El contable se despertó temprano, igual
que llevaba haciéndolo desde muy joven. Contaba 56 primaveras espléndidamente
llevadas, no en vano en su juventud había sido un notable alpinista que había
llegado a coronar el Everest y otras importantes cumbres por todo el mundo.
Rosa, su segunda mujer, dormía aún, ajena a sus tribulaciones. Se dirigió al
gimnasio que había hecho instalar años antes en su espacioso duplex del centro
de Madrid y realizó disciplinado, la tabla de ejercicios que su entrenador
personal le había prescrito. Luego se dio una ducha y se afeitó minuciosamente.
Dolores la criada aún no se había levantado,
solamente eran las 6’00, pero como sabía del gusto de su jefe por madrugar, le
había dejado en la cocina una cafetera de café bien cargado y una jarra de zumo
de naranja. Solamente tomó el café. Más tarde le pediría a Dolores que le
hiciese algo de comer.
Con la taza de café aún a medias, se
dirigió al gabinete y se sentó ante el escritorio. De uno de los cajones
extrajo una libreta negra y encendió el portátil. Consultó su correo, varios
balances y el estado de algunas cuentas situadas en lugares lejanos, tomando
notas de todo en la libreta negra. Apuró el café mirando distraídamente por la
ventana y pensando en el nuevo desafío al que más pronto que tarde se iba a
tener que enfrentar. El día amanecía plomizo, igual que su futuro inmediato.
Ya parecían lejanos los días en los
cuales él era el hombre de moda, el perejil de todas las salsas, el gran
conseguidor. Su trabajo, aunque en apariencia oscuro era el más importante
dentro del partido. El contable era el corazón que hacía circular la sangre que
alimentaba la política, sangre que no era otra que el dinero. Dinero del estado
y por supuesto dinero de empresas que esperaban obtener jugosos contratos antes
que sus competidores. Un juego peligroso en el que era fácil quedar atrapado en
una tupida tela de araña de favores debidos e intereses contrapuestos. Pero el
contable conocía el juego y también a los jugadores, para nada estaba dispuesto
a que le dejasen fuera sin más. Nunca había sido un iluso y no confiaba en el
agradecimiento de los que antaño había favorecido. Llevaba años preparándose
para este momento. Como en una escalada, la planificación y la estrategia lo
eran casi todo, y algo sabía él de todo eso.
Las mujeres siempre habían estado
presentes en su vida. Incluso ahora en su madurez era un hombre apuesto, pero
desde que conoció a Rosa había sido fiel a ella, todo lo fiel que un hombre de
su posición, siempre envuelto en negocios turbios podía llegar a ser. Pero desde
hacía poco tiempo, un suceso había venido a perturbar aquella armonía conyugal:
la llegada a la casa de Dolores, tras la jubilación de María, la vieja
asistenta de toda la vida. Dolores no era ni guapa ni fea, pero quizá su
juventud, quizá el riesgo inherente que existía en aquella aventura, en
momentos tan delicados y en pleno corazón de su entorno intimo, habían hecho
que el hombre se sintiera atraído por la empleada domestica desde un primer
momento. Cuando comenzaron sus encuentros clandestinos, había saltado a los
medios, el sonado caso de la violación a una empleada de hotel por parte del ex
gerente del FMI Dominique Straus-khann, al que conocía personalmente y con
quien tenía marcados paralelismos personales y profesionales. Por aquel motivo,
decidió mostrarse aún más cauto de lo que ya de por si normalmente era. Con
Dolores desplegó todo su encanto, así como un sutil pero férreo poder de
coacción. La muchacha que no era nada tonta y a la que tampoco resultaban ajenos
los atractivos del hombre, consentía aquella situación, disfrutando del momento
y ¿Por qué no? Esperando sacar un beneficio en el futuro.
Aún quedaba media hora para que Dolores
se despertase y comenzase su jornada de trabajo. El contable se dirigió a la
habitación de la asistenta, abrió la puerta sin ruido y se metió en la misma.
La chica dormía boca abajo, él se desprendió del albornoz que se había puesto
tras la ducha y se metió bajo las sábanas. Podía oler el cuerpo de la chica, un
olor a jabón a crema hidratante y a algo indefinido pero sumamente agradable. Acarició
el costado de la muchacha que gimió levemente y se puso de medio lado
ofreciendo el pecho a la mano del hombre, este despacio le levantó la camiseta.
-No por favor, Don Luis nos va a pillar
su mujer…- Protestó la somnolienta asistenta con poco convencimiento.
-Tranquila chata, Rosa nunca se despierta
antes de las 8,00- Dijo el contable, con una sonrisa bailándole en los labios.
Luego el contable y Dolores la asistenta
hicieron el amor. Él fue el primero que hizo cumbre, pero aguanto firme a que
su compañera coronase la blanca cima. Luego, el hombre volvió a su gabinete a
seguir con sus asuntos. Dolores se metió en la ducha y se vistió para comenzar
su jornada laboral.
Cuando se levantó Rosa, el contable
estaba en la cocina comiéndose unos huevos revueltos con muy buen apetito,
mientras miraba datos en la pantalla de su portátil.
-Buenos días cariño ¿Qué tal has dormido?-
Pregunto el contable mirando a su esposa por encima de las gafas
-Buenos días señora ¿Qué va a tomar para
desayunar? –
-Buenos días Dolores. Tomaré un par de
tostadas con mantequilla y mermelada y café con leche-
-También tiene zumo de naranja recién
exprimido, si quiere.-
-Muchas gracias Dolores. Y tu Luis ¿A que
hora te has despertado hoy? No te he oído.-
-A las 5,00 más o menos, ya sabes que soy
de poco dormir, además tenía que preparar mi declaración de hoy en la
audiencia.
La conversación siguió por derroteros
intrascendentes. Luego el contable se vistió cuidadosamente y peino su pelo
veteado de canas con abundante gomina. Llamo a un taxi, le parecía mejor para
su imagen pública ir a la audiencia en un medio de transporte más modesto que
el coche con chofer que llevaba utilizando 25 años. Se puso un magnifico abrigo
de cachemir con cuello de piel marrón y salió a la calle. En el portal, una
multitud de periodistas y fotógrafos se abalanzó sobre él.
-SR BÁRCENAS, SR BÁRCENAS ¿Nos puede
decir el origen de sus cuentas millonarias en Suiza? SR BÁRCENAS ¿Se ha acogido
a la amnistía fiscal del gobierno? SR BÁRCENAS, SR BÁRCENAS, SR BÁRCENAS….-
-Buenos días señores, disculpen que no
les diga nada, como saben voy a declarar en sede judicial. Mis abogados les
facilitarán una nota informativa sobre mi declaración. Adiós buenos días.- Les
dijo con un esbozo de sonrisa.
Luego el contable se montó en el taxi y
salió en dirección a los juzgados.
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