lunes, 4 de noviembre de 2013

FIERAS CON OJOS DE DIAMANTE


Un chaval delgado de mirada brillante salió deprisa del metro. Bajó la calle Fuencarral para luego perderse por las callejuelas. En un sucio bar que olía a orines pidió una copa de algo barato con alta graduación alcohólica y encendió un pitillo. Los parroquianos levantaron la vista para observarle brevemente con una expresión que oscilaba entre la lastima y la indiferencia. Luego siguieron a lo suyo concentrados en el fondo de sus vasos.

 

El humo azul de los cigarros daba al local un ambiente como de ciénaga, fuera el viento invernal barría las callejas. Los pocos transeúntes que andaban por las calles, se arrebujaban en sus abrigos y apretaban el paso en dirección al metro o a sus casas para refugiarse de la helada noche de Madrid.

 

Poco a poco otros chicos y un par muchachas pálidas se juntaron con el primero que había llegado al bar. Todos lucían parecido aspecto: chaquetas negras de cuero, vaqueros ajustados, botas de baloncesto o zapatos boogies y el pelo bastante corto y de punta.

 

-¿Vais a ir el miércoles al Rockola? Toca el grupo del Pajarillo y otros. No se cuales son pero creo que va a molar…-

 

-Me gustaría pillar anfetas ¿Alguien se viene? Hay que bajar donde las putas y no quiero que me vuelvan a dar el palo...-

 

-De paso podíamos pillar algo de costo ¿Ponemos un fondo común?-

 

-Vale, pero sólo para el costo. Si alguien quiere pirulas que ponga la guita, las centras son a dos libras y las dexidrinas  medio talego…-

 

-Si hay dexis a mi tráeme dos-

 

-Lo más seguro es que solamente haya centramina. Hay un camello nuevo, creo que el menda es médico y siempre tiene.-

 

-Si un nota que va de traje y que tiene una “loca” azul flamante. Es mogollón de raro, pero dicen que es legal-

 

El chaval que había llegado primero al bar y otros dos cogieron la pasta de los demás y se internaron en el barrio chino. Encontraron al tipo del SEAT 1430 azul en la esquina de Ballesta con Valverde. Estaba hablando con unas lumis en la puerta de un club, pero cuando vio a los chavales asintió levemente y con un gesto les indicó que le siguieran. A unos cientos de metros tenía aparcado el SEAT. El chico flaco entró con el hombre en el coche y allí realizaron la transacción. El camello, un individuo de mediana edad vestido con esmero aunque de una manera anticuada, no se parecía a nadie que anduviese por esos barrios. Tras su atuendo, como de oficinista de la posguerra se ocultaba un cuerpo enjuto pero forjado en un material durísimo, una dureza cuyo brillo asomaba a sus ojos, apenas dos rendijas abiertas en su inexpresivo rostro. Unos ojos de color indefinido que no se perdían detalle de lo que pasaba a su alrededor, unos ojos como de fiera al acecho…

 

De nuevo juntos, el grupo de muchachos abandonó el bar donde se habían dado cita. Se encaminaron a otro local a unas pocas calles del primero. Era un garito con un pequeño escenario donde algunas veces músicos aficionados se subían a tocar. Los chavales ocuparon unas mesas en la esquina. La barra estaba separada de la zona del escenario por unas gruesas cortinas de terciopelo rojo que le daban al local un aspecto como de pequeño cine, además olía que tiraba para atrás a ozono pino, conocido popularmente como “zorropino”, un desinfectante que se usaba con profusión en todo tipo de locales públicos.

 

-Pues el domingo pasado en la Bobia estaban aquellas pivas que conocimos el viernes en el Agapo…-

 

-Si si un bar que se llama Colombín por la zona de Doctor Esquerdo, alli pasan dexidrinas…

 

-Seguro seguro, yo voy contigo a jugar al baloncesto…-

 

-Huele a uñas quemadas… Pasa ya ese porro ¿No?-

 

-Luis y Ramón se curraron la otra noche con los franceses en frente del San Mateo 7…-

 

-¡Que hijos de puta los rockabilys! Ya no se quedan en sus garitos… Alguien va a tener que darles un escarmiento.-

 

Humo de tabaco, humo de porros, conversaciones inconexas, todo el mundo hablando con todo el mundo a la vez. Gritos y risas en la mesa de los amigos del chaval flaco, también en el resto de mesas. En los altavoces del garito sonando Lou Reed, Bowie, Iggy Pop, Ramones… Gente honesta que cantaba como vivía.

 

La velada fue dando sus últimos coletazos. Fuera del local, por las venas de la ciudad un torrente de luz blanca fluía incesante. Poco a poco el entusiasmo del grupo fue decayendo y uno a uno los asistentes a la improvisada reunión se fueron retirando. Finalmente el muchacho delgado se quedó solo en la acera sucia de la calle. Un puñetazo de viento frío le golpeó en el rostro. Se subió el cuello de la chupa y bajó Fuencarral en dirección a la Gran Vía. En las esquinas, acechando, las fieras con ojos de diamante.

 

 

In memoriam Lewis Allen Reed 1942-2013.

 

 

 

Dr Miriquituli.

 

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