Soy amante de la naturaleza y dedico gran parte de mi tiempo
libre a la observación de la fauna salvaje. Por la época en la que me
sucedieron los extraños acontecimientos que a continuación voy a relatar, se habían
producido en la sierra algunos ataques al ganado atribuidos a una manada de
lobos y yo trataba de documentar la presencia de los canes, armado de una
cámara con teleobjetivo
Tras varias horas de infructuosa espera, decidí dejar mis
observaciones para mejor ocasión. Se estaba haciendo de noche y comenzaba a
hacer frío. Me dirigía andando a través del bosque, hacia el lugar donde había
dejado aparcado el coche, cuando en un claro, vi un extraño objeto de forma
fálica y una decena de metros de largo, que emitía un tenue destello. La
luminosidad del objeto variaba, incluso el color del mismo según me iba
acercando. Puse una mano sobre la superficie y aquello emitió un fogonazo frío
de luz blanca cegadora, que me hizo perder el conocimiento.
No se cuanto tiempo pasó después. Me desperté desnudo sobre una
camilla en una habitación completamente blanca y vacía. No me podía mover,
aunque no estaba sujeto por ningún tipo de atadura. En un momento dado, se
abrió en el techo un agujero redondo por el que salió “algo” no se si se
trataba de de una maquina o de un ser vivo. Tenía aspecto de medusa con
numerosos tentáculos que se movían hacia arriba y hacia abajo. Estaba todo
aquel engendro lleno de hileras de pequeños puntos de luz que se encendían y
apagaban. Bajo del techo hacia mi y exploró todo mi cuerpo sin llegar a tocarme,
luego las puntas con forma de ventosa de un par tentáculos se pegaron a mis
sienes, en aquel momento se abrió un nuevo agujero, esta vez en la pared y
salieron de él tres seres con aspecto de larvas del tamaño de un gato
aproximadamente. Aquellas cosas comenzaron a moverse por encima de mi cuerpo,
cubriéndolo de una baba viscosa. Uno de ellos se dirigió a mi pene, primero lo
succionó y luego se dio la vuelta y se lo introdujo por la parte posterior de
su cuerpo. Contemplé horrorizado como ese bicho…. ¡Estaba copulando conmigo!
Al principio sentí nauseas, pero de nuevo el fogonazo…. Cuando
recuperé la conciencia, me encontraba en casa de mis padres, en mi antigua habitación.
Estaba tumbado en la cama y junto a mi se encontraba Ana mi primera novia.
-No te preocupes todo va a ir bien- Me dijo, luego se quito
la camiseta y unas escuetas braguitas y me puso su depilado chichi en la cara.
Yo lo lamí con deleite, mientras ella hacia lo propio con mi pene. Luego
hicimos el amor. No recordaba que Ana fuese multiorgásmica, más bien mi
recuerdo de las veces que manteníamos relaciones, era que dada mi escasa
experiencia de entonces, casi nunca lograba satisfacerla. Pero en aquella
ocasión fue distinto, yo era un semental que galopaba por un bosque en llamas,
lúbrico, incansable, sintiendo el placer en cada uno de mis poros. Cuando
terminé, Ana puso su mano en mi frente y volví a sentir que la luz blanca
brillante lo llenaba todo.
Abrí los ojos de nuevo. Estaba en la playa y era de noche.
Giovanna, una napolitana exuberante con la que me había enrollado hacia ya algunos
veranos, estaba a mi lado completamente desnuda. Cogido de su mano entre en el
mar siguiendo la estela plateada de la luna llena que estaba baja, casi en la
línea del horizonte. Con el agua por nuestras cinturas, nos besamos en la boca,
luego chupe sus redondos senos salados. Gio sonrió y me puso un dedo en la boca,
tomo aire y se sumergió. En su inmersión, su nariz, sus labios, y su espesa
mata de pelo negro, rozaban mi polla. Yo le sujetaba la cabeza bajo el agua en
un impulso sádico… casi criminal. Cuando ya no pudo aguantar más la
respiración, sus uñas se clavaron con fuerza en mis nalgas. Giovanna emergió
jadeando, yo aproveche para cogerla por
detrás y penetrarla con fuerza.
Nos movíamos como el mar, ahora despacio, casi en calma,
ahora bravo y salpicando espuma. Terminamos en la orilla. Gio, todavía conmigo
dentro, se tendió sobre mí y cerro mis labios entreabiertos con un nuevo beso.
De nuevo me invadió aquella luz blanca intensa…
De repente estaba en la cocina de mi apartamento. Sonó el
timbre de la puerta y salí a abrir. Frente a mi se encontraba Ruth, una
estudiante que estuvo viviendo durante algún tiempo en el inmueble y con la que
echaba algún que otro polvo esporádico. Sin mediar palabra me echó los brazos
al cuello y me besó en la boca. Mis manos se perdieron dentro de sus vaqueros.
Mi dedo corazón recorría su húmeda rajita y así lubricado se introducía un
poquito en su ano. Gimiendo se separó de mí y se fue quitando la ropa camino
del dormitorio, yo la seguía igual que un borrico sigue una zanahoria. Se subió
a la cama mostrándome su redondo culo.
-Hazme lo que quieras- dijo insinuante y eso fue lo que
hice…Al momento mi verga entraba y salía atacando alternativamente vanguardia y
retaguardia. Luego, con mi vecina clavada, recorrimos saltando el apartamento,
haciendo varias “paradas técnicas” en el sofá, la mesa del comedor, la encimera
o el alfeizar de la ventana de la cocina, donde terminamos. Abrazados aún,
podía sentir como el cuerpo de Ruth temblaba junto al mío. Por encima de su
hombro, vi como la vecina de enfrente nos observaba boquiabierta mientras
tendía la ropa. Levanté una mano a modo de saludo, saludo que ella correspondió
de la misma forma. De la mano de mi vecina surgió la luz blanca otra vez.
En un atisbo de lucidez, pude ver como el engendro de
múltiples tentáculos recogía una especie de sonda que había introducido en mi
ano y como de nuevo, el agujero de la pared se abría, para que por allí
desaparecieran aquellos extraños seres.
Me desperté desnudo y aterido sobre el suelo del bosque. Era
de noche, yo estaba completamente desorientado. Fui descendiendo con la
esperanza de llegar hasta la carretera, cosa que finalmente conseguí. La seguí
cuesta abajo, donde tenía la certeza de que había un pueblo. Allí seguro que encontraría
alguna persona dispuesta a socorrerme. Al poco rato, vi las luces de un
vehículo que se aproximaba y me planté en medio de la carretera haciéndole
señales para que parase.
El coche resulto ser el 4x4 de la Guardia Civil. Los dos
guardias se bajaron del vehículo y me alumbraron con una linterna.
-¿Qué es lo que le ha pasado?- Me preguntó uno de ellos. Yo
les conté con todo detalle la angustiosa situación que había vivido. Los guardias
se miraron entre si. Uno se fue al maletero de donde sacó una manta térmica de
esas que parecen un gran trozo de papel de plata, me la echó por encima y me
invitó a sentarme en el asiento trasero del coche.
-¿Puesto de Valdeterruño? Aquí patrulla: llevamos a un
individuo con claros síntomas de haber consumido algún tipo de sustancia
alucinógena-
-Aquí puesto, esta bien, traéroslo para acá y que duerma el
pedo en el calabozo-
Los civiles, haciendo caso omiso a mis protestas, siguieron
a lo suyo.
-¡Vaya semanita que llevamos! Con este ya van cuatro
drogatas que recogemos en el monte ¡Putas setas alucinógenas! A ver si nieva ya
y se van a tomar por culo todas de una puta vez.-
Dr. Miriquituli.
No hay comentarios:
Publicar un comentario