

Dr. Miriquituli.

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