Todo comenzó en Wuhan China a finales del verano de 2019.
En una tasca junto al mercado de abastos, dos anodinos
comerciantes bebían unas cervezas mientras fumaban y echaban monedas en la
máquina tragaperras del local.
Como se les había hecho tarde y tenían gusa, pidieron una
ración de pangolín “poco hecho”.
-¿Pangolín poco hecho?- preguntó el encargado enarcando una
ceja ante lo inusual del pedido.
Cualquiera con unos mínimos conocimientos sobre cocina
oriental, sabe que el pangolín hay que comerlo crujiente, preferiblemente
acompañado de sake u otro licor fuerte ya que, dadas sus costumbres coprófagas,
este bicho es un foco de gérmenes.
La tragedia estaba servida con salsa agridulce.
Pocos días después, Chu-Lin y Lin-Chu, que así es como
respectivamente se llaman el paciente cero y el uno de la actual pandemia,
enfermaban gravemente infectando a todo quisque a su alrededor.
El gobierno chino, desde que tuvo constancia de la gravedad
de la situación, lo puso en conocimiento del resto de gobernantes
internacionales, pero sólo unos pocos hicieron caso a sus recomendaciones. El
resto, con Trump, Bolsonaro y Díaz Ayuso a la cabeza, optaron por obtener
réditos políticos de la trágica situación, culpando a Sánchez e Iglesias de la
misma.
Ante el cariz que tomaban los acontecimientos, los chinos
decidieron que había que buscar una solución y que mejor que hacerlo de la mano
de los políticos más capaces y concienciados del planeta, que no son otros que
los del gobierno de España.
La reunión se realizaría en un Todo a 100 situado en el 34
de la Avda. de los Vinateros, del madrileño barrio de Moratalaz.
-¿Madrid?- se preguntaban los líderes que habían de acudir a
la crucial reunión, sabedores de que en la villa y corte actuaban impunes los
agentes de Díaz Ayuso, con Miguel Bosé a la cabeza, disfrazados de señoras del
barrio de Salamanca con unas bolsas de Zara que en realidad eran dispositivos
de identificación del ADN donados por las empresas del IBEX 35 y el Opus.
-¡MADRID SERÁ LA TUMBA DEL FASCISMO!- contestó Pablo
Iglesias con voz profunda y un brillo en los ojos que no dejaba lugar a dudas
de su determinación.
La entrada en el país de los líderes de China y Corea del
Norte se produjo a través del polígono industrial de Cobo Calleja y no presentó
mayores problemas, ya que todos los orientales se parecen mucho a ojos de los
occidentales poco avisados.
Nicolás Maduro lo tenía más difícil. La derecha española se
pasa el día hablando de Venezuela y por tanto, su cara es muy conocida, pero
consiguió entrar por Barajas, en una de las maletas que el ministro Ávalos le
coló por la aduana a Delcy Rodríguez.
Putin llegó a Puerto Banús pilotando el mismo un submarino
nuclear y se mezclo sin problemas con el resto de mafiosos rusos de la Costa del
Sol.
Finalmente, Soros y Bill Gates cruzaron la frontera de
Portugal en coche, disfrazados de lagarteranas.
¡Ya estaban todos!
El resto de los asistentes a la reunión le preguntaron a
Pablo Iglesias sobre la ausencia de Irene Montero a la misma, a lo que el líder
morado contestó:
-Sola y borracha ha querido llegar esta noche a casa…-
Ya metidos en harina, se barajaron muchas opciones para
contrarrestar la pandemia que amenazaba con asolar el mundo.
Kim Yong propuso lanzar una andanada de misiles curativos,
pero los fachas, ya en tiempos de Ronald Reagan habían previsto esta acción y
habían montado un escudo espacial contra los proyectiles benéficos procedentes
del otro lado del Telón de Acero.
Pedro Sánchez escuchaba y callaba, hasta que se decidió a
intervenir.
-¡Yo tengo la solución!- Dijo el presidente y al punto hizo
entrar en la sala a un hombre.
Aquel señor tendría entre veinte y setenta años y una fuerte
cabellera cana no domeñada por la tiranía del champú y el peine. Vestía un
jersey de color indefinido, con abundantes pelotillas signo de que había sido
fabricado por trabajadores justamente remunerados y de una manera sostenible.
-¡Les presento al Dr. Fernando Simón!- Dijo Sánchez con un
deje de emoción en su voz.
Don Simón comenzó a exponer sus soluciones a los asistentes.
Su voz de flauta rota era tan hipnótica para la audiencia, como la visión de
los pelos tiesos que al insigne epidemiólogo le salían de las orejas.
Luego Fernando Simón presentó a los conferenciantes al resto
del comité de expertos designados por el gobierno de España y que eran los
siguientes:
Un herrero toledano amigo de Marlaska, que había quedado
finalista en la edición internacional de Forjado a Fuego.
Dos liberadas sindicales de Telefónica.
Un surfista de Hondarribia, que en temporada se dedicaba a la
pesca artesanal del bonito del Norte.
Un par de colegas del basket de Pedro Sánchez.
Y finalmente, para compensar la paridad de género, tres
becarias de la Tuerka.
Todos los asistentes quedaron muy convencidos con la solución
española que aquella liga de mujeres y hombres extraordinarios proponía para la
pandemia.
La reunión terminó con todos los asistentes cantando el
Resistiré del Dúo Dinámico y sintiendo mucho afecto mutuo, pero respetando el distanciamiento
social.
Ahora que llegamos a la Nueva Normalidad, sabemos que las
medidas puestas en práctica en aquella reunión han salvado la vida a cerca de
medio millón de españoles y a innumerables personas en el mundo entero.
¡Gracias a todos los que lo hicieron posible!
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