sábado, 13 de febrero de 2016

DIAMANTES Y OXIDO

Estoy solo en el cuartito pequeño, el gato tumbado junto al radiador. Sentado en ese cuarto que llena la luz de la viña cercana, hoy un tanto gris,  veo los camiones y las construcciones feas que hay junto al campo mientras escucho una vieja canción de Joan Báez. La canción en cuestión es Diamonds & Rust (Diamantes y óxido) una de esas canciones olvidadas que has oído hace mucho y que de repente vuelves a oír y te quedas con el soniquete y la oyes un montón de veces e incluso buscas la traducción de esa canción en Google.

 No sé si será el día gris de este invierno que no ha sido pero que aun así se resiste a dejarnos, la letra de Diamonds & Rust o la mirada ruego de mi gato; la mirada llena de interrogantes acerca de lo que le depara el futuro en su relación conmigo, una relación de la que depende por completo su vida o eso me parece a mí. El caso es que no soy hombre de lágrima fácil, al menos en las cosas importantes de la vida y aquí estoy, como un gilipollas, llorando a moco tendido. No sé si es a causa de una cierta sensiblería barata o quizá, se trate de  una variante de ese trastorno psicosomático conocido como “síndrome de Stendhal” ante la sobre exposición a esta belleza sublime de la desolación que hoy parece rodearme.

La canción Diamantes y Oxido, habla sobre la llamada de teléfono que un hombre, alma vagabunda, hace a su antigua amante en un rapto de nostalgia. Ella escucha y recuerda el pasado común y lo compara con lo que a día de hoy esa relación ofrece: Ese falso oro sucio del óxido y los duros y bellos diamantes cristalizados a partir de una antigua pasión ya extinta. La canción es buena de verdad, porque está escrita desde los sentimientos. Más allá de lo exactas que puedan ser las traducciones de Internet, ya que debo reconocer apesadumbrado que no hablo inglés, por lo que he podido averiguar se refiere al amor juvenil entre la cantante y poetisa y ese gran genio de la música popular del siglo XX que sigue siendo Bob Dylan

Hay una estrofa de la canción en la que describe la relación de ese hombre con esa mujer como una travesía en barco por un océano ignoto, en el que ella es barco, capitán y tripulación y el hombre pasajero que se abandona en sus brazos, confiado en que tras la tempestad de la pasión esta le deje en un puerto seguro.

La mayoría de relaciones terminan tras esta breve singladura, unas bien y otras no tanto. Yo (Parece que fue ayer o tal vez hace cien años) viví algunas, de las cuales guardo aún bastantes recuerdos, diamantes y oxido…

En mi última travesía llegué y me quedé en este puerto en el que estoy ahora. Aunque soy de naturaleza vagabunda, llega un punto en el que deseas quedarte y construir algo. Yo he tenido esa suerte. Muchas veces me despierto por la noche, ante las mil inquietudes que la vida nos va trayendo y extiendo la mano hasta el lado de la cama donde ella duerme y al sentir su cuerpo cálido, muchas de mis cuitas desaparecen.

El mar agitado de estos días turbios, sin duda nos arrebatará muchas cosas valiosas dejándonos un hueco que jamás podremos volver llenar (Vosotros sabéis de lo que os hablo) pero no por eso, ni por que este invierno que no ha sido y no se va y que a mí se me está haciendo tan largo como diez, quisiera dejar de rendir este hoy triste homenaje, que cada catorce de febrero le rindo a ella, la que se acuesta al otro lado de mi cama...

No hay comentarios:

Publicar un comentario