Entre la ciudadanía, se ha instalado un sentimiento
hacia la clase política que es una mezcla de indignación, repugnancia y lo que
es aún peor, resignación.
En un alarde de sinceridad, un político
español, ya fuera de la vida pública, dijo hace algunos años “Yo estoy en
política para forrarme” Este señor que hoy percibe cuantiosos emolumentos de
una empresa antes pública y hoy privatizada, dijo en voz alta lo que piensa una
gran parte de los políticos patrios, desde el modesto concejal de un pueblecito
a un ministro o cualquier otro alto cargo.
El refranero español, siempre certero en
sus sentencias, tiene una que se acomoda perfectamente a la forma de pensar de
estos “servidores públicos” -A mí no me des, ponme donde haya…- O sea su
objetivo real no es el bienestar de los ciudadanos, si no gestionar los dineros
públicos y así, amen de sus jugosas pagas y dietas, trincar pasta en comisiones
por contratos y adjudicaciones amañadas para que se las lleven sus propios.
Ya han pasado algunos años desde que la sociedad española
se sacudió el miedo que tenía a la libertad, desde la generación que vivió la
Guerra Civil, hasta que gano las elecciones un partido de “izquierdas”, una vez que parecía ya conjurada la amenaza de
un retroceso democrático. El susodicho partido de “izquierdas” proponía el cambio
hacia un país moderno e integrado en la UE. Hace unos 200 años, por varias razones, España perdió el
tren del progreso tecnológico y también social. Parecía que por fin, con el partido de "izquierdas" en el poder, había llegado el momento de
ponernos al día con respecto a nuestros vecinos. Al principio la cosa no fue
mal. Gracias a los fondos europeos, se construyeron nuevas y magníficas
infraestructuras que eran muy necesarias.
En 1992 se implantó el IVA, un impuesto
al consumidor final, que con distintos tipos impositivos se aplicaba en toda la
UE. Hasta entonces, nunca un gobierno había recaudado tantísimo dinero. Tras
los fastos de aquel 92 de agridulce recuerdo, se sucedieron como en cascada,
innumerables escándalos de corrupción. Por aquella época, entre otros, nos
robaron: el hermano del vicepresidente del gobierno, el director de la Guardia
Civil o el director del Banco de España, que era el que estampaba su firma en
los billetes de mil pesetas.
Mi abuelito que en paz descanse, uno de
los pocos placeres que se dio en su vida, la vida de un hombre que en la guerra
tuvo la mala suerte de estar en el bando perdedor, fue, antes de morir, votar a
ese partido de “izquierdas”. Nunca perdonaré a ese partido de “izquierdas” porque engañó a mi abuelo, un hombre bueno, que sin comerlo ni beberlo las pasó muy
putas.
Tras el partido de “izquierdas” vino un
partido de “derechas”. Había llegado el día en que la derecha española había
asumido maneras democráticas y había dejado atrás el franquismo. Los
convencidos conservadores repetían tozudamente “Los de derechas no roban porque
como ya tienen, no les hace falta” Desgraciadamente este axioma tampoco se ha
cumplido. Los del partido de derechas en sus 2 etapas, con 2 legislaturas del
“reinventado” partido de “izquierdas” por medio, han robado también a calzón
quitado.
En la actualidad el tema del choriceo
ensucia como una marea negra la vida pública, con el agravante de que las penas
son suaves para los corruptos y durísimas en comparación para los que delinquen
por pura necesidad. Los dos partidos “el de derechas y el de izquierdas” (Me
dan tanto asco que no quiero ni nombrarlos) están metidos hasta el cuello en el
chapapote de la corrupción allí donde mandan.
La justicia, lenta e ineficaz, es uno de
los pilares en los que se apoya toda
esta chusma de indecentes a la hora de cometer sus fechorías y en el caso, poco
probable, de que la justicia les llegue a condenar, siempre pueden conseguir un
acuerdo o directamente recibir un indulto del gobierno. Al final siempre nos acabamos
remitiendo al refranero “Que les quiten lo bailao”
Mientras tanto, los ciudadanos cada día
vamos perdiendo más y más de lo conseguido tras mucho tiempo y esfuerzo,
observando con estupor, como los que nos han robado se van de rositas e incluso
obtienen jugosos ingresos como asesores de las mismas empresas a las que ayudaron
en sus chanchullos.
Las buenas intenciones de los partidos
respecto a la corrupción, se parecen a este invierno que amaga pero hasta ahora
no da. Mientras estas cosas ocurren, los españoles de a pie, vemos como giran
sobre nuestras cabezas unos nubarrones cada vez más negros. Es muy posible que
en lo social, igual que en lo meteorológico, acabe estallando esa ciclo génesis
explosiva que nos anuncian, una tormenta perfecta, que ojalá barra de una
puñetera vez toda esta mierda de corrupción que nos impide seguir adelante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario