Recientemente se ha producido el
aniversario de la proclamación de la Segunda República. Para conmemorar este
hecho, algunas plataformas y partidos de izquierda han convocado marchas y
actos, los cuales no han tenido demasiado seguimiento, ni tampoco mucha repercusión
mediática.
Algunos comparan los acontecimientos que
se están produciendo en estos tiempos, con la situación de 1936 previa a la
guerra civil. Sin restarle gravedad a la situación actual, creo que estamos a
años a años luz de la de entonces. En 1936, más de un 50% de la población era
analfabeta. La miseria, el hambre y unas abismales diferencias sociales entre
ricos y pobres creaban un clima de conflictividad social en el que la rivalidad
política de entonces terminaba frecuentemente en “paseos” hasta la valla más
próxima donde se cepillaban al rival político de turno. Esto lo hacían tanto
pistoleros de derechas como pistoleros de izquierdas.
Pese a contar con políticos de gran valía
y preparación, la joven república española fracasó. El gran error de la Segunda
Republica fue no meter en vereda a todos aquellos extremistas, que amparándose
en el sistema democrático, poco a poco lo fueron socavando. Tanto durante los
periodos en los que mandó la izquierda, como durante el bienio conservador, el pistolerismo
político estaba a la orden del día por parte de comunistas, anarquistas,
monárquicos, falangistas, etc.
Cuando abdicó Alfonso XIII, tras perder
estrepitosamente unas elecciones municipales en las principales ciudades, los
únicos sitios donde el voto era realmente libre, pidió apoyo al General
Sanjurjo, el mismo que antes del golpe del 18 de julio intentó por su cuenta
dar un golpe de estado. Pues bien, Sanjurjo le dijo al rey que lo mejor que
podía hacer era “Marcharse del país antes de 24 horas” Con esto quiero decir,
que incluso algunos de los que posteriormente fueron feroces enemigos de la
república, al principio no estaban predispuestos en su contra.
¡En fin! No sirve de nada pensar en como
pudieron haber sido las cosas y no fueron. Tampoco hay que pensar en una Guerra
Civil de buenos y malos, como ahora se nos quiere vender. Todo esto, sin restar
un ápice de crueldad a la represión franquista y el alargamiento innecesario
del conflicto por parte del dictador, con el fin de eliminar a sus enemigos
políticos en los dos bandos. Franco fusiló a unas 200.000 personas después de
la guerra. En la zona republicana se calculan en 20.000 los represaliados. Pero
¿Como hubiera sido la represión tras un hipotético triunfo de las armas
republicanas? Téngase en cuenta que la república tenía en la Unión Soviética a
su principal y único aliado y muchos de los militares republicanos, recibían
ordenes directas de Stalin, cuantitativamente, el mayor genocida de la
historia.
Últimamente ha aparecido en nuestro
vocabulario la palabra “escrache”, un término acuñado en Argentina durante el
corralito. Básicamente consiste en llevar una protesta ciudadana hasta la
puerta de la casa de un particular, banquero o representante político, al que
se responsabiliza de una determinada injusticia social.
La plataforma anti-desahucios, dirigida
por esa nueva santa Juana de Arco del santoral de la izquierda, la mediática
Ada Collau, primero empezó impidiendo que se llevaran a cabo desahucios por
parte de los jueces y las fuerzas de orden público. Estas actuaciones, en
general han contado con el apoyo y la simpatía de la gente. Quien más quien
menos, todos somos víctimas de los bancos y cualquier persona de bien
forzosamente se solidariza con quien tras pasar una mala racha, pierde su techo
y
encima contrae una deuda que ni en diez
vidas será capaz de pagar.
Hasta ahí todo bien, pero la susodicha
plataforma ha ido un paso más allá. Con el apoyo expreso de IU y la
justificación del PSOE. Con este último partido, se produjeron más de setenta
mil desahucios en su último mandato. La plataforma ha empezado a presentarse en
domicilios particulares de cargos políticos del PP, para expresar de forma más
o menos pacífica su protesta. Tengo que decir, que la razón está de parte de estas
plataformas, por más que los medios de comunicación afines al gobierno
denuncien, que están dirigidas por PSOE-IU. Pero dada mi naturaleza pacifica,
esto me inquieta y me provoca rechazo. Espero que al amparo de estas protestas
no se ejerza ningún tipo de violencia por parte de elementos exaltados que
desgraciadamente encuentran un caldo de cultivo adecuado en la deriva populista
y demagógica de nuestra política nacional.
Dado el creciente desprestigio que en los
últimos tiempos viene sufriendo la institución monárquica, por las dañinas y
poco ejemplares actividades de los miembros de la familia real, cada día
aumenta en España el número de personas que se declaran republicanas. Esta
tendencia, igual que la lucha contra los desahucios, la quiere patrimonializar
la extrema izquierda de ahí el fracaso de las ultimas convocatorias de protesta,
como la llamada “Asedia el Congreso” una especie de mega escrache que como era
previsible, se ha ido de las manos, produciéndose los ya inevitables actos de
violencia en los que acaban siempre las susodichas protestas.
No crean que los escraches son patrimonio
exclusivo de la extrema izquierda. La extrema derecha también ha hecho sus
pinitos en este campo. Recuérdense las pitadas al anterior presidente de
gobierno en cada acto público al que asistía, la politización de las victimas
del terrorismo o los asedios por parte de asociaciones católicas a clínicas de
interrupción del embarazo.
En fin, no se si será esta primavera que
de repente se ha tornado invierno o que, pero el caso es que no veo una
solución para salir de este circulo vicioso y para colmo de males, las peores
previsiones se han cumplido ¡MÁS DE 6 MILLONES DE PARADOS!
Tal vez ha llegado el momento de
plantearse una revolución…. Cuando digo revolución no estoy hablando de salir a
la calle a quemar contenedores. Hablo de pensar de una manera diferente. De
darle la espalda a este sistema consumista que crea tantísimas desigualdades y
tanta infelicidad entre los que no alcanzan un “éxito” que consiste en acumular
más y más cosas poco importantes a cambio de lo único que a ciencia cierta
tenemos, nuestro tiempo, un capital del que ni siquiera conocemos su cuantía.
Dr Miriquituli
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