Hace ya unos añitos, cuando me casé, mi mujer y yo decidimos
irnos de viaje de novios a México, concretamente a Cancún en la península del
Yucatán, un sitio precioso que les recomiendo fervientemente. Buscando
información sobre el destino que habíamos elegido, fui a la oficina de turismo
que el país azteca tiene en Madrid. Me dieron varios folletos entre los que
había uno con información general. Cito de memoria una frase que me llamó
poderosamente la atención del susodicho folleto “México es un país, actualmente
en vías de desarrollo. Las causas de nuestro atraso histórico son consecuencia
de haber sido colonizados en el siglo XVI por España, la nación más atrasada de
Europa, cuyos colonos destruyeron las ricas civilizaciones indígenas que
entonces existían” Esto así… ¡A calzón
quitao! EN LA OFICINA DE TURISMO DE MÉXICO
DE MADRID.
En general tengo que decir que durante el viaje no me sentí
incomodo ¡Faltaría más! Después de la pasta que me costó. Pero con todo el que
hablé, la idea que subyacía sobre España “la madre patria” (Como la llamaban
cuando querían sacarte algo, o sea casi siempre) es que los conquistadores
habían venido a “llevarse la plata y a cogerse a las indias”
Los conquistadores españoles, como todos los conquistadores
que en la historia han sido, conquistaron una tierra para quedarse con lo que
les salió de los cojones, pero no fueron ni más malos ni más buenos que los
anteriores ni que los que les precedieron. El genocidio de ciertos pueblos
indígenas a causa principalmente de enfermedades venidas del viejo mundo y en
menor medida por el trabajo en condiciones de esclavitud que los primeros
colonos impusieron a los indios, es una realidad innegable, pero de ahí a ser
los exclusivos culpables de los males que actualmente aquejan a América Latina…
El ser humano como especie es intrínsecamente malo, aquí y
allá. Por eso hablar de una superioridad moral de unos pueblos o unas
civilizaciones sobre otras es una falacia.
La Península Ibérica fue conquistada y colonizada desde la
antigüedad y a nadie se le ocurre tratar a los cartagineses, los romanos o los árabes
de asesinos genocidas, cuando en muchos
casos también lo fueron. A Octavio Augusto se le recuerda por haber dado su
nombre a un mes del calendario y a Marco Agripa, su lugarteniente, por el bello
panteón que en Roma lleva su nombre. A ninguno de los dos se les recuerda por
haber masacrado a los cántabros y los astures, sometiendo después a la
esclavitud a los pocos que sobrevivieron a la matanza. Pero que quieren que les
diga… Spain is diferent. Nuestros peores enemigos siempre hemos sido nosotros
mismos. Siguiendo con el Imperio Romano, cuando Roma finalmente se puso a la
faena de conquistar Numancia, el símbolo de la resistencia hispana al
imperialismo romano, rodeó la ciudad con cincuenta mil hombres de los cuales
sólo cinco mil eran romanos. Adivina adivinanza ¿De donde eran los otros
cuarenta y cinco mil? Pues si acertaron, eran hispanos. Roma no era la
principal potencia militar de su época, lo era de largo la Península Ibérica.
Éramos la primera potencia mundial en joder al prójimo, pero como casi siempre
equivocábamos los objetivos, cosa que los inteligentes romanos supieron
aprovechar para con tropas hispanas hacerse con un enorme imperio colonial.
Para entender el porque de la expansión hispano-portuguesa
de los siglos XV y XVI hay que conocer los antecedentes: La reconquista
cristiana dio lugar al nacimiento de estados militarizados que al agotar sus
objetivos peninsulares, buscaron nuevas tierras que conquistar en el exterior.
La propiedad de la tierra estaba en manos de unos pocos y los privilegios de
asociaciones como la Mesta castellana, a la que se concedieron derechos de
pasto preferentes sobre numerosas tierras cultivables, dejaban nutridos
contingentes de campesinos sin tierra dispuestos a emigrar en busca de unas
mejores condiciones de vida. A la postre, la emigración de todas estas personas y la consiguiente despoblación
de amplias zonas, sobre todo de las dos mesetas, fue una pesada losa para el
desarrollo económico de España en los siglos posteriores.
En Centro América y América del Sur, el componente étnico
predominante es el mestizo. Los que reniegan de su pasado español simplemente
están renegando de los que, malos o buenos fueron una parte de sus antepasados.
Menos coherente aún es la postura de algunos sudamericanos de los países del
Cono Sur, descendientes casi exclusivamente de europeos y que hablan pestes de
sus antepasados hispanos. Los mismos descendientes de aquellos criollos que en
el siglo XIX, bastantes años después de su independencia, se pasaron por la
piedra a los últimos indios que les quedaban, en un movimiento colonizador
equiparable y contemporáneo al exterminio de los indios norteamericanos por los
Estados Unidos tras su guerra civil.
La colonización de América Latina se hizo con los recursos
del reino Castilla, el más poblado y rico de entonces. Ese “castellanocentrismo”
es uno de los motivos por los que una parte de los españoles actuales no
consideran el descubrimiento como una empresa común. A este rechazo
“territorial”, en los últimos tiempos hay que sumar un rechazo ideológico por
parte de un sector de la izquierda al que todo lo que le suene al viejo slogan
franquista de “Una Grande y Libre” le produce salpullido. Es verdad que el
nacionalismo español más rancio, incorporaba o incorpora, el imperio español
como concepto central de su ideario, pero su imperio es un imperio en blanco y
negro, un imperio de cartón piedra que nunca analizó causas y consecuencias y
que tan solo pone el foco en las gestas, contando la historia, como si de un
cómic color sepia del Guerrero del Antifaz se tratase. Lo que no tiene en
cuenta esa izquierda exquisita que se la coge con papel de fumar, es el mutuo
enriquecimiento que la unión de dos civilizaciones milenarias supuso, tanto
para España como para Latinoamérica. Somos lo que somos aunque algunos traten
de repudiar el pasado, tomando en consideración solamente los hechos negativos
del mismo.
Por último, uno de los motivos claves del desencuentro, fue
la desastrosa descolonización del Nuevo Mundo. Es difícil hacer algo tan mal.
Tras la invasión napoleónica, a uno de los peores reyes de España le sucedió
Fernando VII, un rey peor aún que su padre. Las Cortes de Cádiz durante el
asedio de la ciudad se hicieron eco de lo que hombres juiciosos como los
marinos Malaspina y José de Bustamante habían visto de primera mano en su célebre
viaje científico y que no era otra cosa que el profundo descontento hacia las
autoridades coloniales expresado por los criollos, una clase en auge que una
vez tras otra se veía excluida de los cargos principales del gobierno colonial
por las autoridades de la metrópoli. La Constitución de Cádiz de 1812, la que
nada más llegar Fernando VII al trono derogó, otorgaba a las colonias una amplísima
autonomía que hubiese desembocado en una independencia de todas las colonias de
la Sudamérica española en conjunto. Esto hubiera sido mucho menos traumático y quizás,
sólo quizás, las colonias desde México a la Tierra del Fuego hubieran
permanecido unidas en unos Estados Unidos de Sudamérica capaces de hacer frente
a la rapacidad de ingleses y franceses primero y de los norteamericanos más
tarde.
No sirve de nada lamentarse de lo que pudo ser y no fue.
Hemos de mirar al futuro con optimismo. Lentamente los países de la América
Hispana van alcanzando cada vez mayores cotas de desarrollo y prosperidad. Muy
pronto si no lo es ya, Estados Unidos será el mayor país hispano del mundo. La minoría
más numerosa en el país más poderoso del mundo es la hispana, con una
influencia aún pequeña pero que va en aumento. Es posible que lo que en el
pasado no consiguieron las guerras y la política, en el presente llegue a
conseguirlo la demografía.
En cuanto a España… deberíamos de saber en que sitio estamos.
Probablemente ha llegado el momento de que las antiguas colonias sean ahora la
metrópoli. Pero sobre todo, para que no nos pase como les ocurrió en el pasado
a los sudamericanos, DEBEMOS DE PERMANECER UNIDOS, de la manera que sea, al
precio que sea u otros vendrán de fuera (Ya lo están haciendo ante la
impasibilidad de unos gobernantes corruptos y cómplices) y se llevaran todo lo que de valor nos quede, sumiéndonos
en la pobreza.
Dr Miriquituli.
Dr Miriquituli.
Querido Doctor...Ha dado con la Receta idónea. Para tanta desidia y pasividad en el Mundo Hispano.
ResponderEliminarMuchas gracias María ¡Que más quisiera yo!
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