jueves, 23 de febrero de 2012

ECHARSE AL MONTE

La mayor parte de la superficie de la Península Ibérica es áspera, dura y pobre. Abrasada por el sol en verano y helada en invierno. Una orografía complicada, ha hecho que hasta tiempos bastante recientes, cualquier camino fuera difícil y existiera un gran aislamiento entre las distintas tierras que la conforman. Según los historiadores romanos, estas circunstancias condicionaban el carácter de sus habitantes hacia la guerra y la violencia. Los romanos debían saberlo, ya que les costó cerca de 200 años conquistar la totalidad de la península. Cesar tardó menos de una década en hacerse con el control de las Galias, del año 58 al 51 aC.

Centrándome en España, pocos han sido los periodos en que esta tierra ha estado bien gobernada. La realidad sangrante de la desigualdad social, las injusticias y las arbitrariedades, empujaron a muchos a renegar de una sociedad que les asfixiaba, tomando un camino sin retorno hacia la marginalidad.

El monte daba una oportunidad a los hijos del medio rural para sobrevivir, aunque sólo fuera por un tiempo. También, las numerosas guerras civiles y pronunciamientos, levantaron en armas a partidas de guerrilleros, que acababan sumando entre sus filas a estos delincuentes comunes. Estos, aunque se tenían que someter a la rígida disciplina militar, encontraban en la partida un sustituto de la sociedad y la familia que habían dejado atrás y quien sabe si la redención a sus delitos por la vía de la imposición de las tesis defendidas por la partida o el indulto político.

La rebeldía del español es una rebeldía individual. Un grito sordo que rebota como el eco, en las rocas de la intransigencia y la más desvergonzada injusticia. En España nunca ha habido una revolución como Dios manda, todo lo más, revueltas en la que se han juntado un cierto número de personas descontentas, no necesariamente por las mismas causas.

Volviendo al fenómeno del bandolerismo, sobre todo al del siglo XIX, que para el hombre actual, está rodeado por un halo de romanticismo. Ese “Bandido generoso” que se desenvolvía en un paisaje bravío, que hoy en día casi ha desaparecido. Esa imagen idealizada, es falsa. Los bandoleros eran generosos en un ámbito reducido y solamente por pura necesidad de supervivencia. Necesitaban contar con cómplices, informantes y encubridores en los que apoyarse para realizar sus fechorías. Eso de que robaban a los ricos para repartir el botín entre los pobres, jamás se produjo. Robaban a los pobres porque a los ricos es muy difícil robarles nada, es más, muchos ricos terratenientes utilizaron a estos desalmados para sembrar el terror, entre los jornaleros.

En definitiva el bandolerismo fue una plaga, muy difícil de erradicar y que sumo como un factor negativo más, en el atraso secular de España.

En la España de hoy en día, sería impensable un bandolerismo “asilvestrado” como aquel, pero el personal descontento, sigue encontrando vías para “echarse al monte”. Nada más hay que darse una vuelta por cualquier polígono industrial y ver en cuantas naves con la puerta cerrada está trabajando gente, mientras que las empresas legales con su cartel y sus puertas abiertas languidecen y acaban echando el cierre al no poder aguantar los gastos que se generan en el día a día de una empresa, mas todas las cargas impuestas desde las distintas administraciones.

El bandolerismo de antaño, se suprimió mediante la represión y también poco a poco con la mejora de las condiciones de vida de la gente. La Guardia Civil se creo ex profeso para este fin, pero en los montes españoles hubo partidas de guerrilleros que aguantaron su precaria situación hasta los años sesenta del pasado siglo.

¿Cómo acabar con el bandolerismo actual? Yo creo, que un poco como con el de antaño, con mano dura y con medidas que hagan poco interesante seguir en la economía sumergida. Me gustaría que primara más lo segundo que lo primero. También desde la administración, se debería trabajar para cambiar esa manera de pensar, tan española, que mira con comprensión y a veces hasta con simpatía a los que realizan estas prácticas. Un buen ejemplo de política a seguir,  sería la que en seguridad vial se ha seguido en los últimos años. Se ha conseguido con sanciones y con una eficaz campaña de comunicación, que fin de semana tras fin de semana, se reduzca la cifra de muertos en carretera.

Es muy posible que ustedes no compartan estas reflexiones, pero es importante que sepan que las hace una persona, que por su situación actual, está sopesando muy seriamente, descolgar el viejo trabuco y echarse al monte.

Sean felices y si beben no conduzcan.

Dr Miriquituli.

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