lunes, 26 de diciembre de 2011

HACIA EL MAR

Tras la batalla, los miembros del clan se dedicaron a enterrar a los muertos y a curar a los muchos heridos, tanto a los del clan como a los enterradores de semillas. Estos estaban muy sorprendidos por el trato que los cazadores les dispensaban a pesar de haber invadido sus tierras y haber matado a su gente.

Kiri estaba preocupado por un posible reagrupamiento del enemigo. No en vano, habían logrado escapar sus dos principales cabecillas, Friu y el malvado Tolos. Tendrían que actuar rápido si querían terminar con la guerra cuanto antes.

La mayoría de los hombres disponibles partió de las tierras del clan en dirección a la costa. Llevaban a los combatientes enemigos capturados en condiciones de marchar. Kiri no quería dejar una “quinta columna” a su retaguardia y no estaba dispuesto a acabar con las vidas de unos hombres desarmados, que habían sido conducidos al desastre, por la locura y la ambición de sus líderes.

Un pequeño número de guerreros, condujo a los enterradores de semillas derrotados al Sur para que volvieran a sus tierras. Mientras Kiri y el resto de guerreros del clan se presentaron a las puertas del poblado.

En el tiempo que Tolos estuvo en el gran poblado, reclutando hombres para la guerra, Friu había obligado a los miembros del clan de la costa a levantar una empalizada tan alta como casi dos hombres, para evitar ataques como el del invierno pasado.

Cuando detectaron la presencia de los cazadores todos los guerreros del poblado subieron a la empalizada con los antiguos habitantes maniatados. Los mismos que habían reconstruido el poblado y trabajado para los enterradores de semillas, ahora les servían de rehenes. Así evitaban que Kiri y sus hombres pudieran volver a usar sus flechas incendiarias.

Desde lo alto de la empalizada Tolos habló, en un tono meloso, que no presagiaba nada bueno:

-Amigos, por que seguir con esta contienda inútil que tantas muertes ha costado ya. Retiraos a vuestro poblado y nosotros nos quedaremos donde estamos. Hay tierra suficiente para todos-

-Nos retiraremos si os vais por donde habéis venido. Estas tierras son de los que ahora mantenéis como rehenes-

-¡No son rehenes! Son rebeldes contra la autoridad, legitima del jefe Friu y la mía, ¡Somos los legítimos representantes de la tribu! Además ¡No han cumplido con las ofrendas a nuestro Dios!

-¡Ya está bien de tanta palabrería! Acabemos con esto de una vez. Luchemos tú y yo en representación de cada bando. El que quede en píe queda dueño del campo y el otro bando tendrá que retirarse.-

-¡No Kiri! Dijeron al unísono Sus y Bocos.-

 -¿Has visto bien a ese hombre? ¡Es una montaña de músculos!- Dijo Sus aterrado.

-Además, no le debemos nada a esa gente.- Imploró Bocos.

-No amigos, tenemos una oportunidad de pacificar este territorio durante muchos años. Si destruimos el poblado, los enterradores de semillas volverán y encontraran una acogida favorable. En cuanto al gigante, me he enfrentado a bestias más grandes y fuertes que ese hombre, confío en mi habilidad contra su fuerza.-Dijo Kiri con semblante sereno.

Sus amigos le rogaron que tuviera mucho cuidado, ante su terrible rival,

Al otro lado de la empalizada reapareció Tolos.

-Acepto tu desafío Kiri- Dijo el gigante con una sonrisa lobuna.

Al momento, las puertas del poblado se abrieron y salió Tolos con una pesada maza de piedra. Kiri escogió también su arma, un venablo de los que usaban para rematar a las piezas de caza en las monterías, con su gran punta de sílex y un asta corta y robusta.

Los dos contendientes se midieron con la mirada y comenzaron a girar alrededor de un círculo imaginario. Kiri no era un hombre pequeño pero al lado de Tolos parecía un niño.

El primero que acometió fue el cazador. El gigante dio un corto paso atrás y golpeó con el puño cerrado el costado de Kiri, luego le alcazo con una terrible patada que le arrojó a varios metros de distancia. Tolos se abalanzó blandiendo su maza y golpeó donde unos instantes antes estaba la cabeza de su oponente. Kiri rodó sobre si mismo y lanzó un tajo a la pantorrilla del gigante que gritó de rabia y dolor. En el rostro congestionado de Tolos se remarcaba con un tono violáceo la larga cicatriz que la flecha del cazador le había causado en el vado. El gigante propinaba menos golpes que el cazador, pero hacían mucho daño y un golpe de su maza podía ser definitivo.

Mientras los dos hombres luchaban, Friu salió del poblado por el extremo opuesto,justo  por donde los cazadores no podían verle. Arrastrándose, se situó tras unos matorrales. Tensó su arco apuntando al jefe del clan. Ya se disponía a disparar cuando a su lado oyó un gruñido. El perro de Kiri se abalanzó sobre él, mordiéndole en rostro y la garganta. Pero el can no pudo evitar que la flecha saliera del arco.

Kiri recibió el flechazo en el omoplato izquierdo descubriendo su guardia en un gesto reflejo de dolor. El gigante aprovecho esta circunstancia para lanzar un mazazo que alcanzó al cazador en las costillas, dando con el en tierra. Rápidamente, Tolos se dispuso a rematar a su oponente. Levantó la maza con ambas manos por encima de su cabeza y lanzo el golpe definitivo. Kiri con las pocas fuerzas que le quedaban esquivó la maza de Tolos que impacto a un palmo de su cabeza. Sujetando el asta de la lanza con el brazo derecho y aprovechando el impulso de su enemigo, le clavó la punta por debajo de la mandíbula. Tolos soltó la maza y cayó de rodillas tratando de sacarse el venablo clavado, pero los cazadores le remataron a flechazos.

Un grupo encabezado por Sus, Bocos y el perro, llego al lugar donde Kiri maltrecho trataba de incorporarse. La herida de flecha no era muy profunda y el mazazo seguramente le había roto un par de costillas. Apoyado en sus amigos, el jefe del clan atravesó las puertas del poblado. A su paso, los enterradores de semillas arrojaban sus armas.

Los guerreros fueron encerrados en la choza del jefe con una guardia armada en la puerta. Kiri y los cazadores pasaron algún tiempo en la costa. La mayoría de los enterradores de semillas, partió sin armas hacia el gran poblado. Algunos que se encontraban cómodos, se quedaron y pasaron a formar parte del clan de la costa. Sus y Bocos se alternarían como jefes del clan, lo que de facto suponía una unión de las dos tribus. Kiri no quería más sorpresas.

De vuelta a la sierra, la primavera estaba ya muy avanzada. Avanzaban por un campo cuajado de flores y comenzaba a apretar el calor. En el poblado los heridos menos graves estaban prácticamente recuperados y otros seguían aún convalecientes. Como en la costa, los enterradores de semillas que quisieron, se quedaron, otros optaron por regresar a su tierra.

Poco tiempo después, Una embajada en representación del gran poblado se presentó en la sierra, con esplendidos regalos. El clan acogió con su habitual hospitalidad a los embajadores. Durante su estancia, tuvieron lugar unas conversaciones a las que asistió Frem el brujo, en ellas se delimitaron los respectivos territorios y se comprometieron varios acuerdos comerciales.

Con la llegada del verano, el trocito de tierra, en el que Uma había cavado y sembrado las semillas que su marido trajo del gran poblado, estaba lleno de altas y doradas espigas ¡Ese era el gran secreto de los enterradores de semillas!

Dr. Miriquituli


Continuará….


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