El otro día fui a la Filmoteca para disfrutar de,
degustar, quedar fascinada por, Pickpocket, de Bresson. La película
empezaba con una genial escena en la que el protagonista, empezaba a
escribir-narrar en primera persona- su historia. Las primeras líneas de su
confesión decían algo así como “se suele decir que quien hace algo, no lo
cuenta y que quien va contando lo que ha hecho, es que no lo ha hecho de
verdad. Pero yo hice lo que voy a contar” (Me disculpo en nombre de mi
memoria por anticipado, puesto que los críticos y cinéfilos que algún día
llegasen a leer este post se rasgarían las vestiduras y me mirarían con ojos
asesinos). Enseguida pensé, qué frase tan genial. Y acto seguido: ya estamos.
Ya estamos otra vez. Gracias a Dios que estamos otra vez. La frase no me dejó
de parecer de puta madre, sólo que empecé a divagar sobre nuestra eterna
historia de amor con las frases, llamémoslas, “de opuestos” o las de,
llamémoslas, “a la inversa”.
La clase de frases “a la inversa” se crearían en el
acto lúdico de meter dos palabras o dos ideas en una misma oración dividida en
dos y cambiarles el rol en cada semi-oración. Una de mis familias favoritas de
frases “a la inversa” son las del tipo de “No dices (haces) lo que piensas y no
piensas lo que dices (haces)”. Esas que quieren decir que tus acciones son
opuestas a lo que hay metido en tu coco. Son de mis preferidas por el simple
hecho de que nos pasa a todos, a TODOS sin excepción, y si me descuidas, de
manera continua, aunque no nos demos cuenta o no queramos darnos cuenta.
Estamos inmersos en esta situación de contradicción cada día. Por eso tengo
especial cariño al ciclo de “Comedias y proverbios” de Rohmer. Películas
repletas de personajes que intentan imponerse a sí mismos, por voluntad propia,
un sistema de valores, unos planes de futuro y unas prioridades y que predican
sus teorías sobre la vida a los demás, pero totalmente en vano, puesto que al
final acaban reconociendo que lo que les mueve a la acción, en el plano real
son sus impulsos. Al final acaban probando que lo que decían-a ellos mismos y
al resto-no era lo que pensaban. Era lo que querían pensar.
André Gide es una cantina de frases de este tipo, un
maestro: “Cree a aquellos que buscan la verdad, duda de los que la han
encontrado”, “Ante unos libros, uno se pregunta: ¿quién los leerá? Y
ante ciertas personas, uno se pregunta: ¿qué leerán? Y al fin, libros y
personas se encuentran.” “Es mejor ser odiado por lo que eres, que ser amado
por lo que no eres”. Se le daba genial, ¿no creéis? Oscar Wilde nos ha
regalado el de “Hoy en día el hombre conoce el precio de todo y el valor de
nada”
Luego están las que he denominado, por distinguirlas
de algún modo, “de opuestos”. En esta modalidad de frases, el posible meollo de
la cuestión reside en nuestra obsesión por compensar los opuestos. Por ejemplo,
“La suerte de las feas las bonitas la desean” Esta frase, por ejemplo,
seguramente se inventó para consolar a las que no están buenas, en plan, no te
preocupes, aunque seas un callo malayo, todavía tu vida puede tener su lado
positivo, como, ejem, tener suerte (amén de que las tías buenas obtienen más
éxito en las entrevistas de trabajo, se buscan maridos más ricos, se tiran a
tíos más buenorros, y en un bar petado hasta los topes, los camareros las
atienden mucho antes). Bueno, para esta cuestión también se han inventado algo
llamado “belleza interior” (se referirán a tu marca de sujetador). Este ente
conceptual, “belleza interior” daría para discutirlo en un post aparte.
Volviendo al tema del actual post, otra frase-refrán de este último tipo,
también claramente orientado a fines compensatorios, sería el de “al mal
tiempo, buena cara”. ¡Qué difícil es cumplir este! Es demasiado estoico para
mí. Llega a intentar convencernos de que cuando estemos jodidos, seamos
optimistas. El mensaje es muy bonito, precioso, pero la frase, ¿tiene algún
sentido? ¿Está bien hecha? Pues… ¡NO!, yo no le pondría buena cara al mal
tiempo si me estuviese tocando las narices. Le pondría cara de poquísimos
amigos. Nos encanta hacer este tipo de contraposiciones. Supongo que es el
mismo tipo de espíritu que nos mueve a decir que pisar una mierda de perro nos
va a dar buena suerte. Como pisar mierda es asqueroso, tenemos que compensarlo
esperando a que ya que ha pasado, probablemente, nos tocará la lotería.
Las frases “a la inversa” son más sutiles en el
sentido de que son capaces de cambiar el significado de un mismo par de
palabras o elementos sin que haya contradicción. Las frases “de opuestos” son
más artificiales en cuanto que las construimos para compensar o contraponer
unos resultados o situaciones. Sin embargo, lo que me gusta de ambos tipos de
frases es que muestran nuestra pasión por el juego de la vuelta de tuerca.
Deseamos que si existe un “x” que confirma la regla, exista una “y” que esté
ahí para dar la vuelta a los valores. Muestran nuestro gusto por debanarnos los
sesos. Y también, en el fondo, reflejan que nuestra esencia es dual: todo va a
pares, pero pares disyuntivos. El huevo o la gallina. La aparición del diablo
en el hombro izquierdo y el ángel en el derecho en nuestros momentos de
indecisión moral. El Madrid o el Barça. Bimbo o Panrico.
Para acabar, pediría a mis lectores más ejemplos de
estos tipos de frases y un nombre más adecuado para ellas.
YU KYOUNG RYU
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