En un país de sol como el nuestro, nadie está preparado para
la nieve, por eso nadie esperaba esta nevada, ni quiso ver lo que se nos venía
encima aunque los meteorólogos nos avisaron.
Generalmente, las previsiones de nieve en lugares donde
habitualmente no nieva no suelen cumplirse. La cosa se suele quedar en unos
pocos copos que no cuajan y si lo hacen, enseguida templa y la nieve se va en
unas horas.
Esta vez ha sido distinto. Ha nevado mucho y después, unas
inusuales temperaturas negativas de dos cifras, han mantenido la nieve bastante
más tiempo del habitual.
La nieve al principio es hermosa. Quien más y quien menos,
experimenta una extraña emoción viendo como el paisaje poco a poco se torna blanco
y ese niño que todos llevamos dentro, se siente aventurero cuando sale fuera y
la nieve recién caída cruje bajo sus botas.
Pasados esos primeros momentos, la nevada es fría, incómoda
y provoca multitud de problemas. En los sitios habitados, rápidamente el blanco
manto da paso a un hielo sucio y antipático muy difícil de eliminar.
Yo tengo la suerte de que salgo mucho al campo y las
estampas que he presenciado estos días, van a dejar un recuerdo indeleble en mi
memoria.
El sábado ya estaba todo nevado y yo me fui andando desde el
pueblo donde vivo a una finca que está a unos dos o tres quilómetros del mismo.
En el camino, impresas en la nieve, se podían ver infinidad de huellas de
animales que normalmente pasan desapercibidos por pequeños, miméticos o
nocturnos. Huellas de ratón y de conejo, de los innumerables pájaros que
incansablemente buscaban la poca comida que la nieve no tapó, huellas de
jabalíes que bajan desde el monte al olivar y huellas de la zorra que siempre
merodea el gallinero.
La tarde, con escasa luz, pintaba el paisaje con un sinfín
de tonos grises entre el blanco y el negro. En las peñas que rodean mi finca,
una pareja de búhos reales a la que llevo bastante tiempo observando, ululaba
frenéticamente llenando el silencioso paisaje con sus profundas voces.
En estas circunstancias, un problema que tienen los animales
salvajes y también los de granja, es encontrar una fuente de agua líquida
cuando todo está helado. Las gallinas, más o menos se defendían picando la
nieve, pero Hoomer, mi viejo borrico necesitaba agua con urgencia. Tuve que
buscar una pala enterrada en la nieve para despejar el hogar donde normalmente
hago barbacoas. Como es lógico, la leña estaba muy mojada. Con un poco de
gasolina conseguí prenderle fuego y calenté un gran caldero lleno de nieve que
Hoomer bebió de mis propias manos.
Cuando ya se pudo circular por carretera, pudimos ver la
magnitud de la nevada. Todo era blanco hasta donde alcanzaba la vista. Un
paisaje, normalmente anodino, cobraba una belleza inusitada. La nieve bajo el
sol reluce como si alguien hubiese vertido sobre el paisaje millones de
diamantes.
Mañana se terminará este episodio climático, ya veremos si
de una manera abrupta o no dependerá de la cantidad de la lluvia que caiga y de
la velocidad del deshielo.
Es un clásico de la política patria echarse mierda unos a
otros cada vez que pasa algo de esto, sin pensar que hoy le nieva a tu rival y
mañana te nieva a tí ¡Las espadas están
en alto! Esperemos que no llegue la sangre al río…
No sabemos cuando volveremos a ver la nieve por aquí, el
tiempo está cada día más loco. Por mi parte me despido de “Filomena” con la
esperanza de que el campo preñado nos traiga una primavera gloriosa.
Lo que es seguro, es que cuando vuelva a nevar nos volveremos
a asomar a la ventana ilusionados, sin recordar los trastornos que nos supuso
la última vez.
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