domingo, 1 de enero de 2012

UN MAR DE ESPIGAS

5 AÑOS DESPUES DEL FINAL DE LA GUERRA.

Kiri y Uma tomaban el sol juntos sobre una peña que había un poco más arriba del poblado en la falda de la montaña. Uma que se encontraba en avanzado estado de gestación, estaba recostada sobre el cuerpo de su compañero que a su vez apoyaba su espalda sobre una roca. El sol de media mañana calentaba, pero aún no demasiado. Unos metros más abajo, junto al arrollo, la suave brisa mecía las espigas aún verdes. Eran el fruto de sucesivas resiembras, de las semillas que robo Kiri junto al gran poblado. El viento sobre la mies se asemejaba a la superficie del mar cuando la brisa la riza. La observación del campo de trigo barrido por las rachas de viento ejercía un efecto hipnótico sobre la pareja.

Kiri acariciaba la suave barriga de su mujer, absorto en sus pensamientos, sin escuchar los muchos planes que Uma hacía en torno al verano y al próximo nacimiento del hijo de ambos. Viendo que su hombre no la escuchaba, un poquito molesta le preguntó:

-¿Qué te pasa? No estás escuchando nada de lo que te digo ¿En que estas pensando?-

-Pues… Pensaba en los niños que se nos murieron a causa de la escasez y los malos inviernos. Tal vez, con la leche que nos da el ganado y el trigo que este año recogeremos hubieran podido sobrevivir. ¿Te acuerdas de nuestro primer hijo? ¡Era un niño precioso! Ese invierno tan frío las piezas escaseaban, no tenias leche para alimentarle…. Fue el momento más duro de mi vida.-

-Yo aún sueño con él.- Dijo Uma, al tiempo que los ojos se le anegaban de lágrimas.-

-Bueno, no pensemos más en ello. Si nada se tuerce, en una luna, recogeremos una gran cosecha.-

-¡Que grandes cambios en tan poco tiempo! El ganado, con la carne, la leche, la lana, también los cereales y la cerámica ¡La maravillosa cerámica! ¿No te parece Kiri?-

-Si, pero tener tantas posesiones ata. Aunque sigo cazando ya no es como antes. Muchos miembros de la tribu prefieren quedarse cuidando de las ovejas y las cabras y no salen de caza.-

-¿No temes que los enterradores de semillas vuelvan, algún día? Preguntó Uma.

Tras un prolongado silencio, Kiri respondió:

-Creo que nunca se fueron. Los que se quedaron tras la guerra y acataron nuestras normas de convivencia, nos han enseñado muchas cosas, cosas útiles que sirven al bienestar de la gente, pero la mentalidad del clan a cambiado, ahora la gente tiene un sentido de la propiedad que no tenía antes. La caza era un trabajo de todo el clan y el producto de la misma se repartía equitativamente. Últimamente reina el egoísmo. Nadie está de acuerdo con el trabajo de los demás y las discusiones son continuas. Además…. está el asunto de la religión. El viejo Frem nunca dijo que tuviera poderes sobrenaturales. El solamente era un hombre, eso si, muy sabio y sagaz. Pero estos sacerdotes de la religión de los ídolos, afirman que son los intermediarios entre los hombres y lo sobrenatural.-

-Pero Kiri, la religión ha traído esperanza a mucha gente. La vida entera es incertidumbre y la fe en algo ayuda en el día a día y ofrece respuestas ¿Qué daño puede hacer esto?-

-Tal vez tengas razón Uma, pero yo me siento parte de un todo y creo que cuando muera, seguiré siendo parte de ese todo. Obro con rectitud por que considero que obrar así es la única manera de que la raza humana se sobreviva a si misma. Con estas pocas certezas para mi es suficiente, no necesito creer en las enseñanzas de esos charlatanes, además, creo que al final los administradores de la religión no resistirán la tentación de convertir la misma, en una herramienta para el control de la voluntad de la gente.-

Una racha de aire frío vino a interrumpir la conversación de la pareja y un jirón de   nubes cubrió el sol.

-Parece que se avecina una tormenta- Afirmó el cazador al tiempo que empujaba suavemente a su mujer para que se incorporase.

La pareja se dirigió al poblado. En la entrada de valla que habían levantado tras la guerra, esperaba dormitando el perro de Kiri, que al percibir la presencia de la pareja comenzó a mover el rabo. Se incorporó perezoso, se estiró tensando su marcada musculatura y bostezó abriendo mucho la boca, dejando ver sus afilados dientes. Uma se dirigió al fuego donde las mujeres se afanaban en la preparación de la comida y Kiri se acerco a un grupo de hombres que conversaban. Su inseparable compañero de aventuras, le siguió y se acostó junto al grupo con las orejas muy tiesas para no perderse nada de la conversación de los cazadores.

FIN
Alicante 1 de enero de 2012.

Dr Miriquituli.

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