jueves, 13 de octubre de 2011

. LA ESPAÑA IMBECIL.

LA BODA DE LA DUQUESA.

No seré yo el que loe las bondades del antiguo régimen, que no reconocía la igualdad de derechos de todos los seres humanos y premiaba con privilegios y prebendas a una aristocracia que en algún momento de la historia, por motivos bastante discutibles, se habría hecho merecedora de dichos privilegios. Aún en este estado de cosas, si la realeza, que otorgaba estas dignidades, consideraba que el receptor de las mismas, hacia algo que suponía un desprestigio para la institución nobiliaria, podía retirar dichos privilegios y castigar con dureza al noble infractor.

Desde estas líneas me gustaría rendir sincero reconocimiento a una figura capital para la historia de España del siglo XVI, Fernando Álvarez de Toledo tercer duque de Alba.
La historia no ha tratado demasiado bien a este personaje. A instancias de la propaganda protestante, por su intervención en la guerra de los Países Bajos. Ha sido tratado como bárbaro y sanguinario, no siéndolo en absoluto, si tenemos en cuenta el marco histórico en el que se desarrollan los hechos y más si se le compara con sus adversarios en este conflicto que desgarró Europa durante 80 años. El gran Duque de Alba fue uno de los más grandes estrategas militares de todos los tiempos, así como un hábil político y diplomático y uno de los hombres más cultos de su tiempo, íntimo amigo y protector del poeta Garcilaso de la Vega. El duque cayó en desgracia ante Felipe II a causa del  matrimonio del hijo del este, con una dama, que no contaba con la aprobación de Rey (También, la actual duquesa, pidió permiso al Rey para su boda, claro que estos actores quedan a años luz de los de entonces) Finalmente  Felipe II le rehabilitó, para que defendiera sus derechos dinásticos al trono de Portugal, realizando la conquista del país vecino de una manera impecable y en un tiempo record. Acabó sus días en Lisboa con su reputación limpia y el reconocimiento del rey que lo nombro condestable de Portugal.

Desde la muerte del tercer duque ningún miembro de la casa ha vuelto a estar en primera fila de la política, el ejército o la diplomacia. El miembro más conocido de la casa de Alba, en este periodo, fue la duquesa Cayetana, que a finales del siglo XVIII  inmortalizo  Goya, cabiéndole el discutible honor de, seguramente, ser la mujer que el genial aragonés usó como modelo para sus majas vestida y desnuda.

La familia ha ido fagocitando otras casas nobiliarias. Emparentando con los descendientes de Cristóbal Colón o el Conde Duque de Olivares como ejemplos más destacados. Esta política matrimonial ha posibilitado la acumulación de un patrimonio más que extenso. La Casa de Alba es a través de varias sociedades una de las mayores terratenientes del estado español y una de las mayores beneficiarias de las subvenciones al campo. Su patrimonio inmobiliario también es inmenso: una decena de palacios y castillos, un panteón familiar y un par de fincas de recreo en Ibiza y Marbella, son las joyas de la corona. Todas las propiedades a rebosar de objetos valiosos y grandes obras de arte. La familia se ha desprendido de algunos inmuebles en los últimos tiempos, “cediéndolos” cuando los gastos que acarreaban las reparaciones en los edificios históricos, eran tantos, que ya no hacían interesante para la familia, conservar la propiedad de los mismos y llevándose siempre las obras de arte que había en su interior.


Finalmente llegamos a nuestros días, la maja Cayetana, envuelta como para regalo por los modistos Victorio y Luquino, poseída por el duende sevillano, se marca unos pasos de flamenco al son de la guitarra andaluza. Convenientemente apuntalada, cual edificio en ruinas, por el majo, nuevo duque consorte, ante el éxtasis y el regocijo de la fauna que presencia el evento y que va desde las personas cotillas, con tiempo libre y que van a todo, a  marujas idiotizadas por el Sálvame o similares, que creen que están presenciando un triunfo del amor verdadero en el invierno de la vida, los más payasos del panorama friki nacional o personas con mala leche que van a dar su personal “cencerrada” a estos aristócratas que se han puesto a tiro de sus puyas.

El lado malo de mi persona, se llena de jolgorio al pensar en el amargo trago que deben de estar pasando, los estirados hijos de la anciana dama. Menos el de la nuera que no se lleva con la suegra y la hija que padece una inoportuna varicela (Deseo su pronta recuperación ya que esos salpullidos a la edad adulta son muy molestos) Pero como a mi me educaron unos curas muy buenos , pese a mis cortas capacidades consiguieron inculcarme el principio máximo de la fe cristiana y de la convivencia para cualquiera que tenga dos dedos de frente, que no es otro que “No quieras para los demás, lo que no quieras para ti mismo” Me estremezco, sólo de pensar en que cualquier anciano o anciana venerable, de mi familia se viera en un “Réquiem cantim pace” como este.

La imagen de un país es la imagen de sus élites y estas personas están en deuda con España por lo mucho que han recibido y aún reciben, por lo que aún reconociendo las flaquezas de la condición humana, tendrían que ser menos bufones o al menos algún dirigente, el Rey, jefe supremo del estamento nobiliario o el gobierno, deberían darles un toque de atención. Pero la clase dirigente española, tiene su propio prestigio, a la altura del betún y no esta para meterse en estos berenjenales.

Ante esta afrenta a su linaje, seguro que, los viejos huesos del tercer duque se estremecen en su tumba, mientras los de sus encarnizados enemigos, los condes de Egmont y Hornes, instigadores de la revuelta de los Países Bajos. Separan las mandíbulas de sus cercenadas calaveras, en una silenciosa carcajada.

Como dice el tango “Fiera venganza la del tiempo….”

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