jueves, 10 de abril de 2014

¡LLEGA EL CIRCO!


Alberto Wozniak salio de su remolque y vio el sombrío panorama. Desde que llegaron a ese puto pueblo no había parado de llover. El fin de semana habían anunciado cuatro pases y con la que estaba cayendo no iban a sacar ni para el gasoil, eso por no hablar de la comida de los animales… Para estar bien alimentados, sus tres tigres de Bengala debían comer al menos unos 50kg de carne al día y su dieta a base de esqueletos de pollo y pienso para perros no era ni mucho menos la adecuada. Aquellos bichos estaban cada vez más decaídos y resultaba sumamente difícil trabajar con ellos.

 

Dimitri y Mohamed, los dos mozos de pista, en realidad un par de desgraciados que no sabían nada ni de animales, ni de montar una carpa, ni de mecánica o electricidad o cualquier otra cosa que pudiera ser de utilidad en un circo; se habían marchado por la mañana y no se había vuelto a saber de ellos. Seguramente habían ido a Valdemingomez a ponerse y vete tú a saber cuando pensaban volver… ¡Malditos drogadictos! Pensó el domador, que ahora tendría que limpiar él mismo la jaula de los tigres.

 

De un armario que había sobre el fogón de la cocina, saco una botella de güisqui DYC y llenó a medias un vaso sucio de la repleta pila. Luego extrajo de la neverita una botella de cola Hacendado y rellenó el resto del vaso. De un par de largos tragos se bebió el cubata y repitió la operación un par de veces más. A continuación, se puso unas botas de goma dejando la botella sobre la encimera con intención de seguir pegándole al “segoviano” cuando terminase de limpiar la jaula.

 

En la jaula rodante, algo menos de 40 m2, convivían tres tigres de cerca de 300kg cada uno. Eran dos hembras, madre e hija y un macho viejo que habían rescatado hacía algunos años del circo del malogrado Ángel Cristo. Al ver que Alberto Wozniak se acercaba, el viejo macho comenzó a rugir y a enseñar sus enormes colmillos. Aquellos animales le odiaban. El domador, con una larga barra de hierro golpeó el flanco del tigre, que tras tirar un par de zarpazos se retiro al fondo de la jaula junto con las hembras.

 

A Wozniak le encantaba pegar a los animales, de hecho le gustaba pegar a todo el mundo. Pesaba sobre él una orden de alejamiento de su antigua pareja, la trapecista Priscila Tarenzzi (Descendiente de la célebre saga de trapecistas albaceteños Tarenzzi “las águilas del trapecio”) y el hijo de ambos, por maltrato doméstico. Raro era en el Circo Wozniak quien no había tenido algún encontronazo con Alberto. El domador de fieras y propietario del circo, abusaba de todo el mundo gracias a su posición. Se burlaba cruelmente de los Hermanos Silvan, los dos payasos, que en realidad no eran hermanos si no pareja. También le gustaba meter mano Miss Dory “la Amazona Fantástica” delante de su marido “el Gran Karkhan” un jinete turco-mongol natural de Pontevedra que era muy tartamudo. Pero las peores humillaciones las recibía Monsieur Boufard, jefe de pista y marido de Rita Nagy, una artista circense de larga tradición que tenía un número de perros caniche  jugadores de fútbol, un equipo con el uniforme del Real Madrid y el otro con el del Barça y a la que aquel malhechor de Alberto Wozniak se follaba sin ningún tipo de disimulo. Rita, un bellezón marchito por el paso de los años, había levantado innumerables pasiones en su época de esplendor. Cuando era una de las estrellas del Gran Circo Mundial y trabajaba sus buenos ocho meses al año, junto a la Plaza de las Ventas; un alto funcionario de la UCD le había puesto piso en la calle del Doctor Fleming, al ladito mismo del Paseo de la Castellana. Toda aquella gloría pasada se había ido por el desagüe y Rita había acabado en aquel circucho de mala muerte, arrastrando el culo por los pueblos, junto a ese perdedor de Boufard (En realidad se llamaba Pedro Bonifaz y era de Calanda-Zaragoza) La Bella Rita aún abrigaba la secreta esperanza de escapar de toda aquella mediocridad junto al domador y por eso se dejaba someter por éste, a todo tipo de aberraciones sexuales.

 

Alberto Wozniak terminó de limpiar la jaula de los tigres con la manguera y se volvió a su remolque con el pensamiento de hacerles pagar su falta a los dos mozos de pista en cuanto volviesen. Un par de pelotazos de DYC con cola después, un puño golpeó con insistencia la puerta del remolque. El domador se puso el peluquín que se había quitado para aplicarse Nivea en el cuero cabelludo, ya que el postizo le producía picores. Wozniak llevaba muy mal su alopecia y siempre aparecía en público con aquel bisoñé muy negro que en contraste con sus patillas canas le confería un aspecto distinguido, o al menos eso creía él… Al abrir la puerta, se encontró con el rostro gordinflón y sonriente del jefe de pista.

 

-¿Qué coño quieres Boufard?- Dijo el domador con voz estropajosa de borracho.

 

-Buenas tardes Alberto. Ya es la hora de hacer el desfile e ir a poner carteles por el pueblo- Dijo el jefe de pista con su sonora voz de speaker, haciendo caso omiso a la perpetua mala leche del dueño del circo.

 

A regañadientes, el domador prometió estar listo en diez minutos y volvió al interior de la caravana para vestirse con el traje de la actuación. Media hora y algunos cubatas después, Alberto Wozniak salio de la caravana vestido con un ceñido traje de raso color marfil adornado en cuello y mangas con abundante pedrería y una capita corta de color púrpura. Un par de furgonetas recorrieron el pueblo anunciando por megafonía las actuaciones del fin de semana. En la plaza casi vacía, se detuvieron y repartieron octavillas. Unos chavales desde la entrada de una pizzería se estuvieron descojonando de la patética estampa que presentaban los miembros de la trouppe, con sus ridículas vestimentas bajo la persistente lluvia. Finalmente, los artistas, montaron en las vetustas furgonetas y volvieron desalentados a la campa donde estaba montado el pequeño circo.

 

La noche cayó. En unos arbustos cercanos, un mochuelo entonaba su lúgubre canto. El remolque que en los días que había función servía como puesto de comida rápida, hacía las veces de cocina de campaña. El menú de aquella noche consistía en una sopa en la que nadaban algunos escasos fideos, un filete de pescado congelado, rebozado y frito y una pera medio pocha. Los miembros del circo Wozniak acudían con una tartera o una cazuela y recibían las raciones correspondientes al número de ocupantes de cada remolque. En la cola de la cena coincidieron el domador y la Bella Rita.

 

- Luego paso a darte las buenas noches mi amor…- Dijo la adiestradora de perros. Alberto Wozniak, al que lo único que le pedía el cuerpo en ese momento era seguir soplando hasta perder el sentido, tentado estuvo de decirle que no, pero se lo pensó mejor. Tal vez aquella zorra finalmente se lo hiciese pasar bien después de aquel aciago día…

 

El domador consumió su poco apetecible cena viendo uno de esos programas de niños repelentes que quieren ser artistas y que ya sea en una cadena o en otra, están a todas horas en televisión. Ya empezaba a dar cabezadas con el vaso en la mano y el pitillo a punto de caérsele de los labios, cuando una mano suave toco su puerta. Se levantó y tras rascarse el paquete y el culo por encima de los agujereados calzoncillos, abrió la puerta. Era la Bella Rita enfundada en una bata de seda con un cuello de piel de conejo con pretensiones de bicho más caro y con Fifí, una caniche vieja matriarca de los dos equipos, que siempre acompañaba a la estrella caída a todas partes. Rita apretó sus marchitos encantos contra el cuerpo de Wozniak mientras le besaba apasionadamente.

 

-¡Te amo tanto! No veía la hora de estar contigo. Le he dicho a Pedro que iba a pasear un poco a Fifí. No se lo ha tragado y me ha dicho de todo ¿Cuándo podremos al fin estar juntos tú y yo? No quiero volver más con ese seboso. Quiero ser sólo tuya.-

 

Alberto Wozniak, bastante borracho y en general harto del rollo melodramático de aquel vejestorio, se planteó echar a puntapiés de su caravana a la Bella Rita, pero viendo a la temblona caniche enredada entre los pies de su ama se le ocurrió una idea.

 

-Yo también te amo a ti mucho y no veo el momento de todo eso que tú dices. Esta noche quiero que hagas algo especial por mí… desnúdate cariño.- Dijo el domador correspondiendo a los ardientes besos de Rita.

 

Tras practicarle un poco de sexo oral y pellizcarle los pezones, el domador llevó a la Bella Rita hasta la cama e hizo que se colocara en la postura del perrito. Luego se fue a la nevera y sacó un spray de nata montada.

 

-Fifí Fifí, toma un poquito- Alberto Wozniak llamo a la perrita, poniéndose un poco de nata en el dedo índice para que esta la chupase. Luego, con Fifí en brazos se llegó a la cama donde la dueña de la perra seguía con el culo en pompa, tal como el domador la había dejado y comenzó aplicarle abundante nata por detrás. La perrita golosa se puso a lamer con deleite las ahora dulces y nutritivas partes íntimas de su ama.

 

-¿Pero qué estás haciendo?- Dijo la adiestradora alarmada por la actividad que se producía a su retaguardia.

 

-No te preocupes cariño, que para ti también hay…- Dijo el domador bajándose los raídos gayumbos y poniéndose nata a todo lo largo de su enorme polla – ¡Ala! A dejarla bien limpita…-

 

La Bella Rita cumplía con entusiasmo la tarea que el domador le había impuesto, mientras la caniche que ya se había terminado su ración, le reclamaba más a Alberto Wozniak. Éste, al ver que el bicho quería compartir lo que su dueña se estaba tragando, le soltó a la perra un tremendo manotazo que la lanzó a varios metros de la cama.-

 

-¡FIFÍ! Exclamó aterrorizada su dueña al ver el arrebato de violencia desplegada por el domador de fieras

 

Alberto Wozniak, cabreado por que la artista había abandonado sin su permiso el asunto que la ocupaba con anterioridad, propinó a Rita un manotazo igual de fuerte que el que un poco antes le había pegado al animal, el cual temblaba asustado debajo de una silla.

 

-¡Chitón! O te saco la piel a tiras- Dijo el domador cogiendo su látigo de cuero trenzado, que siempre tenía a mano y pasándole una vuelta alrededor del cuello.

 

A continuación se situó a espaldas de la mujer, le introdujo en el ano el pitorro del spray de nata y pulsó el botón.

 

-¡POR FAVOR NO ALBERTO! Sabes que por ahí no me gusta.- Dijo la adiestradora canina al sentir como el glande de aquel sádico se abría camino entre sus carnes.

 

Alberto Wozniak sodomizó a Rita Nagy sin ningún tipo de concesión a los ruegos y las lágrimas de aquella diva venida a menos. La verdad es que aquel canalla sabía lo que se hacía pensó la mujer. Cuando el domador terminó, encendió un Ducados y apuró un cubata que había quedado sobre la mesita.

 

-Te quiero Alberto- Dijo la Bella Rita secándose las lágrimas. El domador se disponía a echarla a patadas de su remolque, pero por suerte para ella sonó un teléfono móvil.

 

-Si dígame… Alberto Wozniak al aparato.-

 

-Buenas noches Alberto. Soy Manolo Ariza ¿Cómo estás hombre?- Manuel Ariza era un representante de artistas, con el que el propietario del circo ya se las había tenido tiesas en el pasado a causa de no querer pagar a alguno de sus representados.

 

-¿Qué coño quieres tú a estas horas? Contestó desabrido el domador.

 

-¡Como siempre tan simpático! Iré al grano…Tengo un cliente, gente de muchísimo dinero, que estaría dispuesto a comprar tu circo. Ofrece dos millones de Euros al contado y un millón más en un año libres de impuestos, siempre y cuando tengas todos los permisos en regla… ¿Te interesa?-

 

Pese a ser un pequeño circo de provincias, su circo era un bien muy valioso. El abuelo de Alberto, el gran Anastazy Wozniak “El Tarzán Polaco” había trabajado con todo tipo de animales en su show y desde entonces contaba con unos permisos administrativos para la tenencia de fieras y animales exóticos casi imposibles de conseguir en la actualidad. Unos años antes ya le habían ofrecido buena pasta por los permisos, pero entonces el circo era rentable y él como no había hecho nunca otra cosa, no lo vendió. Ahora se presentaba esa oportunidad tan buena para por fin poder abandonar aquella vida de mierda. El domador no se lo pensó ¡Claro que estaba interesado!

 

-Me podría interesar, pero es que es mucha gente la que depende de este negocio, los animales, los vehículos, el material. Tendríamos que concretar bastantes cosas…- Dijo Alberto Wozniak echándose un farol.

 

-Tú no te preocupes por nada, que esta persona se haría cargo de todas esas cosas. Si te parece mañana me paso por el circo y hablamos sobre el tema.-

 

Los dos hombres quedaron en verse al día siguiente, pero fuera del circo. El domador pretendía venderlo y por supuesto no darle nada al resto de los artistas.

 

Cuando el domador colgó el teléfono, la Bella Rita que había asistido en silencio a toda la conversación, rompió su mutismo.

 

-¡Que bien cariño! Es la oportunidad que tanto habíamos esperado y ¿Cómo es de buena la oferta?-

 

Alberto Wozniak miró a Rita de una manera que heló la sangre de la artista.

 

-Como se te ocurra abrir la boca te mato ¡Zorra!- Dijo el domador muy despacio.

 

-¡Sal ahora mismo de este remolque o…! Al tiempo que pronunciaba estas palabras, el dueño del circo cogía una pequeña pistola que siempre llevaba en un bolsillo de la chaqueta y apuntó con ella a la mujer.

 

La Bella Rita retrocedía hacia la puerta aterrorizada, sabiendo a Wozniak capaz de cualquier cosa. Ya fuera frente a la mujer, el domador extendió su látigo  y lo volteó por encima de su cabeza. Un latigazo como un relámpago golpeó en un hombro de Rita desgarrando la fina seda de la bata y lacerando su blanca carne. La veterana artista circense comprendió que estaba a merced de aquel psicópata y que era mejor hacer cualquier cosa que él dijese al pie de la letra. Entonces sucedió algo inesperado. Fifí, que hasta entonces había permanecido alejada de Wozniak y de su dueña, se lanzó contra la pierna desnuda del domador clavándole sus afilados colmillos en el gemelo. Este emitió un grito de dolor y sacudiendo su pierna consiguió librarse del mordisco del caniche ¡Que ironía! Alberto Wozniak un hombre acostumbrado a bregar con terribles fieras, atacado y mordido por una vieja perrita faldera. Pero aquello no iba a durar mucho. El domador volteó su látigo y alcanzó a Fifí en el lomo quebrándole la columna. Luego Alberto Wozniak, cogió el cuerpo inerte de la perrita por las patas traseras y se dirigió cojeando a la jaula de los tigres.

 

-¡NOOOO! ALBERTO POR FAVOR NO LO HAGAS…- Gritó la Bella Rita adivinando las intenciones de su amante.

 

El domador arrojó a la perrita dentro de la jaula de los tigres, que rápidamente descuartizaron y devoraron el pequeño cuerpo.

 

El escándalo había hecho salir de sus remolques a casi todos los miembros del circo, que pudieron ser testigos de lo que acababa de pasar. Monsieur Boufard abrazó a su magullada esposa que lloraba desconsoladamente.

 

-¡Va a vender el circo! Ese hijo de puta va a vender el circo y nos va a dejar a todos en la calle…- Dijo la Bella Rita que quería a aquella perra como a la hija que nunca había tenido.

 

Los miembros del circo comenzaron a rodear al domador. Monsieur Boufard, la Bella Rita, los Hermanos Silván, el Gran Karkhan, Miss Dory, Sepulkra la mentalista, los trapecistas Arnolfini, Filomeno McLaughlin el lanzador de cuchillos, Alí Adriasola el surfista fakir… Incluso Dimitri y Mohamed los mozos de pista, que por fin habían aparecido por el circo. Una veintena de personas que tenían cuentas pendientes con Alberto Wozniak y que esperaban de éste una explicación al respecto de las palabras de la adiestradora de perros, amenazaban su integridad física.

 

-Alberto ¿Eso es verdad?- Preguntó el gordo director de pista con expresión grave.

 

El domador que no era una persona fácil de amedrentar, por respuesta volteó el látigo por encima de su cabeza y lo hizo estallar sobre el rostro de Mohamed y en centesimas de segundo sobre el de Dimitri, a los que tenía muchas ganas desde su desaparición de aquella tarde. Un cuchillo brilló en la mano del marroquí que se tentaba la dolorosa herida de la cara.

 

-Te vamos a matar hijo de puta- Dijo el moro avanzando con el cuchillo por delante.

 

Entonces una llamarada surgió del arma del domador, arrancando con precisión de cirujano la hoja de la mano de Mohamed. El disparo fue como una señal para que todos los que unos instantes antes amenazaban a Alberto Wozniak, se retirasen apresuradamente hacia sus carromatos.

 

-¡EL CIRCO ES MÍO Y HARÉ LO QUE ME SALGA DE LOS COJONES CON ÉL! ¿Os habéis enterado? Al que no le guste se puede largar ahora mismo… Mañana hay función y el que no esté en su puesto ya se puede ir olvidando de cobrar ni un euro de MI CIRCO. Así que a dormir todo el mundo.

 

El silencio se hizo en el campamento de caravanas. El domador se encendió un pitillo y se acercó hasta la jaula de los tigres. El viejo macho le gruño mostrando sus grandes colmillos todavía manchados por la sangre de Fifí. Se le veía satisfecho por el suculento bocado que había tomado un poco antes. En tiempos de su abuelo y de su padre, uno podía ir a las perreras municipales y llevarse los perros que quisiese para alimentar a las fieras. Ahora, los putos ecologistas ya no dejaban, es más, en muchos municipios estaban empezando a prohibir cualquier tipo de espectáculo con animales salvajes. La oferta no podía llegar más a tiempo. Estas cosas pensaba Alberto Wozniak, cuando reparó en que el tigre le estaba mirando atentamente, como si pudiese leer sus pensamientos…

 

-Eres un hijo puta duro ¿Verdad? No te rindes nunca, pero yo lo soy mucho más que tú…-

 

Algo vio el domador en la mirada del gran macho que hizo que se le erizasen todos los pelos de su cuerpo. Era como si dentro de la bestia hubiera una voluntad inteligente y maligna que se burlase de él. Trató de apartar ese pensamiento de su mente y se retiró a su caravana sintiendo clavados los ojos de la fiera en su espalda. Apuró lo que quedaba de la botella de güisqui a morro, se curó el mordisco de la pantorrilla y trato de dormir, pero toda la noche estuvo soñando con los ojos del tigre.

 

Al día siguiente se levantó con una resaca terrible. Se preparó una cafetera de café bien cargado y trató sin éxito de comer algo. Tras vomitar el desayuno, tomó un par de tabletas de paracetamol y se metió en la ducha. Había quedado con Ariza en un restaurante de Madrid a las 14,00. Preparó toda la documentación del circo en una carpeta y se puso ropa limpia. A fuera la gente del circo se afanaba en su quehacer cotidiano como si los sucesos de la noche anterior nunca hubiesen sucedido. Además, tras muchos días grises, por fin lucía un sol espléndido que disipaba con su luz todos los fantasmas de la noche. Mucho mejor física y anímicamente, el domador partió hacia su cita.

 

Las cosas fueron estupendamente. Había conseguido que el representante elevase el precio de compra a tres millones al contado, haciéndose cargo su cliente de todos los gastos que se generasen y como prueba de ello, Alberto volvía por la tarde con un cheque por trescientos mil euros en concepto de señal a cuenta de la operación, que se formalizaría una semana después en una notaría de Marbella. Según le había contado Manolo Ariza, el comprador era un jeque árabe que deseaba tener en su finca de la Costa del Sol un zoológico particular con todo tipo de animales exóticos y la propiedad del viejo circo le permitía con muy pocas restricciones la adquisición de los mismos. El destino de los animales con los que actualmente contaba Circo Wozniak SL iba a ser en la mayoría de los casos el sacrificio y los más valiosos y jóvenes serían vendidos a otros circos o zoológicos de segunda fila, pero a Wozniak todo aquello se la sudaba completamente.

 

Tan contento estaba el domador que aquella tarde apenas bebió. Mientras se vestía para su última función. Monsieur Boufart toco a su puerta para ver si estaba preparado. Alberto le contestó casi con amabilidad. Había decidido que aquella tarde solamente iba a trabajar con las tigresas, al gran macho le iba a suministrar un tranquilizante para que fuese más facil de manejar y se estuviese quietecito en su sitio. Acompañado por el gordo jefe de pista, el domador no advirtió la mirada de complicidad que éste intercambiaba con Dimitri y Mohamed.

 

Aquella radiante tarde primavera, el Circo Wozniak registró una entrada como hacia muchísimos años no lo hacía. El aforo estaba completo para el primer pase y ante la taquilla se concentraba una larga fila de personas. Por fin las cosas empezaban a marcharle bien al domador.

 

En la pista central tronaba la potente voz del jefe de pista.

 

-Bienvenidos al circo ¡EL MAYOR ESPECTÁCULO DEL MUNDO!-

 

Uno tras otro, todos los artistas del Circo Wozniak fueron desfilando ante las caras sonrientes de los cientos de personas que abarrotaban las gradas. El domador se sentía eufórico. El calor de los focos, el entusiasmo del público… ¡Que sensación! A Alberto Wozniak en aquellos momentos casi le daba pena desprenderse del circo.

 

Su actuación era al final, justo después de los trapecistas. Casi todos los números fueron bastante bien, menos el partido de fútbol canino de los equipos de la Bella Rita. Es como si aquella tarde los perros estuviesen apenados por el fallecimiento de la vieja Fifí.

 

La familia Arnolfini terminó su número acrobático y mientras recibían los aplausos del respetable, los mozos de pista montaban la jaula donde se iba a desarrollar el número de Alberto. El domador se había dado brillantina en el peluquín y lucia su vestimenta de raso con pedrería, abierta por la parte de delante dejando ver el ancho pecho velludo.

 

-Con todos ustedes, el heredero de la gran saga de domadores Wozniak… Alberto Wozniak ¡EL SEÑOR DE LAS BESTIAS! Y sus terribles tigres de Bengala- La voz de Monsieur Boufard tronaba bajo la lona del circo, para entusiasmo de niños y mayores.

 

El domador hizo restallar su látigo. Se abrió una reja  y por ella salieron raudas las dos tigresas a las que el Alberto Wozniak hizo subir  a sus podios con facilidad. Luego salió el macho como una exhalación dando un par de vueltas a la jaula circular.

 

El dueño del circo en seguida se dio cuenta de que algo no marchaba bien. Aquel era un tigre muy viejo para tener esa vitalidad y además le habían dado un tranquilizante. El mismo había preparado la dosis en un trozo de carne. A no ser que… La sonrisa de Boufart y las miradas que este cruzaba con otros miembros del circo, confirmaron sus sospechas ¡No era un tranquilizante lo que le había dado al tigre!

 

Alberto Wozniak trató de mantener alejada a la fiera con el látigo y una vara de acero, pero el viejo macho cada vez le iba comiendo más y más terreno. El público, ignorante de las dificultades que estaba pasando el domador, aplaudía a rabiar pensando que todo aquello formaba parte del número. Entonces Alberto cometió un error: Por no perderle la cara al tigre, se olvidó de la presencia de las tigresas, que se habían movido de su sitio. Madre e hija se abalanzaron sobre el domador por la espalda y aunque les habían arrancado las uñas consiguieron con su peso hacerle caer, perdiendo el látigo y la vara. Los tres animales comenzaron a desmembrar vivo al hombre, que antes de fallecer fue consciente de cómo además de devorar su carne, aquellos diablos de la selva, devoraban también su alma.

 

Decenas de teléfonos móviles inmortalizaron aquel “accidente” y las escenas grabadas dieron la vuelta al mundo y fueron lo más visto de las redes sociales durante un breve periodo de tiempo. Alberto Wozniak obtuvo un gran renombre, como siempre había deseado y por supuesto consiguió su objetivo final, que no era otro que “por fin, poder abandonar para siempre aquella vida de mierda”

 

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