lunes, 7 de noviembre de 2011

LA MUJER JUNTO A LA VENTANA

Cuando Julio llegaba del colegio, su madre, en la cocina de la casa familiar, le daba un bocadillo o pan con chocolate para merendar. Vivian en un piso del centro, rodeado de otras viviendas por los cuatro costados. Tras los visillos se intuía la vida de los vecinos cercanos.

Una pareja madura tenía su sala de estar, frente a la cocina, justo un piso más abajo, en un patio de luces. A la hora en que Julio merendaba ellos solían ver la televisión. Como eran muchos en casa, cuando fue un poco más mayor, comenzó a hacer los deberes en la cocina, en la mesa donde la familia solía comer los días de diario, justo en frente de la ventana.

Los vecinos regentaban un bar un par de calles más abajo y en épocas del año que el trabajo en el campo se lo permitía, una hermana de la mujer, más joven que ella, venía del pueblo a echar una mano en el bar. Tendría cuarenta años era de mediana estatura y un poquito entrada en carnes, aunque iba muy erguida, caminaba y se movía, con la agilidad propia de las personas que entonces, vivían en los pueblos.

Era época de exámenes y después de cenar Julio tenía que seguir estudiando. Aburrido de los libros la vista se le iba a la ventana de los vecinos. En un momento dado el hombre se fue a la cama y las dos mujeres apagaron la televisión y abrieron un sofá cama. La hermana mayor se retiró, la menor apagó la luz y comenzó a desnudarse, para ponerse el camisón. Pese a estar a oscuras la habitación, se veía lo suficiente. Era una mujer hermosa de pechos llenos, ligera barriguita y anchas caderas redondas. Era la primera vez que Julio veía una mujer desnuda, sin contar a su madre, aquello le causó una honda impresión.

La escena se repitió durante varias semanas. Cuando Julio veía que las hermanas se disponían a acostarse, apagaba la luz para así poder ver sin ser visto. Un día la vecina no estaba. Había vuelto al pueblo. Una gran desazón hizo mella en su ánimo. Perdió el apetito, incluso bajaron sensiblemente sus notas escolares durante la temporada en que la mujer de la ventana estuvo fuera.

Quedaban pocos días para que diera comienzo el verano y la mujer volvió. Julio andaba de exámenes y retomó sus observaciones nocturnas. La mujer ante el calor reinante prolongaba sus sesiones televisivas. Cuando se quedaba sola, se quitaba el camisón y se quedaba viendo la tele vestida solamente con unas escuetas braguitas.

La noche anterior a que la familia de julio partiera de vacaciones a la playa, fue especialmente calurosa. Julio observaba como cada noche. Después de ver la tele, la mujer se metió bajo la sabana tal cual, sin ponerse el camisón, se destapó hasta debajo de su redondo ombligo y saco una pierna fuera de la sábana. Julio observó como la mujer se secaba el sudor alrededor de los pechos con el camisón. En un momento dado la mano de la mujer se introdujo debajo de la sábana y comenzó a moverse despacio en el lugar donde se intuía su pubis. En el silencio de la noche, Julio podía oír la respiración agitada de la mujer.

Al día siguiente mientras la familia de Julio cargaba el coche, se encontró con la mujer cuando se disponía a subir en el ascensor. Ella vestía el uniforme del bar, una especie de bata de cuadros rosas, que le llegaba por encima de la rodilla. A la altura del pecho el espacio entre los botones se abría dejando entrever el generoso pecho enfundado en un sujetador negro de encaje. La mujer olía muy bien, a jabón, a cremita y a algo indefinido, un olor como a…. niño pequeño. Antes de llegar a su piso ella le hablo:

-He visto a tus padres cargando el coche ¿Te vas por mucho tiempo?

-Nos vamos a la playa hasta final de mes -

¡Que suerte! Aquí te estaré esperando, bueno, dame un beso, hasta pronto guapo.

Julio acercó la cara a su mejilla y ella le beso suavemente en la comisura de los labios.

Durante el mes que Julio estuvo de vacaciones mantuvo sus primeros escarceos sexuales con una chica de la urbanización algo mayor que el. Fue un encuentro torpe y desangelado pero a Julio le infundió una gran confianza en si mismo.

La familia regreso una tarde de sus vacaciones y Julio se fue con su madre a comprar algo para la cena. Al bajar por la calle en dirección a la galería comercial se encontraron con las dos hermanas que venían del bar. La madre de Julio se puso a hablar con ellas. Julio dirigía furtivas miradas a la hermana menor. Cuando ya se iban a despedir de su madre, las dos hermanas repararon en Julio, fue la mayor la que primero hablo:

-¡Pero que estirón a dado este chico! Anda que cualquier día te vemos con novia.

Su madre intervino- Que se deje de novias y se centre en los estudios pare ser una persona de provecho el día de mañana.

La hermana pequeña dijo mirando a Julio provocativamente: Si que esta mayor y además muy guapo.

Las tres mujeres siguieron conversando un poco más y luego se separaron.

Julio esperaba con ansiedad a que llegara la noche. Cuando su familia se acostó el se fue a la cocina. Con la luz apagada se acercó a la ventana. Estaba decidido a abordar a la  mujer. Al día siguiente la esperaría a la salida del bar y le hablaría, pero esa noche volvería a mirarla. La hermana mayor dio un beso de buenas noches a la pequeña, el hombre hacia rato que se había acostado. Por fin la mujer se quedo sola junto a la ventana. A oscuras se desvistió y se puso el camisón. Se quedo de pie junto a la ventana mirando hacia la ventana de Julio. Julio creyó ver una expresión de tristeza en los ojos de la mujer. La mujer bajó la persiana. Julio estaba desolado.

Al día siguiente Julio salio a la calle y fue corriendo hasta el bar, se asomó a la cristalera pero solamente vio al matrimonio. En los siguientes días volvió, ni en el bar ni en el piso volvió a ver nunca a la mujer.

Aquella noche esa persiana se había cerrado definitivamente.

Doctor Miriquituli.  

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